Tenía 42 años, se contagió de COVID y falleció: “Si la muerte es injusta, irte de esta manera lo es aún más”

Adriana Castillo (45) contó que su hermano trabajaba en una oficina de correo, donde se enfermaron todos los empleados y tuvieron que cerrar el local. Dice que no se cumplieron los protocolos y lamenta que Germán no haya recibido la vacuna, ya que era trabajador esencial. “Si no fuera por la desprotección que hubo, hoy su realidad sería otra”, le dijo a Infobae

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Tenía 42 años, se contagió de COVID y murió: “Si la muerte es injusta, irte de esta manera lo es aún mucho más”
Tenía 42 años, se contagió de COVID y murió: “Si la muerte es injusta, irte de esta manera lo es aún mucho más”

Germán Castillo (42) vivía en Boulogne, estaba casado, era padre de Camila y Lucía -mellizas de 7 años- y trabajaba en una oficina de correo ubicada en Villa Ballester. Desde chico, se desempeñaba como cartero y hace varios años que atendía al público.

El 30 de abril pasado, empezó a sentirse mal. Estaba muy cansado, tenía dolor de garganta y temperatura alta. Se hisopó y el resultado fue positivo. Entre el quinto y el séptimo día, comenzó a agitarse: tenía baja saturación y lo dejaron en observación en el Hospital de Boulogne. Al otro día, quedó aislado en un hotel de Recoleta, pero su cuadro empeoró y el 8 de mayo fue trasladado a la clínica Bazterrica, en Palermo. Cuatro días después, tuvo que ser intubado y falleció el 21 de mayo.

Su mujer, Viviana (41), es docente y también se contagió pero, como estaba vacunada, lo transitó con síntomas leves. Ni ella ni su marido padecían de comorbilidades.

Adriana Castillo le contó a Infobae el dolor que atraviesa ella y su familia por la muerte de su hermano menor
Adriana Castillo le contó a Infobae el dolor que atraviesa ella y su familia por la muerte de su hermano menor

“Hace 22 años que mi hermano era empleado en una oficina de correo, en Villa Ballester. Fue uno de muchos trabajadores que se contagiaron, porque el protocolo brillaba por su ausencia. El año pasado habían hecho burbujas, así que no iban todos juntos y se turnaban por grupos dos o tres veces por semana”, indicó.

Pero este año, las cosas fueron diferentes. “Había malestar porque, a medida que crecían los casos, ellos intentaban hacer algo pero los jefes no accedieron. Germán se contagió en el trabajo y tuvieron que cerrar la sucursal. El resto de los empleados tuvo síntomas leves. Solo mi hermano fue internado, pero se contagiaron todos sus compañeros, un mínimo de 10 personas. Tuvieron que cerrar la sucursal para desinfectarla”, le dijo Adriana a Infobae.

Germán y su hermana, Adriana
Germán y su hermana, Adriana

Uno de sus compañeros fue a trabajar con síntomas, se supo quién era y hubo un efecto dominó. Se fueron contagiando todos y a mi hermano le tocó con esta severidad. Los médicos me dijeron que, por la voracidad del virus, seguramente se trataba de la cepa británica o la de Manaos. A los cinco días del primer síntoma, le hicieron una placa y vieron que tenía un principio de neumonía bilateral. En la clínica Bazterrica estuvo cinco días, pero al sexto lo intubaron durante nueve días. Luego su cuadro se agravó, hizo un neumotórax y falleció por esa secuela del COVID. El virus se va pero causa estragos, así que el desenlace fue fatal. Desde que tuvo el primer síntoma hasta que falleció, pasaron 20 días”, indicó.

Adriana dijo que la última vez que pudo hablar con su hermano fue por videollamada, el día anterior a que lo intubaran. “Soy psicóloga y me preguntó si podía ser que la angustia le hiciera doler la panza. Le dije que sí, pero que le preguntara a los médicos. Estaba angustiado, porque el padecimiento psíquico de esta enfermedad es muy importante. Es un virus muy impredecible y azaroso”, destacó.

Germán estaba casado con Viviana y era padre de mellizas de 7 años
Germán estaba casado con Viviana y era padre de mellizas de 7 años

El día que Germán falleció, la hermana de su mujer fue a recibir el parte médico y el terapista le preguntó por su esposa. Le dijo que le avisara a la familia porque su estado era crítico y no sabían si iba a pasar la noche. Esa misma tarde, murió.

“Mi cuñada lo vio agonizando y yo cuando ya había fallecido. Lo pudimos ver en la clínica y nos dejaron velarlo, porque ya no contagiaba. Es una enfermedad muy grave y uno siempre tiene la esperanza, porque a veces algunos salen... pero el desencadenamiento en mi hermano fue muy rápido. Viviana se lo tuvo que contar a las nenas. A esa edad, es imposible ocultar el tema y, por supuesto, totalmente contraproducente”, aseguró.

