El domingo 6 de julio de 1975, Heriberto Kahn publicó en el diario La Opinión que una investigación militar sobre la organización terrorista Triple A involucraba a José López Rega.
El artículo fue el detonante que provocó la salida del ministro de Bienestar Social, que desde la muerte de Juan Domingo Perón en julio de 1974 permanecía entronizado en el poder junto a la presidenta Isabel Martínez de Perón.
Kahn había nacido en Buenos Aires en 1946. Estudiaba Derecho en la UBA cuando se inició en el periodismo. Su primer trabajo fue en la revista Confirmado.
“Conocí a Heriberto en Confirmado. Él estaba a cargo de la sección Mundo, y yo era jefe de Redacción. Éramos jóvenes: él, 21 años; yo, 24. Fue la época de la Guerra de los Seis Días (1967). Su conmoción movía a la solidaridad. Heriberto, que era un crítico cartesiano, escribía con su corazón judío. Cuando le pedí un tratamiento más equilibrado del tema, me dijo con esa sinceridad que no abandonaba nunca: ‘Corregí mis notas y no pongas mi nombre. Yo sé que lo que escribo no se puede publicar así, pero no puedo escribirlas de otro modo’. Heriberto era un investigador escrupuloso y redactaba con tanta claridad como precisión”, recordó Rodolfo Terragno.
Muchos años después, Kahn comenzaría a trabajar en La Opinión. Para entonces, en 1974, su director, Jacobo Timerman, había desplazado a los periodistas vinculados con la izquierda peronista y convocó a “los profesionales”, o “la tribu de derecha”, como los llamaba en sorna.
Los artículos de Kahn obtendrían resonancia política.
“Heriberto era de la comunidad judía alemana, la que se considera la aristocracia de la comunidad judía. Creo que frecuentaba un templo. Timerman lo conoció en una cena en la casa de Jacobo Kovadloff (directivo del American Jewish Committee) y le propuso trabajar en el diario. Tenía un Peugeot 404, o 504. En la redacción se decía que venía de una familia rica, que no necesitaba del apremio del sueldo. Heriberto tenía pocos amigos en la redacción. Tenía jefes. Él hacía su artículo de tapa y hablaba fundamentalmente con Timerman. Llegaba a la hora que se le antojaba, o que podía, entre las 8 y las 9:30 de la noche. Todos los secretarios lo estaban esperando. ‘Heriberto, mirá la hora que llegás. Está todo el diario parado’. Para él era un castigo enfrentarse a la parte productiva. No tenía el ‘reloj del cierre’. Siempre lo percibí distinto a nosotros. Era de otra raza. No tenía ansiedad, no era desbolado ni omnipotente. Tenía dones especiales, su simpatía, su simpleza. Él frecuentaba a sus fuentes, almorzaba con ellos, alfombraba la relación. Y en el diálogo, sus entrevistados debían sentir su tranquilidad y no la sensación de rapiña informativa que transmitíamos nosotros. Heriberto no era un intelectual, era un tipo de trabajo, y tenía una gran virtud, hablaba inglés y alemán. Nosotros éramos bestias con los idiomas”, reveló el periodista Daniel Muchnik, que trabajó con Kahn en La Opinión.
Especializado en Relaciones Exteriores, Kahn comenzaría a cubrir la relación Gobierno-Fuerzas Armadas, un actor político que iría tomando dimensiones agigantadas tras la muerte de Perón. Pero, en el marco de la relación, haría foco en la figura de José López Rega.
Kahn obtendría información de la primera investigación oficial sobre el ministro y la Triple A, entonces la figura política de mayor poder en el país.
Los primeros indicios
La investigación interna sobre la Triple A la había iniciado el teniente coronel Jorge Sosa Molina, jefe del Regimiento de Granaderos del Ejército en abril de 1975. Sosa Molina tenía responsabilidad sobre la custodia de la residencia de Olivos. Al observar sus movimientos, la entrada y salida de autos, no le costó deducir que los custodios de López Rega e Isabel Perón utilizaban la quinta presidencial como “base operativa” paraestatal.
Sosa Molina quiso abrir un expediente interno. Envió a un granadero, el teniente Juan Segura, quien, con el argumento de una supuesta avería en su automóvil, pidió ayuda en una casa de la calle Figueroa Alcorta 3297. Era una dependencia del Ministerio de Bienestar Social donde funcionaba El Puntal, la revista que había sucedido a El Caudillo. Sosa Molina lo sabía.
Dirigida por Felipe Romeo, El Caudillo promovía la purga contra los “traidores infiltrados” en el Movimiento y se había propuesto “defender a Perón con todos los calibres”. La revista tenía apoyo económico y logístico del Ministerio de Bienestar Social.
En su informe oficial, Segura comunicó a Sosa Molina que la casa era una base de la Triple A.
Lo escribiría Heriberto Kahn en su libro inconcluso, Doy fe, que sus amigos publicarían tras su muerte: “Ni bien ingresó a aquel edificio, el teniente Segura fue recibido efusivamente por un hombre que se mostró especialmente complacido por la presencia de un oficial de Granaderos en el lugar y señaló que allí trabajaban hombres de la Policía y de las tres Fuerzas Armadas. Con indisimulado orgullo, la persona en cuestión relató a Segura que en ese lugar funcionaba un cuartel de la denominada Triple A”.
Sosa Molina informó a sus superiores el relato de Segura. Entregó la carpeta al jefe del Ejército, general Leandro Anaya y al ministro de Defensa, Adolfo Savino.
Así se inició el primer pedido de investigación de carácter institucional sobre la Triple A.
La Opinión también buscaba exponer a López Rega.
“El diario estaba muy vinculado con (el ministro de Economía) José Gelbard, era la mano derecha editorial de Timerman. Cuando se fue del gobierno (en octubre de 1974), Gelbard le informó a Timerman que la Triple A estaba en el Ministerio de Bienestar Social. Y Timerman se ocupó de infundir a la redacción que nosotros estábamos luchando contra el fascismo de López Rega. Y encarga a Kahn para que averigüe detalles de ese tipo. La Opinión castiga a López Rega con Kahn. Heriberto, cuando trabajaba, era discreto. Si le preguntaban sus fuentes decía, ‘la Marina’. Pero no era un servil ni estaba pagado por la Marina. No era un servicio. Nosotros teníamos cuatro o cinco tipos dentro de la redacción que eran servicios y sabíamos quiénes eran. Pero se fue enganchando con las circunstancias políticas del momento y estuvo de acuerdo con el golpe. Todo el mundo estaba de acuerdo. Las Fuerzas Armadas eran la esperanza de la clase media, que pedía a gritos el golpe. La Opinión se prestó a esa necesidad. Y no en vano, en algunos días culminantes, el diario aumentó su tiraje. El día que Kahn contó que López Rega, después de una discusión en la reunión de gabinete, empezó a correr a un ministro alrededor de la mesa para fajarlo, el diario duplicó el tiraje. Eso lo contó Kahn. La graciosidad estaba en la propia escena”, indicó Muchnik.
Fernando Ruiz, profesor de Periodismo y Democracia en la Universidad Austral y autor de Las palabras son acciones —libro que relata la historia del diario La Opinión entre 1971 y 1977—, afirma en entrevista con el autor: “Massera había seducido a Kahn como lo había hecho con toda la clase política del momento. Era la voz racional de ese 1975 que desbordaba de hiperviolencia, hiperinflación e hiperdesgobierno. Él lideraba la agenda informativa, y Kahn era su pluma más insertada en la cúpula militar, después de haberlo sido en la cúpula del gobierno peronista en 1974. Desde el punto de vista político, más allá de las diferencias entre ellos, los periodistas de La Opinión pensaban muy parecido. No había grietas en ese tema. No sabían que esa racionalidad contra la violencia estaba construyendo la legitimidad para la megaviolencia militar de 1976”.
Durante el gobierno de Isabel Perón, el diario arriesgaba su clausura.
Y el miedo rondaba la redacción.
“Recuerdo unas amenazas de bomba. En una de ellas, (el secretario) Enrique Jara dijo que el que quisiera quedarse se quedara y el que no, se fuera. El 90% se fue. Daba miedo salir del diario a la noche cuando estábamos en la redacción de Barracas; las calles eran oscuras. Y mucho más miedo daba si te detenía la policía por algún control. En la puerta del diario había policías de civil, pero Timerman siempre decía: ‘Las custodias de civil traicionan’”, señaló Muchnik.
La primera muerte había golpeado al diario en 1975.
En Doy fe, Kahn relató que el fin de semana del 17 y 18 de mayo el gobierno difundió cortos publicitarios por televisión en los que se llamaba al pueblo a luchar contra la “subversión” y alertaba de sus peligros. Pero en los cortos, indicó Kahn, “aparecían en primeros planos notas y títulos de los diarios El Cronista Comercial y La Opinión. Se trataba de una obviamente nada sutil acusación de subversivos a dos diarios opositores de centroizquierda que se publicaban entonces en Buenos Aires. Más aún, aquellos anuncios parecían presagiar la clausura de ambos”.
Un día antes, el 16 de mayo, después del mediodía, secuestraron a Jorge Money, de 29 años, periodista de Economía de La Opinión.
“La búsqueda resultó infructuosa hasta que, al caer la tarde del domingo 18, en los tristemente célebres bosques de Ezeiza, apareció el cadáver. Me he preguntado dónde está el límite entre lo morboso y el derecho —o el deber— del público a saber. Me repito esta pregunta ahora, pero creo que todos debemos afrontar el duro momento de escuchar cosas terribles, acaso como medio eficaz de alertar a nuestras conciencias para que la Argentina quede preservada en el futuro de la repetición de tan tremendas pesadillas. Es por eso que he decidido describir los horribles momentos que debió afrontar Money antes de ser finalmente acribillado a balazos: su cuerpo...”, escribió Kahn.
Aquí se interrumpe la escritura de Doy fe.
Kahn no llegaría a narrar en su libro los hechos que relató en La Opinión y que tuvieron como consecuencia la renuncia y el abandono del país de López Rega.
El 1° de julio de 1975 publicó la reconstrucción de un “severo entredicho” en Olivos entre López Rega y el jefe de la Armada, Eduardo Massera, que le imputaba sus “graves responsabilidades en la situación que vive el país”.
El artículo presentaba a un López Rega jaqueado internamente y enfrentado con Massera, quien contaba con el respaldo del Consejo de Almirantes. Todos sus miembros habían anticipado que se negarían a “asumir la Comandancia ante la eventualidad de un relevo del actual titular de la Marina de Guerra”.
También Kahn escribió que, según sus fuentes, “la jefa del Estado habría estado visiblemente nerviosa, llorando en varias oportunidades. Su rostro demacrado denotaba la tensión de los últimos días”.
El texto irritó al Gobierno.
Dos días después explotó una bomba en el edificio de una compañía de seguros, en Reconquista 575.
La Opinión lo atribuyó a un error de información. Su redacción estaba al lado, en el número 585.
El artículo que expulsa al ministro
En ese momento, el país llevaba casi un mes en estado de conmoción por el plan económico del ministro Celestino Rodrigo, bendecido por López Rega. La política de “shock” del “Rodrigazo” implicó una devaluación del 100% del peso frente al dólar y aumentos de tarifas de servicios públicos del 200%. Las góndolas de los supermercados estaban vaciadas por el acaparamiento; los contratos comerciales, rotos; las empresas, quebradas; con paros espontáneos en las fábricas y asambleas obreras, y las líneas de montaje del cordón industrial, paralizadas. La inactividad era casi total.
Frente al reclamo de los gremios, Isabel estableció un aumento inmediato del 50% y suprimió las paritarias por decreto. Como respuesta, alrededor de 100.000 obreros se concentraron en Plaza de Mayo en rechazo a la medida. Reclamaban la homologación de los convenios de paritarias y las renuncias de López Rega y Celestino Rodrigo. La CGT resolvió un paro general por 48 horas para el lunes 7 de julio. Por primera vez en la historia del Movimiento, la CGT le hacía un paro a un gobierno peronista.
En ese contexto, un día antes, el domingo 6, Kahn publicó el artículo acerca de la investigación en curso sobre la Triple A, en la tapa de La Opinión.
Se iniciaba así: “El Comando General del Ejército elevó al Poder Ejecutivo una denuncia concreta sobre la actividad de la organización terrorista de ultraderecha que se identifica como Triple A, en la que se hace referencia al ministro de Bienestar Social, José López Rega”.
La denuncia de Sosa Molina también comprometía a miembros de las Fuerzas Armadas como partícipes del terror paraestatal. En su libro, Kahn aclara: “Aunque sin especificar si se trataba de militares en actividad o en situación de retiro”. Pero la denuncia fue aprovechada por la cúpula militar para descargarla sobre el ministro de Bienestar Social.
Cinco días después, López Rega renunció al Ministerio. Y sobre la base de la información de La Opinión se inició la primera causa por “asociación ilícita” contra él y sus custodios, los policías Juan Ramón Morales y Rodolfo Almirón.
Fue un festejo por partida doble. De los gremios, que suponían que a partir de la renuncia tendrían mayor influencia sobre la Presidenta. Y de Massera, por las mismas razones.
Pero López Rega mantendría el bloqueo presidencial un tiempo más. Luego de su renuncia, se recluyó en la residencia de Olivos junto a su custodia: alrededor de cincuenta hombres. Desde entonces, Isabel decidió no recibir a nadie. Se argumentó que tenía un estado gripal. La Opinión especuló que tomaría una licencia de sesenta días por agotamiento físico. López Rega anunció a los ministros que la Presidenta no atendería a ninguno. “Yo me tengo que ocupar de su salud”, advertía.
Mañana, la segunda parte.
Marcelo Larraquy es periodista e historiador (UBA) .Su último libro es “La Guerra Invisible. El último secreto de Malvinas”. Ed. Sudamericana. www.marcelolarraquy.com
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