En el “Día de la bandera”, no se conmemora el día de la creación de la insignia patria sino la fecha de la muerte del Dr. Gral. Manuel Belgrano. Estoy plenamente convencido que la vida de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, no ha sido valorada en toda la plenitud de su corto existir. Se lo recuerda casi siempre por la creación de la bandera, y no por muchas más cosas. Un error terrible. Sería como decir que San Martin luchó en San Lorenzo y nada más.
A esta altura de nuestra historia ya deberíamos estar al corriente que Belgrano no miró al cielo, vio un firmamento celeste con nubes que la atravesaron y al borde del llanto, casi en éxtasis exclamó alborozado: “Oh, ¡esos serán los colores de nuestra bandera!” si seguimos el hilo de este mito, debemos dar gracias que el día no estaba nublado, porque si no hubiéramos tenido una bandera gris.
Sabemos que para su creación utilizó los colores blanco y celeste conforme a los de la escarapela ya oficializada y que eran los elegidos por los reyes de la casa de Borbón en España para su presea o condecoración más importante entonces otorgada: la Orden de Carlos III. Y era así por los colores típicos en la representación de la Virgen María bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, dogma por el cual la casa real española luchó siempre para que fuera proclamado como tal.
Pero no sabemos cuál era la intensidad del color celeste y cuál era su diseño, el que varía en la cantidad de dos a tres franjas y en su ubicación horizontal o vertical.
En 1885, en la capilla del paraje de Titiri, dependiente de la parroquia de la localidad boliviana de Macha y a once kilómetros en línea recta del campo de batalla de Ayohuma, detrás de unos cuadros de santa Teresa de Jesús se encontraron escondidas dos banderas de las provincias Unidas del Sur. Una de ellas tiene la franja central de color azul-celeste y las otras dos franjas blancas. Debieron ser escondidas allí luego de la batalla de Ayohuma, ocurrida el 14 de noviembre de 1813. Podría ser Belgrano quien entregó las banderas al párroco Juan de Dios Aranívar, quien a su vez se dirigió a Titiri y las escondió.
Y acá otro olvido de nuestra historia oficial. ¿Fue Belgrano quien un día se puso a coser la bandera? Pues no. Fue doña María Catalina Echeverría de Vidal, quien era hermana de Vicente Anastasio de Echeverría, uno de los compañeros de Belgrano en su expedición al Paraguay. Otra mujer largamente olvidada por la historia de nuestra patria. Pacho O’Donnell apuntó en su libro El grito sagrado: “La bandera que cosió María Catalina Echevarría de Vidal generó mucho rechazo en Rivadavia que le ordenó a Belgrano quemarla o enterrarla. María Catalina tuvo un alto espíritu patriótico, porque coser la bandera implicaba un fuerte compromiso con la causa de la independencia, sin embargo, la historia la ha olvidado, y olvidarse de la trascendencia de su personalidad es una demostración de cómo se despreció en la construcción de la argentinidad a la mujer humilde”.
Horacio Vargas en su libro “Desde el Rosario” nos narrará que: “María Catalina, como mujer de la incipiente élite rosarina, acudió a sus amistades, a Paula Acuña, María Matilde Álvarez”. Más olvidos de nuestra historia oficial. Sabemos que Belgrano sí tomaba en cuenta a las mujeres, y así fue que María Catalina llevo ella la bandera hasta el lugar de la jura, y no era común que las mujeres asistieran a un acto militar. María siguió siendo fiel toda su vida a los movimientos independentistas se mudó a San Lorenzo, donde fallecería a los 84 años y está sepultada en el atrio del templo de San Carlos, en San Lorenzo.
Su memoria está siendo rescatada. El Vitraux en la Catedral rosarina que recuerda la primera jura a la derecha se la observa a María Catalina. Un bajorrelieve del artista Eduardo Barnes ubicado en la Sala de Honor del Monumento a la Bandera representa a María Catalina ofrendando la bandera. Un óleo del pintor Pedro Balangué titulado “Jura de la bandera 1812” muestra la escena sobre la barranca del Paraná: Belgrano, la tropa y el pueblo jurando la bandera alta en el mástil y bajo la misma, María Catalina presidiendo la ceremonia y en 1999 en el teatro de San Lorenzo la obra: “Ciudad, sombra de un pino” como homenaje a María Catalina. A ella y a sus compañeras de labor Paula Acuña, María Matilde Álvarez, y otros cuyos nombres no están consignados este recuerdo como sencillo homenaje.
Volvamos a la bandera en sí misma. El diseño que fue consagrado es el que vemos actualmente y lo realizó el congreso de Tucumán el 20 de julio de 1816, debido a una iniciativa del diputado Juan José Paso, y ratificada por el mismo cuerpo en Buenos Aires, el 25 de febrero de 1818 incorporando el sol incaico en la franja blanca central. En 1938 el congreso nacional sancionó la Ley 12.361 fijando el 20 de Junio como Día de la Bandera. Con motivo de las celebraciones del bicentenario de la revolución de mayo, el decreto 1650/2010 fijó sus medidas, características de la tela, colores y accesorios, vale decir: los parámetros a los que debe adecuarse todo ejemplar de uso oficial.
Pero muy pocos saben que Argentina posee dos banderas oficiales, la que todos conocemos celeste blanca y la llamada “bandera nacional de la libertad civil”.
Habiendo sido consultado para este tema al Lic. Carlos Santoro ex director de ceremonial y protocolo en la provincia de Buenos Aires nos pone en conocimiento que: según dicta la “ley sistemática de símbolos nacionales; emblemas y su ceremonial”, en su título IV, articulo 11.1 leemos: “La “Bandera Nacional de la Libertad Civil”, representativa del “Estado de Derecho”, es la creada por el general Manuel Belgrano, hecha bendecir y entregada por él al cabildo de Jujuy, el 25 de mayo de 1813, como testimonio del heroico desempeño del pueblo jujeño en el éxodo de 1812 y en las batallas de Tucumán y Salta. Fue reconocida como símbolo patrio histórico por la Ley Nº 27.134 (2015)”
La ley 27134 sancionada el 29 de abril del 2015 y promulgada el 4 de junio de 2015 estable en su artículo 4to.: “La bandera nacional de la libertad civil puede emplearse en cualquier circunstancia, a condición de que se exhiba siempre en forma conjunta con la bandera oficial de la nación”. Art. 5to. “La bandera oficial de la nación tiene precedencia protocolar sobre la bandera nacional de la libertad civil que, a su vez, prima sobre las de las provincias y de la ciudad autónoma de Buenos Aires” Ahora ya sabemos que tenemos dos banderas. Pero el ámbito de influencia de la insignia de Manuel Belgrano no termina en la frontera Argentina sino llega hasta Centroamérica. Veamos cómo y él porque.
El 27 de junio de 1817 Hipólito Bouchard obtuvo algo singular: “la patente de corso”. Tuvimos nuestro corsario con patente y todo y el 9 de julio de 1817 zarpó al mando de la fragata “la Argentina” desde la ensenada y fuerte de Barragán, para cumplir un periplo que habría de durar dos años. La ensenada ya no existe y el fuerte, cuyos sus muros golpeaba el oleaje del rio de la Plata, ahora está 1,47 km, del agua.
Nuestro corso Bouchard llegara hasta las costas de California el 25 de octubre de 1818 ondeando la bandera en Monterrey, baja California. Este fue el viaje que más aventuras e historias le dieron a Bouchard, circunvalando el mundo de este a oeste, luchando contra los buques españoles y negreros de cualquier bandera. Bartolomé Mitre, en su libro “El crucero la Argentina 1817-1818” nos relata sobre Hipólito Bouchard y su labor: “Una campaña de dos años dando la vuelta al mundo en medio de continuos trabajos y peligros, una navegación de diez o doce mil millas por los más remotos mares de la tierra, en que se domina una sublevación, se sofoca un incendio a bordo, se impide el tráfico de esclavos en Madagascar, se derrota a piratas malayos en Macasar, se bloquea a Filipinas, anonadando su comercio y su marina de guerra, se domina parte de Oceanía imponiendo la ley, a sus más grandes reyes por la diplomacia o por la fuerza; en que se toma por asalto la capital de la Alta California, se derrama el espanto en las costas de México, se hace otro tanto en Centro América, se establecen bloqueos entre San Blas y Acapulco, se toma a viva fuerza el puerto de Realejo apresándose en este intervalo más de veinte piezas de artillería, rescatando un buque de guerra de la Nación y aprisionando o quemando como veinticinco buques enemigos.”
Bouchard tomará Monterrey por asalto el 24 de noviembre de 1818 y la bandera de las Provincias Unidas, flameará durante 5 días en el fuerte. California era ahora domino de esta nueva república en ciernes. Las tropas de Bouchard llegaron a Santa Bárbara, y también a San Juan Capistrano. Su campaña prosiguió hacia el sur.
Atacó las posiciones realistas de Sonsonate (El Salvador) y El Realejo (Nicaragua) en 1818 y 1819 respectivamente, y la bandera celeste y blanca flameo sobre esas tierras centroamericanas.
Cuando el 22 de noviembre de 1824, en una asamblea se declara las “provincias unidas de Centroamérica” y será elegido como primer presidente don Manuel José de Arce y Fagoaga, este tomará como modelo la bandera belgraniana, quien al presentarla recordó expresamente a los héroes argentinos San Martín y Belgrano. La bandera en cuestión constaba de tres franjas horizontales azules y blancas y llevaba inscripta la divisa “Dios, Unión y Libertad”, que también estaba inspirada en la de las Provincias Unidas.
Pero esta nueva república no durará mucho y entre 1838 y 1840 una a una, luego de guerras y batallas; se comenzarán a crear nuevas naciones, independientes una de la otra, pero tomarán como colores patrios, el celeste y blanco, estas son El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala y Costa Rica
Y es por esto que las banderas de estos países centroamericanos son semejantes a la bandera Argentina, siendo la de Guatemala una variación de ésta. La bandera actual de Costa Rica es una modificación de la bandera de las provincias unidas de América Central con el añadido de la franja roja central y el ensanchamiento de la franja central
Y es así, como los colores sugeridos por Manuel Belgrano a María Catalina Echeverría de Vidal y sus compañeras llegaron hasta Centroamérica de manos de nuestro navegante con patente de corso Hipólito Bouchard. Por eso en estas fechas belgranianas, vaya nuestro recuerdo a este gran prócer y ser humano, que con sus aciertos y errores, soñó y entregó su vida para la construcción de una patria justa, libre y soberana.
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