Sobrevivió al COVID-19 después de estar dos meses en coma: “Perdí 53 kilos y tuve que volver a aprender a caminar”

Pablo Almirón ingresó el 1 de agosto de 2020 al Hospital El Cruce de Florencia Varela y salió el 17 de enero tras escaparle a la muerte. Padre de 7 hijos, hoy esta desempleado y enfrenta a las secuelas que le dejo el virus. “Necesito retomar mi vida”

Pablo pasó 171 días en la UTI del Hospital El Cruce de Florencio Varela

El 24 de julio de 2020, Pablo Almirón (47) se sintió mal. Estaba trabajando en un salón de eventos como jardinero cuando notó que tenía fiebre y dificultad para respirar. El 1 de agosto se acercó al Hospital El Cruce, en Florencio Varela, para que lo revise un médico. De inmediato fue ingresado a terapia intensiva por un cuadro agudo de neumonía bilateral, y recién recibió el alta el 17 de enero de 2021. Estuvo mas de seis meses internado, y un mes y medio en coma. “No recuerdo nada de lo que me sucedió, todo lo que viví me lo contaron mis hijos. No puedo creer como le escapé a la muerte“, le cuenta a Infobae.

Después de 171 días recibió la buena noticia que estaba curado de COVID-19, pero ahora se enfrenta a las duras secuelas del coronavirus. Cuando lo internaron pesaba 115 kilos, tenía obesidad, y salió del hospital con 53 kilos menos. ”Estoy en plena recuperación. Al estar tanto tiempo en hospitalizado con asistencia mecánica para respirar por la gravedad de mi cuadro perdí la masa muscular, tuve que aprender a caminar”, admite.

Pablo es changarín y padre de siete hijos (de entre 5 y 23 años). Su ex pareja lo dejó días antes de que cayera enfermo. “Nos separamos y ella se fue de casa, dejándome a cargo de los chicos. En ese tiempo que caí enfermo, fue mi hija Priscila (20) la que tuvo que lidiar con todo”, reconoce.

Con sus hijos en su casa de Varela previo a contagiarse

Pablo no sabe cómo contrajo el COVID-19. De hecho, cuando se acercó a la guardia desconocía que había adquirido el virus. Mientras Almirón estaba entre la vida y la muerte, en su precaria casa de Florencia Varela quedaban sus hijos, a los que contagió pero sólo tuvieron -por fortuna- síntomas leves.

“El primero de agosto me avisaron que me tenían que dormir, solo le pedí a Dios que cuidara a mis hijos. Entré en coma después de casi sufrir un paro cardiorrespiratorio. Me hicieron reanimación, estuve al borde de la muerte. Recién me desperté el 17 de septiembre”, relata.

Al padecer obesidad, incrementó la probabilidad de que el virus SARS-CoV-2 se manifestara de un modo más agresivo. Almirón sufrió casi todas las complicaciones que causa el coronavirus. Varias veces sus médicos pensaron que moriría.

Cuando tenía la asistencia mecánica, necesitaban más de dos personas para rotarlo. Muchos de quienes padecen COVID-19 están acostados boca abajo, en posición de prono. Se trata de una antigua técnica que ha demostrado ser efectiva a la hora de combatir las enfermedades respiratorias graves. “Aún hoy solo puedo dormir boca abajo. Se me hace imposible estar acostado boca arriba”, admite.

No solo padeció eso. “Los riñones me empezaron a fallar, y tuvieron que hacerme diálisis. Después, para colmo, entré en una depresión, e incluso tuve alucinaciones”.

Escaparle a la muerte

Sufrió todas las complicaciones del Covid-19

Después de casi dos meses, ya fuera de peligro, Pablo fue derivado a terapia intermedia, donde le retiraron el respirador, y pudo volver a ingerir alimentos por vía natural. “Sentía miedo cada vez que me faltaba el aire, me costó que me quitaran el oxígeno, sufrí varios ataques de pánico”.

El estrés psicológico hizo que anulara todo lo que había vivido. ”Me enteré de todo lo que había luchado recién cuando volví a mi casa, me lo contó mi hija porque no recuerdo nada”, admite.

Volver a casa

De vuelta en casa rodeado por sus hijos que lo asisten

A mitad de enero pudo regresar a su hogar. Ahí comenzó otra etapa: la recuperación post COVID-19. Tuvo que aprender a volver a caminar. “Sigo agitando cuando camino o incluso cuando estoy sentado. Perdí movilidad en varias partes del cuerpo, en especial el brazo izquierdo, voy al kinesiólogo dos veces a la semana. Son mis hijos mi pilar fundamental, los que me asisten para salir adelante”, cuenta.

A raíz de las secuelas en su salud, aún no pudo reincorporarse a la actividad laboral. “No estoy bien para trabajar. Vivo con la ayuda económica de mi familia, vecinos y amigos porque nuestra situación es delicada. Quiero volver a ser el de antes para encaminar mi vida”.

Está agradecido por estar vivo. “Vi a muchos morir, vi a hijos despidiéndose de sus padres a través de un cristal; yo no quería que mis hijos pasaran por eso”.

SEGUIR LEYENDO: