La crisis de 2001 golpeó muy fuerte a Rosario, una de las ciudades más importantes de la Argentina. Las imágenes que recorrían el mundo mostraban, con crudeza, el límite al que se había llegado en esta importante urbe de casi dos millones de personas. Dos décadas después, una organización internacional le da un premio por su resiliencia, por convertir basurales en verdaderos modelos de agroecología urbana.
El Centro Ross para las Ciudades Sostenibles del World Resource Institute (WRI, por sus siglas en inglés) anunció, hoy, que el galardón mayor del Premio a las Ciudades 2020-2021 ha sido otorgado a la Producción Sostenible de Alimentos para una Rosario Resiliente, un proyecto del municipio argentino.
Rosario fue seleccionada para recibir el gran premio de 250.000 dólares entre 262 propuestas de 54 países sobre el tema “ciudades inclusivas para un clima cambiante” por un jurado independiente de líderes urbanos. Los otros cuatro finalistas -de Ahmedabad (India), Londres (Reino Unido), Monterrey (México) y Nairobi (Kenia)- recibieron 25.000 dólares cada uno.
Los premios fueron entregados durante una ceremonia virtual interactiva por Stephen Ross, Presidente y Fundador de Related Companies y miembro de la Junta Directiva Mundial del WRI. “En su esencia, el premio honra los programas innovadores que abordan los complejos problemas a los que se enfrentan nuestras ciudades y sirve como modelo para compartir soluciones inteligentes entre comunidades de todo el mundo”, dijo Ross. “Elogiamos a cada uno de los finalistas por sus proyectos ejemplares que demuestran cómo las políticas y prácticas existentes pueden evolucionar para ser más sostenibles e inclusivas, al tiempo que responden a las nuevas realidades globales.”, agregó.
El WRI es una organización mundial de investigación que abarca más de 60 países, con oficinas internacionales en Brasil, China, India, Indonesia, México y los Estados Unidos, oficinas regionales en Etiopía (para África) y los Países Bajos (para Europa), y oficinas de programas en la República Democrática del Congo, Turquía y el Reino Unido.
Para establecer la agricultura urbana como fuente de sustento, el municipio también creó espacios en toda la ciudad para varios mercados permanentes y emergentes, donde los agricultores urbanos podían vender productos cultivados localmente y productos caseros como verduras encurtidas, salsas, jarabes, cosméticos orgánicos y frutas y mermeladas en conserva.
“Los consumidores se benefician porque nuestros productos son más frescos y más asequibles, ya que no tienen que viajar 500, 600 kilómetros”, dijo Marisa Fogante, propietaria de dos pequeñas empresas agrícolas que venden en los mercados de Rosario. “Hay un círculo virtuoso en el que los productores locales cultivan productos que pueden vender aquí, y los consumidores pueden acceder fácilmente a estos alimentos a pie o en bicicleta”, añadió.
Hoy, casi 300 agricultores urbanos son propietarios temporales de terrenos públicos y privados. Cerca del 65% son mujeres que cultivan productos y los venden en los mercados de Rosario.
Este sistema fue armándose tras el estallido económico, político y social de 2001. El proyecto reconvirtió terrenos poco utilizados en toda la ciudad en parcelas agrícolas y huertas, y creó mercados permanentes para establecer la agricultura urbana como una nueva fuente de ingresos. Después de que lluvias récords obligaran a realizar evacuaciones en 2007, la ciudad ribereña también empezó a utilizar el programa para crear resiliencia al clima. La reutilización de tierras abandonadas para la agricultura ha mejorado la capacidad del suelo para absorber agua, haciéndolo menos propenso a las inundaciones, y ha ayudado a reducir las temperaturas del aire.
“Lo que realmente sorprendió al jurado fue el amplio impacto del programa en la ciudad de Rosario y en la vida de las personas”, dijo Ani Dasgupta, directora Global del Centro Ross para Ciudades Sostenibles del WRI. “Su enfoque de la agricultura urbana ha mejorado la seguridad alimentaria y la inclusión social, ha generado puestos de trabajo, ha aumentado la resiliencia climática y ha reducido las emisiones de carbono. Rosario y los cuatro finalistas demuestran que las ciudades pueden ser más sostenibles y más productivas para más residentes a través de acciones climáticas inclusivas y potenciadoras. Este tipo de innovaciones son más importantes que nunca a medida que las ciudades comienzan a recuperarse de la pandemia del COVID-19″.
En todo Rosario, 75 hectáreas de tierra se dedican ahora a la producción agroecológica y a las huertas urbanas, con otras 800 hectáreas preservadas para la agricultura en la zona periurbana. Esto evita la expansión urbana, y proporciona trabajo y alimentos a cientos de residentes. Más de 2.400 familias han empezado sus propias huertas y se han creado siete nuevos espacios de mercado permanentes. Cadenas de suministro de alimentos más cortas y localizadas ayudan a la ciudad a reducir las emisiones de carbono al producir 2.500 toneladas de frutas y verduras cada año. En este sentido, se ha demostrado que la producción local de alimentos reduce las emisiones en un 95% en comparación con las importaciones.
“Estamos encantados y honrados de recibir este premio y formar parte de este fantástico grupo de finalistas”, dijo Pablo Javkin, intendente de la ciudad de Rosario. “Mantener los espacios de producción de alimentos dentro de las zonas urbanas y periurbanas es una estrategia clave en nuestro plan de acción climática. La producción sostenible de alimentos no sólo genera oportunidades de empleo, sino también cohesión social, una mejora del medio ambiente y una mejor salud para nuestros residentes, todo ello mientras conservamos el medio ambiente y nos hacemos más resilientes al cambio climático”.
Los otros finalistas del Premio a las Ciudades 2020-2021
DistritoTec, Monterrey, México. Nacido tras un período de violencia y conflictos sociales, DistritoTec está ayudando a recomponer Monterrey mediante un nuevo enfoque de diseño urbano y gobernanza a nivel de distrito que fomenta un crecimiento compacto y habitable para un futuro bajo en emisiones.
Proyecto de Espacio Público en Kibera, Nairobi, Kenia. En uno de los barrios marginales más grandes del mundo, el Proyecto de Espacio Público de Kibera está c0-creando, junto con los residentes, espacios públicos innovadores y multiusos que no sólo reducen el riesgo de inundaciones, sino que proporcionan servicios esenciales, como agua y saneamiento, y nuevas formas para que las comunidades prosperen.
Zona de Emisiones Ultrabajas, Londres, Reino Unido. En combinación con políticas complementarias de transporte público y movilidad sostenible, la Zona de Emisiones Ultrabajas de Londres está ayudando a que los residentes se desplacen hacia viajes bajos en emisiones y a abordar las históricas desigualdades de exposición a la contaminación atmosférica tóxica.
Acción de las Mujeres hacia la Resiliencia Climática de los Pobres Urbanos, Ahmedabad, India. El Mahila Housing Trust, socio de desarrollo desde hace mucho tiempo en los barrios marginales de Ahmedabad, está empoderando a las mujeres con herramientas y formación para que se conviertan en líderes climáticas y no sólo aborden los riesgos climáticos de sus comunidades, sino que construyan una ciudad más resiliente.
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