En Argentina, por fin, las embarazadas se pueden vacunar. Pero, de todos modos, en la recomendación realizada desde el Ministerio de Salud de la Nación, se sugiere presentar una orden médica. Las docentes, las médicas o el personal esencial accedió a la vacunación sin más requisitos y antes que las personas gestantes. Más vale tarde que nunca y más vale con requísitos que sin vacunas.
Sin embargo, la implementación debería ser más llana (sin necesitar un papel más para acceder a la inmunización) porque la segunda ola de Coronavirus es mucho más cruenta con las embarazadas que la primera fase de la pandemia. La aplicación debería ser federal y sin rodeos o diferencias por jurisdicciones. Pero, más allá de las vueltas, las embarazadas ya pueden vacunarse. Y las que están dando la teta también.
La aplicación de las vacunas (y las formas de inscpripción) dependen de cada provincia o jurisdicción. La indicación nacional es que se vacunen todas las personas gestantes y las mujeres que dan la teta, después de ser autorizadas por una médica o médico. Si alguna provincia no lo permite se tendría que reclamar para que puedan acceder. Y si alguna mamá que da la teta averigua y le dicen que no, que siga insistiendo hasta que logre vacunarse.
En la Provincia de Buenos Aires decidieron que la medida se establezca sin restricciones -sin pedir orden médica- porque casi se triplicaron la cantidad de muertes en el 2021 que en el 2020, incluso, de jóvenes y adolescentes. Las nuevas variantes no parecen ser inocuas en la espera que sin ser idealizadamente dulce, al menos, sí ya puede ser una espera protegida.
En la Provincia de Buenos Aires vienen pidiendo que se priorice a las embarazadas y mujeres que amamantan. En abril comenzaron a realizar una campaña de promoción para quienes están esperando un hijo o hija. Por eso, abrieron la posibilidad de anotarse sin restricciones y ya registran 74 mil embarazadas inscriptas para vacunarse y cuentan con 24 mil gestantes vacunadas.
En territorio bonaerense, desde hace dos meses empezaron a vacunar a embarazadas, en principio, prioritariamente a las que tenían comorbilidades y después a todas sin ninguna limitación, ni restricción. No quieren esperar a que les toque el turno a las jóvenes, ni adolescentes, ni que se mueran o internen más personas gestantes. Y ya hay 70 mil inscriptas que esperan un bebé o le están dando la teta.
La necesidad de proteger a las mujeres embarazadas, puérperas y que están amamantando debe ser absoluta, prioritaria y sin más demandas ni diferencias entre jurisdicciones. La decisión de ampliar la posibilidad de inmunizarse a las personas gestantes se tomó esta semana, más tarde de lo que se debería haber iniciado, casi sin difusión y con tanta letra chica que si una embarazada no es asesorada o anda con lupa se corre el riesgo que no se entere o se anote para ser llamada a vacunarse.
Al principio de la pandemia hubo 0 muertes de embarazadas en Argentina, pero después se agravó muchísimo la situación y las cifras de mortalidad materna ya son muy alarmantes en la segunda ola. Hasta hace un año -el 18 de junio del 2020- no había fallecido ninguna (0) embarazada por Covid-19 y la Argentina registraba un solo caso de mortalidad materna con el caso de una puérpera de 44 años en Merlo.
La situación se agravó y mucho. En todo el país ya hay 63 embarazadas o puérperas fallecidas por efecto de la pandemia y en la Provincia de Buenos Aires 33. Pero fueron postergadas en las prioridades de inmunización. La proteccion no derrama, ni llega sola con el ritmo natural de la vacunación.
La mayoría de las mujeres que se convierten en madres están por debajo de la edad promedio a la que se está convocando para vacunar en medio del invierno. Por eso, con la llegada de vacunas no alcanza si no se las convoca ya que muchas embarazadas son adolescentes o jóvenes y no van a llegar a su turno en la sala de espera general.
Ya es hora de abrir las barreras y hacer una campaña para convocar a las embarazadas y a las que ponen el cuerpo para la lactancia a que logren inmunizarse en medio de un invierno de pandemia. Con tanta confusión general las peleas partidarias tienen más título que la información relevante. Por eso, sorprende que la noticia tuvo muy poca difusión y que la confusión en la letra chica no contribuye a hacer una convocatoria clara a las personas gestantes.
Y, por empezar, ese es el problema. Los maestros se pueden vacunar. Y punto. Pero, la orden del gobierno nacional (que después depende de la aplicación en cada provincia) es que las embarazadas necesitan orden médica. La letra chica es tan compleja que la información no llega de manera precisa para que se anoten y pidan la vacuna.
Por este motivo, y ante el aumento de muertes de embarazadas, en la Provincia de Buenos Aires decidieron que no van a pedir indicación médica a las embarazadas para que se vacunen, pero además, en territorio bonaerense incluyen también a quienes tienen la sospecha de estar embarazadas y a quienes amamantan. La posibilidad ya está abierta.
Es llamativo que la Nación y la Ciudad se pelearon por la presencialidad en las escuelas. En cambio, la Ciudad de Buenos Aires sigue los lineamientos de Nación para sumar el plus de pedir orden médica a las embarazadas y, en cambio, la Provincia de Buenos Aires se juega (más allá de lo que dice el gobierno nacional) y quita obstáculos para convocar a vacunar a las embarazadas y bajar la mortalidad materna por Covid-19.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el Ministro de Salud Fernán Quirós hizo el anuncio por Twitter. “A partir de ahora, se pueden empadronar las personas gestantes que residen en la Ciudad para recibir un turno para la vacunación contra el COVID-19, presentando una indicación médica para la vacunación el día del turno”, escribió el viernes 18 de junio Fernán Quirós en Twitter.
En la página del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires solo aparece la opción “Soy una persona en condición de riesgo una persona gestante”. No aparece la opción “se encuentra amamantando”, como en la Provincia de Buenos Aires. Pero, si bien sería mejor que la página se actualice para despejar dudas, las porteñas que están amamantando también van a ser vacunadas.
Al menos, por ahora, se deben inscribir como gestantes y llevar una orden médica para ser vacunadas. Pero la Ciudad también va a proteger a quienes ponen el pecho para cuidar a los bebés a través de la lactancia materna. Si la página se actualiza con información precisa sería mejor (ya que las mujeres que amamantan no están gestando, sino que ya tienen un bebé y pueden disuadirse de inscribirse si no ven un casillero que las encuadre) y, sino, es bueno tener un GPS para evadir barreras y saber que se tienen que anotar de todos modos.
La Ciudad decidió seguir los lineamientos del Ministerio de Salud de la Nación en cuanto a embarazo y lactancia. “Las personas gestantes y las madres que están amamantando están habilitadas para empadronarse y las vamos a vacunar”, confirma una fuente del gobierno porteño.
En la Provincia de Buenos Aires, en la inscripción para la vacunación, aparece la opción “se encuentra amamantando” entre los circulitos a marcar para tener prioridad en el acceso a un pinchacito que de respiro con el miedo a contagiar y contagiarse en medio de la pandemia.
Es esencial que las embarazadas no sean tratadas como si necesitaran ser tuteladas, ni relegadas a pesar de sus vulnerabilidades y que la promoción de la lactancia sea no solo una demanda a las mujeres sino un derecho a la hora del acceso a la vacunación.
En relación a la decisión que tomen las provincias y a la hora de poner el sello médicas y médicos es importante resaltar que la prioridad para quienes dan de amamantar no es solo por una cuestión biológica en relación al virus, sino de lo que significa el trabajo de maternar y de poner el cuerpo para lograr que los recién nacidos tomen leche materna en los primeros meses de vida y, de ser posible, se llegue a la lactancia exclusiva por seis meses por los innumerables beneficios para la salud.
Es sustancial que la lactancia materna se valore, desde las políticas públicas, como un trabajo de cuidado (que aunque no sea remunerado sí puede ser priorizado y protegido). Pero además hay que tener en cuenta que el aislamiento y distanciamiento social no es practicable, de la misma manera, para las mujeres que dan la teta y necesitan estar acompañadas y lo más cuidadas y respaldadas posible por sus familias, amistades y expertas en crianza.
No se le puede pedir a las madres que sean heroínas que den la teta (y que se sientan mal si no les sale leche, se lastiman o el bebé no agarra) pero que a la hora de protegerlas para que puedan estar rodeadas de afecto (o de consejos para lograr dar la teta) se las deje solas o en una lotería de burocracia y lugar de residencia para ver si pueden acceder a la vacuna o quedarse afuera de la inmunidad o la reducción de riesgos frente a la pandemia.
A la Argentina ya llegaron 20.677.145 dosis de vacunas. Entre los mayores de 18 años, el 39,04% recibió al menos 1 dosis, al 14 de junio del 2021, según datos del Monitor Público de Vacunación con datos de las 24 jurisdicciones nacionales. No se puede seguir postergando o pidiendo más requisitos a las mujeres que ponen el cuerpo en el embarazo, el parto y la lactancia.
En el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ya está vacunada (con al menos 1 dosis) el 42,21% de la población. Por eso, las mujeres que se despiertan de noche y se pasan el día viendo en que posiciones dan el pecho, como hacen para lavarse los dientes mientras el bebé las reclama para alimentarse y calmarse y necesitan que la aconseje una puericultora para esquivar la mamadera (si es su decisión y deseo) ya pueden quedarse tranquilas (sin miedo a la letalidad producto del contagio de Coronavirus) que cuentan con la oportunidad de vacunarse.
Un dato importante sobre la prioridad de la vacuna para embarazadas (y de convocarlas a que se vacunen) es que hasta mayo habían muerto 63 personas gestantes en todo el país en el 2021. Pero además el promedio de edad era de 32 años. No es que en los próximos días las embarazadas van a ser vacunadas por edad. Si no se vacunan porque están gestando o amamantando están expuestas a un riesgo que una persona promedio de 40 a 50 años no va a tener y la desigualdad por la posibilidad de gestar va a quedar más en evidencia.
Hasta el 17 de mayo del 2021 había 13.319 casos de Covid 19 en personas gestantes, según un informe del Minsterio de Salud de la Nación. La media de edad de las embarazadas que dieron positivo es de 29 años. Y el promedio de edad de las que fallecieron por Coronavirus fue de 32 años. El dato es central para entender porque hay que priorizarlas, ya que aunque avance la vacunación, por edad, les falta mucho para llegar a estar protegidas.
Lo más llamativo es que cuando el Ministro de Salud porteño Fernán Quirós anunció el viernes 18 de junio que se abría la inscripción para personas gestantes (porque hay varones trans y otras personas que no se identifiquen como mujeres y cursan un embarazo o la lactancia) las críticas fueron porque uso la palabra “gestantes” y no en demanda de más derechos e información para las que cuidan y amamantan. El odio al lenguaje inclusivo puede ser expulsivo de más derechos. Y este es el caso.
Por ejemplo, el ex funcionario Dario Loperfido es paradigmático. Ante el anuncio de la apertura de vacunación para embarazadas no felicitó la medida, ni la criticó para que sea ampliada, sino que se dedicó a generar internas partidarias (entre macrismo y kirchnerismo) y a observar el lenguaje con repudio porque uso la frase “personas gestantes”.
Si a alguien no le gusta el lenguaje inclusivo puede no usarlo, pero usar las redes para criticar en medio de la necesidad de llamar a que no se mueran embarazadas habla de las prioridades a la hora de teclear.
