A los 30 años, Pany Chama se dio cuenta que la llegada de un bebé no iba a ser simple. En un momento en el que pocas mujeres contaban sus dificultades para quedar embarazadas, se puso a investigar por su cuenta cuáles eran las opciones posibles.
En paralelo a los 12 tratamientos de fertilidad, se aferró a todo lo que le diera una luz de esperanza: rezó muchísimo, visitó iglesias y templos, compró estampitas y hasta recurrió a un curandero de Rafael Castillo, que le prometió que en un conejo estaba la solución su problema. Claro que eso tampoco resultó.
Después de pasar por un sinfín de tratamientos y estudios médicos -incluidas dos cirugías- el gran sacrificio de Pany tuvo su recompensa. Hace 10 años, su sueño se hizo realidad y se convirtió en mamá de Toto, Lola y Uma, los trillizos que le cambiaron la vida para siempre.
Hoy, maneja todas y cada una de las vueltas del mundo de la fertilidad. Hablar con ella es sumergirse en un “mundo paralelo” -así lo describe- para todas aquellas personas que desean convertirse en padres, un universo que conoce tanto como la palma de su mano.
“Mis hijos nacieron en 2011, pero había empezado a buscarlos 5 años antes. Primero, de manera natural, en un momento donde no había aplicaciones para saber cuando estabas ovulando, sino que todo lo tenías que hacer vos misma y hasta tachabas los días. Pero llega un punto en el que, cuando buscás naturalmente y no quedás embarazada, todo deja de ser natural, porque hasta los vínculos sexuales dejan de ser naturales ya que solo estás pendiente del día indicado, de la hora, del momento, de la manera, del calendario ovulatorio.... “, le dijo Pany Chama a Infobae.
“Entonces, cuando no quedás embarazada de esa manera falsamente natural, te lo decís a vos misma y ese es el primer piñón que te pegás. Después, en ese momento pasaba que se lo contabas a una amiga y, en secreto, te decía que fueras a ver a tal médico, en un momento donde ni las obras sociales ni las prepagas te cubrían un tratamiento de fertilidad”, agregó. “No se hablaba de fertilidad asistida, era un tema tabú. Era más fácil hablar de armas o drogas que de fertilidad”.
Una vez que empezó el desfile de médicos, tratamientos, análisis, cirugías, tubitos y frasquitos, Pany comenzó a darse cuenta que esos años iban a ser duros. Un resultado positivo revivía sus esperanzas, pero cuando llegaba el negativo, su mundo se desmoronaba por completo.
“Te encontrás con una invasión a tu sistema de laboratorio reproductivo y empezás a competir con tu pareja, porque nosotras tenemos que hacernos cientos de estudios y ellos solo tienen que entregar un frasquito (risas). Sentía que un set de médicos biólogos se metían en nuestra cama, en una época en la que no se hablaba de tratamientos de fertilidad”, aseguró.
“No me iba a perdonar nunca la cobardía de tirar los remos. Iba a llegar, porque era mi batalla, lo único que no sabía era en qué round iba a aparecer ese embarazo. Era mi guerra y una amiga me dijo que confiara en la ciencia, porque en estos casos la ciencia gana y la vida llega. Por eso, quise contar mi historia bien desestructurada en las redes, con lenguaje coloquial y con las hormonas locas. Y empecé a recibir un millón de mensajes privados, llenos de agradecimiento por animarme a contarlo”, expresó.
La movida que se desató a través de sus redes sociales fue tan grande, que Pany quiso ir por más. Y así llegó “In Vitro”, su unipersonal que congregó a miles de personas en el teatro Chacarerean, de Palermo, donde con su gran humor e histrionismo, repasaba los momentos más duros del camino que recorrió. Hoy, la obra se encuentra en pausa por la pandemia y Pany prefiere que el reencuentro con la gente sea presencial, y no por streaming.
“No me interesaban los likes de las redes sociales, yo me quería encontrar con los seres humanos de carne y hueso. Hasta que surgió la posibilidad de hacer teatro, algo impensado para mí, pero esas personas se convirtieron en casos y en historias. Es gente que aún hoy me dice que se rió y que lloró con mi obra, pero que no tiró los remos. Me fui a Rosario, a Uruguay, a México, a Miami... y la gente me seguía. Yo no quería hacer un negocio de la fertilidad con la obra de teatro y no quería era que nadie se quedara afuera. Me dolía que la gente tuviera que pagar la entrada para venir, pero teníamos que cubrir los gastos básicos. Me ponía feliz mirar a la gente haciendo fila en la puerta del teatro, venían de todas las provincias, porque la infertilidad no atiende solo en Buenos Aires”, advirtió.
