“Mis padres visitaron el Museo del Pueblo allá por 1978. Ahora, después de 10 años de renovación. reabre. Será uno de los más grandes de su tipo en la historia, explorando todas las facetas del judaísmo…” anuncia Michael Douglas en un video la reapertura del Museo del Pueblo Judío en la Universidad de Tel Aviv, Israel.
En este magnético edificio, que fue remodelado durante más de una década con 100 mil de dólares de inversión, justo detrás del actor, en una pantalla vertical aparece Simja Dujov (38) con sus particulares bigotes al estilo Dalí: el único representante argentino del museo.
Simja, que en realidad se llama Gabriel, es descendiente de rusos y ucranianos y multiinstrumentista. Hacía música klezmer y se presentaba en casamientos judíos. También tocaba el clarinete en un shil (templo), aunque nunca siguió la religión. En la casa de sus abuelos -en Córdoba Capital- se escuchaba todo tipo de estilos musicales. Él es fanático de Leonard Cohen, Goran Bregović, y también de las bandas de rock de la época: Guns ‘n Roses y The Strokes.
El amor por la música siempre estuvo claro, pero más que el arte en sí, lo que hoy lo mueve es lo que logra a través de las canciones.
En 2008 dejó Córdoba y emigró a Buenos Aires para estudiar. “Hice dos años de sociología y dos años de artes plásticas. Después empecé composición musical y ahí sí me metí a full. Lo más interesante fue el ambiente universitario. Conocí un montón de gente con realidades, historias y edades diferentes, te cambia la mirada”, reconoce.
El gran salto llegó cuando finalmente en 2010 pasó por Nueva York, “una ciudad tan cosmopolita, con tantas influencias, que me hizo conectar aún más con mi identidad de origen. Sin querer queriendo volví a mis raíces: el cuarteto, la cumbia y el tango. Todas sonoridades propias”, dice.
Entonces retomó la argentinidad. Logró hacer una fusión que conquistó a varias naciones. Simja unió costumbres judías, cordobesas, balcánicas y gitanas en su música. Difícil definir lo que hace en pocas palabras, porque logró una evolución particular de sonidos, instrumentos y ritmos.
Sin etiquetas ni categorías, lo que hace sin dudas es hacer bailar a otros. Porque Simja significa alegría en hebreo.
En un mix de su adolescencia cordobesa, los sonidos de sus antepasados y los nuevos estímulos, Simja encontró su camino. Salió de gira por el mundo: conquistó Canadá, Francia, Bélgica, Alemania, Estados Unidos, y China. “Lo llamativo es que en cada lugar me catalogan de diferentes maneras, en uno era cumbiero, en otro cuartetero, en otro gitano”, señala.
Este talentoso artista argentino consiguió lo que pocos logran, llegar al corazón al público oriental. De hecho, grabó un disco de ocho temas junto a un músico de Mongolia, otro de Kazajistán y otros de China. Dos canciones de él, una tradicional de Kazajistán, un hit de Rodrigo Yerba Mala (cantado en chino) y cuatro composiciones improvisadas en el estudio.
Será que por todo eso, en 2021 lo convocaron a formar parte del prestigioso Museo del Pueblo Judío o Beit Hatfutsot. “Me llegó un e-mail muy formal invitándome a ser parte. Mucho antes de la pandemia tuve que viajar para generar el material que se expone”, cuenta feliz.
Desde su reapertura, al cordobés se lo puede ver en el tercer piso -un sector llamado The Mosaic- de los más de 6000 metros cuadrados que reúne el imponente edificio que relata 4.000 años de historia, diversidad y tradición bajo un mismo techo. Comparte lugar con Bob Dylan, Leonard Cohen, los Hermanos Marx y la serie Friends. Todas manifestaciones artísticas que han impactado en la vida cultural actual.
“Ser parte de este museo me hace sentir que el trabajo invisible y solitario de tantos años toma forma. Siento que mi labor no solo se enfoca en la música como resultado final, sino en su influencia, es como un círculo que se cierra”, le explica a Infobae.
No todo es música
Simja, además de su talento para interpretar canciones, tiene un gran compromiso social. “Lo que más amo de mi trabajo es la posibilidad de viajar, siempre que estoy de gira me tomo unos días para conocer cada lugar”, explica.
En Canadá trabajó con jóvenes entre 19 y 26 años que no tienen hogar o se encuentran en situaciones marginales, impulsándonos a desarrollar proyectos sustentables relacionados con las artes.
Algo similar sucedió en Sudáfrica, donde pudo hacer un genuino intercambio con los jóvenes de escuelas de Johannesburgo. Para él, el arte es una forma de aprender del otro.
Por todo esto, a Simja lo invitan a dictar charlas inspiracionales basadas en la música y en nuevas formas de identidad por distintas partes del mundo. Un argentino sin fronteras, uniendo naciones.
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