Deborah Slythe sabe de desafíos. Esta argentina de 51 años vive por y para el deporte. Corre, nada, pedalea como un estilo de vida, y también frente a los problemas. En 2013 la triatlonista superó un cáncer de mama y, años antes, luego de un grave accidente automovilístico que comprometió sus vértebras (dos de ellas literalmente estallaron en el impacto), le colocaron una placa de titanio en su espalda. Pero nunca dejó de correr.
Por eso cuando uno de sus alumnos le planteó la idea de participar de la competencia “Ironman” en Brasil, que implica 3,86 kilómetros de natación, 180 de bicicleta y 42,2 de carrera, no lo dudo. A principios de 2020 el COVID-19 parecía un problema asiático. Sin embargo, la prueba se canceló una y otra vez y solo unos días atrás, a horas de que se decretara un nuevo confinamiento estricto en gran parte del país, encontraron la manera de concretar su objetivo.
Slythe y Hernán Centorbi (50) completaron su propio triatlón a lo largo de distintos distritos del oeste del conurbano bonaerense. Cansados de las postergaciones se las ingeniaron para hacerlo posible y le sumaron un vínculo solidario que cruzó el océano: promocionaron la causa de un deportista español, Miguel Ángel Roldán Marín, quien padece esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y busca recaudar fondos para potenciar los tratamientos contra la enfermedad.
¿Cómo lo lograron? “Todo empezó porque siempre que algún alumno debuta en esto yo le hago ‘la pata’. Íbamos a participar en la prueba de Florianopolis en mayo del 2020. Con la suspensión perdimos inscripciones, aéreos, y encima el entrenamiento -dura de cuatro a seis meses-. Teníamos bronca pero entendíamos que era una pandemia, algo mundial”, inicia su relato Deborah con Infobae.
Tras algunas reaperturas la dupla del equipo de carreras de aventura y triatlón Aven3, creado por Slythe hace 18 años, volvió a ilusionarse con formar parte del evento (en Argentina se realizó por primera vez en Mar del Plata, en 2017). En esa instancia ya habían recibido un contacto desde España acercándoles la historia de Miguel con el fin de que pudieran sumarse a su campaña mientras participaran de la competencia, por lo cual la motivación era doble.
“Todos contentos nos anotamos nuevamente y ya habíamos sumado la vocación solidaria”, explica la oriunda de Haedo, partido de Morón. Por eso la segunda cancelación ya en el 2021 fue decepcionante y generó una intención indeclinable del grupo: “Hay que hacerlo como sea”.
De esta manera, junto al debutante Hernán y dos integrantes más que compartieron la mitad del trayecto, idearon su propio circuito. Tenían pensado ir a Chascomús. Pero el aumento de casos de coronavirus y la decisión del Gobierno de formalizar un aislamiento riguroso aceleraron los planes. “Queríamos cortar la racha e hicimos nuestro propio Ironman, en solitario”, afirma Slythe. “No queríamos perder todo el entrenamiento hecho otra vez. Nos animamos y salimos el jueves, cuando ya se veía venir lo de la cuarentena”, describe.
Un día antes del anuncio presidencial, y con la finalidad de concluir antes de que comiencen a regir las restricciones, el equipo madrugó y comenzó la primera instancia, la acuática, a las 6 de la mañana, dispuesto a saldar su cuenta pendiente.
Los 3,86 km por agua fueron realizados en un natatorio de Haedo; el pedaleo, unos 180 km, a lo largo de General Rodirguez y Moreno. Los protagonistas detallan que en el tramo a bicicleta hubo “mucho tráfico” y pincharon ruedas en tres oportunidades, lo que ocasionó que uno de los acompañantes tuviera que ser rastreado por un vehículo de apoyo para posteriormente volver al conectarse con el grupo. El recorrido que generalmente demanda seis horas, para los aventureros fue de ocho.
“Al no ser una carrera oficial no teníamos asistencia, por lo cual tuvimos que autoabastecernos en distintas estaciones de servicio”, revive Deborah.
Luego volvieron a Haedo para correr su propia maratón: corrieron los 42K hasta Parque Leloir, en el partido de Ituzaingó. Allí se cruzaron con sus compañeros de entrenamiento que los alentaron y les brindaron suministros. Tras unas 15 horas, la hazaña por el oeste estaba cumplida.
Los protagonistas aseguran con una emoción palpable en la voz que ”fueron días de mucha incertidumbre, es difícil entrenar una carrera así y después no sabíamos cómo íbamos a poder hacer el Ironman, pero lo logramos. Era por nosotros, pero también para dar a conocer la historia de Miguel”.
El triatleta que le “sacó la lengua” a la ELA
El desafío se acercaba y Deborah aún no encontraba el lema solidario de su nuevo reto. Sin embargo, llegó un llamado desde Lanzarote, una de las islas Canarias españolas. Ahí escuchó por primera vez sobre Miguel Ángel Roldán Marín.
Se trata de un ex triatleta de ese país que hace tres años fue diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), la enfermedad degenerativa que afecta las celulas nerviosos en el cerebro y la médula espinal y provoca progresivamente parálisis muscular. Como Slythe y tantos valientes, nunca bajó los brazos. Así ideó “Sacale la lengua al ELA”, un concepto convertido en campaña a través del cual concientiza y recauda fondos para investigaciones que buscan una cura.
Amante del deporte, el español de 41 años participó de pruebas en toda España y trabajaba como profesor de Educación Física cuando su mundo cambió para siempre. Con su mensaje el hoy preparador de atletas invita a que los amantes del deporte desafien la enfermedad, “se burlen” de ella ejercitándose, manteniéndose activos y contagiando esa mentalidad a los demás.
A Deborah la contactaron deportistas aficionados que apoyan la causa y se preparaban para el “Ironman” de Lanzarote, uno de los más exigentes a nivel internacional por las características de la isla. La intención era que los argentinos también puedan sumarse a la iniciativa con una remera cuya compra representaba una ayuda económica para apoyar la lucha de Miguel.
La pandemia también dificultó el envío de la prenda así que los bonaerenses hicieron las propias. Con ese símbolo cumplieron su meta y contribuyeron al movimiento solidario.
“Fue increíble la experiencia, un antes y después porque significa que podemos seguir concretando nuestros objetivos a pesar de este momento tan duro”, reflexiona Deborah.
Y concluye, antes de irse a entrenar: “Tal vez nos faltó la alfombra y las luces al llegar, pero no hay forma de no disfrutar y emocionarte cuando lo lográs. Lo hicimos por nosotros y también por Miguel”.
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