La puerta abierta para proteger a las embarazadas no llega a tiempo. El 26 de marzo del 2021 la Comisión Nacional de Inmunizaciones (CONAIN) expresó que la vacuna no estaba contraindicada para embarazadas y personas lactantes. Pero estipuló que “no existe justificación para la vacunación contra Covid-19 a personas gestantes sin factores de riesgo, solo por la condición de embarazo”.
¿Qué paso entre fines de marzo y fines de junio que cambió la justificación para vacunar embarazadas? ¿No era mejor que -si la vacuna no hacía daño las embarazadas- ya se promoviera desde principios de año y antes del invierno para que estuvieran protegidas antes del crecimiento de la mortalidad materna? El diario de ayer ya no sirve. Pero el de mañana no puede tener más barreras en los derechos de las mujeres que llevan adelante un embarazo.
Con la llegada masiva de vacunas Argentina era insostenible patear la decisión. Pero, incluso ahora, la medida se tomó a medias y deja la pelota a mitad de la cancha. No es, ni siquiera, un gol que protege plenamente a las que ponen el cuerpo en el difícil malabar de transitar la maternidad en pandemia. Todavía el pedido del certificado médico dilata la protección.
El 16 de junio la Comisión Nacional de Inmunización (CoNaIn), el organismo técnico que asesora a las autoridades nacionales sobre los aspectos relacionados con la vacunación, decidió que las embarazadas accedan a quedar protegidas de los efectos más graves (muerte o internación) por Coronavirs. Las Ministras y Ministros de Salud avalaron la recomendación de incluir a las personas gestantes sin condiciones de riesgo y con indicación médica individual dentro de los grupos priorizados para recibir la vacuna contra la COVID-19.
La decisión fue tomada durante la segunda reunión presencial del año del Consejo Federal de Salud (COFESA), que encabezó la Ministra de Salud nacional, Carla Vizzotti, en el Museo del Bicentenario de Casa Rosada. “Ya estaba vigente la vacunación de personas gestantes con condiciones de riesgo desde febrero. Ahora se incorporan con la indicación individual de su médico tratante, más allá de tener una condición de riesgo”, explicó la ministra.
La decisión llego, pero tarde y todavía con peros. En las evidencias del riesgo para embarazadas (con las muertes y afecciones que generan grandes preocupaciones en sistemas de salud provinciales, en el permiso para vacunarse si pertenecían a otras áreas protegidas (si eran médicas o docentes se podían vacunar) y en las consecuencias sociales de embarazos vividos con una soledad que no es recomendable para llevar adelante una maternidad y crianzas plenas.
Por otra parte, no se trata solo de una medida científica o técnica, sino también de una necesidad social y de género para no afrontar el lado B de la maternidad sin el lado A del acompañamiento familiar, amoroso y afectivo.
La prioridad para las embarazadas se tendría que haber tomado mucho antes para garantizar la salud y la posibilidad de estar acompañadas durante el embarazo, el parto, el puerperio y la lactancia. Pero si ya la decisión fue lenta, una vez que se decidió se debería gritar a los cuatro vientos para que las embarazadas se anoten y hubiera sido deseable que se quiten los obstáculos y no que se sumen requísitos que no se les pidieron a otros grupos considerados esenciales.
Desde febrero del 2021 que la Comisión Nacional de Inmunizaciones (CoNain) quito el mote de “contraindicación” a la prescripción de vacunación en personas gestantes o en período de lactancia. Desde ese momento se empezó a vacunar a las embarazadas que, además, pertenecían al personal de salud; al personal estratégico; al personal docente y no docente de nivel inicial, primario y secundario o que integraban grupos de riesgo (diabetes, cardiopatía crónica, enfermedad respiratoria crónica, etc).