“Al reloj biológico lo tenés siempre delante tuyo, como si fuera una luz de led. Primero, empezás con los tratamientos de baja complejidad y, cuando no vas quedando embarazada, comienzan los de alta complejidad. A medida que iba perdiendo embarazos, iban a apareciendo patologías y me tuvieron que hacer dos cirugías. Me descubrieron trombofilia, pero recién en el último año del tratamiento. Me alegraba cada vez que me descubrían algo, aunque sea un quiste, porque prefería pensar que esa era la causa y que no me dijeran que la infertilidad era “sin causa aparente”, porque ahí te mandan al psiquiatra o a bajar de peso. Yo decía: “¡Gorda, loca e infértil!” (risas).
En un cajón de su casa, todavía guarda todos los estudios médicos, las ecografías y toda la documentación de los 12 tratamientos de fertilidad. Incluso, tiene ordenadas todas las facturas que pagó.
“Perdí tres embarazos y el último fue un embarazo químico, que todavía hoy no entiendo bien qué es. Perdí dos que me dolieron fuerte... Salir de una ecografía y que te digan que el saquito no late, o que está vacío, es muy duro. Encima, cuando te vas, aparecen todas las embarazadas que están en la sala de espera y las ves como si estuvieras en cámara lenta. Y no te querés sentir una mala persona cuando una amiga te llama para decirte que está embarazada, pero vos vas por el octavo tratamiento. Me pasó con mi hermana, que no sabía cómo contármelo, aunque yo le decía que no se preocupara, que me lo contara igual...”, expresó.
“Lloré mucho, porque no podía entender lo que me pasaba. Pero después, me secaba las lágrimas, me maquillaba y volvía por más. Hoy, no hay manera de no llegar al sueño de convertirse en madre o padre. El punto es no soltar los remos. El humor me rescató y me secó las lágrimas. Cuando el reloj biológico se te va al inconsciente, lo primero que le preguntás a la persona que te interesa como pareja es si quiere tener hijos (risas)”, afirmó.
Aún hoy, recuerda con orgullo la valentía que tuvo cuando se sentó frente a la computadora, abrió una cuenta en Facebook y contó su historia a corazón abierto, utilizando los términos más comunes que buscan en internet quienes están en ese camino,
“Me escribió un batallón de gente porque vieron que era genuina, como si fuera la vecina de al lado. Lo bueno de los famosos es que con sus casos ablandan la naturalización de algunos temas, porque hoy se puede hablar normalmente de una ovodonación o de un donante de esperma, y antes no. La pandemia de toda la vida es la infertilidad, nada más que hoy la ciencia avanzó. Y yo nunca dejé de aferrarme ni a la ciencia, ni a la fe”, dijo.
Mientras cría a sus trillizos, esta madre dedica muchísimo tiempo a inspirar a mujeres y hombres para que no bajen los brazos y que nunca dejen de luchar por ese sueño. “Le dedico mucho tiempo a la gente en un tema tan privado como el de la fertilidad, porque me abren su intimidad -que es nada menos que su sexualidad- y me preguntan cientos de cosas por mensaje privado en las redes sociales. Y yo me tomo todo el tiempo del mundo para responderles, hasta que ya no les quedan más dudas”.
“Tienen que pensar que es una imposibilidad temporal, solo que no saben cuándo va a pasar... pero en algún momento va a pasar. Me agarró una imperiosa necesidad de ayudar. Prometí que iba a hacer muchas cosas solidarias si me embarazaba, y una de ellas era poner a disposición a la abogada que soy, pero que nunca ejerció. Me parecía injusto que muchas personas no pudieran acceder a un tratamiento por cuestiones económicas. Había que hacer algo con eso y, por suerte, vino la Ley”, dijo.
“Soy una madre de trillizos, que llevó la historia de su camino hacia la fertilidad en las redes sociales. Me convertí en antitutorialista, pero hice una obra de teatro que fue motivacional. Soy una gran buscadora de hazañas y siempre voy por más”, anticipó.
Hoy, Pany trabaja en su próximo sueño, que está a punto de hacerse realidad: abrir la fundación “In Vitro” y dejar huella con una entidad que se ocupará del bienestar integral de los futuros padres, donde podrán encontrar un refugio ante cada dificultad.
“Me estoy ocupando ahora. Pero no quiero que sea solo de apoyo psicológico, sino que abarque todos los obstáculos como la medicación, los laboratorios, el acceso para todos, que la gente que vive en un pueblo tenga donde dormir en Capital...”In Vitro” va a ser mi cuarto hijo, porque no hay nada más lindo que ver a la gente cuando puede cumplir el sueño de ser padres. La gente te abre el alma y yo le doy mi tiempo. Quiero financiar muchas acciones porque conozco todos los obstáculos de la ciencia, los económicos y los emocionales. En eso estoy: hoy mi sueño es tener una gran fundación”, finalizó.
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