Córdoba, 22 de junio de 1957. El Almirante Rojas inició su discurso: “Desde Córdoba, ciudad capital de la revolución libertadora, ennoblecida por los rastros de la batalla crecida, cómo se crece en los días de historia, a saltos de madurez en conciencia cívica en responsabilidad patriota.”
Son las 20,25 . Hora sacramental para los peronistas. Un joven con paso apurado sale del bar Wimpy y busca cruzar la avenida Colón en dirección al Correo. Se interpone una valla de caballos de la montada. En su mano izquierda, oculto bajo su abrigo “piel de camello”, lleva medio cartucho de dinamita, cuya mecha encendió en el baño del bar. El humo le sube por el abrigo hasta la cara. “Tengo que llegar a la escalinata”, piensa, y esquiva dos viejas pitucas. “La mecha dura más o menos treinta segundos dijeron. Bajo a la calle camino un par de metros y bummm la explosión. Caigo, veo todo negro. Atontado grito “terroristas, terroristas”. “Tranquilo pibe” me dice el policía. Entre dos me levantan, y me llevan al Hospital de Urgencias. Los médicos creen que tal vez se puede salvar la mano, pero el interventor militar del hospital ordena amputar. “Así aprenden” habría dicho”.
A sus 85 años, desde Valencia, Julio Ulderico Carrizo rememora aquel episodio, que el menciona como “el accidente”. Porque en realidad, lo que iba a ser una acción de protesta terminó en un accidente, que a los 20 años lo dejó sin mano izquierda. “Yo estudiaba en la Escuela de Ciclo Técnica mientras trabajaba en la Fabrica Militar de Aviones. Con otros compañeros nos acercamos a la Resistencia Peronista. No era algo muy organizado. Imprimíamos panfletos. Hicimos un sello de metal y marcábamos monedas con la PV Peron Vuelve. En vísperas de la llegada de Rojas a Córdoba, viene Alejo Simó -de los metalúrgicos- con un paquete de explosivos y unas balas de Gloster. Nos dice, son para hacer ruido en los alrededores del acto. Yo las reparto entre mis amigos y guardo una para tirársela en la puerta del correo donde iba hablar. No era intención dañarlo a él, porque hablaba adentro, solo aguarle el acto. La mecha tenía unos treinta centímetros, ni Alejo, ni yo teníamos mucha idea, pero nos dijeron que era un segundo por centímetro de mecha. Eran las 20,25 la hora en que Evita paso a la inmortalidad”
En el expediente judicial, el Juez de Instrucción Angel F. Joubin resuelve: “Ordenar el procesamiento y prisión preventiva de Ulderico Julio Carrizo, Juan Roger Márquez, Osvaldo Carlos Velata, Carlos Roque Ramírez y Óscar Armando Figueroa por supuestos autores de intimidación pública (...) de Alejo José Simó y Raúl Pascual Oviedo por supuestos autores de cómplice necesario. Declarar que no existe mérito para disponer el procesamiento de Omar Lozada, Arturo Benigno Álvarez, Héctor Antonio Bonomo, Ricardo Alfredo Frandino, Franco Pedro Silvio Montaner, Antonio Audifaz Romero Córdoba, María Waldino Caro y Jesús Jorge”
Seguramente muy pocos cordobeses recuerden este episodio, y vean por primera vez estos nombres de integrantes de la Resistencia Peronista. Pues, de eso se trata esta serie de notas que inicio, para sacar del olvido a cientos -en verdad miles- de anónimos luchadores que nunca figuraron en las crónicas de nuestra historia.
La mal llamada “Revolución Libertadora”
El triunfo del golpe de 1955 tomó por sorpresa a la mayoría del peronismo. Perón tenía fuerza militar suficiente para aplastar los focos de rebelión. Pero no quiso sumir al país en una sangrienta guerra civil. En Córdoba por ejemplo había más de mil jóvenes estudiantes secundarios y universitarios antiperonistas alzados en armas. La grieta no era entre gobierno y militares golpistas. La grieta era civiles contra civiles. Pero, además, Perón sabía que a los golpistas no les temblaba en pulso en masacrar al pueblo como lo habían hecho en el bombardeo del 16 de junio en Plaza de Mayo. Ante la inminencia de un brutal baño de sangre, Perón opto por renunciar. Él lo explicará muchas veces, las revoluciones tienen dos componentes tiempo y sangre, y nosotros elegimos el tiempo.
El Decreto 4161. Desperonizar a sangre y fuego.
