“Nosotros no parimos a Pilar, pero es como si lo hubiéramos hecho”, coinciden Ezio Quijano (35) y Víctor Aráoz (31). Esta pareja tuvo que hacer más de dos mil kilómetros en un día para ir a buscar a su amiga, la mujer subrogante quien estaba a punto de dar a luz y llevaba en su vientre a su primera hija.
“Viste todo el trabajo de parto que a veces se extiende más de la cuenta, con dolores, ansiedad... fue algo parecido”, lo describe Ezio. “Si nuestra hija nacía fuera de CABA perdíamos la tenencia”, explica Victor.
En septiembre del 2020, con todas las restricciones de circulación por la pandemia, la pareja quedó varada en Buenos Aire, mientras la mujer gestante estaba en Mendoza. Por un error del sistema que cargó sus test como COVID-19 positivos, casi no pueden viajar.
Todo salió increíble. Y hoy pueden recordar ese momento como un obstáculo más que le puso el camino frente. Hoy, Día del Padre, lo festejan con fuerza.
Esta historia de amor data de mucho tiempo atrás. Ezio y Victor se conocieron hace 9 años. El flechazo se dio en un boliche de Buenos Aires, allá por 2011. A los dos meses ya estaban viajando juntos. Al año decidieron convivir y en 2017 vino la gran propuesta de matrimonio. “Víctor me sorprendió en Francia con su pedido de casamiento, no lo dudé, y acepté”, recuerda emocionado Ezio.
Lo que siguió fueron viajes, convivencia y el plan de agrandar la familia. Así fue que esta pareja se puso en la búsqueda. Primero por la adopción y finalmente por la subrogación de vientre.
Luciana, amiga de la pareja, sabía de este deseo único. Quiso tener un gesto inigualable. Un día como otro los sorprendió con una propuesta irrechazable. “Yo voy a llevar a su bebé”, les comunico una tarde de 2018.
Tuvieron que sortear todos los trámites legales y el proceso de psicoevaluación de los tres integrantes. Con todo aprobado, en octubre de 2019 iniciaron los tratamientos de transferencia del embrión. Luego de dos intentos fallidos, el tercero prosperó. “Estoy embarazada”, les escribió Luciana el 10 de febrero a través del grupo de whatsapp que integraban.
Ezio y Victor estaban trabajando cuando recibieron la noticia. “Nos quedamos helados frente a la pantalla, cuando nos vimos nos dimos un abrazo entre lágrimas de emoción”, dicen.
Pero pronto llegó la pandemia. Y toda esa dulce espera se complejizó. “El plan era ir una vez por mes a Mendoza pero pasamos hacer todo por videollamada”, recuerdan. Así pasaron los meses, hasta que el parto se hizo inminente.
Mientras preparaban la llegada de su primera hija, los vuelos seguían suspendidos por las restricciones. Luciana cursaba las 34 semanas “Pilar tenía que nacer sí o sí en Capital Federal para que pueda ser anotada como hija nuestra, sino tendríamos que haber ido a la justicia para anular la maternidad”, relatan.
Cuando estaban listos para ir buscar a Luciana, un error burocrático en la carga del resultado del hisopado de COVID-19 -que muchas provincias les solicitaron hasta llegar a Mendoza- les impidió viajar para concretar el parto. El test les dio negativo, pero se cargó como positivo.
Tras nueve intentos de lograr la rectificación en Cuid.ar y llamados al 148, decidieron salir la noche del 11 de septiembre. ”En la aplicación seguíamos figurando como positivos, pero no podíamos perder más tiempo”, dice Ezio. Tenían que llegar a Desaguadero, en el límite entre San Luis y Mendoza, lugar pautado para el encuentro con Luciana. “Fue una locura de 27 horas sin paradas para hacer noche en ningún lado, debido a los controles por el COVID”, relata.
Arribaron a tiempo. Ahora faltaba la vuelta a Buenos Aires….
La llegada de Pilar
El parto tenía fecha para el 10 de octubre, y se adelantó cinco días. Pero todo salió mejor de lo planeado. Finalmente, Pilar nació el 5 de octubre por cesárea. Pesó 2,977 kilos, midió 48 centímetros, y llegó al mundo a las 17.22 en la clínica Suizo Argentina. “Una emoción inigualable”, coinciden.
La vida de a tres
“La pandemia nos hizo conectar de una manera única con Pilar. Vemos todo su desarrollo, compartimos mucho tiempo con ella. La verdad nos tocó una hija sencilla. La organización del sueño y la alimentación se dio de manera natural”, coinciden ambos papás.
Hoy tiene una rutina estricta. Hace dos meses que duerme sola en su habitación. Además de la mamadera, ya come puré, sopa y algunas carnes blancas. Incluso en enero pudieron llevarla a conocer las Cataratas del Iguazú. “Viajamos en pandemia con una beba, y ella se portó bárbaro tanto en el hotel como en las salidas”, cuenta Victor.
De a poco la familia y amigos más cercanos fueron conociéndola. Los padres de Ezio son de Goya, Corrientes, y para las fiestas volaron a Buenos Aires. “Las primeras sonrisas las hizo con mi madre, porque no es simpática”, dice Ezio.
Un Día del Padre diferente
Este domingo no es como los pasados. Ellos ya lo saben, lo sintieron toda la semana. “Me llamaron y mensajearon amigos preguntando cómo nos estamos preparando. La verdad que es trillado pero nos cambió la vida. Es algo que deseamos hace mucho tiempo, y hoy lo disfrutamos a pleno. Nos volvimos más sensibles, valoramos cada momento. Nos cambiaron las prioridades”, destacan conmovidos.
Ezio sigue: “No tengo a mi viejo hace seis años, y desde ahí lo viví como una fecha más. Este domingo, es mío, es nuestro es de Pilar”.
Ezio y Victor siempre tuvieron en claro su deseo. Luciana fue su puente. Pilar es el resultado de una incesante búsqueda. Ella sabrá su origen, como el de otros chicos que nacen bajo los avances médicos, y el amor y un respeto sin límites.
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