Desde el verano las embarazadas ya se pudieron vacunar. Pero solo algunas. A partir de ahora se abrió el juego a todas. El 10 de junio, el Ministerio de Salud de la Nación, publicó en el documento “Lineamientos Técnicos. Resumen de Recomendaciones vigentes para la Campaña Nacional de Vacunación contra la Covid-19” las nuevas consignas.
El documento acentúa: “El Ministerio de Salud de la Nación avala la vacunación en este grupo una vez cumplida: la evaluación de riesgos por parte de la o el profesional tratante y la voluntad de la persona gestante una vez efectuada la entrevista”.
El gobierno abrió la puerta a la vacunación a las personas gestantes pero con requisitos: “Al momento de la vacunación las personas gestantes deberán presentar prescripción de la vacunación. Si en el centro de vacunación hubiera más de un tipo de vacuna disponible se podrá ofrecer como primera opción una vacuna diferente a Astra Zeneca/COVISHIELD”.
También el comunicado oficial específica sobre las diferencias entre vacunas: “Si no estuvieran disponibles otras alternativas no se deberá retrasar la vacunación ya que, a la fecha, no existe contraindicación para recibir ninguna de las vacunas que se encuentran autorizadas en nuestro país y atento a la dinámica de la situación epidemiológica”.
Además, la comunicación del gobierno, aclara: “No se recomienda realizar pruebas de embarazo previas a la vacunación ni interrumpir la lactancia en madres vacunadas”.
Uno de los alertas más claros es que la segunda ola de Covid afecto mucho más a las embarazadas que la primera etapa de la pandemia. El informe “Situación epidemiológica de COVID-19 en las personas gestantes o puérperas en la provincia de Buenos Aires”, del 14 de junio del 2021, advierte: “La letalidad por COVID-19 en personas gestantes o puérperas triplica a la letalidad de las personas no gestantes del mismo grupo etario (15 a 49 años) mientras que el porcentaje de letalidad acumulada para las personas gestantes o puérperas es de 0,59%, para el otro grupo es de 0,20%“.
Los datos bonaerenses grafican una realidad que otras provincias o jurisdicciones no relevaron, ni quisieron poner en discusión, a pesar de su gravedad (y no es que el problema suceda solo en la Provincia de Buenos Aires). La diferencia entre el efecto del Coronavirus en el primer año de pandemia y en la actualidad (con otras variantes y contextos) es de vida y muerte para quienes deciden traer vida.
En el 2020 fallecieron 12 personas gestantes o puérperas residentes en la Provincia de Buenos Aires. En el 2021 casi se triplicaron las muertes de embarazadas en relación al 2020. Perdieron la vida 33 personas gestantes o puérperas (solo en la Provincia de Buenos Aires) “Esta cantidad de casos confirma que la muerte por COVID-19 será la primera causa de muerte materna de la provincia para el año 2021”, destaca el informe oficial.
La tasa de letalidad en el 2020 fue del 0,33% y en el 2021 la tasa de letalidad es del 0,82%. “Esto significa un aumento del 148% con respecto al año anterior”, advierte el documento bonaerense. El tema de la edad es central porque si bien la vacunación por arriba de los 60 años en la población general ya está garantizada y se está llegando a vacunar a las personas entre 40 y 50 años en el país, a distintos ritmos, muchas embarazadas son más jóvenes. ¡Y mueren sin estar vacunadas!
La mayor letalidad de embarazadas con Covid se dio entre las gestantes de 40 a 49 años con una tasa de 1,9%. Pero lo central para pensar políticas de vacunación es que entre las embarazadas de 30 a 39 años (que pueden tardar mucho más en llegar a vacunarse solo por una cuestión de edad) la tasa de letalidad fue del 1,4%.
Pero además el horizonte de llegar a vacunar a personas de 18 años todavía está lejos en Argentina. Sin embargo la muerte de madres adolescentes ya llegó y entierra las esperanzas. En la Provincia de Buenos Aires murió una adolescente de 18 años embarazada por Covid-19.
No se pueden aplicar las mismas políticas que en el 2020 con más vacunas y con una radiografía mucho más grave en el efecto de embarazadas con las variantes 2021. La muerte materna por Covid -19, en la Provincia de Buenos Aires, es de 0,17 cada 1.000 nacidos vivos y eso significa un 183% de incremento con respecto al 2020.
El 30% de las mujeres que fallecieron no tenían ninguna comorbilidad y el 43% de las que requirieron internación por cuadro grave tampoco. Pero no solo se trata de permitir, sino de proteger con información clara que pueda evitar más muertes maternas.
El año pasado una de las campañas más cuestionables para impulsar el cuidado del Covid fue un testimonio de una embarazada que se había juntado con su familia y se contagio y asumía que se sentía culpable. La lección culposa con la embarazada que se puso en riesgo por juntarse con su familia fue uno de los ejemplos más machistas en la comunicación pública con la vieja moraleja de usar el clásico de la maternidad: “vos sos la culpable (no importa cuando leas esto)”.
La prevención no puede ser culpabilizante de las personas, pero menos de las embarazadas que sufren el doble mandato (y la doble vara) de tener que cuidar a otra persona y, a la vez, que tienen que soportar que les digan que no necesitan ser cuidadas por estar gestando a otra persona.
La sociedad paso de decirle a las mujeres que “el embarazo es una enfermedad” para quedar en una situación dependiente y paralizante de su trabajo, su independencia y su sexualidad como si fueran incapaces a decirles “el embarazo no es una enfermedad” como si todo lo que pasa en un embarazo fuera una excusa para pedir pasar adelante en la fila, hacer reposo o ser inmunizadas.
Hay razones sociales, de igualdad de género y laborales, más allá de las científicas, para vacunar a las gestantes, puérperas y madres que dan la teta: necesitan proteger su trabajo en un momento de crisis de desempleo y regresión de la inserción en el mercado laboral femenino (y con una alta informalidad que no permite regular lo que hacen los empleadores) que suele afectar a las mujeres que van a parir en los próximos meses.
Pero además las embarazadas, parturientas, madres primerizas y mujeres que dan la teta no pueden aislarse, ni tomar la distancia social que se le pide al resto de la sociedad (y mucho menos por períodos tan largos como los de una pandemia que va por su segundo año consecutivo) porque necesitan transitar ese momento acompañadas por su pareja, familia, doulas, niñeras, puericultoras, pediatras, obstetras, cuidadoras y amigas.
Si para toda la población el 2021 no es fácil de sobrellevar para una embarazada -que tiene contracciones y no sabe si salir al hospital o aguantar-, para una parturienta -que tiene una cicatriz por la cesárea y no puede bañar a su bebé- o para una mamá -que está dando la teta con una mastitis y necesita ser atendida en una clínica- esas razones son urgentes y no pueden ser desatendidas.
Más allá de las razones médicas el embarazo, el parto y el puerperio no pueden ser vividos en aislamiento. Y las que pasan por un momento complicado tiene que poder pedir ayuda sin miedo a ser contagiada o a contagiar Covid.
En un país con una enorme demanda de perspectiva de género en las políticas públicas el retraso en la prioridad de las embarazadas sorprende y, sin dudas, muestra todo lo que falta y todo lo que se retrocede cuando las mujeres (por la pandemia) no se pueden juntar para reclamar.
Pero, además, si bien esta semana se habilitó la vacunación, el permiso tiene una traba: la necesidad del aval médico. Más allá de la decisión técnica, en la práctica, eso significa una comunicación confusa en un momento donde la información sobre grupos poblaciones con acceso a la vacunación cuesta que llegue y sea clara.
