Gisela Alegre (40) está casada con Lucas Mora (39) y son padres de su único hijo, Agustín Mora (19). Los tres viven en Lomas de Zamora, donde Lucas trabaja como chofer de colectivo, Gisela es ama de casa y Agustín estudia segundo año de tecnicatura en producción musical.
En una entrevista con Infobae, Gisela contó que su marido fue quien primero exteriorizó síntomas de COVID-19, cuando empezó con un fuerte dolor de espalda y de piernas, pero pensó que era por una mala postura en su trabajo arriba del colectivo. Luego, perdió el gusto y el olfato, así que el 26 de mayo pasado se hisopó y el resultado de la PCR fue positivo.
A los dos días, Agustín empezó con una fiebre persistente de 39 grados, que se extendió durante 11 días consecutivos. Gisela solo había tenido unas líneas de temperatura y algunos síntomas leves, pero se recuperó enseguida. Ninguno de los tres padece de comorbilidades.
Después de 11 días con una fiebre que no cedía, el 5 de junio Agustín quedó internado en el Hospital Naval, donde fue diagnosticado con neumonía bilateral. Su madre, quien ya se recuperó del COVID, pidió autorización para acompañarlo y hoy se encuentra junto a él en la misma habitación.
“Mi hijo está con oxígeno permanente porque le cuesta respirar. Los médicos me dicen que hay que esperar y le hicieron cultivos, para ver si hay alguna bacteria que impida mejorar. Les rogué que me dejaran quedarme a cuidarlo: es mi único hijo. Estoy a su lado y no sé lo que hubiera pasado si no me hubieran autorizado. No iba a aguantar estar afuera sin poder verlo. Es la primera vez que se enferma de esa manera. Siempre le tuve mucho miedo al COVID, pero los tres nos cuidamos mucho”, le dijo Gisela a Infobae.
“Tengo mucho miedo. A mi marido y a mí nos tocó leve, pero no pensé que a mi hijo le iba a agarrar tan fuerte siendo tan joven. Me preguntaba por qué, si Agustín no sale ni a la vereda. Está todo el día en su cuarto con la guitarra y la computadora, que es con lo que estudia y trabaja. Es lamentable, pero nos tocó y acá estamos luchando”, expresó.
Gisela cuenta que su hijo es guitarrista y fanático de Foo Fighters. “Hoy estaba muy decaído, puso un tema de esa banda y terminó llorando, porque se acordaba que había estado en el recital. Terminamos llorando juntos, porque vi sus lágrimas y eso me mató. Hablamos mucho y le dije que va a salir adelante. En 2020, empezó a estudiar la carrera y comenzó la pandemia, así que no pudo cursar de manera presencial. Este año, solo pudo ir dos veces”, explicó.
“Tiene apenas 19 años, pero entiende la gravedad de lo que pasa. En 2020, se la bancó muy bien: no quería salir y estaba muy consciente de que había que cuidarse mucho. Le da pena porque le gustan los recitales y, por mucho tiempo, sabe que no va a poder ir a ninguno. Los tres nos cuidamos mucho porque le tenemos respeto al COVID”, agregó.
Gisela dice que no logra entender aquellas personas que no toman conciencia de los cuidados básicos para prevenir el contagio, como quienes no usan barbijo, algo cotidiano con lo que su marido lidia a diario arriba del colectivo.
“Está preocupado y se cuida mucho. Hace poco, internaron al hijo de un compañero que tiene 8 años y, también, fallecieron algunos conocidos. A veces, sube gente que no se quiere poner el barbijo y él se los pide de buena manera, pero se enojan. Mi marido viaja con mucha gente, que a lo mejor va al hospital porque está con síntomas de COVID. Son trabajadores esenciales: no tienen opción de quedarse en su casa, porque no pueden hacer teletrabajo. Deberían ser los primeros en recibir las vacunas. Ni hablar de los médicos y de todo el personal de salud, que están en la primera línea de fuego”, destacó.
“Parecía que habíamos arrancado bien y terminamos siendo los peores. Te genera mucha bronca que haya personas que se vacunaron por izquierda, se burlan de la gente. Creo que todo se manejó muy mal de entrada. En Estados Unidos te dan la vacuna en la playa, pero acá...”, dijo.
Con el dolor de madre a flor de piel que lleva hasta en el tomo de su voz, Gisela pide que la gente tome conciencia y que no crean que, en algún momento, no les puede tocar de cerca.
“Tenemos un matrimonio vecino que murió, pero la gente que los conocía sigue la vida como si nada. Van sin barbijo, no se cuidan... No puedo creer que lo tomen de esa manera. Hay mucha gente que no le da importancia... tal vez, porque no les tocó de cerca. Si cuando salga de acá veo a una persona sin barbijo, me gustaría contarle lo que le pasó a mi hijo, para que evitar que viva esta pesadilla. Hay que tomar conciencia porque esto es horrible: es lidiar con la incertidumbre de no saber qué va a pasar... y ver la cantidad de casos de gente joven que está internada”, indicó.
Cuando los médicos le dieron el diagnóstico y le dijeron que su hijo debía quedarse internado, Gisela no lo podía creer. Lo primero que hizo fue pedirle a su familia, a sus amigos y a todos sus conocidos que rezaran por Agustín.
“Lo mirás todo el tiempo por la televisión pero, cuando te toca, no sabes qué hacer. Tenés un montón de preguntas sin respuestas. Cuando me dijeron que se tenía que quedar internado, se me vino el mundo abajo. Me acordé de los chicos jóvenes que había visto en la televisión... Pensaba sólo en que Dios lo proteja y en que salga todo bien. Les pedí a todos que recen. Agradezco haber podido quedarme con él, porque es tremendo tener que pasarlo en soledad. El año pasado mi papá murió por una causa distinta al COVID: no me dejaron verlo y me quedé con un gran dolor”, aseguró.
A pesar de que aún les quedan varios días por delante en el hospital y que el futuro hoy es una gran incógnita, Gisela no se deja vencer por el cansancio y vive pendiente de Agustín. Por las noches, no puede dormir y controla su respiración.
“Casi no duermo por el ruido del oxígeno. Lo miro a cada rato para ver si respira bien. No duermo tranquila... Tengo una estampita de San Pantaleón y le rezo todo el tiempo. Le pido por la salud de mi hijo, le ruego que se mejore pronto y que no se complique”, aseguró.
“Esto no es un chiste. Le pido a la gente que, si aman a los suyos, se cuiden. Hay muchos que piensan que, porque van a la casa de su familia, no se van contagiar: no se dan cuenta de que te podés contagiar hasta cuando te cuidás. Eso nos pasó a nosotros... y acá estamos”, finalizó.
SEGUIR LEYENDO: