“Desarrollar una actividad artística es encontrarse con uno mismo, y esa la mejor persona con la que nos podemos topar”, dice Wilo Gayone (52). En su caso puede estar doce horas con un pincel y un poco de acrílico, pintando y sumergido en un universo de colores y formas. De fondo puede sonar Luis Alberto Spinetta o Astor Piazzola. Todo fluye, y se convierte en arte.
Pero sólo hace seis años que Wilo -casi arquitecto, publicista, comerciante y ahora dibujante- decidió empezar a pintar. Siempre disfrutó de sentarse a crear, aunque nunca pensó que le fascinaría tanto. Casado, padre, y abuelo, tiene 52 años. El mundo del arte lo hizo conectar con un universo que el desconocía. No fue algo buscado, ni pensado, surgió como un hobbie y hoy -para su sorpresa- fue convocado a participar de una subasta en Nueva York, Estados Unidos.
“Pinto lo que soy: alegría, vida, y optimismo”, le cuenta a Infobae desde Mar del Plata. Es por eso que en sus trabajos prevalecen los colores vibrantes, los trazos fuertes y las temáticas universales. Es un gran observador de las relaciones humanas y las escenas cotidianas . “Salgo a la calle con un cuaderno rayado y una lapicera negra para hacer garabatos que muchas veces derivan en cuadros”, confiesa. “Miro algo, y me gusta convertirlas en pequeñas historias, a todo le doy un toque naif”. Sus temas preferidos son su lugar en el mundo: Mar del Plata, y el deporte: rugby, golf, surf y fútbol. “El deporte habla de uno como persona, y de su filosofía de vida”, parafrasea al viejo refrán que dice “se vive como se juega”.
Antes de todo ese universo de plagado de tonos, Wilo estudió cuatro años de la carrera de Arquitectura (no se recibió) y luego pasó por el mundo de la publicidad y el textil. También vivió en Brasil y en Buenos Aires, pero eligió la Costa Atlántica. “Nunca había pensado en vivir del arte. Hoy, pasados los 50 años, es mi sueño...”.
Fue sin querer queriendo
En 2015 Willo intervino una jarra de pingüino, esas que se usan para servir vino. Le dio su impronta, y una vez terminada la compartió en las redes. Sin esperarlo, de inmediato los pedidos empezaron a llegar. “En total habré hecho mil. Atrae no solo a los locales por su adn argentino sino también a turistas”, recuerda como el inicio de todo.
De ahí surgieron otras creaciones. En general relacionadas al mundo del deporte, que es otra de sus pasiones. Colaboró con el Club Universitario, entidad a la que le regaló un cuadro con motivo de cumplir los 60 años de actividad.
Sin embargo fue el fútbol que le dio su primera venta. Un ex jugador brasilero que reside en los Estados Unidos, Wilson Egidio le compró ‘El día que Messi jugo en casa’, una obra de 30x40.
Egidio lidera The Wilson Favela Project, una fundación que colabora a través del fútbol con un hogar, alimentos y educación para los jóvenes de una favela en Salvador de Bahía ampliando así sus posibilidades.
Hasta que llegó la oportunidad de salir al mundo. Wilson le encargó varias obras y lo invitó a exponer en Nueva York. Parte de lo recaudado será donado a la fundación. “En total ya viajaron 10 de mis obras que son parte de la Serie universal fútbol. Eso incluye a inmortales como Maradona, El Tata Brown y Cucciuffo “.
Durante la cuarentena -con más tiempo en casa- y un importante trabajo de introspección, Wilo dio rienda suelta a su imaginación. “Hice muchos cuadros, variados y distintos. Cuadro que subía a las redes, cuadro que gustaba... pude llegar a mi primera serie”, admite
Lo que se verá en la muestra de junio
“No podía dejar afuera a Maradona, es la persona que más alegrías le dio a los argentinos en materia de fútbol. Admiro la convicción que tenía dentro de la cancha, no tenía techo. Es un ídolo, y pronto se convertirá en un santo”. asegura.
Otro elemento que también despertó interés en sus obras es la clásica silla de playa de mimbre, que en temporadas de antaño era clave en los balnearios de Mar del Plata. “Me encantan, no puedo creer que hayan sido reemplazas por las de plástico”, dice. Siempre que puede les rinde homenaje.
-¿Por qué recién ahora elegís ser artista?
-No lo sé. A veces me pregunto lo mismo. Me gusta pensar lo que me pregunta mi madre, de 82 años…'por qué no empezaste antes’.
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