Pedro Cahn tiene un barbijo N95 negro y mira su computadora. Estamos en su despacho de la Fundación Huésped armando las luces para la entrevista, pero él quiere ganar tiempo avanzando con trabajo mientras preparamos todo. “Tengo hasta las cuatro y media, después entro a un zoom”, explica. En su escritorio hay papeles, carpetas, una botellita de alchol en gel, una impresora, cinta scotch, una tijera y dos computadoras. El respaldo de su silla es más alto que él, que está encorvado mirando la pantalla. La ventana está abierta y a veces se oye el ladrido de un perro. Nada distrae el doctor Cahn, que sigue mirando la computadora.
-Estamos -le decimos.
Se pone de pie, se coloca a sí mismo el micrófono, se sienta en la silla asiganda. “Si no se ofenden me voy a dejar el barbjio”, explica. Cualquier movimiento en falso puede provocar no solo una catarata de críticas, sino también la falta de rigor en el uso del barbijo. Es que desde que comenzó la pandemia del coronavirus, Pedro Cahn fue ubicado en el centro de la escena por formar parte del Comité de Asesores del presidente Alberto Fernández.
Pero mucho antes de eso, su nombre ya era conocido por ser el referente absoluto en el país en la lucha contra la pandemia del SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida), enfermedad provocada por el VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana, o también conocido como HIV por las mismas siglas en inglés).
El primer caso que atendió Cahn fue en 1982, pero un año antes habían aparecido, en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos, los primeros pacientes del mundo con VIH. El 5 de junio de 1981 -hace exactos 40 años- el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos anunció la aparición de casos raros de neumonía y Sarcoma de Kaposi en hombres gays. A partir de entonces, la pandemia comenzó a crecer.
“Mi primer contacto con un caso de VIH fue en el Hospital Fernández, donde hice mi residencia de clínica médica y donde seguí trabajando hasta que me retiré. Fue en el año 1982. Llegó un paciente, dentista, argentino que vivía en Miami, que se sintió muy enfermo allá y decidió volver al país para estar con su familia. Era un caso raro para nosotros porque era un chico joven que no tenía ningún antecedente que justificara ninguna deficiencia, pero tenía varias infecciones. Como dato de color el chico nos contó que era gay, que tenía sexo con otros chicos. Nos sorprendió que lo dijera porque nadie lo contaba tan abiertamente en aquel momento, vivíamos en otro mundo realmente. Hizo una neumonía severa y falleció. Y nos quedamos sin saber lo que había tenido”, recuerda ahora Cahn.
“Seis meses más tarde, otro chico. Bailarín del Teatro Colón que había estado en Brasil. Se presenta con un tipo de meningitis rara que no habíamos visto nunca porque solo se veía en pacientes inmunocomprometidos. Ahí fue cuando yo le dije a la gente que trabajaba conmigo que había algo raro, porque este chico también era gay y me parecía que algo estaba pasando con esa población. Y decidimos formar un grupo de estudio y así comenzó la historia para nosotros de lo que después terminó siendo la pandemia del VIH”, agrega.
El doctor Cahn no lo sabía, pero con esos pacientes nacería lo que luego se convertiría en su máxima especialidad. Según cuenta, él, pensaba hacer un estudio para presentar un paper académico y nada más, pero la realidad lo superó: en 1985 murió de SIDA el actor norteamericano Rock Hudson y la noticia trepó a todos los medios del mundo. No se sabía nada del tema, e incluso una actriz que había tenido escenas de besos con él se mostraba preocupada por haberse contagiado. El New York Times ya había publicado noticias del tipo “Raro Cáncer visto en 41 homosexuales”. De a poco, comenzaba a crecer la estigmatización de la enfermedad. Pero el caso de Hudson hizo explotar el tema.
“Cuando muere Rod Hudson los diarios norteamericanos lo publican, los diarios de aquílo replican, y yo llego al hospital una mañana y me encuentro con que hay un camión de Crónica TV esperando. Pensé que habría algun famoso accidentado, pero me llama el director del hospital y me dice: ‘Pedro, tenés que atender a los medios’. ¿Yo? ‘Sí, por la enfermedad esa que vos atendés. Vinieron a buscarte’. Y así fue que hice mis primeras notas explicando el tema. Y después de eso tuvimos una cola de personas que venían a consultar con mucha desesperación. A tal punto que recuerdo haber ido a la librería de la esquina a comprar un talonario de números para repartirlos y atender a todos de manera ordenada”, cuenta Cahn.
Se convirtió, en efecto, en la persona de consulta en el país, luego en la región, con el tiempo pasó a liderar investigaciones mundiales. Una de ellas por ejemplo demostró que se puede hacer un tratamiento efectivo con dos medicamentos en vez de tres, lo cual reduce la cantidad de pastillas que debe tomar cada paciente. Pero nada de eso hubiera sido posible si no fuera por la creación, en 1989, de la Fundación Huésped, que buscaba dar más recursos para investigación, tratamiento y contención a los pacientes que se acercaban al Hospital Fernández.
Por esa época al doctor Cahn y sus compañeros del Fernández los llamaban “la patota rosa”. Era porque a la enfermedad se la llamaba “la peste rosa”, pero era también por la discriminación que acompañaba todo lo referido al VIH. “La explicación formal al nombre ‘la peste rosa’ era que una de las manifestaciones de la enfermedad es un tumor que se llama Sarcoma de Kaposi, que aparece en la piel y da manchitas rosas. Pero en realidad le decían la peste rosa por el tema de la población de chicos homesexuales. Y nosotros cuando entrábamos al bar del hospital a tomar un café, varios colegas decían: ‘uy, ahí llegó la patota rosa, cuidado, junten los cubiertos…’. Todo era en un tono -entre triple comillas- ‘amable’, pero en cierta forma ya nos hacían sentir la discriminación a nosotros también”, recuerda.
-Además de estigmatizante, había muchos misterios y teorías alrededor del origen del virus. Hoy se está hablando mucho también del origen del coronavirus, si fue un virus de laboratorio o qué pasó en Wuhan… ¿Sabemos a ciencia cierta cuál fue el origen del VIH?
-Hay muchas teorías conspirativas en relación al origen de los virus. Esá pasando con el COVID-19 y no hay ningún fundamento científico que lo apoye. A alguna gente le encantan las teorías conspiranoicas. Lo mismo pasó con el HIV, sí. En aquella época se escuchaba: “esto es un invento de la CIA para terminar con las poblaciones minoritarias”, o “esto es un invento de la KGB para terminar con la juventud norteamericana”... Bueno, ninguna de estas cosas es cierta. En el caso de HIV está perfectamente comprobado que es un virus que saltó de especie desde cierto tipo de monos en África. Los primeros casos se remontan probablemente a la década del cuarenta, 1940. Pero claro, afectaba a personas en zonas del mundo donde se moría la gente joven con fiebre, con diarrea, con neumonía, con meningitis, con tuberculosis, ¿y qué era lo sorprendente si eso ya venía pasando en esa región tan poco atendida del mundo? No llamaba la atención. Ahora, ¿cuándo sí llamó la atención? Cuando llegó al hombre blanco de occidente. No te olvides que los primeros casos se diagnosticaron en la costa oeste de los Estados Unidos, en la ciudad de Los Ángeles. Cuando afecta a hombres de clase media, de raza blanca, ahí se le empezó a prestar atención.
-De ese primer paciente dentista hasta hoy, ¿cambió mucho lo que usted puede decirle a una persona con HIV?
-Absolutamente. La enfermedad por HIV era una enfermedad uniformemente mortal. En un plazo de 8 a 10 años el 50% de los pacientes estaba muerto, y muchos se habían muerto antes. Hoy por hoy es una enfermedad con la cual se puede convivir. Hay que diagnosticar a tiempo. Por eso es tan importante que cualquier persona que haya tenido sexo sin preservativo o que haya estado expuesta, que se testee. Si das negativo, es mejor que lo sepas para mantener esa situación. Pero si das positivo tiene dos beneficios saberlo: primero que si te tratamos a tiempo vas a tener una vida prácticamente normal solamente teniendo que tomar una o dos pastillas por día, y segundo que al mismo tiempo vas a ser un elemento de protección para tus parejas sexuales, porque una persona que tiene su carga viral indetectable (es decir, que con el tratamiento se logró suprimir la multiplicación del virus -que no lo curamos, porque si se suspende la medicación vuelve a subir el virus-), esa persona en tanto mantenga el tratamiento no transmite la enfermedad a terceros.