Pero, fundamentalmente, para las embarazadas más vulnerables, sin dinero para transporte, sin poder dejar a otros hijas e hijos, sin trabajo, sin controles de salud fluidos, que son adolescentes o víctimas de violencia o viven en zonas alejadas cuánto más se les pide (y más veces tienen que ir al médico y después al vacunatorio) más lejos queda la posibilidad real de inmunizarse frente al Covid-19.
Y, por sobre todas las cosas, la indicación médica es una posibilidad teórica que puede ser recomendable si se piensa solo en teoría. Pero, en la práctica, a muchas mujeres les da miedo y vergüenza pedirle algo al obstetra. Los turnos tardan e implican largas esperas.
Y la violencia obstétrica y el abuso médico genera que los profesionales de la salud nieguen los comprobantes, reten, pongan mala cara o hagan sentir mal a las mujeres que les piden cualquier comprobante. Y si eso no sucede mejor. Pero la vida de una mujer no puede tener fantasmas, sino garantías.
La gestión de salud tiene que habilitar el cuidado de las embarazadas y no someterlas a la buena voluntad de los médicos, al azar de la suerte en que las cuiden y a que no les pongan obstáculos o a contar con que ellas se empoderen y cuenten con los recursos para ir detrás de su certificado hasta lograr vacunarse.
“Lo mejor sería que no se le exija a la embarazada algo diferente al resto de los grupos. Además, la causa no está clara. En todos los casos la vacunación es voluntaria y la persona está informada de los riesgos y los beneficios y puede tener la posibilidad de decidir vacunarse o no. Esto se le niega a la persona embarazada y se le exige que otro decida por ella”, objeta una experta que pide reserva de su identidad para intentar seguir interviniendo en la modificación de esta reglamentación.
“Con las evidencias de alta afectación del Covid-19 asociadas con el embarazo y la información de la seguridad de las vacunas solo se interpreta como tutelaje de la decisión y la voluntad”, critica la médica. A las trabajadoras/es esenciales no se les pidió ningún papel extra, ni siquiera a las embarazadas que forman parte de esos grupos (son trabajadoras de salud, educación y seguridad) o que tienen alguna otra enfermedad (obesidad, asma, diabetes, etc) que también pueden vacunarse (por su trabajo) sin indicación médica.
El aval médico para embarazadas no es un requisito de salud porque se hubiera aplicado en todos los casos. ¿Entonces para qué se impone una barrera a las embarazadas que no se le impuso a ningún otro grupo con acceso prioritario a la vacunación? ¿Si una médica, una maestra, una psicóloga (porteña) o una policía embarazadas pueden vacunarse sin certificado médico porque a una embarazadas que tiene otro trabajo o está desempleada sí se le exige un certificado médico?
Esto demuestra que el certificado no es imprescindible por estar embarazada, sino que constituye un plus burocrático que puede implicar un desaliento a la vacunación y una desprotección a la hora de conseguir que no mueran más embarazadas de Coronavirus en Argentina.
A la hora de mandar al médico hay que tener en cuenta que la violencia obstétrica no solo sigue en pandemia, sino que creció. Así lo alerto el informe “Parir en pandemia”, publicado por la Mesa de Trabajo sobre Protección de Derechos del Parto y Nacimientos Respetados de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en mayo.
En el informe de la Defensoría del Pueblo se citaba, entre otros datos, que las cesáreas aumentaron, en el 2020, un 12%, en relación al 2017 y llegaron al 37%, según la publicación “Evolución Tasa Global de Cesáreas. Red Obstetricia”. Las vacunas no están asociadas a las cesáreas, pero el informe muestra que la intervención médica no siempre es a favor de las embarazadas, sus derechos y decisiones. Por lo tanto, seguir delegando en una autorización médica su inmunización es reforzar su vulnerabilidad y no su protección.
En Argentina 4 de cada 10 adultos ya cuentan con una dosis de vacunas. Es hora de priorizar a las que ponen el cuerpo –y la buena leche- para cuidar y criar y que no se queden solas, ni aisladas, en el segundo año de la pandemia.
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