Hace tres años, Ezequiel Favero (31) y Claudia “Clota” Díaz Ordóñez (37) emigraron a Porto de Galinhas, un encantador pueblo con playas paradisíacas ubicado en la municipalidad de Ipojuca en el estado de Pernambuco, Brasil. Un viaje de novios los llevó hasta allí, donde sin imaginarlo, la pareja decidió su destino.
A “Clota” siempre le gustó Brasil y Porto era su lugar favorito para pasar las vacaciones. Por eso, le propuso a su novio un viaje para que conociera esas playas.
“Antes de ponerme de novia, combinaba mochila y avión para conocer diferentes lugares. Siempre me daba curiosidad saber cómo sería vivir en una playa de Brasil, porque me encanta el contacto con la naturaleza y el mar. Conocí Porto de Galinhas y me enamoré. Así que, cuando me puse de novia con Ezequiel, le propuse ir por tres semanas. A los tres días, me dijo que le parecía el lugar perfecto para quedarnos a vivir y hacer una vida de playa, mucho más tranquila que la que hacíamos en Buenos Aires”, le contó Clota a Infobae.
Ezequiel vivía en Olivos y tenía una fábrica de muebles en Vicente López. Su novia trabajaba en una agencia de publicidad. Una vez terminado el viaje, volvieron a Buenos Aires, dejaron sus trabajos, vendieron sus pertenencias y a los siete meses emigraron a Porto de Galinhas. El 13 de noviembre llegaron a Brasil con todos sus ahorros y, durante seis meses, analizaron las posibilidades de trabajo, disfrutaron de muchos días de playa y se fueron familiarizando con la vida en ese pueblo.
Todos los caminos los llevaban a desarrollar una actividad relacionada al turismo, ya que es la principal fuente de ingresos de Porto de Galinhas.
“El turismo te abre las puertas para desarrollarte, así que allí encontramos un lugar para crecer y empezamos a trabajar, en un momento en el que muchísimos argentinos elegían veranear en Porto. Eso nos facilitó la inserción laboral y comenzamos a vender paseos a comisión, como servicios de buggy, paseos en jangada y vuelos en paramotor. En paralelo, creamos nuestra propia marca, Vivo Porto de Galinhas, para poder hacer la comunicación de este destino en español y, también, a través de las redes sociales. Hoy, tenemos una empresa en la que trabajamos como guías turísticos y comerciales online”, explicó Ezequiel.
Todo era idílico, hasta que se desató la pandemia de COVID-19 y se cerraron las playas. “Ya no podíamos vender paseos y todo empezó a cambiar. Por eso, nuestro sitio web mutó y hoy se convirtió en una página de referencia en español y portugués, ya que apuntamos al público brasileño. Hoy no vendemos nada, pero somos un nexo entre el turista y el comerciante de Porto. Brindamos información, y trabajamos con la vinculación y la publicidad que hacemos en la web y en las redes sociales”, dijo Clota.
Ezequiel asegura que la pandemia los complicó, pero que también los obligó a pensar mucho en cómo reinventarse. “La cantidad de turistas se redujo notablemente y hoy Porto tiene una ocupación de entre el 30 y el 40%. Fue una temporada muy difícil y el turismo sigue complicado”.
El 21 de marzo de 2020, se cerraron todas las playas, quedaron abiertos solo los servicios esenciales y nadie circulaba por la calle. Así fue hasta mediados de junio, donde empezaron a abrir algunos hoteles y, de a poco, todo empezó a reabrir, hasta que en octubre fue la apertura total.
Sin embargo, el aumento de los casos de COVID-19 provocó que en enero se volvieran a tomar medidas restrictivas, y algunas siguen vigentes hasta ahora.
“Van abriendo y cerrando. Hoy, las playas abren durante la semana hasta las 16 horas y los locales cierran a las 20. Los fines de semana las playas no abren, pero los locales cierran a las 18″, contó Ezequiel. “Evitan que hayan aglomeraciones en la playa y, ni siquiera los fines de semana, las grandes cadenas de hoteles ubicadas sobre el mar pueden poner sus filas de sombrillas y mesas. Ellos toman todas las medidas de seguridad: se puede ir a la playa, hacer los paseos y las excursiones. Podés pasar unas vacaciones muy lindas y disfrutar de todo. Es un destino muy familiar e ideal para venir en pareja”, agregó “Clota”.
La pareja vive en Cupe, a solo cien metros de la playa. “Nos despertamos a las 5.30, a las 9 tenemos una reunión de equipo, almorzamos al mediodía y, de 14 a 19, seguimos trabajando. A la mañana, aprovechamos para ir a la playa y hacer ejercicio, meditación y estiramientos. Tomamos muchos jugos naturales. Los miércoles vamos juntos a la playa y Ezequiel surfea”, expresó “Clota”.
Ezequiel revela que en Buenos Aires les iba mejor económicamente, pero que a pesar de eso no cambian por nada la calidad de vida que tienen ahora.
“Mucha gente nos pregunta cómo es vivir acá y les digo que también hay que buscarse la vida, porque la situación está difícil, sobre todo con la pandemia. Se terminó lo del argentino que vendía alfajores en la playa y con eso vivía tranquilo. Hay que rebuscárselas y trabajar mucho, pero tenés la recompensa de estar en contacto con la naturaleza. Los dos trabajamos mucho más acá que en Buenos Aires y no estamos tan bien como allá, pero tener cerca a la naturaleza y disfrutar de un domingo de playa, hace que el esfuerzo valga la pena”, aseguró Ezequiel.
Desde que emigraron, la pareja recibe muchas preguntas sobre qué hay que tener en cuenta a la hora de emigrar a ese destino. Ellos recomiendan, ante todo, conocer el lugar pero no solo con la mirada del turista. Lo ideal es pasar al menos tres meses para despejar todas las dudas.
Ezequiel dice que es importante tener en cuenta la situación laboral actual de Porto. “Antes de la pandemia, el panorama era diferente. Conseguir trabajo siendo extranjero y sin saber portugués, es casi imposible. Si van a contratar a un mozo, van a elegir a uno local porque sabe portugués, y no a un extranjero que habla solo español. Acá hay que venir a emprender, porque todo te empuja a eso y, además, porque los sueldos en Brasil son bastante bajos. El salario mínimo es de 200 dólares. Una casa con dos cuartos cuesta ese monto y la comida unos 300 dólares mensuales. Hoy no es fácil vivir afuera: está complicado para todos”.
Como la mayoría de los argentinos que emigran, la pareja también hace hincapié en la importancia de vivir en un lugar seguro, una cualidad que agradecen haber encontrado en su lugar favorito.
“Vivimos en la playa y podemos trabajar de lo que nos gusta. Porto nos encanta y nos sentimos muy a gusto. Es muy tranquilo y seguro. La vida es despreocupada: nos olvidamos de la inseguridad y de estar poniendo llaves o candados para que no te roben. Todo eso desapareció de nuestra cabeza”, dijo Ezequiel.
La pareja descarta de plano volver a vivir en Buenos Aires, a excepción de regresar unos días al año para visitar a familiares y amigos.
“Queremos volver de visita, pero ya no a vivir. Cuando hago la simulación mental de estar en Buenos Aires, no me siento cómodo. El ritmo de la ciudad no me gusta, me estresa y me saca de mi eje”, aseguró Ezequiel.
Clota refuerza la postura de su novio y dice que, a pesar de que en Porto trabaja más que en Buenos Aires, el esfuerzo vale la pena.
“Trabajamos un montón y somos nosotros dos solos. Trabajamos hasta los fines de semana, pero sin el ritmo de la ciudad, sin tener que tomar dos colectivos y sin el miedo a que te roben el teléfono o la cartera. Comparado con Porto, siento que vivir en Buenos Aires es bastante cansador. Además, como tenemos la residencia, los dos recibimos la ayuda económica del Estado: 120 dólares, cada uno y por tres meses. Luego, el importe fue bajando de manera escalonada. Hoy, es de 30 dólares”, dijo Clota.
Antes de la pandemia, muchos argentinos vivían en Porto, pero ahora hay muy pocos ya que volvieron a nuestro país. Entre los que se quedaron, se encuentra el grupo de amigos de la pareja, con quienes mantienen una estrecha relación y organizan comidas.
“No vivimos con miedo por la pandemia, porque Porto está bastante aislado y es menos riesgoso estar acá que en una ciudad. De todos modos, usamos siempre barbijo y tenemos todos los cuidados. Acá no hay hospitales y, llegado el caso, hay que ir hasta Recife, a 60 kilómetros. Casi no tenemos vecinos, porque en nuestro barrio la mayoría son casas de fin de semana. Evitamos el horario pico del supermercado y pedimos la verdura a domicilio”, explica Ezequiel.
“No podríamos haber encontrado un sitio mejor para vivir en pandemia. Nuestro lugar en el mundo es Porto de Galinhas. Logramos vivir en un lugar hermoso y, encima, haciendo lo que más nos gusta”, finalizó Clota.
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