-Ya no es la enfemedad terrible que era antes, digamos.
-Lo mejor que te puede pasar es no tener HIV, por supuesto, pero si tenés, hay que saber que ya dejó de ser una enfermedad mortal para pasar a ser una enfermedad crónica como es la diabetes, la hipertensión o tantas otras enfermedades.
-Una de las investigaciones que hicieron con la Fundación Huésped, liderada por usted, demostró que un tratamiento con dos pastillas diarias podía ser igual de eficaz que uno con tres. ¿Eso se está aplicando?
-Hay una historia con el tratamiento antiviral. Primero empezamos uasando una sola droga, AZT, que tenía un efecto transitorio pero luego el virus se hacía resistente. Después pasamos a dos drogas y la situación era un poco mejor pero finalmente el virus se hacía resistente. Y fue en el año 1996, uno de los hitos en la historia de la lucha contra esta enfermedad, en el cual la terapia triple pasó a dominar el terreno y a partir de ahí fue el estándar de cuidado durante mucho tiempo. Lo que pasa es que con la evolución tenemos drogas mucho más potentes y nosotros sabemos que es un tratamiento crónico. Si vos tenés 20 años y te hago un diagnóstico ahora, y tu expectativa de vida es hasta los 80, te estoy diciendo que por los próximos 60 años vas a tener que tomar medicación. La preocupación nuestra era cómo mejorar la calidad de vida de nuestros pacientes, y con las drogas nuevas empezamos a ensayar una estrategia de la cual somos autores para intentar que dos drogas tengan la potencia para hacer el trabajo de tres, con lo cual te estoy ahorrando una exposición a un tercer químico durante mucho tiempo. Y lo que empezó siendo una quijotada de parte nuestra, terminó ahora en las guías internacionales. No solo en las de Argentina sino también en las guías de Estados Unidos, Europa, etcétera. Se acepta como una opción de tratamiento. No es la única, hay mucha gente que se sigue tratando con tres drogas, pero hoy por hoy tanto al inicio del tratamiento como en una simplificación para quien empezó con tres, es un tratamiento efectivo, y la verdad es que estamos muy orgullosos por eso.
-Este famoso “cóctel” que forman los medicamentos que toman los pacientes con HIV, ¿es bien recibido por los pacientes? ¿Cómo es el vínculo con la medicación en general?
-Hay un punto muy importante a resaltar: el éxito del tratamiento no lo determina el médico sino el paciente. El médico es un elemento técnico que prescribe, que tiene que contener, explicar, acompañar y empatizar, pero finalmente yo escribo la receta y el que tiene que tomar la pastilla es el otro. Si el paciente es capaz de establecer una alianza con la medicación, le va ir muy bien, porque efectivamente la supresión viral se alcanza. Te lo pongo en números para que la gente entienda: hay pacientes que vienen con seis billones de copias por mililitro de plasma. Seis billones de virus en un mililitro. Y que al cabo de tres meses están con menos de 40 copias. Hay personas que vienen con sus defensas por el piso, muy bajas, por debajo de 100, y al cabo de un tiempo un poquito más largo (6 meses o un año), tienen niveles de defensas por arriba de 300, de 400, de 500. Eso lo podemos conseguir con los tratamientos, siempre y cuando el paciente entienda que al estar tomando esa medicación se está haciendo un bien. Es lo mismo que pasa con otras enfermedades: está el diabético que no se toma su pastilla, está el hipertenso que sigue comiendo con sal, pasa con todas las enfermedades pero con esta en particular, como tiene un componente muy fuerte de estigma social y discriminación, hay que ayudar mucho al paciente a mejorar su valoración, subirle el autoestima, recordarle que su vida vale y tiene que protegerla.
-¿Qué le explica siempre a un paciente que llega a su consultorio con HIV?
-Que puede hacer todo menos dos cosas: tener sexo sin preservativo (por ahora, cuando tenga más de seis meses con carga viral indetectable hasta puede tener sexo sin preservativo, sabiendo que eso no evita embarazos indeseados, ni sífilis, ni herpes, ni hepatitis, ni gonorrea, etcétera, etcétera, pero por lo menos no va a transmitir el HIV), y la otra cosa que no puede hacer es ser donante de sangre. Fuera de eso, podés hacer lo que quieras siempre y cuando tomes tus pastillas. Es muy importante reforzar esa idea. Al mismo tiempo que les digo que la mejor situación frente al HIV es ser HIV negativo. El mejor de los yesos no reemplaza tener la pierna sana.
-Algo muy esperado por los pacientes con HIV es la cura. Hubo en el mundo, por circunstancias excepcionales, tres personas que se curaron. ¿Es posible que llegue una cura?
-La cura es un objetivo que se está buscando desde hace mucho tiempo. Para eso hay que aclarar que hay dos tipos de estrategias. Una es lo que se llama cura estirilizante, que elimina el virus del organismo para siempre, que es más difícil de alcanzar. Luego está lo que se llama cura funcional. ¿Qué quiere decir esto? Que yo te pueda mantener durante mucho tiempo, tal vez por el resto de tu vida, sin necesidad de tomar medicación. ¿Cómo se consigue eso? Con una estrategia muy parecida a la que usan los oncólogos, que para el cáncer hacen una terapia de inducción y una terapia de mantenimiento. Bueno, podría ser que durante una X cantidad de años de tratamiento continuo (no sabemos qué cantidad de años) se suspende la medicación y se utilizan otras estrategias para estimular el sistema inmunológico, porque finalmente de lo que se trata es de que el sisteman inmunológico le gane al virus. Entonces, hay estrategias en marcha en este sentido que se están ensayando. Todavía no tenemos resultados pero la búsqueda de una cura, por lo menos de una cura funcional, está en marcha.
-Otra de las teorías “populares” es que si el mundo hubiera puesto la atención que está poniendo en tratar el coronavirus en tratar el HIV, ya tendríamos una vacuna hace rato. ¿Esto es muy descabellado?
-Yo creo que es errado el concepto que dice que no se le ha prestado atención al HIV. Tal vez no se le haya prestado la atención suficiente, sobre todo en recursos económicos para proveer tratamiento a las personas que lo necesitan y no pueden pagar. Nosotros tenemos un tercio de la población mundial que vive con HIV que no está alcanzada por los tratamientos, y se sigue infectando y se sigue muriendo de una enfermedad que es tratable. Ahora, en investigación se ha avanzado muchísimo y de hecho estamos avanzando. Nosotros en Fundación Huésped somos parte de una red internacional que está estudiando una vacuna preventiva, en un estudio que se llama Mosaico, que todavía tenemos posibilidad de incorporar pacientes hasta septiembre. Entonces se está trabajando en vacunas preventivas y en tratamientos que mejoran la calidad de vida de los pacientes. Lo que sucede es que hay una diferencia entre una enfermedad transmisible y una enfermedad contagiosa. Eso es importante que la gente lo sepa. El HIV es una enfermedad transmisible que yo puedo evitar contraer: si yo tengo sexo con preservativo, o no consumo sustancias psicoactivas, o si consumo lo hago con mi propia jeringa y no la comparto con otros, yo no voy a contraer HIV, no te lo pescas en el subte. Una enfermedad contagiosa por el contrario tiene la característica de que si bien podemos seguir haciendo cosas -ahora por ejemplo estamos haciendo esta entrevista los dos con barbijo-, pero aún así hay una situación que no podemos evitar. Si hay virus flotando en el aire y por un momento nos sacamos el barbijo para tomar un trago de café, puede ser que nos contagiemos. Esa es la diferencia fundamental. Vos fijate que desde que empezó la pandemia del HIV habrá habido unos 80 millones de casos en el mundo, en cuarenta años. Y en cambio al momento en que estamos hablando ya hubo más de 180 millones de personas positivas de COVID notificadas a la OMS, por lo cual seguro hay muchos más. Y estamos hablando desde diciembre del 2019 cuando los chinos comunican el primer caso a hoy. Evidentemente el nivel de alarma ha hecho que para COVID se hayan movilizado recursos como nunca antes en la historia.
-Explicó las diferencias entre el HIV y el COVID. ¿Hay alguna similitud?
