La brutal sangría de la dictadura en la Comisión de Energía Atómica: cesanteados, desaparecidos y un plan bélico delirante

A principios de 1976, la Argentina era un país adelantado en la investigación y el desarrollo de la energía atómica para fines pacíficos. Después del golpe del 24 de marzo, Massera se apoderó de la CNEA donde aplicó un verdadero plan de exterminio

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Rus, Alvarez Rojas, Gorfinkiel, Badillo, Ardito, Comas, Nélida Ardito e Hilda Alvarez Rojas, parte de los desaparecidos de la CNEA y familiares secuestrados junto a ellos.
Rus, Alvarez Rojas, Gorfinkiel, Badillo, Ardito, Comas, Nélida Ardito e Hilda Alvarez Rojas, parte de los desaparecidos de la CNEA y familiares secuestrados junto a ellos.

Federico y Fernando Álvarez Rojas, por línea paterna están emparentados con el escritor Ricardo Rojas y con el almirante Isaac Rojas. Ambos habían nacido en Buenos Aires, pero sus padres vivían en Puerto Madryn y su madre viajaba a la capital para los nacimientos. Federico y Fernando estudiaron Física en la UBA. A principios de 1973 Federico, el mayor, entró en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y Fernando trabajaba en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Ambos, militaron en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Dado que las sedes de sus trabajos estaban sobre la avenida General Paz solían encontrarse a almorzar.

Federico había sido delegado gremial y, cuando se produjo el golpe del 24 de marzo de 1976, conversaban sobre qué hacer frente a ola de violencia estatal desatada.

Durante la última dictadura, los grupos de tareas secuestraron a 25 científicos, profesionales y trabajadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), 15 de los cuales continúan desaparecidos.

También, fueron secuestrados tres ex alumnos del Instituto Balseiro de Bariloche, que también continúan desaparecidos. Además de los secuestrados y desaparecidos, del personal de planta 107 fueron echados y 120 cesanteados. Por el clima de terror imperante, ente 1976 y 1978 renunciaron 370 personas. Los datos provienen del trabajo de la Comisión de Derechos Humanos del Personal de CNEA, constituida apenas asumió Raúl Alfonsín en diciembre de 1983. Participaron los delegados de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), del Sindicato de Energía Atómica (SEA), de la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN), de la Asociación de Profesionales de la CNEA, de la Asociación de Técnicos de la CNEA, y también de la Asociación Física Argentina, la AFA.

El 1° de octubre de ese 1976, un grupo de tareas irrumpió en el departamento en que Federico vivía con su esposa Hilda Leikis y sus tres hijos en la avenida Las Heras cerca del Jardín Botánico. Sin reparar en los tres pequeños, los militares se llevaron a los golpes a Federico y a Hilda.

En simultáneo –y sin que estos cronistas puedan vincular un operativo con el otro- el ingeniero Roberto Ardito, del equipo de asistencia técnica del sincrociclotrón de CNEA, fue secuestrado junto con su esposa y su cuñada. Los tres están desaparecidos.

No bien se enteró la madre de Federico Álvarez Rojas del secuestro de su hijo y su nuera, le propuso a su marido que fueran a ver a Isaac Rojas, cosa que finalmente hizo ella sola pese a que se trataba de un pariente de su marido. Pero éste había asumido ideas de izquierda y no era partidario de pedirle favores a aquel almirante.

Federico e Hilda Alvarez Rojas
Federico e Hilda Alvarez Rojas

La respuesta de Isaac Rojas

Infobae se comunicó con Fernando, hermano de Federico, que vive en San Pablo y trabaja en la Universidad de Campinas.

-Mi madre fue hasta la casa de Rojas en Santa Fe y Austria, en Barrio Norte, y habló con él. Le dijo que en esos días tenía una cena de camaradería donde se cruzaría con (el almirante Emilio) Massera. Pocos días después, mi madre volvió y Rojas le contó que no bien habló del secuestro de Federico y de Hilda, Massera le dijo que había un pacto de sangre entre camaradas, que nadie podía pedir favores ni contar nada sobre esos temas. Las palabras de Rojas a mi madre fueron: “Mimí, yo estoy retirado hace bastante tiempo y no tengo ninguna ascendencia sobre los miembros del arma. Puedo decirte, eso sí, que hay un pacto de sangre de silencio entre los actuales militares del proceso.”

En la videollamada, pese a los años transcurridos, los ojos de Fernando lo dicen todo. El dolor resulta interminable.

-Como seis meses después, el 21 de abril del ’77 publicaron una resolución que disponía su cesantía por asistencia injustificada.

Ante la amenaza flagrante y el riesgo que corría, como tantos, Fernando decidió aplicar a actividades académicas en tres universidades de Estados Unidos. De inmediato recibió respuesta afirmativa de dos de ellas y con su esposa se mudó al norte, donde avanzó en su especialidad e impartió clases durante seis años. Tiempo en el cual, además, presentó carpetas de su hermano y de otros tantos casos a Patricia Derian –funcionaria de Derechos Humanos del presidente James Carter- así como al senador Edward Kennedy, hermano de los asesinados John Fitzgerald y Robert Kennedy.

Roberto Ardito, Atlántida Comas y Nélida Beatriz Ardito, también desaparecidos.
Roberto Ardito, Atlántida Comas y Nélida Beatriz Ardito, también desaparecidos.

La CNEA de Massera y Castro Madero

La Junta de Comandantes había parcelado, durante los meses previos al golpe del 24 de marzo de 1976, cuáles serían las áreas de influencia y las áreas de cacería no solo de militantes -armados y no armados- sino también de científicos y trabajadores de “áreas estratégicas” para las pretensiones de esa sangrienta dictadura.

Eduardo Emilio Massera había dado prioridad a los grupos de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada como principal centro de tortura y exterminio. Sin embargo, entre otros sectores claves, tenía bajo su órbita la Cancillería y la CNEA.

Para esta última contaba con el capitán de Navío Carlos Castro Madero, quien además había estudiado Física en el Instituto Balseiro, un centro de excelencia ubicado en Bariloche, dos décadas antes de la última dictadura, a impulso precisamente de la CNEA. Con toda celeridad, apenas pasados dos días hábiles del golpe, el lunes 29 de marzo, Castro Madero tomó posesión de la CNEA. Había tenido tiempo para indagar las capacidades científicas del personal y, por supuesto, sus historias políticas y afinidades ideológicas. El marino reportaba a Massera y tenía claro que no podía filtrarse información sensible en el contexto de la eliminación física de los opositores.

Así, la Armada se hizo de la investigación y producción de la energía atómica, una de las áreas más sensibles en plena Guerra Fría. Los proyectos de Massera y Castro Madero para enriquecer uranio debían hacerse de modo que ni siquiera pudieran meter las narices los agentes de inteligencia de los Estados Unidos.

Massera había logrado que el presupuesto para energía nuclear se multiplicara por cuatro. Ambiciones de quien quería fabricar armas atómicas y necesidades de un país que precisaba diversificar y aumentar su capacidad energética.

Dr. José Antonio Balseiro, físico. Foto: Arch.Instituto Balseiro
Dr. José Antonio Balseiro, físico. Foto: Arch.Instituto Balseiro

Energía nuclear, Perón y Balseiro

Desde ya, la dictadura no tenía ni investigadores ni planes propios en esta materia. Tras el fin de la Segunda Guerra y las bombas en Hiroshima y Nagasaki, las armas nucleares estaban limitadas a un club muy restringido de naciones poderosas. Aunque la Argentina no formaba parte de ese selecto grupo, Juan Domingo Perón le dio una gran importancia.

En secreto, en 1948, la espléndida isla Huemul -en pleno Nahuel Huapi- fue escenario de la creación de un par de laboratorios para explorar la generación de energía nuclear. Dos años después, antes de que terminara su primera presidencia, creó la CNEA, y luego un instituto de excelencia donde pudieran becarse a estudiantes de grado y postgrado en Física e Ingeniería orientados a esa especialidad. La dirección de esa unidad académica recayó en el físico José Antonio Balseiro quien inauguró las clases el 1° de agosto de 1955.

El país era un polvorín. En junio la aviación naval había bombardeado la Plaza de Mayo matando 300 personas. Massera, en aquel ataque criminal, había sido asistente del ministro de Marina Aníbal Olivieri, el que traicionó a Perón. Sin la traición de aquel ministro y su staff, el bombardeo hubiera sido imposible. Y sin las amenazas de Rojas al gobierno de Perón de que la flota bombardearía Mar del Plata, quizá el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955 hubiera sido diferente.

Pasados 46 días de la inauguración de aquella unidad académica en Bariloche, fue consumado el golpe contra Perón. Balseiro y el equipo docente siguieron impartiendo clases y tres años después, pese al terremoto político, salían los primeros egresados de aquel centro de excelencia incrustado en una de las zonas más bellas de la cordillera de los Andes.

Balseiro moriría poco antes de cumplir 43 años, en marzo de 1962. El Instituto pasó entonces a llevar su nombre.

Daniel Lázaro Rus, Federico Álvarez Rojas, Israel Gorfinkiel y José Luis Badillo
Daniel Lázaro Rus, Federico Álvarez Rojas, Israel Gorfinkiel y José Luis Badillo

Extorsiones, deportaciones y desapariciones

Quince detenidos desaparecidos, 10 detenidos a los que se extorsionaba para darles la libertad meses después, 227 despedidos con antecedentes de militancia política y/o gremial además de 370 que renunciaron ante las amenazas o presunciones de ser pasibles de secuestros, ese fue el saldo de la llegada de la Armada en la CNEA. En contrapartida, junto con el aumento presupuestario, sumaron cientos de contratados alineados con la gestión dictatorial.

La sede principal de la CNEA está sobre la avenida General Paz, muy cerca del campus de la Universidad Nacional de San Martín que tiene un Instituto de Tecnología Nuclear entre sus múltiples departamentos. Entre sus publicaciones cuenta con la Revista Iberoamericana de Ciencia, Tecnología y Sociedad, donde el historiador Diego Hurtado de Mendoza publicó diversos artículos sobre la CNEA y la última dictadura.

En un artículo publicado en 2009, Hurtado de Mendoza cuenta el derrotero de varios científicos. Uno de ellos, el tucumano Máximo Victoria, a quien uno de los autores de esta crónica conoce, así como al cordobés Carlos Calle. Ambos científicos pudieron salvar sus vidas y aplicaron su saber en Suiza e Italia respectivamente.

Victoria estaba de licencia en la CNEA, destinado al INTI hacia marzo de 1976. Cuando se presentó a trabajar, el nuevo interventor de esa entidad le dijo que debía presentarse en la CNEA. Recorrió las pocas cuadras que había de distancia y lo recibió Castro Madero. Era el mismo día en que el capitán de Navío había asumido. Fue el día en que detuvieron ilegalmente a Victoria.

Hurtado de Mendoza relata cómo fue el secuestro de Máximo Victoria, egresado en 1961 del Balseiro. Lo secuestraron junto a otras ocho personas, desde la propia CNEA, de donde fue sacado a punta de fusil de la oficina del jefe de logística del organismo, que era un capitán de navío. Los llevaron al buque Bahía Aguirre, donde permanecieron veinte días, sometidos a interrogatorios y tortura. Luego de gestiones realizadas en el país y el exterior, fueron puestos a disposición del Poder Ejecutivo y, sin causa penal abierta, los llevaron a la cárcel de Villa Devoto. En septiembre de 1976, Victoria fue trasladado al penal de Sierra Chica, según relató tiempo después Gustavo Westerkamp que en ese entonces estaba en Villa Devoto y su padre -José Federico Westerkamp- era un físico de extensa trayectoria en Argentina y Estados Unidos, de trato directo con Patricia Derian, funcionaria que fue una figura destacada en hacer conocer en el exterior lo que sucedía en las catacumbas de la dictadura.

Mientras estuvo en prisión, Victoria fue visitado en varias oportunidades por un alto oficial que les acercaba documentos con problemas técnicos para que se los resolvieran. Sin causa penal y con reclamos de todos lados, Victoria fue a parar a Suiza, donde tuvo una extensa carrera en energía atómica.

Una de las sedes de la Comisión Nacional de Energía Atómica.
Una de las sedes de la Comisión Nacional de Energía Atómica.

En cuanto a Carlos Calle, fue secuestrado el día anterior a Victoria, el domingo 28 de marzo de 1976. También en la redada fue preso Santiago Morazzo, también profesional de la CNEA, quien lideraba un grupo de no menos de 40 científicos que desde 1973 bregaban por una legislación nuclear que le permitiera un desarrollo autónomo a la Argentina. Calle y Morazzo trabajaban en la sede de Constituyentes y General Paz pero sobre todo en la de Avenida del Libertador frente a la ESMA.

Calle estaba en su casa el día que lo detuvieron de madrugada y llevado a la ESMA. Allí fue sometido a vejámenes, hasta que lo legalizaron y lo llevaron al barco Bahía Aguirre, donde se encontró con Victoria y otros. En ese buque –de la Armada, bajo la atenta mirada de Massera y Castro Madero- había once profesionales de primerísima línea expertos en energía atómica. Luego una cárcel y, meses después, un viaje a Italia, país que cobijó a Calle y a otros, con la suerte para aquel país de incorporar a sus filas científicas jugadores de grandes ligas por los cuales no había que pagar nada, si es que la metáfora futbolera está permitida para relatar una tragedia.

Otros nombres, no conocidos por el gran público, conforman la lista de científicos y tecnólogos formados en la Argentina y en universidades del exterior que fueron detenidos, difamados, expulsados o desaparecidos.

El vicealmirante Carlos Castro Madero.
El vicealmirante Carlos Castro Madero.

Castro Madero, ¿inocente?

Al respecto, cabe una nota al pie. El ascendido a contraalmirante Carlos Castro Madero estuvo al frente de la CNEA desde el inicio hasta el fin de la última dictadura. Contó con un presupuesto extraordinario. Puso en marcha, de modo reservado, clandestino podría decirse, el enriquecimiento de uranio. No dudó en decir que Argentina tenía capacidad para desarrollar armas nucleares.

Fue defendido por sus camaradas de la Armada y por no pocos científicos que aceptaron seguir en sus puestos en la CNEA o que fueron convocados después.

Sin embargo, nunca fue citado a los tribunales por los crímenes perpetrados contra personas que trabajaron bajo su órbita, algunos de los cuales se narran de modo sumario en esta crónica.

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