“He creado este perfil con el propósito de ir comentando todo lo que he vivido y vivo desde que me han diagnosticado cáncer de colon con metástasis grado 4 en el mes de julio de 2017, no solo como un desahogo personal, sino también con la intención de serle útil o ayudar a alguno que esté pasando por alguna situación parecida”.
Este fue el primer posteo en el Instagram de Vanesa Giachino la Navidad del 2019. En su perfil Vivir_con_Mochila fue construyendo día a día una suerte de diario, en el que volcó sus vivencias, sus temores, el amor por su familia, la amistad y las expectativas ante sus exámenes médicos y las sesiones de quimioterapia que se sucedieron a lo largo de dos años. “Es mi mochila y tengo que aprender a vivir con ella y por sobre todas las cosas aceptarla”.
“Mi desconocimiento a este tema era inmenso”, escribió a fines de 2019. Vanesa había comenzado el tratamiento en agosto del 2018. Cuando supo el diagnóstico, su mundo se derrumbó: “Necesitábamos desconectar, analizar la situación y nada era mejor que estar tranquilos y rodeados de gente que aporte, que sume, que entendiese lo que estábamos pasando”. Ella contó que lloró cuando le dijeron que no habían podido quitar un tumor y que la quimioterapia no producía el efecto buscado. “Lloré, grité, mandé a la mierda a todo el mundo, no entendía nada. ¿Cómo podía estar pasando esto?”
Vanesa y su marido Osvaldo se habían radicado en España a comienzos de los 2000. Ella es la hija mayor del capitán de fragata Pedro Edgardo Giachino, muerto en las inmediaciones a la casa del gobernador, en las primeras horas del 2 de abril de 1982. Ella tenía 9 años, su hermana Karina 8 y vivían en Puerto Belgrano. Se habían despedido de él unos días antes cuando su papá les explicó que se iría de campaña. Fue ascendido post mortem y recibió la condecoración al Heroico Valor en Combate.
Cuando Vanesa enfermó, solía hablar vía whatsapp con su tío Alejandro, que vive en Mendoza. Le contó a Infobae que “me preguntaba detalles porque yo padecía el mismo cáncer que ella, pero el mío fue detectado a tiempo. Ha sufrido tanto”, se lamenta. Este medio también se comunicó con su familia en España, pero estaban muy dolidos para hablar.
Cuando se enteró de su enfermedad y luego de hablar con su oncóloga, ella se preguntó: “¿Cuánto más puedo vivir si hago el tratamiento? ¿Vale la pena tanto sacrificio, malestar, dolor, médicos, operaciones? Consideraba que no quería estar viva a cualquier precio. Caminé, lloré, investigué, leí, pregunté. Quería estar sola, pero a la vez acompañada. Solo me podía apoyar en mi marido, en él tenía toda la comprensión y el apoyo que necesitaba”.
Vanesa confesó que sentía que la batalla estaba perdida y sintió que había un antes y un después en su vida. “Teníamos tanta tristeza”, escribió. Le preocupaba cómo decírselo a sus hijas. “¿Qué sería de ellos? ¿Cómo serían sus vidas sin mi? Pufff, me derrumbo solo con volver a pensarlo, posteó en febrero del año pasado. “Sofía, la más peque, me dice varias veces que dentro de lo malo que nos toca vivir, ella ve lo que ganamos estando tan juntos los cuatro. Tan peque y dándome una gran lección de vida”.
En 2019 había decidido “cambiar prioridades, detectar personas tóxicas, personas que creen que son el centro del mundo. Dejar de ser políticamente correcta. Voy a vivir como si fuera el último día”.
Comenzó a hacer pequeños cursos de bricolaje y a reformar, de a poco, cada rincón de su hogar. “Doy guerra, soy muy inquieta”, se describió.
El 18 de enero del 2020 se operó y cuando abrió los ojos en la sala de cuidados intensivos “vi al amor de mi vida. Solo escuché que todo salió bien”.
Vanesa pudo estar en la graduación de bachiller de su hija Rocío –”me sentí feliz”- y todas las noches, a la misma hora, recibía la llamada desde Mendoza de su abuela Delicia, nonagenaria, preocupada por su salud.
A pesar de su enfermedad, confesaba que “pude disfrutar de un año más de mis hijas, mi marido y mis amigos. A pesar de todo ha sido un año en que fui muy afortunada”.
Del 2019 recordaba momentos muy gratificantes. “Uno de ellos fue poder asistir a uno de los campeonatos de mi hija Rocío y pude ver su clasificación a nivel nacional”. Para ella fue una alegría, ya que antes no había podido estar por las sesiones de quimioterapia. Debía conformarse con ir a los ensayos.
Cuando los tratamientos lo permitían y estaba de ánimo, hacían escapadas de fin de semana, y solían ir a la playa en compañía de amigos. “Desconecté de una manera inexplicable, disfruté como una niña pequeña, me reí como hacía tiempo que no hacía”, o cuando escribió “mi recuperación va bien por suerte. Nos animamos a salir un poco. Domingo excelente en familia”.
Se alegró con las visitas de su amiga Ana, que vive en Madrid, o de su cuñada Guillermina, de sus suegros y ni qué decir de su hermana Karina, a la que extrañaba por demás.
También posteaba los menús propuestos por la oncóloga, como la espinaca y la naranja, y enumeraba las vitaminas que contenían. Tenía tiempo de dar mensajes para la gente que padecía su misma enfermedad. “Para tod@s los que estamos pasando por esta enfermedad, mucha fuerza!”
Entre las sesiones de quimioterapia, el estrés que supone las internaciones y los diversos tratamientos, también se preocupó por la caída del cabello. Primero se lo recortó, luego usó un pañuelo para cubrirse la cabeza hasta que su familia le regaló dos pelucas del color de su cabello. “Me ha costado asimilar mi caída de cabello y qué hacer al respecto”.
En su cuenta de Instagram que la pensó para que pudiera serle útil a personas que estuvieran pasando lo mismo que ella, se transformó en un espejo de sus estados de ánimo. Del “¡Disfrutando de estar viva!” a postear “simplemente viviendo”, cuando estaba a la espera de los resultados de análisis o si la cirugía había salido de acuerdo a lo esperado.
Recorrer su Instagram supone acercarse a los sentimientos, a los reveses y a las esperanzas de alguien enfermo de cáncer. Como cuando el 6 de marzo de 2020 anunció que “quiero compartir con todos vosotros mis buenas noticias. Me han dicho que en el TAC abdominopélvico no se ve ninguna lesión. Ni de la cirugía ni otras nuevas. Por lo que se puede decir que la cirugía fue un éxito. A la espera de nuevas pruebas para descartar que no esté en otros lados. Verdaderamente estoy feliz. Mañana Dios dirá”.
Los cumpleaños también estuvieron presentes, como cuando le escribió a su hija que “tengo la fortuna de estar un añito más a tu lado, verte crecer, disfrutarte, mimarte, verte convertida en toda una mujercita. Un cumpleaños diferente pero con todo el amor que te merecés”.
Cuando estalló la pandemia por el COVID-19 y debió estar internada, confesó “qué distinto todo sin poder tener a los míos a mi lado. Con el tema de la pandemia, no permiten a nadie estar en el hospital. Cuanta tristeza, cuánto miedo”.
Ya a mediados del año pasado admitió que comenzaba otro tratamiento “con poco optimismo, miedo y algo de tristeza”. En su cuenta incluyó la frase “hay que perder el miedo a morir. Pero también el miedo a vivir”, escrita por el cantante y compositor Pau Donés, vocalista del grupo Jarabe de Palo, que había fallecido en julio de ese año. Ella agregó: “Totalmente”.
“Espero levantar cabeza, desde que comencé otra vez con la quimio cada día me cuesta más poder dar gracias de seguir aquí. Es una tortura diaria y permanente”. Lo escribió en esos días que incluyó una imagen de la muerte. Iba acompañada de la siguiente frase: “La muerte y yo hicimos un pacto. Ni ella me persigue ni yo huyo de ella. Simplemente un día nos encontraremos”.
Enumeraba las sesiones de quimioterapia. En la 31, escribió que “ya no se de donde saco fuerzas. Pero hay que seguir”.
Compartió tatuaje con su hija, de una luna y una estrella. “Siempre seré tu estrella para guiarte y cuidarte. Sigamos mirando la luna cada noche como nos gusta”.
Se alegró por haber pasado una Navidad que ella describió como perfecta. “Tarde de paseo por la playa, con el amor verdadero de la familia. Lástima no poder ver a los amigos que son familia por elección pero nada que no solucione una llamada o video llamada y saber que están bien”.
La invadían los nervios y el miedo ante cada ingreso al quirófano. “Estoy asustada, no puedo evitarlo. Intento ser fuerte pero cada vez me está costando más”. Sin embargo, nunca bajó los brazos: “Lucharé y lucharé para estar al máximo de tiempo posible con ustedes. Me queda mucho por disfrutarlos. Saldré de esta aunque todos los días se presenta más obstáculos”.
El 19 de abril fue su último posteo. “Ya hace 34 días en el hospital y extraño mi casa, mis cosas pero sobre todas las cosas a ustedes, mi familia a los que tengo tanto que agradecer, no han soltado mi mano en ningún momento. Se que lo que viene será duro, paso a hospitalización domiciliaria para pasar los últimos meses que me quedan pero juntos, siempre juntos. Los amo con toda mi alma”. Vanesa falleció el 12 de mayo. En octubre hubiera cumplido 49 años.
Su hija escribió: “Hoy mamá descansa. Su dolor y agonía ha finalizado. Se ha ido en paz, sin dolor. Mamá, allá donde estés, TE QUIERO. Mejor mamá no pude tener, ya te lo dije: ojalá algún día te llegue a la suela de sus zapatos como madre, mujer, hija o hermana. ¡Te amo!”
El 4 de octubre del 2020 afirmó: “He aprendido a valorar cada instante de mi vida, a disfrutar de los míos como si no hubiera un mañana. A pesar de los malestares y dolores me siento plena, feliz y sobre todo, afortunada”. La historia de una mujer que luchó hasta el final.
SEGUIR LEYENDO: