Nacida en Misiones, criada en Buenos Aires, al ser la menor de sus hermanos, Rocío García Cabrera se había acostumbrado a cuidar de sus sobrinos. Lo hacía a gusto, tenía facilidades y cierto encanto con los nenes pequeños. Jamás imaginó que esa tarea que hacía encantada podría servir de enseñanza y aprendizaje para darle forma a su futuro: un pasaporte seguro hacia su sueño de vida.
Hoy tiene 26 años. Cuando estaba por cumplir los 21, cuando ya había estudiado moldería y zapatería, le tentó la idea de irse a vivir en el exterior. Había escuchado buenas experiencias de otros conocidos, decidió que emprender un viaje de introspección podía empujarla a afinar su horizonte. Para eso necesitaba estudiar inglés y arte en un país de habla inglesa. En 2016 desarmó su vida en Buenos Aires y se lo comunicó a sus seres queridos. “Por suerte todos me apoyaron y me alentaron, tengo una familia viajera que celebra las experiencias como éstas. Así que en ese aspecto fue sencillo”, agradeció.
Ahora debía elegir su destino. Primero pensó en algún rincón de los Estados Unidos, pero la búsqueda no prosperó. La segunda opción, en una mirada retrospectiva, fue la correcta: voló hacia Londres, Inglaterra, donde reside hace cinco años. “No estuvo en mis planes jamas. Tengo el pasaporte español y como lo hice antes del Brexit, pude obtener la residencia. Fue pura casualidad”, le confiesa a Infobae sobre este cambio de vida.
Arribó al suroeste de Londres contratada como Au pair, una suerte de niñera: la experiencia gratificante con sus sobrinos le sirvió para reforzar su postulación. “Au pair” significa en francés “a la par” o “igual a” y proviene del siglo XIX cuando mujeres jóvenes llegaban de Inglaterra a Francia para enseñarles inglés a los hijos de una familia que la integraba como un miembro más. Hoy, a diferencia de los Estados Unidos, según la legislación inglesa no supone una actividad regulada. “Las familias de clase media alta usan por lo general tres sistemas de cuidado: tienen las Nanny (live out y live in), las Childminder y después las famosas Nurseries”, relata Rocío.
El sueldo de una niñera con poca experiencia no baja de las diez libras por hora, y hasta puede llegar a alcanzar las quince libras. Si bien el costo de vida es elevado, la mayoría de las familias les brindan alojamiento.
Con la primera familia, Rocío experimentó la modalidad Nanny In: debió convivir con ellos, disponía de una habitación y baño privado bajo un esquema de treinta horas semanales. “Me trataban como una más -explica-. Hicimos viajes increíbles, como uno a Las Vegas donde no solo nos hospedamos en hoteles de cinco estrellas sino que además conocí productores y actores de Hollywood”.
Estuvo casi un año trabajando para esa familia cuando le llegó una segunda oportunidad. En total ya fue niñera en cinco familias. Desde hace tiempo que vive sola en una casa que alquila con otros extranjeros. “Cada familia es distinta, algunos se integran más a sus rutinas como puede ser comer juntos o pasar el fin de semana. Otros quieren que seas más independiente. Todos te brindan el tiempo para estudiar. Así pude recibirme en diseño y animación para videojuegos en la prestigiosa universidad de Central Saint Martin y Pearsons, algo impensado en la Argentina”, confiesa. Las oportunidades laborales son tentadoras en toda Europa. “Es una industria que casi no tiene salida profesional en nuestro país. Mi sueño es llegar a Disney o a Pixar“, agrega.
Si bien ya está recibida y su formación es completa, no descarta seguir cuidando niños: lo describe como un buen trabajo que brinda estabilidad, aunque también conlleve una labor demandante. Contó, a su vez, que conoció a otras “au pairs” como ella: “Hay algunas argentinas pero en su mayoría son españolas o francesas”.
La llegada de la pandemia no la afectó fundamentalmente por el confinamiento, sino por la carga horaria laboral que implicó el cese de la circulación, el cierre de las escuelas y los trabajos virtuales de los padres. “Los chicos que cuidaban no iban al colegio y los padres estaban todo el día ocupados. Entonces pasé a hacer todo por ellos: educarlos, darles de comer, entretenerlos. Muchos padres delegan todo el cuidado a las niñeras, pero no son mis hijos, son los de ellos”.
Reconoce, a su vez, diferencias culturales en la crianza en comparación con Argentina: “No los dejan comer comida chatarra, están muy atrás de su alimentación y peso o les exigen que estén tiempo en el jardín”. Y admitió que a veces no puede desprenderse de la parte emocional: “Sigo en contacto con Germine, una nena de seis años que cuide casi dos años. La sigo viendo cuando puedo, por ejemplo mañana la llevaré a merendar”.
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