Hace cien años, el 15 de junio de 1921, miércoles, fue declarado feriado nacional por decreto del presidente Hipólito Yrigoyen. No era para menos: se inauguraba el lugar histórico que recordaría a las futuras generaciones el empuje sin igual que aportaron los millones de inmigrantes que habían poblado nuestro país en las décadas precedentes.
Según el Censo Nacional de 1914, la mitad de la población de la ciudad de Buenos Aires era de origen extranjero, del mismo modo que casi un tercio de los habitantes de toda la nación. Esto alteró totalmente nuestra composición demográfica, que se nutrió de la “primera generación de argentinos”: los hijos de esos inmigrantes.
Al acercarse el Centenario de la Revolución de Mayo, la Nación recibió con beneplácito los regalos conmemorativos que ofrecieron las principales colectividades, en forma de monumentos, los cuales se ubicaron en la Ciudad de Buenos Aires, en la línea de la antigua barranca al río. Así fueron incorporados al patrimonio cultural e histórico de la Nación Argentina, en 1910 el monumento de los franceses, en 1914 el de los suizos, en 1916 el de los británicos –la llamada Torre de los Ingleses, ahora Torre Monumental–, en 1918 el de los alemanes –la Fuente alemana–, en 1921 el de los italianos, llamado “Monumento a Colón”, por la figura que corona las 14 esculturas ‘humanas’, y en 1927 el de los españoles, denominado “A la Carta Magna y las cuatro regiones argentinas”.
La primera colectividad en ofrecer su donación fue la italiana, y por Ley Nacional 5105 del año 1907, el Congreso Nacional dispuso que dicho conjunto escultórico fuera erigido en la explanada frente a la Casa de Gobierno, en el llamado Parque Colón, para que así fuera recordado por la posteridad. En su mármol quedó grabada la dedicatoria: “Los italianos en la Argentina / a la Nación que nos recibió / en el primer Centenario / de su independencia” (en italiano en el original).
No es de extrañar la importancia que tenía el lugar elegido: italianos y españoles habían aportado al engrandecimiento del país, sus asociaciones de socorros mutuos estaban en cada pueblo, y formaron ‘milicias ciudadanas’ que ayudaban a mantener el orden en las ciudades. Además, los primeros habían contribuido con cuerpos militares como la Legión Italiana, que defendió Buenos Aires cuando el sitio de la Confederación, y que luchó en la Guerra de la Triple Alianza. También fueron italianos quienes crearon colonias para sostener y defender las nuevas poblaciones; tal fue el caso de la Colonia agrícola-militar Nueva Roma, cerca de Bahía Blanca.
Esta es la historia que es recordada por este monumento: la historia argentina de fines del siglo XIX y principios del siglo XX y de allí la importancia del lugar donde se encontraba. Al mirarlo, uno se preguntaba qué hacía ese conjunto escultórico frente a la Casa de Gobierno, pues no refería a Italia ni a su historia, y entonces surgía la respuesta: recordaba la importancia de la inmigración en la Historia Argentina.
En el mundo hoy en día se considera que los monumentos forman una unidad con el sitio donde se encuentran, y que ese sitio histórico tiene un significado particular, por lo que no se deben separar –ver ICOMOS, Carta de Burra, 1999–. Si trasladáramos la Torre de los ingleses, por ejemplo, tanto el lugar como la torre perderían su sentido histórico.
Lamentablemente, no muchos recuerdan que el sitio en que se emplazó el monumento donado por Italia se eligió específicamente para ubicar este homenaje a la Nación, y que el escultor diseñó todo el conjunto para que estuviera en ese sitio en particular.
El conjunto de las quince estatuas y sus ornamentos fue solventado en parte mediante dos colectas públicas, a las cuales aportaron ciudadanos argentinos –hijos de inmigrantes italianos y también de otras nacionalidades, pues éste era el primer monumento de los inmigrantes a la Nación. El escultor Arnaldo Zocchi dio forma a sus quince estatuas y otros ornamentos en Roma, y el transporte fue pagado por el rey de Italia, Vittorio Emanuele III.
El monumento fue contemporáneo a Puerto Madero, y a la hermosa construcción donde funcionaba el Museo Nacional de Bellas Artes en Plaza San Martín –el ‘Pabellón Argentino’ de París, que se había desmontado y se había reconstruido en Retiro, aunque en 1933 se lo desmanteló en forma definitiva–. En aquellos tiempos el Obelisco no existía: fue erigido quince años después.
Así nació el lugar histórico que recuerda los orígenes de la Argentina del siglo XX: la Plaza Colón, nombrada Lugar Histórico Nacional por decreto 1137 del 21-7-2014. Quienes sabemos lo que realmente representa, al cumplirse cien años, lo recordamos en su Lugar, el que le dio sentido a su existencia: el Parque Colón frente a la Casa Rosada.
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