A los 72 años, murió el periodista y empresario Pablo Caruso

Había trabajado en numerosos medios de nuestro país y de España. Desde Madrid, un colega lo despidió diciendo: “He conocido muy pocos periodistas que hayan sabido evitar la principal incoherencia de nuestro tiempo: lo políticamente correcto”

Pablo Caruso, en el programa que conducía en la cadena EWTN

Pablo Caruso solía enojarse cuando lo presentaban como “periodista católico”, pero no porque no lo fuese, lo era y plenamente, sino porque adivinaba el prejuicio, la etiqueta.

Había nacido en Italia, en Platì, provincia de Reggio Calabria, el 26 de enero de 1949. Acosada por el hambre, que se había llevado a tres de sus niños, la familia Caruso emigró a la Argentina cuando Pablo tenía 6 meses de vida. Con él vinieron otras dos hermanas.

Pablo Caruso fue un autodidacta. Con orgullo, sus hijos cuentan que dejó una biblioteca de 4000 libros y que siempre aclaraba: “Todos leídos”.

Completó la primaria y tuvo que empezar a trabajar. Su primer empleo fue como matricero, en la matricería Francinelli de Villa Madero, partido de La Matanza, donde vivió toda su vida.

Cuando pudo independizarse, a los 26 años, fundó su primera empresa de pintura y revestimiento de tubos de gasoductos. Caruso era un empresario de esos que algunos ideologizados tildan de “paternalistas” porque no están en el lugar del que trabaja y por eso no saben cuánto vale para un obrero o un empleado el trato digno de un jefe.

Al margen de sus actividades empresariales había abrazado el periodismo como una misión.

Trabajó en casi todos los medios de Argentina y en algunos del exterior: fue columnista en Telefé noticias, trabajó con Chiche Gelblung y con Mauro Viale; y tenía su propio programa en EWTN, la cadena católica de habla hispana en los Estados Unidos, en la cual Jorge Bergoglio fue columnista.

Saludando al Papa en la Plaza de San Pedro

También pasó por varias radios: América, El Mundo, Continental, Radio 10, Radio Cultura y Radio Cope de España. Escribió colaboraciones para Ámbito Financiero, La Nación y el diario Expansión de España. Y condujo además la mañana de una Radio del Episcopado de San Justo, en el gran Buenos Aires.

Además de una numerosísima familia -casado con Marta hace 45 años, eran padres de 12 hijos-, Caruso deja otro legado del que estaba especialmente orgulloso: el Instituto Madero, un colegio técnico secundario que forma en oficios a chicos de pocos recursos, que fundó en Villa Madero con fondos que consiguió del entonces Príncipe -hoy Rey- Felipe de Bélgica, que incluso asistió a la inauguración.

El colegio técnico secundario que fundó en Villa Madero

En el Facebook del Instituto, se comunicó la noticia del fallecimiento, el 6 de mayo pasado, de quien fue uno de sus fundadores. “Pablo fue quien nos facilitó la compra del nuevo terreno para la expansión. Rezamos por él y toda su familia, y le estaremos eternamente agradecidos por haber dejado su vida por el proyecto del Instituto”.

Pablo Caruso había sido recibido por el papa Juan Pablo II, a quien veneraba, y en Buenos Aires había tratado mucho a Jorge Bergoglio. Era muy amigo además de quien fue vocero del pontífice polaco por muchos años, el periodista español Joaquín Navarro Vals. Caruso era miembro del Opus Dei; uno de sus hijos lleva el nombre Josemaría, por San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador de esa institución, canonizado por Juan Pablo II en 2002.

Con su esposa, en una visita a Juan Pablo II

“He conocido pocos periodistas, muy pocos, que hayan sabido evitar la principal incoherencia de nuestro tiempo: lo políticamente correcto”, escribió sobre él, desde España, otro colega y amigo: Eulogio López, director de la revista Hispanidad, de la que Caruso era colaborador.

Cuenta también Eulogio López que “Pablo Caruso fue el hombre que presentó a Carlos Menem a Juan Pablo II” y que “Menem reaccionó a ese encuentro, para él providencial, blindando el aborto en la ley argentina… hasta que los Fernández, Alberto y Cristina, lo levantaron, muchos años después e introdujeron la matanza de inocentes”.

Un cáncer muy agresivo, detectado en enero, se llevó su vida en pocos meses. Un período que atravesó en paz y muy respaldado y acompañado por los suyos. A Caruso le gustaba decir: “La muerte es la noticia más chequeada: todos nos vamos a morir”. Y lo decía con la serenidad que da la fe.

Pablo Caruso también escribía ocasionalmente en Infobae. Lo que sigue es un breve extracto de una columna del año 2015, que no han perdido vigencia:

“Los hombres y mujeres que dieron su vida en pos del sueño de levantar sobre la faz de la tierra a una Nación grande, orgullosa y generosa podrían interpelarla hoy si se levantaran de sus tumbas: ¿Quién te ha corrompido? (...) No fue una desgracia acaecida de un día para otro. Si parece que has sido gobernada a lo largo de tu historia, con algunas excepciones, por una galería de personajes que, en sus inicios, despertaron esperanzas pero a poco de andar caían bajo un misterioso yugo de megalomanía, corrupción y locura que avergonzó a sus ciudadanos a los ojos del mundo. (...) Algunos de los que gobernaron a esta Nación ubérrima nunca vivieron como pensaban y terminaron pensando como vivieron.

Nuestra casa, la Argentina, es habitada en su inmensa mayoría por gente laboriosa, honesta, honrada, hospitalaria. Ofreció, otrora, alivio a millones de seres humanos lacerados por guerras inhumanas, ofreció un cuenco de sopa caliente y una hoguera de leños olorosos a aquellos ateridos desgraciados, y ahora es hostil con los propios hijos. Se abrió un abismo entre nosotros (...). A los argentinos nos han obligado a tomar partido, a navegar entre dos mares turbulentos, inquietantes, corriendo el riesgo de naufragar. Tensan la cuerda hasta límites por demás peligrosos y juegan con los fuegos de los que nadie sale indemne. Han usado el odio indiscriminadamente. Odiar, según Noel Clarasó, es un despilfarro del corazón. (...) Esta Argentina que tiene el corazón partido en dos, era un lugar otrora apacible y con gente genial, es por esto que todavía no todo está perdido. Pero también es un microclima que favorece la floración de sinvergüenzas, traidores y corruptos e increíblemente, en lugar de ir a la cárcel pueden ser convertidos en héroes. Sí, puede pasar... es la Argentina.”

Con dos de sus nietos, en el jardín de su casa en Villa Madero