Las historias del relojero de la Torre de los Ingleses: una bomba, fantasmas y el presidente que silenció las campanas

Javier Terenti es el encargado de “darle cuerda” al emblemático reloj, el más grande de la Ciudad. Fue inaugurado en 1916 y hoy cumple 105 años. Todos los secretos del ícono porteño ubicado en Retiro.

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Javier Terenti, el relojero de
Javier Terenti, el relojero de la Torre (Maximiliano Luna)

A finales de noviembre de 2018, durante el encuentro del G20, la Torre de los Ingleses, el emblemático reloj de casi 60 metros de alto ubicado al lado de la estación de trenes de Retiro, fue “invadido”. Un importante número de agentes de seguridad destinados por la organización del histórico foro de presidentes usurpó el edificio. El motivo: la estratégica posición al costado del Hotel Sheraton, lugar en el que se hospedaba el mandatario chino Xi Jinping, que permitía custodiarlo de manera precisa. Es que la visual del mirador de la torre era perfecta para cuidar al jefe de estado comunista.

Esta es apenas una del sinfín de historias que ocurrieron dentro de las paredes de este ícono porteño que hoy cumple 105 años y que por efectos de la pandemia, permanece cerrado al público. “Cuando entró el personal de seguridad para vigilar al presidente se suspendió el mecanismo de las campanas para que no lo escucharan porque aturde un poco”, dijo a Infobae Javier Terenti, el hombre que más conoce el reloj y quien está a cargo de su mantenimiento. Es, dicho precariamente, el relojero que “le da cuerda” al mecanismo cuando presenta alguna falla. Es el vigilante del tiempo de los porteños.

Así funciona el reloj de la Torre

Javier es el coordinador de relojes de la Dirección General de Competencias Comunales y Talleres. Tiene a su cargo, junto a sus compañeros Omar Galoppo y Gonzalo Quiroga, la tarea de que todos los relojes que dependen del gobierno porteño, funcionen correctamente. Terenti, que sin embargo se define apenas como un relojero (es mucho más que eso), trabaja desde 2007 en esta área pero sabe que el reloj de la Torre de los Ingleses es especial. De hecho es el más grande de toda la Capital y por su historia es ya un ícono de los porteños. Un reloj que pese a los tiempos que corren, aún le dice a los que pasan por el lado si deben o no acelerar su paso.

El verdadero nombre de la construcción es Torre Monumental, denominación que se le puso después de 1984. Un dato que casi nadie recuerda. Sin embargo, aún se la conoce con su antiguo nombre. Al ingresar, se puede observar una placa que delata su origen: “Los residentes británicos al gran pueblo argentino salud. 25 de mayo de 1910”. El mensaje da cuenta de que la construcción de la torre se debe a una donación a la Argentina de inmigrantes de Inglaterra que vivían en el país para conmemorar el centenario de la Revolución de Mayo.

El emblemático reloj (Maximiliano Luna)
El emblemático reloj (Maximiliano Luna)

La construcción tiene 59 metros exactos de altura y cuenta con 55 mil ladrillos rojos y piedra labrada. Si bien comenzó a hacerse en 1910, se tardó seis años en terminarla. 24 de mayo de 1916, la fecha de su inauguración. Hubo dos razones para el retraso: la Primera Guerra Mundial paralizó el proyecto que estaba a cargo de la empresa Hopkins y Gardom Ltd y que fue ejecutado por el arquitecto Ambrose Poynter, hijo del presidente de la Real Academia de Londres. Además, el material, los técnicos y los obreros llegaron del Reino Unido. Argentina aportó el agua y la arena.

El otro motivo para que no se cumplieran con las fechas fue el predio donde está ubicada. Se trata del lugar donde supo estar la Usina de Gas de Retiro, la distribuidora del combustible para el alumbrado público, que recién desocupó el lugar en 1912. Hoy ese espacio se lo conoce como la Plaza Fuerza Área Argentina, que se erige sobre la avenida Libertador, entre Ramos Mejía y San Martín. Punto neurálgico del barrio de Retiro.

En su fachada pueden reconocerse los escudos del Reino Unido y la República Argentina y está decorada con flores de cardo, rosas, dragones y tréboles, emblemas de Escocia, la Casa Túdor, Gales e Irlanda.

Parte de la maquinaria
Parte de la maquinaria

Los creadores del reloj

El reloj es obra de la prestigiosa relojería Gillett & Johnston de Croydon, Inglaterra, y la melodía de sus campanadas es de los Cuartos de Westminster, la misma que posee otro reloj histórico, el Big Ben de Londres.

Según explicó Terenti a Infobae, se vale de un péndulo de cuatro metros de altura y cien kilos de peso. “Está alojado en el sexto piso (la Torre tiene ocho en total). Tiene un campanario que cada 15 minutos suena, que es el carrillón y el de la hora, que es una campana de unas siete toneladas cada 60 minutos que es golpeada por un martillo de hierro macizo de 50 kilos”. Es todo un sistema mecánico. Lo único que se le adaptó fueron los motores electromecánicos para que carguen las pesas como un reloj a cuerda. Cuando no hay luz o se están haciendo trabajos, se la da cuerda a mano”, detalló Javier.

La Torre de los Ingleses
La Torre de los Ingleses fue inaugurada el 24 de mayo de 1916 (Maximiliano Luna)

Por la pandemia, el mantenimiento que se le hace es semanal o quincenal. Casi no hay personal y es imposible funcionar como antes, cuando las visitas eran más frecuentes. “El reloj sigue dando la hora todos los días. Lo único que no está funcionando hoy es el carrillón porque los insumos y los recursos están abocados a lo que es la pandemia. Lo único que funciona hoy es la campana mayor”, aclaró el relojero.

Cada vez que llega, sube por ascensor hasta el quinto nivel y desde allí accede en escalera al piso del reloj. Ahí se entra a la maquinaria del reloj. Las campanas están en el exterior en pisos más arriba. Las agujas miden dos metros y los cuadrantes son cuatro de 4,40 metros de diámetro realizados en opalina original. Su funcionamiento parece sencillo pero no lo es. Javier lo explica con naturalidad pero deja entrever lo complejo de la estructura. “El principio de un reloj mecánico se basa generalmente en lo mismo. Acá tenemos un péndulo con el sistema de escape que hace que los engranajes se detengan y tengan movimiento cada cierto sentido para que mueva un sistema que a su vez mueve las agujas que están en el exterior. Cada pieza está referida a otra y esa va impulsando a otra y esa a otra cada vez más grande. Acá actúa la física porque no hay electricidad que mueva el mecanismo. Lo único que se hace es darle cuerda a los motores”, dijo.

En lo más alto de la Torre se observa una cúpula de bronce, que fue adquiriendo el color verde por el paso del tiempo.

El reloj fue construido en
El reloj fue construido en Inglaterra (Maximiliano Luna)

Historias de fantasmas, suicidas y siestas presidenciales

El reloj dio con precisión todos los minutos desde 1916. Hubo momentos en que no anduvo. De hecho estuvo detenido por varios períodos, pero Javier recuerda con mayor énfasis el de la Guerra de Malvinas y los atentados que casi destruyen la torre. El conflicto con Gran Bretaña tuvo a la Torre como un objeto de discordia. Incluso en la actualidad, cada vez que se acerca el 2 de abril, la tensión en las inmediaciones del monumento se acrecienta.

Por la explosión de una bomba se rompió gran parte, se lo restauró. Para 2016, en el centenario se le hizo un gran mantenimiento. En sí todo el reloj es original. Obviamente hemos tenido que reemplazar piezas por el uso pero es todo original”, detalló el experto. Según contó, el edificio fue reinaugurado años después de que la bomba destruyera mobiliarios, incendiara el interior del vestíbulo y afectara el ascensor que había sido regalado por el Príncipe de Gales en 1926.

Una de las vistas desde
Una de las vistas desde el mirador

Las historias que conoce Javier son muchas. Hay una en particular muy llamativa. Es sabido que las campanas de la Torre siempre suenan, salvo casos excepcionales. Y en ese sentido, se cuenta que alguna vez las silenciaron para que no entorpecieran el sueño del entonces presidente Roberto Ortiz a comienzos de 1940. Terenti conoce la leyenda y la explica desde su razonamiento de relojero. “Tenía un sistema de corte de campana que ya no está funcionando. Venía uno de los relojeros y detenía a la noche, a cierto horario las campanas. Si uno se pone a ver, en esa época a la gente en la noche la molestaba. Hay que imaginar que funcionan durante 24 horas. A las 12 de la noche suena 12 veces. Después a la una de la mañana, a las dos, a las tres. Hoy en día en cambio el ruido de las campanas es sobrepasado por los autos, los colectivos, la gente. Antes no era así. Todo el ruido alrededor es superior. En su momento cuando no había nada de eso, se escuchaban fuertemente. Incluso hoy se pueden escuchar. Si te parás en la estación de trenes podés llegar a escucharlas”, relató.

Fantasmas, suicidas e intrusos. Según reveló, a veces suenan las campanas o se accionan mecanismos de manera extraña. Casi siempre cuando hay personas no escucha ningún ruido. Sin embargo, todo cambia cuando no hay nadie. “Ahí escuchás ruidos por todos lados. El que diga que no es porque nunca estuvo solo durante horas trabajando. Muchas veces el reloj no tiene nada y de repente arranca o se detiene. Acá ha pasado varias veces. Pero uno se va acostumbrando. Si uno está adentro se escucha. Personal de vigilancia me dicen que se escuchan ruidos”.

En otras oportunidades, cuenta Javier, algunos subieron para dar por terminada su vida o incluso manifestantes que entraron para vandalizar el interior de la torre. Algunas de esas “heridas” todavía se pueden observar. “En el séptimo piso hay una insignia que dibujaron o hasta quisieron prenderla fuego. Esas cosas pasan”, lamentó.

La Torre se levanta desde hace 105 años con el Río de la Plata a sus espaldas. Es mirada obligada de todos los que entran a la Ciudad por el puerto y de los que no. Caminar por la zona sin levantar la cabeza para verla es casi un sacrilegio. Es sitio elegido por turistas para las selfies o de alguna que otra pareja que lo usa como telón de fondo para expresarse su amor.

Es un ícono de los porteños que espera el fin de la pandemia para reabrir. Es el símbolo de Retiro. Desde su mirador se puede observar la reserva Ecológica, la Plaza San Martín, el edificio Kavanagh y los ferrocarriles Belgrano y San Martín. Pero es única. Se destaca sin dudas entre sus ilustres “vecinos”. El tiempo pasa y su reloj ubicado a 45 metros de altura sigue dando la hora.

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