“Sara murió”, le dijo el doctor Surita a dos de sus seis hijos que estaban en la sala de espera del Hospital. El 12 de mayo pasado se había contagiado de COVID-19 y debió ser internada de urgencia en Terapia Intensiva por un cuadro avanzado de neumonía bilateral.
Sara Morales, de 67, era ama de casa, tenía seis hijos, 20 nietos, y 12 bisnietos y estaba en pareja desde hace dos décadas con Arturo. Ambos eran jubilados, nacidos y criados en Catriel, Río Negro. Durante toda la pandemia se cuidaron y tomaron medidas preventivas, pero el mes pasado se enfermaron. Nunca supieron donde, pero el virus no tardo en hacer estragos.
“Primero lo internaron a mi tío en Viedma porque no conseguían camas, y luego a los pocos días a mi tía en la Unidad de Terapia. Ambos con cuadros de salud sumamente complejos que se agravaron con el paso de los días”, le contó Mariano Ruiz -sobrino de ambos- a Infobae.
Debido a la crítica situación sanitaria, Sara también tuvo que esperar un día para conseguir una cama disponible. Lo logró en la unidad de terapia del Hospital Cecilia Grierson de Catriel.
Según los medios locales de Rio Negro, la ciudad de atraviesa la segunda ola de contagios de COVID muy severa y vive uno de los momentos sanitarios más complejos. Los casos positivos siguen en alza y ya superaron las tres cifras: hay 133 activos.
También se observa un aumento de cuadros respiratorios complejos, pero aunque hay ocho respiradores en el nuevo hospital no hay médicos intensivistas disponibles.
Desde el hospital las autoridades remarcaron que, de todas formar, cuentan con “personal especializado en tratamientos de terapia intensiva” y también con equipamiento -los ocho respiradores mencionados- para brindar este tipo de atención.
A pesar del triste desenlace, lo sucedido con Sara se pareció por un momento a un milagro. Luego de casi 12 días de internación, la mujer dejó de respirar. Pero luego sucedió lo inesperado.
El 28 de mayo a las 9 de la noche, el doctor a cargo -Surita- les comunicó el deceso de su madre. Los invito a darle el último adiós. Sin embargo, Nestor y Claudia se demoraron, mientras hacían los trámites para poder enterrarla. También llamaron a sus otros hermanos para despedirse todos juntos. Una vez que todo estuvo listo, pasaron a la habitación.
La familia cree que habrían pasado unos 45 minutos. Ingresaron y Sara ya había sido desconectada del respirador y estaba tapada. De repente, vieron que se movía. Atónitos, en una mezcla de alegría y desconsuelo, llamaron al médico. Sara estaba respirando por sus propios medios. “Ya estaban por entregar el cuerpo y comenzó a saturar bajo pero bien”, aseguraron sus hijos. Sara estaba aún con vida.
“Somos creyentes, para nosotros ocurrió un milagro, todavía no quería irse”, trata de encontrar una explicación Mariano Ruiz.
Frente a la noticia, se abrazaron de felicidad. Y retomaron las esperanzas. Aunque el cuadro de Sara era muy complejo por la avanzada neumonía bilateral producida por el COVID-19.
Mientras tanto, a 683 kilómetros en Viedma, Arturo luchaba por su vida. “La alegría de otro milagro duró poco, porque a las pocas horas mi tío falleció. Qué querés que te diga, para mi Sara se fue a despedirlo, se amaban mucho, eran sumamente compañeros”, dice Mariano.
Arturo conoció a Sara hace 20 años atrás, cuando ella ya tenía tres hijos. Juntos tuvieron otros tres, formando una familia ensamblada con nietos, bisnietos y varios sobrinos. “Los veíamos siempre para cada festejo o fecha importante. A pesar de la distancia, éramos muy cercanos”, recuerda Mariano.
Ese mismo sábado el cuerpo de Arturo -ex empleado de la municipalidad de Catriel- fue sepultado en su pueblo natal. “Acuña era empleado municipal jubilado y su muerte causó dolor en todos los trabajadores de la comuna y sus vecinos. Era un hombre honesto y muy querido por todos”, se escribió en las participaciones y acompañamiento a través de avisos fúnebres
A la noche, los hijos de Sara fueron a visitarla al hospital, seguía en estado crítico. “Iniciamos una cadena de oración, sus órganos ya habían empezado a fallar”, relata Mariano.
Finalmente, el lunes murió. “Tres días después tuvo un paro cardiorespiratorio y se fue...esta vez, lamentablemente fue real”, lamentó Mariano.
“Si me preguntan qué ocurrió, lo único que puedo pensar es que en el momento que mi tío dejaba este mundo, ella también, se encontraron y él la mandó de vuelta, aunque sea por algunos días”, agrega Mariano.
Esos días que vivió después de su resucitación, el resto de los hijos e incluso algunos nietos de Sara pudieron ir a despedirse en el Hospital. Tal vez ese era el tiempo que necesitaba.
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