Los rostros no permiten distinguir la dimensión del problema y los números vedan el calor de las historias, neutralizan la sensibilidad y disuelven la oportunidad de empatizar. Por eso, explicó Nicolás Meyer, director ejecutivo de Cáritas Argentina, era menester realizar un informe integral que acerque la foto y enseñe también la película. Y porque no son economistas ni investigadores, convocaron al Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA) para presentar en conjunto el informe titulado “Un rostro detrás de cada número. Radiografía de la pobreza en Argentina”: un estudio que ofrece un sesudo análisis de la grave situación social que atraviesa el país y las políticas sociales para atender la emergencia.
Una conferencia de prensa virtual con seis disertantes en poco más de una hora de exposición y para una audiencia compuesta por casi 300 personas sirvió como antesala y promoción de la Colecta Anual de Cáritas, que ya comenzó en forma digital y que se desarrollará en forma presencial el fin de semana del 12 y 13 de junio en todo el territorio nacional. Cáritas, que en 2020 registró un récord histórico de más de tres millones de personas alcanzadas, bautizó el lema de la colecta como “en tiempos difíciles compartamos más”.
Nicolás Meyer fue quien dio pie al inicio de la conferencia: “Muchísimas personas en nuestro país están viviendo tiempos muy difíciles. La pobreza creció muchísimo, y la situación es cada día más compleja. Familias que sienten que pueden perder su trabajo. Nos damos cuenta de que la ayuda no alcanza, que tenemos que crecer. Las estadísticas no nos permiten sensibilizar que detrás de cada número hay familias, por eso queremos ponerles un rostro humano a los números de la pobreza. La ayuda no alcanza. Necesitamos más fondos y recursos para que los programas sigan creciendo y puedan dar respuesta a realidades de sufrimiento, dolor, de necesidad de cambio. La colecta anual es una gran oportunidad”.
Tras su breve ponencia, comenzó su disertación Agustín Salvia, director del ODSA-UCA, quien enseñó las conclusiones del relevamiento y mostró cómo está segmentado el informe de la radiografía de la pobreza: por un lado el trabajo, la pobreza y la inclusión, por otro la infancia y por último el desarrollo humano. Salvia advirtió que el propósito del trabajo no es denunciar responsabilidades sino dar cuenta de la importancia y la necesidad de la acción solidaria. “No deja de ser importante aclarar que cuando uno presenta estos datos es una manera de interpelar a las dirigencias políticas. Nuestras deudas sociales son estructurales, no surgieron ni van a terminar con la pandemia si no hacemos algo para cambiar la realidad que nos atraviesa”.
Presentó en su gráfico una Argentina fragmentada en cinco colores: “Las privaciones sociales no sólo se expresan en la pobreza por ingresos, también en dimensiones fundamentales para el desarrollo humano. La Argentina tiene un 41,9 de pobreza multidimensional -pobreza por ingresos y pobreza de carencias- y cuando miramos vemos que hay un problema mucho más grave: pobreza multidimensional estructural. Dentro de esa Argentina con pobreza también tenemos una Argentina desigual”.
La franja de personas pobres con tres o más carencias representa el 24% de la población: un cuarto de la sociedad argentina enfrenta una situación de pobreza estructural acuciante. Del otro lado del gráfico distinguió a la Argentina que está libre de pobreza, que no es pobre por ingresos ni por ninguna de las dimensiones de pobreza ni sufre de carencias no monetarias. Es un 28% de la ciudadanía. “Tenemos un tercio de la población estructuralmente incluido, un tercio estructuralmente excluido y un tercio que está afectado por los vaivenes de nuestro devenir económico”, reparó.
El informe del ODSA de la UCA constata cuánto afectó a la infancia la crisis actual activada por el coronavirus: “En Argentina más de la mitad de los chicos son pobres, porcentaje que alcanza casi el 75% en el Conurbano bonaerense y otras zonas del país. En estos lugares, de cuatro chicos que se sientan a una mesa, solo uno come todos los días”. El trabajo muestra que muchas familias que siempre han tenido trabajo cayeron por debajo de la línea de pobreza aún manteniendo esos empleos. Registra, además, que los trabajos precarizados y de la economía informal fueron los principales perjudicados por las medidas sanitarias adoptadas por el gobierno nacional a efectos de la pandemia.