Aramburu mediante el decreto 3855/55 proscribió y disolvió el partido peronista alegando " su vocación liberticida”. Esta proscripción del peronismo duró 18 años, hasta 1973.
En marzo de 1956, dicto el Decreto 4161 prohibiendo “la utilización de la fotografía retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto el de sus parientes, las expresiones “peronismo”, “peronista”, " justicialismo”, “justicialista”, “tercera posición”, la abreviatura PP, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales “Marcha de los Muchachos Peronista” y “Evita Capitana” o fragmentos de las mismas” . Violar estas prohibiciones tenían penas de un mes a seis años de prisión.
Se quemaron libros. Se arrancaron y destruyeron los bustos de Eva Perón y se hizo desaparecer su cadáver. Se abrieron 121 causas penales contra Perón. En cuarteles, comisarías y hasta en el mismísimo Congreso Nacional se picaneaba sin piedad a militantes de ambos sexos. Se estableció un rígida censura de prensa. Se persiguió artistas y deportistas que habían manifestado su adhesión al peronismo. Se crearon “listas negras”, en el plano cultural, científico y educativo.
La mayoría de los dirigentes sindicales hasta tercer nivel fueron encarcelados. Se intervino la CGT se derogo la Ley de Asociaciones Profesionales y el derecho a huelga. En los principales gremios se nombraron interventores militares. Se disolvieron las comisiones internas. Los sindicatos fueron ocupados armas en mano por los comandos civiles socialistas y radicales.
La Ciudad Infantil Evita fue arrasada. La Fundación Eva Perón clausurada. Su interventora Marta Ezcurra hizo arder pilas de frazadas, sábanas, colchones, pelotas y juguetes diversos con el logo de la Fundación. Mandó destruir todos los frascos de los Bancos de Sangre de los Hospitales de la Fundación porque contenían sangre “peronista”. Mandó a secuestrar todos los pulmotores porque tenian placas metálicas con las palabras “Fundación Eva Perón”. Ordenó el asalto militar contra la Escuela de Enfermeras, y dispuso su cierre definitivo. Era el odio sin límites.
En este clima de persecución y odio, nació la reacción de los resistentes. En cada uno de los pueblos, en cada barrio de las grandes ciudades, en cada fabrica importante se sucedieron pequeños y/o grandes actos de rebelión al régimen. Gente humilde de pueblo que se volcaba a la lucha alimentados por una única esperanza: el retorno de Perón.
Sin dirigentes la Resistencia surge desde abajo
El pueblo de a pie, los trabajadores que sufrieron la brutalidad del despojo; los que sabían que esa “revolución” se hacía para terminar con sus derechos y su bienestar y volver a la década del 30, tomaron en sus manos la lucha por el retorno de Perón. Así nació la Resistencia Peronista, sin jefes, sin lideres visibles, sin una organización única, muy improvisadamente, pero con una enorme dosis de valor y entrega a una causa. No hubo universitarios, ni grandes intelectuales. Fueron militantes de base de los sindicatos, gente de barrio, la mayoría de ellos anónimos. Lucharon sufrieron cárcel, torturas y algunos la muerte. Sus nombres casi no se conocen. Han sido olvidados y excluidos injustamente de la historia. De ellos voy a escribir en las próximas notas, que seguramente serán pocas en relación a las que se necesitan, para recuperar tantos nombres olvidados.
Julio Ulderico Carrizo “el manco”; no dejó la lucha. En 1960 volvió a ser detenido nueve meses en el marco del Plan Conintes. Luego junto a otros militantes peronistas fue invitado a conocer la Revolución Cubana. Allí conoció a Cooke y al Che, que adoctrinaban jóvenes para la revolución continental. Volvió al país y siguió luchando por el retorno de Perón.
Alejo Simo el proveedor de los explosivos hizo carrera en la UOM. En los años 70, como muchos viejos dirigentes sindicales, chocó políticamente con los jóvenes de la Tendencia Revolucionaria.
Rojas en su visita fue recibido por el Interventor de Córdoba Medardo Gallardo y el Jefe de la Guarnición Aérea Comodoro Jorge Horacio Landaburu, cuya hija Adriana tenía en ese momento cinco años. En junio de 1976, Adriana Landaburu militante montonera fue secuestrada y asesinada en la ESMA . Su padre nada pudo hacer por ella y murió de tristeza dos años después.
Aldo Duzdevich es autor de Salvados por Francisco y La Lealtad- Los montoneros que se quedaron con Perón.
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