No usa la barba y el cabello que combinaban con su ropa siempre oscura, como si vistiera siempre de luto. Si bien una vez explicó que usaba ropa negra porque era la que estaba prohibida usar en la cárcel porque era el color que usaban los guardias.
Ahora Schoklender está más flaco, rapado y afeitado. Hasta cambió la forma de sus lentes, antes sombreados y ahora cristalinos.
Hoy, domingo 30, cumple 63 años y lo celebrará con un asado junto a su hijo. Recibió en el lugar donde vive ahora, que no es suyo (su propiedad está embargada por la Justicia) y pidió que no se revelara dónde está ubicada la casa.
La paradoja de los aniversarios le volverá a recordar que el 30 de mayo no sólo es la fecha de su cumpleaños, sino también el día que -según los jueces que lo condenaron- mató a sus padres Mauricio y Cristina en complicidad con su hermano Pablo.
A Sergio se lo ve tranquilo. Firme en la idea de no hablar del parricidio de sus padres. Dice que cada tanto los sueña, que recuerda cosas buenas de ellos, pero prefiere no profundizar en eso.
-El otro día fui al supermercado y me hicieron el descuento para jubilados. Me causó impresión porque todavía sigo pensando que es lo que voy a hacer cuando sea grande. Siento como que tengo toda la vida por delante, tengo proyectos, ganas de hacer cosas, estoy lleno de ideas.
Eso le dice Schoklender a Infobae.
En los últimos años apareció con menos frecuencia en los medios después de la causa en la que está imputado junto a su hermano por los supuestos delitos de fraude al Estado, lavado de dinero y asociación ilícita. Tiene que ver con “Sueños compartidos”, el plan de viviendas que proponía construir con Hebe de Bonafini desde Madres de Plaza de Mayo.
Ese conflicto lo habría enemistado de su hermano Pablo, que a diferencia de Sergio mantiene un perfil bajo que roza el enigma. Su imagen sólo fue captada cuando fue a declarar por la causa judicial.
Pero Infobae pudo averiguar que trabaja, que lleva una vida normal y no se habla con Sergio desde hace al menos dos años.
“El quiere paz. Vivió un infierno en prisión. Ahora que se habla del caso se pone muy mal. Volvió a soñar que estaba preso y eso lo pone muy mal. Quiere dejar atrás ese pasado, pasaron 40 años y pagó con la Justicia”, dijo un allegado a Infobae.
En marzo de 1985, a Sergio lo condenaron a prisión perpetua. Su hermano fue absuelto (Sergio se hizo cargo de los crímenes), pero en 1986 la Cámara del Crimen también le dictó la perpetua a Pablo, pero había huido a Bolivia con otra identidad. Interpol lo encontró en 1994.
“A nadie le interesa saber la verdad, con Sergio sufrimos lo peor que puede sufrir un ser humano. Por momentos les faltó proponer llevarnos a la Plaza de Mayo y sacarlos los ojos y la piel a jirones. A despedazarnos. A la opinión pública le tengo miedo”.
Ese testimonio aparece en el libro Yo, Pablo Schoklender, basado en las cartas que Pablo le envió al gran periodista Emilio Petcoff, que define al caso como “un hecho que retrotrae a la más pura tragedia griega”. Ese libro fue una de las inspiraciones de la película Pasajeros de una pesadilla, estrenada en 1984 y protagonizada por Federico Luppi y Alicia Bruzzo.
En prisión, Pablo la pasó peor que Sergio, aunque Sergio denunció palizas y torturas por las denuncias que hizo por las condiciones de detención de otros detenidos. Esa faceta fascinó a Hebe de Bonafini. Sergio fue uno de los fundadores del Centro Universitario de Devoto, que fue tomado como modelo en otros penales del mundo.
Allí se recibió de abogado, sociólogo y psicólogo.
-¿Cómo es la versión 2021 de Sergio Schoklender?
-Ahora con la pandemia, aproveché para dedicarme a la construcción fundamentalmente. Me apasiona estar en obras, formar a los chicos jóvenes, enseñarles los oficios. A lo largo de los años fui aprendiendo todos los oficios que existen en la construcción. Y me dedico a fabricar máquinas, a desarrollar nuevas tecnologías. Me gusta mucho hacer trabajos de herreria, torneria. Fabricar y diseñar nuevas máquinas. Vivo trabajando, no paro un minuto.
-¿Sigue siendo un apasionado de la informática?
-Si. Después de tantos años volví también a la computación. Hacía como treinta años que no me sentaba en una computadora a programar y dije “voy a aprovechar para volver” y resulta que soy un analfabeto , porque todo este mundo de Internet no existía. Estoy estudiando mucha computación, mucha programación, lenguajes nuevos, muchas líneas de inteligencia artificial. Y trabajo, siempre estoy haciendo algo. Trabajando de plomero, de albañil, de electricista. Aprovechando para arreglar ahora un par de departamentos, haciendo remodelaciones. Pero bueno siempre con los altibajos de toda esta pandemia delirante.
-¿Tuvo COVID?
-Si, tuve. Me pegó bastante liviano por suerte. Y ayer me vacunaron con la rusa y me pegó fuere. Anoche volaba de fiebre. Pero ya me estoy recuperando.
-¿Por qué decidió reinventarse y dejar atrás las tres carreras en las que recibió estando en prisión?
-De Sociología nunca me quisieron dar el título porque no me querían reconocer las equivalencias. El Derecho lo odio porque conozco lo que es el ambiente judicial y es una podredumbre. Y Psicología nunca ejercí.
-¿Cómo pasa sus días?
-Ahora donde más disfruto es programando en la computadora, estudiando, investigando. Hay una cosa que es interesante, estoy colaborando con unos programadores que quieren desarrollar todo un sistema open source de código abierto, learning, de aprendizaje asistido por computadora. Fue mi primera beca de la Universidad. Yo fui becario estudiante y becario graduado de la UBA.
Su hermano Pablo definió su experiencia carcelaria como una monstruosidad. Para Sergio fue todo lo contrario. Lo vivió como una liberación. Llegó a decir que estando detenido se sintió libre.
-Le debo muchísimo a la cárcel. Le debo lo que soy. A eso y a una gran cantidad de gente que me acompañó durante todos esos años. Porque no es que yo salí y sobreviví y estudié y crecí solo porque soy un tipo especial o porque tengo una fuerza particular. En realidad la diferencia que tuve en relación a otros, fue la cantidad de gente que me apoyó durante esos años. Y bueno, la vida es eso. Solo no salis de ningún lado. Para salir de un pozo siempre necesitas a alguien que te tire una mano desde arriba. El gran problema de la gente que está presa, el gran problema de la marginalidad, es la soledad. Yo siempre digo “no es un problema el hambre, las necesidades, el frío. El problema es la soledad”. Yo afortunadamente siempre tuve gente a mi lado, gente que creyó en mí, que siguió creyendo, que siguió apostando, que me sostuvo.
-¿Se reconciliaría con Hebe?
-No, pero le agradezco lo que hizo por mí. Además nunca conocí a una persona que no tuviera filtro, que dijera siempre la verdad. Era una esponja. Era capaz de interrumpir a Fidel o cuestionar a cualquier lider mundial.
-¿Siente nostalgia de su etapa en Madres de Plaza de Mayo? Conoció muchos países en conflicto.
-Tuve la posibilidad de conocer a todos los grandes líderes de esa época, de finales del siglo XX. Conocerlos en la intimidad, como personas, con sus aciertos, sus errores, sus grandezas y sus miserias. Te das cuenta que en definitiva son producto de un momento histórico, de un momento social del mundo. Además he llevado una vida tan loca, es decir, de estar 14 años en la cárcel, después a estar bajo la bombas en los puentes de Belgrado, o en los campamentos de refugiados palestinos, o en la selva de con el subcomandante Marcos o con Fidel, fumándomelo en sus últimos años.
-No extraña esa vida...
-No. Fue una de las tantas vidas que viví. Ahora lo que más me gusta es la obra, estar en obra, y fundamentalmente enseñar. Creo que la construcción es la única salida que tenemos. Creo que en este país sobran financistas y faltan economistas. Yo siempre digo “el tipo que la tuvo clara en este país, fue Nestor (Kirchner)”. Él levantó el país, y lo levantó con construcción. Después vino la loca y destruyó todo lo que él había construido. Y la construcción es lo único que te levanta el país. La construcción de obra privada; no las mega obras publicas, donde lo único que hay es choreo. Si vos hacés 1000 kilómetros de autopista, gastás mil millones de dólares , y a lo sumo generás 500 puestos de trabajo, para grandes grupos económicos que se llevan la guita afuera. Con esa misma plata, vos hacés 20.000 viviendas y generás más de 500.000 puestos de trabajo, entre los puestos de trabajo directos e indirectos. La construcción es la única industria que genera mano de obra intensiva, la única industria que te mueve todas las pymes. Porque en construcción, el cemento, la arena, las palas, las carretillas, todo es industria nacional.
-Pese a la causa judicial con el tema de las obras sigue en el rubro...
-Esto es otra cosa. Creo que está todo por hacer, todo por inventar, todo por desarrollar, todo por construir. Que se yo. Lo único que tengo que hacer es dejar de fumar, eso dice mi obsesión. No saben cómo disfruto cuando estoy en obra, trabajando con jóvenes y enseñándoles los oficios. Porque está ahora toda esta teoría de que tenés que generar puestos de trabajo para el futuro, para la informática, para las nuevas profesiones , y demás. En realidad lo que vos tenés que generar son oficios para los pibes que están en la calle, o choreando, drogándose, o que viven con una cerveza en la mano en las esquinas, o limpiandote los parabrisas, o tirando pelotitas en los semáforos. Esos pibes no van a llegar a la informática, a la computación, a las nuevas tecnologías. Necesitás generar millones de puestos de trabajo para estos chicos. Y para eso necesitás generarles oficios, y oficios en construcción, que es mano de obra intensiva, y que no los vas a poder reemplazar con un robot o con una máquina, por lo menos durante un siglo. Todo lo que fui aprendiendo me gusta compartirlo.
Sergio no habla de su hermano Pablo, quien en su libro define a su madre como “padre-hermano, hombre-niño”. Es como si la vida de Schoklender estuviera despejada de los fantasmas del pasado: el doble asesinato de sus padres, la causa por corrupción, la impensada pelea con Hebe, la unión con Pablo y la inesperada ruptura.
Es un Sergio Schoklender que emprende una nueva vida.
-Es raro que de pronto me hagan un descuento para jubilados . “Che negro, ¿no estaré llegando al final? Cumplo 63 y todavía hay todo para hacer. El mundo y la vida. Es increible como uno puede programar, puede pensar, planificar. Se ve que hay alguno o algunos, por allá arriba o por allá abajo, que están alertas a “esto no se le ocurrió” , y te cambian el eje. De pronto vos tenés todo organizado, pensado, previste hasta el último detalle, pensaste en todas las alternativas, si sucede esto, hago esto o si pasa esto, hago lo otro. Y va a suceder siempre lo que menos imaginaste, lo que menos esperabas.
-¿Tiene alguna creencia religiosa?
-¡Todas! Hice el bachillerato en Teología. Alguna vez soñé con ordenarme e irme a la selva con el cura Perez. Tuve, por supuesto, mi época de filosofía zen. De chico, supongo que todos queríamos ser Kun-Fu y estar en un monasterio en el Tibet, pero era la época también. Pero creo que lo que más tengo son preguntas.
-¿Cómo le gustaría ser recordado?
-¡Ah! Qué pregunta. Déjamelo pensar y en la próxima entrevista te lo cuento. Porque la verdad, ¿quién tiene todas las respuestas? Seguramente me van a recordar por los aspectos más morbosos de la causa penal, por las denuncias. ¿Pasaron 40 años? Qué locura. Pero me gustaría ser recordado como un tipo que nunca se dio por vencido, un tipo que siempre la peleó.
-¿Nunca tuvo un momento de crisis?
-Muchas veces. Hasta que te encontrás con alguien que te tira una soga, te extiende una mano. Pero lo que siempre tuve fue la capacidad de aferrarme a una esperanza, a una ilusión, a una pasión. Sin pasión no se puede vivir. Yo soy un tipo terriblemente apasionado en todo lo que hago, en mis relaciones hasta lo que construyo, hasta lo que invento, hasta lo que diseño. Y la pasión tiene que ver con poder soñar un poco más allá del hoy, de lo que sos, de lo que tenés. Creer que es posible cambiar la realidad. Es muy loca la vida. La vida es linda y hermosa.
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