De llamarlo “narco” a tratarlo como “doctor”: el sueño cumplido de un argentino que cultiva cannabis en Israel

Matías Litvak (32) empezó a ayudar enfermos con la planta en Mamá Cultiva hace cinco años. Actualmente dirige el cultivo de la Universidad Bar-Ilan, de la ciudad de Ramat Gan. Analiza genéticas para mejorar los productos con fines medicinales. Se entusiasma con la regulación de la industria en Argentina: “Quiero volver y ser parte de esa revolución”

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Matías Litvak entre plantas de
Matías Litvak entre plantas de la Universidad Bar-Ilan, en Israel (@litvak.matias)

Le decían narco. Lo señalaban como el drogadicto del barrio. Todas las palabras que integran el manual básico del prejuicio contra los usuarios y cultivadores de marihuana las escuchó Matías Litvak en los últimos diez años de su vida. Sin embargo, nada de eso interrumpió el camino de lo que, ya en ese momento, era su obsesión: vivir por y para el cannabis, aunque fuera ilegal, aunque fabricar aceites para sus seres queridos enfermos lo pudiera llevar a la prisión.

Hizo todo lo contrario, cada estigmatización, cada dedo acusador, más lo convenció de hacia dónde quería ir. “Un guerrero no detiene jamás su marcha, puedes hallar la jungla entre estos edificios”, cantó Spinetta allá por 1980 en la canción Dale gracias. El verso bien podría adaptarse a la historia de este argentino de 32 años a quien la pasión por estudiar y conocer esta planta milenaria lo llevó a cumplir el sueño de vivir de eso.

La jungla y los edificios spinetteanos por ahora no están en Buenos Aires, su ciudad natal, la tierra donde tiró las primeras semillas ilegales, sino en invernaderos y laboratorios de Israel, país pionero y líder en investigación y desarrollo del cannabis. Después de años de buscar personas interesadas en aprovechar sus conocimientos, Matías Litvak ya tiene su cosecha personal: actualmente dirige la oficina de cultivo de la universidad pública Bar-Ilan, de la ciudad de Ramat Gan.

Trabajó en cultivos en California, donde nadie señala a nadie y la marihuana es totalmente legal desde 2016, y anhela con volver al país pronto, ahora que ya se debate en el Congreso una legislación que regulará la producción de cannabis para usos medicinal e industrial en Argentina. “Quiero volver, quiero ser parte de esta revolución que está por comenzar”, sonríe Litvak desde Medio Oriente, que ya conoce las próximas escenas de la película: una nueva industria, un nuevo mercado, fuentes de trabajo, desarrollo científico y, sobre todo, una nueva mirada sobre la planta de cannabis que, según considera él, terminará más temprano que tarde en una nueva ley de drogas y el fin de la persecución a usuarios y cultivadores adultos.

Litvak tiene 32 años y
Litvak tiene 32 años y vive en Tel Aviv (@litvak.matias)

Después de varias experiencias con empresas habilitadas para el cultivo y desarrollo de cannabis en Israel, Litvak fue contratado por la Universidad y por la empresa Cann-Il, que desarrolla nuevas genéticas para aplicación medicinal. “Me trajeron entre la universidad y la empresa para ayudar a los agrónomos y estudiantes que trabajaban con las plantas. Los que hacían las tesis, el profesor, tenían problemas y empecé a darles una mano y me pusieron a dirigir”, cuenta Matías desde su casa en Tel Aviv, ciudad vecina a Ramat Gan.

La semana pasada Litvak, que no tiene carreras de grado pero conoce los misterios de la planta desde los 16 años cuando empezó a cultivar en la terraza de la casa de sus padres en Ezeiza, dio una clase oficial en un curso de la universidad. “Es muy increíble, muy soñado, porque me encanta la educación, pero no me cerraba la formal académica, nunca quise un título y hoy en día vienen agrónomos que tienen PhD (doctorado) en montón de cosas y me dicen cuántos PhD tengo. Yo lo que tengo es mi vida puesta acá”, se emociona.

Litvak dice que para él es un orgullo representar a los “growers” (cultivadores) argentinos, de quienes aprendió desde adolescente a través del boca en boca, libros que llegaban de “afuera”, la revista THC y los foros de Internet.

De aquella época recuerda a los vecinos del barrio “Mi Refugio”, donde vivía con sus padres, que lo acusaban de narcotraficante. “Pero jamás vendí un gramo”, aclara este hijo de una odontóloga y un comerciante. Poco tiempo después se mudó emancipado a un dos ambientes en Capital Federal y al mismo momento el padre de su mejor amigo fue diagnosticado con cáncer. “Le dije a mi amigo, ‘vamos a cultivar fuerte para hacerle aceites’”, cuenta. Marcelo, el hombre en cuestión, a quien apodaban “Lagarto”, tenía muchos prejuicios con el cannabis pero finalmente aceptó.

"Es muy increíble, muy soñado",
"Es muy increíble, muy soñado", dice Litvak sobre su experiencia como cultivador profesional en Estados Unidos e Israel (@litvak.matias)

Matías se fue a dormir al living de su casa y dejó toda su habitación dispuesta para hacer un cultivo interior, a riesgo, claro de que alguien lo denunciara y él pudiera ser procesado, acusado y condenado por tenencia de plantas y semillas de cannabis.

De chico, Litvak fue diagnosticado con déficit de atención, le costaba concentrarse, pero con la planta y la enfermedad de “Lagarto” se obsesionó. Empezó a cultivar diferentes cepas y fabricar aceite y probar cuál le hacía mejor. Fue un curso acelerado de botánica, genética y empatía.

“Me obsesioné y lo único que hacía era leer cosas de cannabis y hasta el día de hoy nunca cultivé una mejor cosecha que esa. Fue algo impresionante, convencimos al padre de mi amigo y un día me dijo. ‘No dormía 12 horas seguidas desde que tenía 25 años’. Se empezó a sentir mejor. Hubo un momento en que había frenado el avance del tumor. Vivió seis meses más de lo que le diagnosticaron y tuvo una mucho mejor calidad de vida”. cuenta Matías. Uno de los tatuajes que decoran su cuerpo es una báscula, que simboliza la medicina, una planta de cannabis y un lagarto, en honor a Marcelo.

Esa experiencia lo llevó a Litvak a sentir que con sus conocimientos podía ayudar a mucha gente. “Entendí que esto me apasionaba. Y se da que me empiezan a consultar por cannabis medicinal, empiezo a asesorar grupos de madres, amigos con familiares con cáncer”, relata. Entonces, allá por 2015, armó una charla que se llamó “Rompiendo mitos”, a la que fueron 300 personas, que llevaron cada una un alimento no perecedero que él donó a una fundación que trabaja en barrios populares. Matías buscaba destruir la idea hegemónica de la demonización de la marihuana. Y empezó a enseñar a hacer cultivos, extracción, información sobre cannabinoides, patologías y formas de consumo. Poco tiempo después se sumó a Mamá Cultiva Argentina y comenzó a imaginar cómo un cultivador solidario como él podía profesionalizarse en una tarea que, en su país, era absolutamente ilegal.

Matías empezó a cultivar para
Matías empezó a cultivar para enfermos cuando diagnosticaron con cáncer al padre de su mejor amigo (@litvak.matias)

Pensó en Israel. Con reformas y mejoras posteriores, en este país la marihuana para uso medicinal es legal desde 1999, con una gran capacidad para investigación y desarrollo. Por eso es potencia en este aspecto, con algunas compañías que lideran el mercado mundial. En Israel, en efecto, trabaja aún hoy con más de 90 años el científico Raphael Mechoulam, el hombre que sintetizó las moléculas de la planta y descubrió los cannabinoides, como el THC y el CBD y también que el cuerpo humano tiene receptores cerebrales específicos para estas moléculas, llamado sistema endocannabinoide.

Por eso Litvak pensó en Israel. Y armó una carpeta y empezó a enviar su experiencia a distintas empresas e universidades. En 2017 salió la primera oportunidad y se fue por tres meses. Les gustó su trabajo, le ofrecieron quedarse pero tenía que volver. Pero el regreso, a pesar de que siguió colaborando con Mamá Cultiva, lo entristeció. “Necesitaba levantarme y hacer lo que me gustaba”, cuenta. Entonces volvió a Israel. Sin un trabajo cerrado, pero con la convicción de que lo iba a lograr. Hasta que eso sucedió, fue mozo en un bar donde trabajaba 12 horas cada uno de los siete días de la semana.

Pronto comenzaron las oportunidades. Trabajó en un cultivo de una empresa cerca de la Franja de Gaza que se llama Better Medical Cannabis, luego en otra, Together Medical Cannabis y en el medio recibió un llamado desde California, Estados Unidos, para aplicar sus conocimientos en una granja de cultivo en la montaña. Y se fue.

Litvak trabajó en California, donde
Litvak trabajó en California, donde la marihuana es totalmente legal desde 2018 (@litvak.matias)

Vivió solo en la montaña de Lake County durante meses. A cargo de la vida y la salud de 5.000 plantas. “Me la pasaba escuchando los podcast de Darío Z”, ríe. En aquella soledad, cuenta, casi muere atacado por una serpiente cascabel, a la que tuvo que matar, y luego por un oso que le apareció en la puerta de su casa y pudo espantar a los gritos. “Fue la mejor experiencia de mi vida, la soledad te enseña muchas cosas”, dice. Pero todo se terminó una tarde que cayeron 10 policías y un sheriff y arrasaron con la cosecha porque los empleadores de Matías no cumplían con los requisitos legales que exige el estado de California. “Hey, es muy buena calidad, qué lástima”, recuerda que le dijo el jefe de los policías.

Entonces casi al mismo tiempo recibió el llamado de un empresario de Irsael que, sin esperarlo, se había convertido en su “manager”. Le dijo que tenía ofertas para él en dos empresas y en la universidad. Matías evaluó entre el dinero y el prestigio y eligió la segunda opción.

“Hay una universidad que usa hormonas para ver cómo cambian las plantas, una está trabajando con cuestiones genéticas solo para investigación. Y la empresa para la que trabajo hace el desarrollo de genéticas, trabajamos con Igal Cohen, que ganó muchos premios en fitopatologías. El laburo principal que hago es el breeding de genéticas. Empecé con 250 genéticas, relevo data, pruebo en diferentes condiciones y las cruzo: combino calidad de genéticas con resistencias”, explica.

“El secreto del cannabis es
“El secreto del cannabis es que no hay secretos, compartir información es una satisfacción hermosa” (@litvak.matias)

A partir del su prestigio como cultivador en Israel pasaron dos cosas.

Abrió una cuenta de Instagram donde comparte sus conocimientos. “El secreto del cannabis es que no hay secretos, compartir información es una satisfacción hermosa”, dice y agrega: “Yo quiero compartir educación y que me banque la industria”.

Y lo empezaron a contactar inversores y gobiernos de Argentina, de cara al proyecto de ley de regulación de la industria del cannabis. Así que junto a otras tres personas abrieron una oficina de consultoría. “Empezamos a asesorar proyectos en Uruguay, en Argentina, tuvimos el honor de sentarnos a hablar con el Gobierno para aportar desde nuestra experiencia. Me parece que el proyecto es una revolución. Puede cambiar la economía y generar muchos puestos de trabajo. Yo quiero ser parte de una revolución industrial de cannabis en Argentina, que genere desarrollo y trabajo, si eso pasa sentiré que trascendí”, se entusiasma.

Para Litvak, Argentina tiene mucho potencial en la incipiente industria del cannabis, y no solo para el uso medicinal. “La industria del cáñamo puede ser muchísimo más grande que la medicinal. Es cambiar soja por cáñamo. Vale cuatro veces más la tonelada. Es sustentable, no te arruina el suelo. Y tenemos todo dado para poder desarrollarlo con la industria del campo que tenemos. Los chinos importan la soja y cultivan cáñamo. Por eso que es importante que brindemos el producto terminado, bien hecho, y no como le pasó a Uruguay, que está vendiendo la materia prima muy barata e importa el producto terminado. No hay que dejar que venga una compañía de Suiza y te pague 200 dólares el kilo cuando en Europa se paga de 1.500 a 3.000”, explica.

"Todo uso de la marihuana
"Todo uso de la marihuana es terapéutico", asegura Matías Litvak (@litvak.matias)

Para Litvak la clave está en “investigar, generar una buena base, un proyecto con una identidad argentina, con una visión mucho más grande que hacer un kiosco”. Insiste: “Cuando le hablás a un inversor de investigación y desarrollo se asusta pero es la base del éxito de la producción. Poder conocer la genética, mejorar la producción, disminuir la cantidad de merma. Tiene que haber variedad, con THC, que es muy importante, con CBD, y reseñas, probar con pacientes”.

Litvak añora con volver a Argentina pero antes tiene que terminar de cumplir una parte esencial de su objetivo: “Absorber todos los conocimientos posibles”. Mechoulam le prometió recibirlo pronto. “Parece simple pero necesito saber todo. Esto es una fuente inagotable. Estamos en pañales en muchas cosas”, remarca.

En ese sentido, le gusta explicar que no hay cannabis recreativo. “Todo es terapéutico. Y creo que es como todo. Es como el aborto legal. No es aborto sí o aborto no. Es educación. Dar herramientas. Hacer las cosas bien, pensar cómo crecemos como sociedad, como país. No le podés decir a nadie que no fume y menos a la que depende de eso su calidad de vida. ¿Quién te puede decir que sos o no un paciente?”, sonríe.

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