“Hoy tenemos un 10% de personas en situación de indigencia, si no hubiese habido programas como el IFE y la tarjeta Alimentar, el porcentaje se hubiera duplicado, y casi triplicado si no existieran los programas anteriores al COVID”, identificó el director del Observatorio, quien a su vez sostuvo que de no existir estos programas de transferencia de ingresos, la cantidad de argentinos en situación de pobreza extrema hubiese llegado al 20 por ciento. “Los programas sociales cumplen una función de alivio no de inclusión. La pobreza es estructural: ningún programa adicional podrá sacar a la gente de esa situación, sino el trabajo”, manifestó y amplió: “Las fuertes desigualdades en Argentina persisten. Estos programas son de asistencia y surgen en contexto de emergencia. El problema es que las emergencias se van haciendo estructurales. El papel que cumplen entonces es social y tiene un valor ético vinculado a la integración, a la solidaridad”.
La solución -entiende Salvia- precisa estos esfuerzos: “Tenemos que generar más trabajo, a través de la inversión pública y de la inversión privada, en especial de las pequeñas y medianas empresas, que necesitan tener un horizonte de certidumbre. Y necesitamos bajar la inflación, en estos escenarios de alta inflación, ningún esfuerzo alcanza. Se come todo, los bienes a los que podemos acceder y las energías para poder planificar”. Y resumió lo significativo: “Crear riqueza en la pobreza para potenciar el trabajo social y crear desarrollo local para recuperar el empleo desde ahí”.
Ianina Tuñón, coordinadora del programa Infancia (ODSA-UCA), abordó el segundo punto: “la infancia en riesgo”. De su estudio se desprenden cuatro conclusiones en relación a las consecuencias de la pandemia y el confinamiento en el desarrollo humano de las infancias argentinas. La poda del capital humano es uno y provocó que se profundizaran problemas sociales preexistentes. “Los efectos nocivos del ASPO en la economía, ingresos y condiciones de vida de la población tuvieron repercusiones en la incidencia de la pobreza, y la indigencia, y en particular en los sistemas alimentarios, el acceso a los alimentos y los hábitos alimentarios de los hogares”, dice el informe y destaca que la tarjeta Alimentar tuvo impacto en la escala de privación más extrema.
“La interrupción de la asistencia escolar puso en evidencia la centralidad de la escuela como tecnología al servicio del proceso de enseñanza y aprendizaje, y espacio privilegiado de socialización secundaria”, es otra de las deducciones del relevamiento. Y por último, expuso las desventajas que padecieron de manera desproporcionada los estudiantes más vulnerables en términos de oportunidades educativas: “La educación a distancia y el traslado de la escuela a los hogares puso en evidencia profundas disparidades en las condiciones materiales (hacinamiento, contaminación sonora, déficit de conectividad, tecnologías ..) pero también limitaciones en el capital educativo y social de las familias para acompañar los procesos educativos”.
Tuñón, en relación a los efectos de la pandemia en las escuelas, señaló: “La gran mayoría se han conectado a través de redes sociales, y el 29.8% se han conectado por plataformas, como zoom, meet, etc., teniendo un vínculo más directo con sus maestros. El 72% de los niños de las clases sociales más aventajadas pudo tener un contacto con sus maestros a través de las plataformas, mientras que el valor para los menos aventajados fue mucho menor”.
Solange Rodríguez Espínola, coordinadora del programa Desarrollo Humano (ODSA-UCA), advirtió, a su vez, los trastornos psicológicos que derivan de la dramática situación social: “Se observa que el 24% de la población alcanza sintomatología ansiosa y depresiva. En aquellos hogares que sufrieron inseguridad alimentaria, los niveles de malestar psicológico aumentaron. A mayor precariedad educativa y económica, la sintomatología ansiosa y depresiva aumenta. Si bien 2020, el indicador alcanza el valor más alto y luego tiende a decrecer levemente en los estratos bajo marginal, aumenta en el resto de los estratos”.
Por último, Monseñor Tissera, presidente de Cáritas Argentina, practicó un cierre en el que convocó a la unidad, la solidaridad y la generosidad. “Es la oportunidad de sentirnos cercanos a aquel que no tiene para comer, a aquel que no tiene un techo o un lugar donde estar. La colecta tiene que ser la expresión de una madre que abraza, de un padre que acaricia, un gesto de comunión y de amor”, exclamó. Resaltó que la ayuda de Cáritas aumentó en más de dos millones de personas la asistencia durante la pandemia y solicitó: “Pedimos a todos, a los dirigentes políticos, empresarios, a los sindicatos, que nos podamos unir ante la necesidad. Se trata de un gesto de solidaridad y de comunión, para que realmente podamos aportar eso que no encontramos en la farmacia ni en el banco, la solidaridad y la fraternidad. Y eso nace de los corazones. La colecta es la oportunidad para poner el corazón a esta situación de miseria, de dolor y de pobreza que vive la Argentina”.
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