Allí le cambiaron el nombre. Cinthia llegó hace cuatro años a Inglaterra. Tenía el sueño de vivir en el Reino Unido, recorrer las calles de algunos de sus artistas favoritos, instalarse en la ciudad donde nacieron las bandas de rock que más le gustan: The Smiths, Joy Division, Oasis, The Stone Roses. Un día lo logró: “Ahorré toda mi vida para poder venir acá a viajar, quería recorrer, pero estando acá surgió la oportunidad de quedarme a trabajar, y fueron pasando los meses y me quedé”, cuenta.
En Buenos Aires, de donde es, se dedicaba a hacer visitas guiadas por el Teatro Colón, y fotografía, siempre fotografía. El oficio lo llevó a cuestas, y un veloz recorrido por sus redes sociales lo atestigua: fotografió Manchester de día, de noche, en verano, bajo la nieve, con cámaras analógicas, con rollos de fílmico, con cámaras más modernas. Es la ciudad en la que eligió vivir, donde conoció a su novio, donde un día él la llevó a la cancha y se hizo fanática del club -el Manchester City-, que tenía, además, dos argentinos en sus filas: Nicolás Otamendi y Sergio Agüero.
Se instaló definitivamente en Manchester, donde trabaja como fotógrafa y profesora de idiomas. Además, forma parte de un grupo de artistas que se reúne una vez por mes vía zoom y hacen diferentes trabajos con base en consignas. La del último mes la llevó a recordar la Argentina o, más bien, su salida de Argentina. La tarea era realizar algo en relación con su nombre, lo que fuera. Cinthia abrió un documento de Word y empezó a escribir. La idea surgió casi automáticamente: desde que vive en Inglaterra, de algún modo le cambiaron el nombre.
“Cuando digo Cinthia me entienden Silvia, me piden que les deletree, siempre hay algún problema… Entonces se me vino eso a la cabeza y estuve como dos o tres horas escribiendo en un documento sin parar. Me di cuenta de que tenía un montón de cosas en la mente que quería decir y no había expresado nunca. Y ahí salió el video”, cuenta.
El video del que habla es el que da origen a esta nota, y que impacta por su sensibilidad y porque el tema del nombre es central en muchas de las personas que migran. Dice: “Para muchos de nosotros, no podés pronunciar tu nombre como siempre, excepto que quieras que cada conversación se convierta en una clase de pronunciación. Entonces, después de un tiempo, te encontrás un apodo o terminás adaptando tu nombre. Cambiás tu identidad. El sonido que define quién sos no existe más en el día a día. Entonces, quizás, inconscientemente, por cada vez que alguien me dice Cynthia, me tomo un mate. Hay muchos motivos por los cuales muchos de los argentinos en el exterior se vuelven más argentinos. Para mí, no poder llamarme por mi nombre es uno de ellos”.
Además, define uno de los sentimientos más compartidos entre quienes se van del país: “Cuando estás en Argentina, ves todas las diferencias que tenías con los demás argentinos. Cuando estás afuera, ves todas las cosas que tenés en común”. El video dura apenas un minuto treinta y cuatro y tuvo un efecto inmediato tanto en el Facebook como en el Instagram de Cinthia (@cinthiabaseler, donde además comparte muchas de sus fotos de su vida afuera).
En el posteo con el que acompañó la publicación dice: “¿A alguien más le pasa esto? ¿Tuvieron que cambiar la pronunciación de su nombre o adoptaron un apodo al mudarse al exterior? ¿Cómo se sienten al respecto?”. E invita a la gente a que le comparta sus historias para un proyecto de investigación. La reacción no tardó en llegar: recibió cientos de comentarios de argentinos viviendo afuera del país que le contaban sus experiencias. Algunos ejemplos:
“En vez de Andrea, Ándrea.. Pero yo sigo diciendo Andrea, y si va nombre completo se mueren con el Noemí. Con el apellido, siempre tengo a mano el S for sierra, A for apple..., mi apellido es el que me define y no pienso cambiarlo por el de mi marido, aunque aparezca doble en el pasaporte. Mi hermano tiene un hijo varón que continuará el apellido, pero al ser mujer, de mi lado muere conmigo”, dice uno.
Otro: “Me llamo Dolores, nunca me llamaron Dolores en Argentina… Salvo en el colegio. Cuando me vine acá les dije a todos que me llamaba Loli, y son muy pocos los que saben que mi nombre en realidad es Dolores”.
Y otro, de una tal Verónica: “El mío no es complicado y existe en inglés. Sin embargo, la cantidad de gente que en un momento u otro me ha llamado Victoria es increíble. ¿Tendré cara de Victoria? Mi nombre es largo, y en email para abreviarlo uso solo V, así que muchos compañeros de trabajo actuales y anteriores me dicen V. Y la mamá de una amiga, que es del norte de Inglaterra, me llama Ronnie (el nickname de las Verónicas acá)”.
Y más, de una mujer llamada Luz: “Me suelen pronunciar mi nombre como Loose, pero cuesta. Algún que otro se lo manda con z española si aprendieron algo de español en la escuela. De vez en cuando a alguno se le escapa un LAZ o LOZ, que me hace reír por pensar en Ricardo Fort. Mi primer nombre es María y soy MERRIA para el médico y otros lugares oficiales. En Starbucks he sido Luce, o Lucy... Qué linda tu reflexión”.
Desde Manchester, y en una charla de trasnoche con Infobae a causa de la diferencia horaria, la fotógrafa de 29 años dice que no sabe si se quedará para siempre en Reino Unido, y agrega: “No quiero dar un testimonio romantizado al estilo ‘se fue a Europa y se solucionaron todos sus problemas’”. En cambio, asegura: “El video fue un experimento para procesar cosas que quizás estaba pensando inconscientemente. No es un tema ni que me quite el sueño ni que les pase a todos los inmigrantes, no creo que esté representado cómo se siente toda la gente al respecto de esto, sino solo algo que yo procesé”.
Sobre vivir fuera de la Argentina, donde tiene a su familia y a donde no descarta volver, dice: “Me siento más conectada con cosas que antes ignoraba, porque las tenía tan a mano que las daba por sentado. Estar lejos me hizo apreciar un montón de cosas a las que antes no les había dado pelota. Y eso es parte de la experiencia de muchos inmigrantes”.
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