Germán vivía en Boulogne, tenía 42 años y no padecía de comorbilidades
Germán vivía en Boulogne, tenía 42 años y no padecía de comorbilidades

Pero la parte más dura la tuvo Adriana, ya que fue la encargada de transmitirle la noticia a su madre, de 74 años, quien el año pasado perdió a su marido. Germán era su hijo menor.

“Es tremendo tener que decirle a una madre que su hijo murió. Es devastador. Me disocié como psicóloga e hija. Durante los días de internación y, sobre todo cuando lo intubaron, hablé con muchos colegas para poder bajar mi grado de angustia, procesarlo y, luego, poder transmitirlo. Le dije que mi hermano estaba grave, y luego le di la noticia personalmente. Primero, uno tiene que armarse para poder transmitirle una noticia así a otra persona. Mi mamá pensaba que mi hermano iba a salir. Por eso, nunca dejé de hablarle de la gravedad, para que no esté viviendo un mundo de fantasía y luego tener que darle la noticia. El COVID es como un accidente de auto: no te da la posibilidad de la elaboración de la pérdida”, expresó.

Germán con su hermano mayor, Marcelo
Germán con su hermano mayor, Marcelo

Uno de los puntos importantes en los que Adriana hace hincapié es en la esencialidad del trabajo que realizaba su hermano, que nunca dejó de ir a cumplir con su labor a pesar de la pandemia. Además, lamenta que los protocolos no sean cumplidos como se debería.

Las personas que trabajan en telecomunicaciones fueron consideradas esenciales desde el primer día y mi hermano nunca dejó de trabajar. Siempre fueron esenciales y nunca se los consideró, ni por casualidad, para la vacuna. Si no fuera por la desprotección que hubo en todo sentido, en cuanto a la vacuna y al protocolo, la realidad de mi hermano hoy podría ser otra. Eso implica una suma de responsabilidades, desde el cuidado de los compañeros y de parte de quienes tienen que hacer cumplir los protocolos, hasta la forma de la distribución de las vacunas. Además de ellas, por el momento, tenemos otra herramienta que son los protocolos, pero en muchos lados no se cumplen”, se lamentó.

Como psicóloga, Adriana observa que existe una gran negación frente al COVID porque muchas personas optan por no angustiarse y eso es peligroso.

Las mellizas de 7 años junto a su padre
Las mellizas de 7 años junto a su padre

“Siempre estuve preocupada por el COVID, pero siempre me cuidé. Una cosa es tener un miedo terrorífico y, otra cosa muy distinta, es tener un poco de angustia, que te protege y hace que te cuides. Esta generación es muy débil. La posmodernidad es de una fragilidad insoportable. Tienen que usar un barbijo y les molesta, cuando la gente en la guerra comía tierra”, advirtió.

La hermana de Germán asegura que las campañas de prevención frente al COVID son muy deficientes, pero que eso no es algo novedoso.

El argentino vive en la urgencia y ese es un gran problema. Lo veo como psicóloga: vienen cuando ya están hechos bolsa. Siempre actuamos en la urgencia, pero no en la cotidianidad. ¿Cuánto hace que no hay una campaña de la correcta utilización del barbijo? Creo que desde diciembre y nadie dice nada sobre la importancia del uso de doble barbijo”, reflexionó.

Germán junto a su mujer, sus hijas y su hermana en una salida a teatro
Germán junto a su mujer, sus hijas y su hermana en una salida a teatro

Viajo mucho en transporte público y, esto de que se traban las ventanillas para que no se cierren, no se hace. Hay cuestiones mínimas que tienen que ver con la prevención y que son muy fáciles de implementar, como usar un barbijo o ventilar, pero no hay nadie que lo controle. Me indigna la falta de control, me pone mal”, dijo.

“Con cada persona joven que muere, la sociedad pierde mucho: un laburante, un padre, un marido, un hijo, un hermano, un yerno, un compañero de trabajo... Nunca en mi vida pensé que no iba a ver envejecer a mi hermano. Sus hijas van a crecer sin su papá... Germán sacó una hipoteca para poder vivir en un lugar mejor con ellas: todo eso se derrumba con la muerte de una persona a esta altura de la vida. Es muy cruel irse de esta manera. Si la muerte es injusta, irte de esta manera lo es aún más”, aseguró.

Una de las últimas postales familiares
Una de las últimas postales familiares

Finalmente, Adriana le envió un mensaje a las autoridades. “Ojala se replanteen la cuestión de la esencialidad. También, es importante el control de la gente que hoy se vacuna y que la inoculación esté realmente justificada con un certificado, pero también, con una historia clínica y con estudios médicos recientes. Es un gran problema la Argentina en la que no se controla nada. Esto no es un chiste: se muere gente joven y la vacuna es clave”, culminó.

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