El 7 de marzo de 1956, el general Juan José Valle escapó de la prisión domiciliaria en la que estaba confinado y, junto a otros militares, comenzó a definir el Movimiento de Recuperación Nacional. Valle buscó apoyo entre los militantes y sindicalistas peronistas. Aunque, quienes ejercían en ese momento la conducción clandestina del peronismo Raul Lagomarsino, Cesar Marcos y John William Cooke, no aceptaron la invitación de Valle para sumarse al levantamiento.
Entre otras las diferencias, estaba que el Movimiento de Recuperación Nacional no se definía claramente como peronista, incluso en la proclama que iba a ser leída no mencionaba a Perón y el peronismo; si planteaba llamar a elecciones libres y sin proscripciones, lo que sugería el retorno de Perón al poder. Pero, incluso Perón ante la primera versión del alzamiento, no manifestó su apoyo, en señal de que no compartía el plan.
Aunque innegablemente, la gran mayoría de los militares y obviamente de los civiles involucrados, eran peronistas. Tal vez esa indefinición de inicio, buscaba hacer más amplio el Movimiento, para sumar la mayor cantidad de militares posibles. Era un plan de insurrección general, en el que se sublevarían prácticamente todas las guarniciones militares, copadas desde adentro por oficiales y suboficiales en actividad.
Pero, el movimiento revolucionario estaba infiltrado y conocidos sus planes, Aramburu y Rojas lo dejaron actuar, para hacerlos exponer y descargar sobre ellos una feroz represión.
El levantamiento comenzó en la Escuela de Suboficiales de Campo de Mayo. En La Plata, actuó el coronel Oscar Lorenzo Cogorno. A estos se sumaron luego otros puntos de rebelión en Palermo, y la Escuela de Mecánica del Ejército. Hubo focos menores en Santa Fe, Rosario, Rafaela, Río Negro y Viedma. La primera falla del plan, fue imposibilidad de montar un transmisor de radio en la Escuela Técnica Nº 5 de Avellaneda, desde donde se iba emitir la proclama que daría inicio al alzamiento. Pero, a las 22.30 el grupo que lo iba a colocar había sido desarticulado. Y la proclama solo llegó a emitirse a través de LT2 Rosario durante un par de horas, y de Radio del Estado de Santa Rosa, que trasmitió hasta que fue bombardeada, a las nueve de la mañana del día 10.
El joven capitán Philippeaux castigado en La Pampa
El 16 de junio de 1955, cuando la flota aeronaval bombardeó el centro de Buenos Aires, el capitán Adolfo Cesar Philippeaux, participo de la defensa de la Casa Rosada y el Ministerio de Guerra. Ese y otros antecedentes hicieron que en noviembre del 55 -como castigo- fuera trasladado a Santa Rosa a cargo del Distrito Militar. Los distritos eran meras oficinas administrativas, donde se tramitaban las incorporaciones de civiles al servicio militar obligatorio. Su jefe no tenía mando de tropas, en Santa Rosa eran unos 27 efectivos entre suboficiales y conscriptos, munidos solo de su armamento reglamentario.
Philippeaux en Santa Rosa no conocía a nadie. Y, fue a partir de la caza deportiva, que tomó contacto con el abogado Nores Martínez, quien era un reconocido peronista, y había sido juez federal en La Pampa; a él le confió del movimiento militar que se estaba gestando.
A fines de abril de 1956, el Capitán Philippeaux, Nores Martínez y dos personas más viajaron a Buenos Aires a una reunión que organizó el mayor Pablo Vicente. A ese encuentro asistieron, el Coronel Fernando González, Teniente Coronel Leis y otras personas. Luego, Philippeaux habló con el general Valle y con el capitán Costales y preguntó “qué medidas se tomarán contra los camaradas que no participaran o no se plegaran al movimiento, dado que de ello dependía su participación. Y el General Valle le aseguró que no se tomaría ninguna medida en contra de los que no se plegaran o no participaran en el movimiento y que podía darle la palabra de que permanecerían en sus puestos”.
Antes de volver hacia La Pampa, el general Valle se acercó a Nores Martínez, y le dijo que “no se olvide que se trata de una lucha entre hermanos, hay que evitar todo derramamiento de sangre”
La misma frase había escuchado de boca de Valle el resistente rosarino Juan Lucero según reproduje en mi nota anterior sobre la sublevación en Rosario.
Este concepto tan altruista de los sublevados de no derramar sangre, y no tomar represalias contra los derrotados, no fue el mismo de Aramburu y Rojas, que comenzaron a fusilar la misma noche del 9 de junio.
El plan sin fisuras del Capitán Philippeaux
Con la distancia que permiten los años y las lecturas de lo sucedido en otros sitios del país, llama poderosamente la atención la habilidad del joven Capitán Philippeaux, para integrar a la conspiración a la Policía Federal, Policía Provincial, Servicio Penitenciario Federal y los dos regimientos militares de La Pampa. Y además sumar una fuerza de 240 civiles peronistas que participaron de la asonada.
Comenté antes, que el Capitán a los pocos meses de llegar a Santa Rosa, conoció al Dr Nores Martinez, que, si bien era peronista, no tenía llegada a sectores populares. Pero, supo elegir los contactos correctos. Primero le presentó a Rodolfo “el Cholo” De Diego, quien había sido diputado provincial y dirigente del Sindicato de Comercio. La idea inicial era que la sublevación fuese netamente militar, y que la participación civil estaría limitada a dar vivas al ejército revolucionario.
Según De Diego, eso sería muy fácil por su contacto con la gente de Santa Rosa, y él creía que, llamando por las propaladoras que tenían altavoces en varios barrios, la gente acudiría al llamado. E hizo circular el rumor de la existencia de una conspiración, para que la militancia peronista estuviese alerta. De modo que ese día con solo llamar por las propaladoras, los civiles acudirían masivamente a sumarse a la rebelión, como efectivamente ocurrió, lo que demostró el acierto del plan de De Diego y su conocimiento del peronismo santarroseño.
Luego Nores Martínez viajó a General Pico, donde según sus propias palabras, “no conocía a nadie”. De manera que adoptó la misma estrategia que había seguido en Santa Rosa y que le había dado resultado: hablar con una persona de confianza y cercana a los sectores populares. La persona elegida fue Rosa Blanca de Morán, quien a su vez lo puso en contacto con Luciano Manuel Ferrari, quien asumió la responsabilidad de movilizar a los peronistas de Pico.
La Policía Federal también estaba sumada a la conspiración. El oficial de la Policía Federal, José Josepes cuenta que en el mes de abril de 1956 llegaron hasta Santa Rosa, “el general Tanco y un teniente coronel, con quienes el capitán Philippeaux se trasladó hasta el distrito o su domicilio, donde permanecieron seis horas juntos”. Esta fue una reunión casi secreta, de la que también estaba enterado el mayor Amieva Saravia del Regimiento 13 de Toay.
Para controlar a la Policía Provincial, Philippeaux, sumó a los ex comisarios Romualdo Francisco Pizarro y Aquiles Jose Regazzoli quienes tenían mucho ascendiente sobre la fuerza.
En La Pampa, el poderío bélico militar no estaba en el Distrito Militar Nº 65 donde Philippeaux era el jefe. Allí había solo una veintena de soldados, y algunos pocos suboficiales. El poder de fuego militar en La Pampa residía en dos regimientos: el Regimiento de General Pico, distante 100 Kilómetros de Santa Rosa y, sobre todo, en el Regimiento 13 de Caballería de Toay, distante 15 kilómetros de Santa Rosa. Ambos regimientos aceptaron sumarse cuando el triunfo de la rebelión en el resto del país, fuese seguro .
El sargento primero Moreno viajaba seguido a General Pico y tenía muchos conocidos allí. A partir de las gestiones de Moreno, el regimiento de General Pico, poco a poco, fue acercándose a la conspiración. Sin embargo el compromiso que adoptó este regimiento fue el mismo que el del regimiento de Toay. Su actuación efectiva comenzaría en las primeras horas de la mañana del domingo 10 de junio, cuando estuviese claro que la revolución se hubiese impuesto en el orden nacional y el gobierno estuviese derrotado.
Oficiales del Regimiento 13 de Caballería de Toay llegaron a un acuerdo de caballeros con Philippeaux. El mayor Amieva Saravia -el segundo al mando del Regimiento 13- se comprometió a apoyar la revolución. Dijo que, si la revolución triunfaba, el Regimiento 13 apoyaría, pero que si la revolución no tenía éxito, debería reprimir si así lo ordenaba el gobierno.
Sin dudas, el capitán Philippeaux tenía y transmitía la más absoluta confianza en el triunfo de la sublevación a nivel nacional. En una partida de truco, su poder de fuego era menos que un cuatro, pero su fe en el triunfo le daban las mejores cartas del mazo.
Philippeaux con su mínimo ejército y sin disparar un tiro se adueña de La Pampa
Como ocurrió en el orden nacional, en los días previos al 9 de junio de 1956, se produjeron detenciones en Santa Rosa de personas sospechadas de integrar el movimiento del general Valle. Fueron arrestados, Manuel Gavilán, José Nemesio Chumbita, Rubén Sierra, Gregorio Saraste y Natalio José Masseroni. El Dr Nores Martinez anoticiado de la redada se refugió en la zona de Parque Luro, allí van sus compañeros a buscarlo la misma noche del 9 de junio.
Durante la tarde noche del sábado 9 de junio de 1956, el capitán Philippeaux habló con algunos de los suboficiales a sus órdenes dándoles a entender que se gestaba un movimiento revolucionario. Les explicó los pormenores del plan y minutos antes de las 23 horas reunió a los soldados que estaban a su cargo, 21 en total, en el patio del Distrito Militar . En ese momento los anotició a ellos del movimiento y les dijo que “había en el país una gran revolución nacional; que ellos iban a actuar bajo sus órdenes; que debía respetarse a todas las personas sin interesar partidos políticos; que había que evitar derramamiento de sangre y que nadie debía de tirar ni un tiro por ninguna causa; que estuvieran tranquilos que él iba a actuar delante de ellos”.
Minutos antes de las 23 se presentaron en el Distrito Militar los ex comisarios Pizarro y Regazzoli, el oficial de la Policía Federal Jose Josepes y Nores Martínez. Al mando de Philippeaux en dos camiones y un auto partieron a cumplir cada uno su parte del plan.
Primero se dirigieron a la Jefatura de la Policía de la Provincia, donde los ex comisarios Pizarro y Regazzoli, sin mayores inconvenientes, tomaron la delegación y sumándola a las fuerzas rebeldes. Desde Jefatura de Policía marcharon a casa de gobierno, de allí hacia el correo y luego hacia las dos propaladoras locales, desde donde comenzaron a transmitir por la red de altoparlantes las proclamas rebeldes, procurando el apoyo de la población civil, con un éxito notable, pues, en pocos minutos, los particulares se presentan a la delegación del Distrito Militar o a la Delegación de Policía para ser armados, dispuestos a luchar por la revolución.
El objetivo siguiente sería el edificio de la Policía Federal; aquí fue fundamental el acuerdo previo del capitán Philippeaux con los oficiales de esa fuerza: Josepes, Picarel y Turdera. De allí se tomó Radio de Estado, desde donde se transmitió a todo el país. La Colonia Penal se adhirió al movimiento hora más tarde. A esa dependencia llamaron por teléfono Philippeaux y Nores Martínez. Hablaron con el alcalde mayor de Institutos Penales de la Nación, Carlos Néstor Sarapura, le transmitieron la noticia del movimiento rebelde, consiguieron la liberación de los presos políticos allí recluidos y el envío de todo el personal disponible armado.
Radio del Estado Santa Rosa, única emisora rebelde
Radio del Estado tenía un transmisor de 20 kilovatios. Suficiente alcance para que el mensaje llegara a centenares de kilómetros a la redonda. La radio solía entrar limpia a la madrugada desde Buenos Aires a Santiago de Chile. El personal jerárquico de la radio estaba comprometido en la sublevación, eso garantizó que no hubiese inconvenientes técnicos para emitir
A las 23,45 Philippeaux y Nores Martínez desde los micrófonos de la radio hicieron conocer el triunfo de la revolución en La Pampa y en todo el país. Minutos después le entregaron al locutor de turno la proclama del Movimiento de Recuperación Nacional, que fue reiteradamente leída durante toda la noche, alternando con música y marchas militares.
Derrota nacional, desazón y retirada
Hacia las tres de la mañana, se escuchó un comunicado del contraalmirante Isaac Rojas, por Radio del Estado de Buenos Aires. En ese mensaje, se afirmaba que las fuerzas de represión habían controlado totalmente a los insurrectos en todo el país y que Santa Rosa, el último bastión rebelde, estaba aislada y solo era cuestión de tiempo su rendición. A las tres treinta horas, llego un mensaje a la radio del comando de Bahía Blanca, que intimaba a silenciar la radio, pues de no hacerlo la emisora sería bombardeada. La amenaza de bombardeo se repitió varias veces más. Parece que la aviación de guerra le había tomado el gusto a eso de bombardear civiles indefensos. Sin embargo, los cinco o seis ocupantes de Radio Santa Rosa, desmentían al aire que la revolución hubiese fracasado y se mantenían en sus puestos.
Entre las cinco y las seis de la mañana, Philippeaux, se dirigió rumbo al camino de Toay, Había recibido hacía pocos minutos una notificación de Saravia, en la cual le informaba que, dado el nuevo escenario que se presentaba, desistía de plegarse a la conspiración. Antes de llegar al regimiento observó movimientos de tropas, y decidió retornar. Al pasar por el retén de policías de la provincia y de la Federal de guardia, les advirtió: “que, de observar la presencia de tropas, hicieran disparos al aire y se dispersaran, que no se hicieran matar o herir de gusto y que esos disparos servirían de señal para los que estaban en Jefatura”. Philippeaux ante la evidencia de la derrota, no expuso su gente a una muerte segura, y buscó organizar la retirada lo más ordenada posible. Volvió a Santa Rosa y recorrió cada uno de los sitios tomados, ordenando a viva voz que se dispersen.
Cumpliendo el pacto de caballeros, el mayor Amieva Saravia, esperó hasta las 9 de la mañana para movilizar el Regimiento 13 de Toay a Santa Rosa. Desplazamiento que se hizo sin disparar un solo tiro, pues las fuerzas rebeldes ya se habían retirado.
Pero, la Fuerza Aérea no pudo controlar sus ganas, y a esa misma hora, aviones Catalina y Avro Lincoln, que habían salido de su base en Villa Reynolds, descargaron bombas sobre la planta de Radio del Estado. Apenas minutos antes, sus ocupantes dejaron la emisión en automático y se alejaron a campo traviesa. Hubiese bastado una patrulla de soldados para intimarles la rendición y desalojo, pero la dictadura de Rojas y Aramburu tenía registrada la marca de la barbarie, bombardear a su propio pueblo.
Philippeaux retirada, captura y condena a muerte
El suboficial Nicolás Navarro, al volante de un Ford 55, acompañó de su jefe en la fuga. Recuerda: “Tomamos la ruta hacia el norte con la idea de llegar a Villa Mercedes, San Luis. Al atardecer llegando a Lavaisse, un pequeño avión nos pasó por encima muy bajo. Habíamos sido descubiertos. Al llegar al puente sobre el Río V, vemos un camión militar con trece tiradores apostados a ambos lados. Al vernos comienzan a disparar. Abandonamos el auto mientras el jefe respondió el fuego con su pistola 45. Yo me tiré cuerpo a tierra pegado a un alambrado. El tiroteo era intenso. Después calculamos que tiraron 500 tiros y a matar. Cuando dieron el “alto el fuego”, me levanté con los brazos en alto. Al capitán lo capturaron ya bien entrada la noche. Nos llevaron a la base de Villa Reynolds, y de allí a Santa Rosa”.
En un apresurado juicio sumarísimo Philippeaux y el suboficial principal Edgardo Peluffo son condenados a Pena de Muerte. El Dr Nores Martinez condenado en suspenso por encontrarse prófugo. Firmaron la sentencia como Tribunal Especial: el Gral de Brigada Hector Raul Lambardi, el Tcnl. Alfredo Marcelo Serres, el Cap. Carlos Alberto Impieri y el May. Osvaldo Amieva Saravia (el complotado por pacto de caballeros). Un sabotaje en el avión que los debía trasladar, y otras demoras y superaron el plazo de la aplicación de la ley marcial. Recuerda Philippeaux que dos oficiales encargador de formar el pelotón de fusilamiento se negaron a hacerlo. Uno de ellos era el teniente Gay que en 1974 será asesinado por el ERP ¨en la toma del cuartel de Azul. Finalmente, las condenas a muerte no se cumplieron.
Treinta y cuatro ciudadanos recibieron penas de uno a tres años de cárcel, sus nombres son: Edgardo Tomás Villamil, Agustín Nores Martínez, Sabino Gerardo Álvarez, Bartolo Amoroso, Clemente Bedis, Sebastián Cucco, Pedro Chejolán, Luis Armando Chejolán, Lorenzo Copelotti, Angel Laureano Costa, Rodolfo De Diego, José Josepes, Juan Carlos Lúquez, Manuel Osvaldo Montón, Mario Macagno, Regino Miguel Márquez, Lindolfo Oscar Mussio Ramírez, Evaristo Antonio Pedraja, Adolfo Germán Picarel, Romualdo Centenario Pizarro, Aquiles José Regazzoli, Leonardo Alejandro Rodil, Justo Ivalor Roma, Santiago Sacvuzzo, Juan Augusto Turdera, Marcelino Vergara, Héctor Manuel Zolecio, Dante Pracilio, Rubén García Márquez, Ernesto David Fernández, Jacinto Chaperón, Florencio Requejo, Juan de la Cruz Calloni, Ascensión Rivera de Calloni.
Philippeaux fue llevado al penal de Magdalena, y luego al cuartel de Ciudadela de donde logró escaparse. Su amigo personal Carlos Zavalla cuenta que: “Cacho siguió ligado a la Resistencia Peronista y jamás fracasó en ninguna de las acciones que hizo, y fueron muchas. Los pampeanos le compusieron un valsecito en homenaje al “bravo Filipó”. Cuando los muchachos de la JP robaron el sable de San Martin, Perón le pidió a Cacho que fuera el encargado de devolverlo al Regimiento de Granaderos”.
De 1973 a 1976 ocupó distintos cargos en el gobierno de Perón y de Isabel Perón. El 24 de marzo de 1976 como muchos funcionarios peronistas fue detenido y enviado a la prisión de Santa Rosa. Falleció en Mar del Plata el 2 de octubre del 2004.
Las fuentes de esta nota son la tesis del profesor Jorge Luis Ferrari “La rebelión del 9 de junio de 1956 en La Pampa. Análisis histórico a partir de fuentes documentales y testimoniales” . La recopilación de entrevistas “Los pampeanos y el 9 de junio de 1956”, y otras.
Aldo Duzdevich es autor de “Salvados por Francisco” y “La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón”
SEGUIR LEYENDO: