En diciembre de 1983 Raúl Alfonsín llegaba al gobierno de un país aturdido tanto en lo económico como en lo político. Si bien en la sociedad argentina prevalecía la esperanza, los ocho años de la dictadura habían dejado secuelas. El combate al terrorismo había diezmado a parte de una generación. Por aquellos años todos suponían que los desaparecidos debían estar muertos, pero ¿dónde? ¿Cómo podían ser identificados? ¿Y quiénes eran, con nombre y apellido, los responsables de esas muertes?
Los familiares de los desaparecidos tenían negras presunciones, sospechas y, en muchos casos, buena información aportada por sobrevivientes o peones del esquema de la represión. Como había sucedido años antes con el Che Guevara en Bolivia, los guerrilleros argentinos -y con ellos muchos inocentes- fueron asesinados y escondidos por los militares, en un doble intento por evitar el culto a los caídos y tratar de salvar la cara ante la opinión internacional. Si bien las cuevas de la represión y los vuelos de la muerte eran un secreto a voces, había que probar ante la Justicia la aniquilación organizada.
De esto habla un documental sonoro de seis episodios llamado Exhumadores de historias, realizado por Sherezade para la plataforma Podimo -que se podrá escuchar desde hoy a través de https://podimo.com/latam/exhumadores-. El formador del equipo fue el antropólogo forense Clyde Snow, un cowboy cincuentón que llegó al país en 1984, integrando una delegación de científicos de Estados Unidos que había venido a asesorar al Gobierno por recomendación de Abuelas de Plaza de Mayo. Su primer consejo a los locales fue dejar de usar palas mecánicas en los cementerios, y realizar las exhumaciones de las tumbas N.N. con una técnica similar a la de la excavación arqueológica, para preservar los restos y también recoger pruebas adicionales, como casquillos de bala o restos de ropa que pudieran ayudar en la identificación de los muertos.
En eso estaba cuando un joven juez de San Isidro, Juan María Ramos Padilla, lo convocó para participar en una exhumación y mostrar así la técnica que había desarrollado. Ante la negativa de los forenses locales a colaborar con él -muchos trabajaban para la Policía-, debió formar un equipo a las apuradas con estudiantes de Antropología y Medicina interesados en colaborar con la Justicia. Uno de ellos, Morris Tidball Binz, se había convertido en su traductor tras reemplazar a una intérprete oficial con un ataque de nervios’ ‘Snow era un personaje’’ recuerda hoy Ramos Padilla. ’'Era un gran bebedor, y solía pedirnos que lo acompañáramos hasta altas horas de la noche después de una jornada de trabajo en el cementerio. A las siete de la mañana siguiente, llegaba fresco como una lechuga, mientras nosotros aguantábamos la resaca como podíamos’'.
Snow ya era una leyenda en su país, habiendo identificado entre otros, restos pertenecientes a soldados de la Guerra de Secesión, víctimas de accidentes aéreos o las del asesino serial John Wayne Gacy, el ’'Payaso Asesino’' de Chicago. Nacido en Texas pero residente en Oklahoma, era el pionero de la especialidad y ya entonces viajaba por el mundo, requerido por diferentes gobiernos, siempre para tocar la muerte: encontrar un esqueleto y hacerlo hablar. ’'Los huesos de una víctima son a menudo el mejor testigo, sólo hay que saber escucharlos’' solía decir en entrevistas.
El podcast repasa los primeros cinco años de vida del Equipo que formarían esos estudiantes, de 1984 a 1989. Fueron años agitados: una de las primeras excavaciones, en Mar del Plata, desembocaría en el testimonio de Snow en el Juicio a las Juntas, donde proyectó una serie de diapositivas que electrizaron a la audiencia. Luego vendrían las asonadas militares de Aldo Rico y las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que limitaban el accionar de los investigadores. Los estudiantes tuvieron que sortear estos obstáculos, aprendiendo el oficio sobre la marcha y procurando además la confianza de los jueces y las propias familias, no siempre preparadas para cerrar su búsqueda reconociendo un cadáver. ’'Había que estar atento a todo para poder abrir una causa y retenerla’' recuerda Ramos Padilla sobre esa primera exhumación en el cementerio de Boulogne, ordenada en el marco de una denuncia contra el entonces general Ramón Camps.
El juez, que hace de sí mismo en la serie, fue el primero en detener al temido ex jefe de la Bonaerense, y para evitar perder la competencia a manos de la justicia militar, como reclamaban los abogados de los represores, recurrió a un truco legal: separar una parte de la causa y enviarla a otro juzgado. ’'Mientras se discute la competencia, el juez que está actuando se queda con la causa, y eso nos dio el tiempo suficiente para hacer las primeras exhumaciones’' recuerda hoy y revela en el podcast: “Cuando llegué al juzgado de San Isidro por primera vez, en el despacho había esqueletos guardados en cajas de galletitas”.
El podcast de seis episodios contará los vericuetos legales, científicos y hasta anímicos que tuvo la conformación del Equipo Argentino de Antropología Forense, que mientras los estudiantes terminaban sus respectivas carreras y se constituían como asociación sin fines de lucro para poder trabajar a tiempo completo. Fue así que, sobre todo a partir de los años noventa, se hicieron conocidos en el exterior antes que en su propio país; al día de hoy han trabajado en más de cincuenta naciones, y formado equipos locales en los cinco continentes. El EAAF fue convocado a varios de los casos más resonantes a nivel nacional e internacional: Ernesto “Che” Guevara, Pablo Neruda, Salvador Allende, Carlos Menem Jr., Santiago Maldonado, los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos en México en 2014. La última actuación relevante fue en Malvinas, donde trabajaron para descubrir la identidad de los caídos sepultados en el Cementerio de Darwin.
Por su parte Snow, designado miembro honorario de la institución, compartió muchos viajes con ellos hasta su muerte en 2014. El equipo que formó sigue dedicándose a lo de siempre: leer el lenguaje de los huesos.
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