La historia secreta de amor y amistad detrás del primer casamiento de una pareja del mismo sexo en Argentina

A once años de la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario, Jorge Salazar Capón y Damián Bernath -que se casaron con un amparo en la Ciudad de Buenos Aires en marzo de 2010- cuentan el detrás de escena de lo que Bergoglio llamó entonces “una movida del Diablo”, y el papel fundamental que tuvo su “hada madrina”, la recordada abogada Florencia Kravetz

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Damián Bernath y Jorge Salazar
Damián Bernath y Jorge Salazar Capón hace 11 años, la noche en que se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario.

De la madrugada del 15 de julio de 2010, Jorge Salazar Capón y Damián Bernath recuerdan sobre todo el frío. Arriba del escenario montado por las organizaciones LGBTQI+ frente al Congreso para esperar los resultados de la votación en el Senado, la ola polar se sentía incluso con más fuerza y parecía imprimirle a todo aquello un aire todavía más épico. Desde arriba se veían la marea arcoíris y los carteles en respuesta a las provocaciones de grupos religiosos y conservadores aferrados a pancartas con consignas que hoy suenan tan anacrónicas como: “Solo varón y mujer” o “Yo quiero un papá y una mamá”.

Un rato antes se habían abierto paso entre esa multitud hasta una pizzería de colores y personajes almodovarianos en donde el poroteo se iba gritando como un chisme, de mesa en mesa: pese al optimismo que reinaba desde temprano, la cosa estaba ajustada. Jorge y Damián tenían entonces 43 y 39 años, llevaban 12 juntos, y hasta ese día nunca se habían considerado especialmente militantes ni activistas. Tampoco sentían que la Ley de Matrimonio Igualitario fuera a cambiar su situación en lo particular. Si ahora estaban sobre el escenario en el que hacía un rato habían tocado Javier Malosetti, Kevin Johansen y otras bandas para amenizar la tensión de esa espera helada, era porque cuatro meses atrás y casi sin proponérselo, habían pasado a ser un símbolo: gracias a una amiga y a un recurso de amparo, eran la primera pareja del mismo sexo casada en la ciudad de Buenos Aires.

“Soy cero fútbol”, dice ahora Jorge, pensando de nuevo en esa madrugada y en el momento en que escuchó el conteo final. También que aquel grito y aquel abrazo fueron de gol. “De pronto sentimos la felicidad de que todos iban a poder hacer lo mismo que nosotros; con la ley, lo que nos pasaba dejaba de ser exclusivo. El cambio ya estaba ahí, ya había empezado. Pensábamos mucho en los chicos”, cuentan 11 años después y con 23 de un amor que aseguran que todavía es tan fuerte y feliz como cuando se conocieron, en 1998.

Jorge y Damián junto a
Jorge y Damián junto a Florencia Kravetz, Chuca, la abogada y amiga que los ayudó a conseguir el amparo que permitió su matrimonio.

“Esa noche me vi cuando era chico, pensé en mis sobrinos y en los hijos de amigos –dice Jorge–. En esas preguntas que se hacían antes y que ahora están mucho más naturalizadas, como ‘¿Qué es ser gay?’ Y que les pudieran responder sin pudores: ‘Dami y George son gays’, porque ya no había nada de malo en eso. Teníamos nombre, un lugar legal, éramos iguales”.

Salazar Capón, que es veterinario, había estado mucho antes con su madre en el Congreso, en 1987, cuando se promulgó la Ley de Divorcio Vincular: “Yo lo había vivido como hijo de padres divorciados; esta era una de esas pocas veces en las que la política acompañaba lo que la sociedad ya había definido. La ley logró, como antes la del divorcio o después la del aborto, que la política dejara de ser tan vertical, que los legisladores pudieran pensar más allá de blanco y negro para ver los grises. Pudieron pensar de manera transversal, hubo bloques de ideas y no de partidos, y ese fue el gran trabajo de las agrupaciones que habían luchado durante años para que sucedieran las cosas”.

Antes de esa madrugada de julio de 2010 en la que Argentina se convirtió en el primer país de América Latina y el sexto del mundo en reconocer el derecho de que las parejas del mismo sexo pudieran casarse en igualdad de condiciones con las parejas heterosexuales, hubo dos décadas de proyectos de matrimonio y unión civil impulsados por distintas organizaciones de la comunidad LGBTIQ+. Hubo también tres años de intensa campaña de la Federación Argentina de Lesbianas Gays Bisexuales y Trans (FALGBT), que apoyó las dos iniciativas que presentaron en 2007 el socialismo, con firmas de diputados de todo el arco político, y luego la entonces senadora Vilma Ibarra, que logró llevar el debate a la Cámara Alta.

El 3 de marzo de
El 3 de marzo de 2010, y gracias al amparo que su amiga Chuca interpuso, Jorge y Damián se pudieron casar en el Registro Civil de la calle Uruguay.

En la vida de Jorge y Damián hubo además otro momento, y otra persona definitiva: la abogada especializada en Derechos Humanos Florencia Kravetz, que para ellos, como para todos sus amigos, era apenas Chuca. A mediados de diciembre de 2009 habían ido a visitarla a su estudio de Palermo. La charla era un repaso de mil temas y los tres se reían con la complicidad de siempre. Chuca y Damián se habían conocido en un viaje a las Cataratas cuando ella tenía 16 y el 19; primero se pusieron de novios y, después, entendieron que serían íntimos amigos por el resto de sus vidas. Tanto, que cuando Damián se enamoró de Jorge en el 98, ella fue una de las primeras en enterarse, en conocerlo, y hasta en quererlo casi con la misma velocidad con la que la pareja decidió la convivencia, a sabiendas de que ese amor había llegado para quedarse. Ahora estaba a punto de convertirse también en su “hada madrina”.

Hacía un par de años que la cuestión surgía cuando estaban solos y también en las conversaciones con su amiga: ¿Qué iba a ser del otro si a uno de los dos le pasaba algo o se enfermaba? “Veníamos hablando con Chuca del futuro, de cómo proteger al otro. De cómo iba a quedar cubierto Dami si me llegaba a pasar algo, o al revés”, dice Jorge. “Pensábamos que si a alguno de los dos lo llegaban a internar, el otro no cortaba ni pinchaba. Escuchábamos historias y empezábamos a fantasear con que eso podía tocarnos también a nosotros”, suma Damián. “Nosotros empezamos a estar juntos a los 30, ya teníamos 40, y de pronto nos habíamos puesto a pensar en qué iba a pasar con el tiempo –dice Jorge–. Siempre consideramos que todo era de los dos, pero a los efectos legales, todo era de uno o del otro. Habíamos hablado de armar una sociedad, de firmar boletos en blanco, pero eso era más complicado, y no era justo. Nosotros lo podíamos pagar, pero otros no”.

La libreta de matrimonio, todavía
La libreta de matrimonio, todavía escrita en modo binario.

Unos días antes de aquel encuentro de los tres amigos, los militantes Alex Freyre y José María Di Bello se habían presentado en un registro civil porteño para casarse en virtud de un fallo de la jueza Gabriela Seijas, pero el matrimonio, que iba a ser el primero en la Ciudad, fue suspendido por un amparo de la Corporación de Abogados Católicos. Los novios, que terminarían por casarse el 28 de diciembre de 2009 en Ushuaia, dieron una conferencia de prensa junto a manifestantes: el tema estaba en el aire.

“A nosotros el matrimonio nos gustaba por lo romántico, pero no tenía que ver sólo con lo sentimental, porque eso estaba resuelto, ¡nunca tuvimos dudas! –dicen–. Lo que queríamos era estar tranquilos de que en el futuro el otro iba a estar protegido, de que iba a tener derechos, como cualquier pareja. Eso estábamos tratando de ver con Chuca: cómo quedarnos tranquilos para nuestra vejez”.

Entonces, su amiga, que por entonces integraba el grupo de abogados de la FALGBT –desde donde militaban activamente por el matrimonio igualitario su presidenta, María Rachid, y el secretario general, Esteban Paulón, entre otros–, les dijo: “A mí se me ocurre una idea… Si quieren, ¡yo los caso!”

Afiches de la Agrupación Dignidad
Afiches de la Agrupación Dignidad Nacional, que junto a la Iglesia Católica se oponían al matrimonio igualitario.

A ese punto de la charla estaban los tres muertos de risa. “Le dije: ‘Bueno, sí, sí’. Como diciendo, nunca va a pasar. Pero Chuca me miró como era ella, que se estaba riendo y de golpe te enfocaba y te repasaba de arriba para abajo, y me aseguró: ‘En serio te lo estoy diciendo’”, cuenta Jorge. Entonces les explicó que en el Código Civil había un vacío, porque cuando se mencionaba la figura de “contrayentes” no se explicitaba en ningún lado que fueran hombre y mujer. El género de los contrayentes no tenía por qué ser considerado, y eso era lo que ellos iban a pedir por medio de un amparo.

Siguieron las indicaciones prácticas. Jorge y Damián fueron al Registro Civil de la calle Uruguay con dos testigos a pedir fecha de casamiento. Chuca ya les había anticipado lo que iba a suceder: los empleados de atención al público les dijeron amablemente que no podían darles una fecha. Con ese documento por escrito, la abogada presentó un amparo a fines de diciembre de 2009 (“‘¡Miren que si sale se van a tener que casar y les van a sacar fotos, eh!’, nos dijo entonces”, cuentan ahora Damián y Jorge, que de cualquier manera, todavía estaban convencidos de que era imposible que en este país pasara algo así).

Jorge y Damián junto a
Jorge y Damián junto a varios de los activistas que lucharon por una Ley de Matrimonio Igualitario en la noche del 15 de julio de 2010, cuando se sancionó.

Pero cuando promediaba febrero de 2010, recibieron un llamado que les quitó el escepticismo: “Era un lunes de lluvia horrible. Teníamos que ir al juzgado de Elena Liberatori con nuestros documentos. Fuimos en subte y ya alucinábamos que nos iban a casar ahí. Llegamos y la jueza nos dijo que iba a dar lugar al amparo; que por ley tenía que pasar un mes para que nos dieran turno, pero por el fallo pedía prioridad, para que fuera en lo inmediato. Al otro día fuimos al registro civil a pedir fecha formalmente y nos la dieron para la semana siguiente”.

Jorge Salazar Capón y Damián Bernath se casaron el 3 de marzo de 2010 bajo el más absoluto de los secretos. Les habían pedido que se enterara la menor cantidad de gente posible para evitar que grupos conservadores presentaran amparos en contra, como había pasado con Freyre y Di Bello. “Como Alex y José eran militantes, iban con cámaras hasta cuando se sacaban sangre para el prenupcial. A nosotros, en cambio, nos recomendaron no decir nada, porque para cualquier acción legal en contra necesitaban todos los datos del acto, no alcanzaba con nuestros nombres –recuerda Jorge–. Así que le contamos a muy pocos familiares y a nuestros mejores amigos. A muchos ni les avisamos, algunos se enojaron. A mi mamá y a mi hermana, que estaban en Entre Ríos, les dije el día anterior. ¡Ni siquiera hicimos fiesta! Ahora que pasó el tiempo, pienso cómo habríamos disfrutado si no hubiéramos tenido que hacer todo a escondidas, si hubiéramos podido hacerlo como tenía que ser”.

Damián y Jorge en dos
Damián y Jorge en dos viajes a París: mismo gesto, mismo amor.

Es que lo que ahora damos por hecho, hace solo once años sufrió todo tipo de trabas. Por ejemplo, unos días antes del casamiento, se filtró el apellido de Damian y quienes se empeñaban en presentar oposiciones llamaron a toda su familia con los números de la guía para averiguar cuándo se hacía. En el civil tuvieron que hacer una excepción y publicar que el acto iba a tener lugar el mismo día en que ocurrió. Y así y todo, a la mañana siguiente de la ceremonia, la Ciudad amaneció empapelada con carteles amarillos –el color del Vaticano y asociado por los católicos a la presencia de la luz de Cristo–, atribuídos a la agrupación Dignidad Nacional, que decían: “Es Adán y Eva, no Damián y Jorge. Es la biología, estúpidos”. Coincidió con una carta del entonces cardenal primado del Arzobispado de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, furioso porque quien era jefe de Gobierno, Mauricio Macri, no había apelado el fallo de la jueza Liberatori. Decía, literalmente, que el matrimonio entre personas del mismo sexo era “una movida del Diablo”. Con el matrimonio ya consumado, el hoy Papa Francisco –que también se enfrentaría con Néstor y Cristina Kirchner en un intento por frenar la Ley–, junto a la Corporación de Abogados Católicos, impulsó la apelación del fallo por considerar que podía “herir gravemente a la familia”, y la fiscal María del Carmen Gioco apeló a la sentencia.

Un beso a las apuradas
Un beso a las apuradas en Moscú antes de la pandemia.

Pero la rueda ya había empezado a girar, y era imparable. “Era como si nos dijeran: ‘No quiero que existan, y nuestra respuesta era –y es– que existimos y estamos”, dice Jorge, y cuenta que recién a principios de este año liberaron su partida de matrimonio, que llegó a la Corte Suprema. La jueza Liberatori retuvo la libreta y la tuvo en guarda para poder devolvérsela cuando salió la Ley de Matrimonio Igualitario, que volvió al amparo abstracto. Su amiga Chuca ya estaba muy enferma cuando recuperaron el folio donde consta la fecha en que los tres hicieron historia, casi sin darse cuenta, como pasan las cosas importantes entre los amigos. Murió hace tres meses “con la felicidad de lo que había podido hacer por nosotros y con el orgullo de haber logrado algo tan grande. Porque ella y otros hicieron que por fin se pusiera en discusión lo que estaba pasando: que se legislara para que ya ni la Iglesia ni nadie nos dijera cómo teníamos que vivir”.

“Aunque hubo gente que se enteró de que éramos gays porque nos vio en la tele, nosotros nunca tuvimos problemas para vivir nuestra relación –dicen Jorge y Damián–, pero son muchos los que sí, y muchos los que hasta hoy la siguen pasando mal. Nosotros no vivimos en su momento nuestro casamiento como una reivindicación de derechos, lo veíamos como algo más práctico. Pero para tanta gente que había pasado toda su vida en pareja sin un reconocimiento, para gente grande como las señoras que se casaron después de nosotros –Norma Castillo y Ramona Arévalo–, que necesitaban asistirse, cuidarse; para tantos chicos o nenas gays que hoy tienen opciones y pueden fantasear con casarse como algo natural, para tantos y tantas esto fue tan importante... La verdad es que, a veces, cuando hacés las cosas, no te das cuenta de la trascendencia que pueden tener para vos mismo y para los otros”.

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