-Hay varias. Primero se trata de dos pandemias. Segundo, se trata de enfermedades virales. Son virus que pueden mutar. Ambas enfermedades están cargadas de estigma y discriminación: te quiero recordar que en la Argentina hemos tenido consorcios que colocaban en los ascensores carteles pidiendo al personal de salud que usara la escalera… Son además enferdedades fuertemente influenciadas por cuestiones políticas. Y por último, son enfermedades que ponen a prueba la solidaridad internaciónal, porque mientras hay países que premian a su población para vacunarla, hay países que no han alcanzado a vacunar ni al 1% de su población en África. Y con el HIV pasa lo mismo. Si nosotros no tenemos un mundo más solidario en el que nos preocupemos porque todo el mundo tenga acceso a los avances de la ciencia, esto nunca se va a terminar, porque vivimos en un mundo completamente interconectado.
-Pienso cómo su lucha contra el HIV en la Argentina lo han convertido en una persona indiscutidamente admirada, sin embargo su papel en la lucha contra el COVID ha sido más controversial. Por decirlo de otro modo, la mitad del país lo ama, la otra mitad lo odia. ¿Se arrepiente de haberse metido en esta lucha?
-Partir de la base de que la mitad del país me ama y la mitad me odia no creo que sea cierto. Ni una cosa ni la otra. ¿Si me arrepiento de haberme metido en esto? Es el mismo razonamiento que con el HIV: el COVID-19 es una enfermedad infecciosa, me llamaron para pedirme una opinión y yo fui a dar una opinión. No a resolver nada, porque está muy sobreestimado el rol de los asesores del Comité Asesor Presidencial. Nosotros nos limitamos a decir “están creciendo los casos, hay que reducir la circulación del virus”. ¿Qué hacer? ¿Cerrar gastronomía, gimnasios, canchas de tenis, la escuela? Eso es un tema que tienen que decidir los poderes políticos. Pero puedo decirte que en realidad, a pesar de que yo sé que recibo insultos por las redes y todo lo demás (de las cuales no me entero por suerte porque no tengo redes sociales), la verdad que si yo me quejara de eso sería muy ruín de mi parte. ¿Sabés por qué? Porque yo tengo colegas que están arriesgando la vida todos los días trabajando en las salas de terapia intensiva. Hay gente que ha muerto en el cumplimiento de su deber, como se suele decir de un policía. Esto es exactamente lo mismo. Entonces, ¿yo quejarme porque una persona me insulte, porque hablen de infectadura? La verdad que sería muy indigno de mi parte, me daría hasta vergüenza decirlo públicamente. Estas cosas no me afectan, yo estoy muy tranquilo con lo que hago, no me arrepiento de haberlo hecho, y mientras mi opinión pueda servir, la seguiré brindando.
-¿Cómo ve la situación del COVID hoy en la Argentina hoy?
-La situación es extremadamente grave y preocupante. Porque tenemos un número de casos muy altos, porque tenemos más de siete mil enfermos internados en terapias intensivas de acuerdo a las estadísticas que recibimos. Porque si bien el cierre de nueve días impidió que llegáramos a seguir creciendo y estar hablando hoy de 50 o 60 mil casos diarios, no hemos logrado todavía bajar el número y debemos hacer un esfuerzo adicional. ¿Cuál es la diferencia entre el 2020 y el 2021? Para mí esta no es la segunda ola sino que se trata de otra pandemia. Porque la sociedad es distinta, aprendió más y está más cansada. Estamos todos hartos de esta situación. Todos hemos tenido que postergar proyectos, afectos, reuniones, congresos, viajes, iniciativas. Eso realmente afecta. Hay gente que ha perdido su trabajo, hay gente que no tiene para comer fruto de esta situación. Eso requiere un esfuerzo extraordinario y solidario de parte de todos nosotros. Y además el virus no es el mismo porque tenemos las variantes de preocupación. Quiero decir: tenemos un ser humano distinto, tenemos un virus distinto, pero también ahora tenemos las vacunas.
Interesados en el estudio de la vacuna preventiva de HIV
Para aquellos que quieran inscribirse en el estudio, el doctor Cahn detalla la búsqueda: “El ingreso para participar en el estudio Mosaico está limitado a hombres que tienen sexo con otros hombres, que tengan una alta tasa de recambio de parejas o hayan tenido una infección de transmisión sexual en los últimos seis meses, o bien que pertenezcan a la población trans. ¿Por qué todo esto? Porque se busca población que tenga un alto nivel de exposición al HIV y se los randomiza a recibir vacuna o placebo”. Consultas en Fundación Huésped (0 800 222 4837).
SEGUIR LEYENDO: