Es un martes caluroso de abril y Alejandra Laniado (46) se conecta puntual a la videollamada con Infobae. Del otro lado de la pantalla, asoma la figura de una adolescente: es una de sus hijas, que la está asistiendo con los detalles técnicos. “¿Me escuchás bien?”, pregunta ella, sentada unos metros más atrás, mientras se acomoda las gafas y se prepara para hablar. Necesita que todos conozcan su historia porque cualquier dato, cualquier pista, puede ayudarla a reconstruir las primeras piezas de su vida.
Alejandra nació a finales de 1974 y se crio en el seno de una familia judía. Creció como hija única, cursó sus estudios en el Colegio Tarbut y luego se recibió de Psicopedagoga en la Universidad CAECE. Casada desde hace 25 años es, además, madre de tres mujeres de 20, 17 y 13. Hasta ahí, su vida como la conocían todos. Incluso, ella misma.
Hace dos meses, sin embargo, parte de esa historia comenzó a tornarse borrosa, difusa, casi ajena. “No sé de dónde vengo. No sé cómo llegué a mis papás. No sé ni qué día nací”, dice Alejandra que, hasta el año pasado, celebraba su cumpleaños el 5 de noviembre. “Lo que me está pasando es muy fuerte. A mi edad, después de tanto tiempo en pareja y con hijas grandes, creía tener mi vida armada, más o menos organizada; pero en realidad es todo lo contrario”, agrega.
Algunos indicios
La primera alarma, cuenta Alejandra a este medio, se encendió hace aproximadamente dos años. Su hija más grande tuvo que hacer un trabajo para la facultad sobre bebés nacidos durante la dictadura militar argentina. Entusiasmada, la joven fue a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), buscó información y artículos sobre Abuelas de Plaza de Mayo. Una tarde de domingo, mientras analizaban juntas el trabajo, su hija mayor y la del medio la interpelaron: “Má, ¿vos estás segura de que sos hija de Noni y el Abuelo?”.
Aunque contestó entre risas, Alejandra lo hizo con firmeza. “Obvio que soy la hija de Noni y el Abuelo. ¿Por qué se les ocurre que no?”. “Porque no te parecés en nada a ninguno de los dos, porque son muy grandes y porque no tuvieron más hijos”, le respondieron. Para ella, los argumentos de las chicas “no parecían tener mucho sentido”. De cualquier forma, la duda quedó instalada.
Días después de ese intercambio, Alejandra y su familia fueron a cenar a lo de sus padres. Durante la sobremesa, su hija del medio le pidió a su abuela que le mostrara una foto de cuando estuvo embarazada de su mamá. “Buscaron juntas durante un rato largo, pero nunca encontraron. Lo más extraño fue la respuesta de mi papá que salió a querer justificar algo sin sentido alguno. Nos fuimos de ahí con una sensación muy rara”, contó Alejandra en un posteo extenso que hizo en su cuenta de Facebook.
A pesar de que no volvieron a hablar del tema, para sus tres hijas (e incluso hasta para su marido), ya no había más dudas. “Má, vos no sos hija de Noni y el Abuelo”, le dijeron. Alejandra, no supo, ni pudo, responder nada. “Creo que inconscientemente empecé a imaginarme lo que se venía. Por eso, miré para otro lado”, admite dos años después de aquel episodio.
En febrero pasado, volvieron a sonar las alarmas y mucho más fuerte. Por más que hubiera querido, Alejandra no podía seguir haciéndose la desentendida. Tuvo que enfrentar su destino.
“(...) A mi hija mayor le detectaron una patología en la sangre, nada grave, pero se transmite genéticamente de madre a hija. ‘LA SANGRE’: qué paradoja. Esta vez, no pude mirar para otro lado. Le pedí a mi mamá que se sacara sangre para ver si ella también lo tenía, y cuando me dijo que ‘NO’, entendí que mis hijas podrían tener algo de razón. Pero uno no lo quiere creer, o por lo menos yo (...)”, contó en sus redes sociales.
Una pista
Tras la negativa de su madre a sacarse sangre y las evasivas de su padre, Alejandra decidió “ir al origen” y, con ayuda de sus amigas, consiguió su partida de nacimiento. “Leyéndola descubrimos el dato que cambiaría mi vida. La firmaba ‘ERNESTA FERRARI’. Buscamos su nombre en Google y ahí me enteré de que esta mujer formaba parte de una red de parteras que se dedicaban a la venta y el tráfico de bebés”, cuenta.
“Enterarme de ese dato antes de tener el relato de mis padres fue terrible. Tuve que enfrentarlos pero cuidándolos porque, además de ser muy grandes, los amo y sé que soy su vida entera”, dice Alejandra y asegura que, de la charla que finalmente logró tener, no obtuvo demasiada información.
“El otro día volví a hablar con mi mamá y le dije: ‘Por favor, necesito que hagas memoria porque todos los detalles que vos te puedas acordar a mí me sirven’. Me contó que el día que me fueron a buscar, me llevaron al pediatra para hacerme un chequeo y el hombre les dijo que ya se me había caído el cordón umbilical. Lo primero que hice cuando volví a mi casa fue meterme en Internet y buscar: ‘Cordón umbilical cuando se cae’. Las respuestas variaban, pero era entre los siete y catorce días de vida”, cuenta sobre el camino que tuvo que empezar a desandar.
En busca de su árbol genealógico
De la mano del grupo de Facebook “Víctimas Red de Parteras - Unidos”, que tiene más de 120 integrantes, Alejandra se puso en contacto con varias personas con historias similares a la suya.
Hasta el momento -cuenta- lo que pudo averiguar es que todas las partidas de nacimiento firmadas por Ernesta Ferrari (quien ya no vive), corresponden a apellidos de la colectividad judía. “Claramente tenía algún contacto ahí dentro que la acercaba a los matrimonios judíos que no podían tener hijos (o viceversa) y ella se encargaba de conseguirles un bebé”, sostiene Alejandra y plantea el dilema de la religión. “Yo me crie como judía y así eduqué a mis hijas. Ahora, mi identidad religiosa también se pone en juego”.
Mientras tanto, ella optó por pagarse el Family Tree, un estudio de “ADN ancestral” que se hace en un banco genético mundial. “Para los que estamos en la búsqueda de nuestro origen puede traer información clave. Hoy, el único lazo de sangre que tengo son mis tres hijas”, afirma.
Y agrega: “Hace unos días me informaron que tuve una coincidencia con una de las chicas que fue víctima de la misma red de parteras, en su caso de María Elena Spinelli. Ella ahora vive en Reino Unido. Somos entre primas segundas y cuartas. Hicimos una videollamada, pero no sabe mucho más que yo. Lo bueno es que tal vez entre las dos lleguemos a algo”, se ilusiona Alejandra.
“Pensar que toda mi familia estaba al tanto de esto, me hizo sentir muy vulnerable. Y cuando digo todos, digo hasta el primo de mis primos: era un secreto a voces y la única que no lo sabía era yo”, dice, pero no les guarda rencor.
“Yo los considero mi familia, siempre va a ser así. Eso no va a cambiar nunca, como a mis papás: van a ser mis papás toda la vida”, agrega Alejandra y pide dejar su mail (alejandralaniado@yahoo.com.ar) y su cuenta de facebook por si alguien está en su misma situación y necesita ayuda o simplemente tiene algún dato para aportar.
Su búsqueda ya está en marcha.
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