Pertenece a una época en que las familias más adineradas de la ciudad competían solo para presumir quién construía la mansión más imponente. El Palacio Paz es ejemplo de ello. Comenzó a levantarse en 1902 por el fundador del diario La Prensa, el político, diplomático, militar y periodista José Clemente Paz. Como era costumbre entonces, se contrataban a los mejores arquitectos europeos. En este caso, fue Louis-Marie Henri Sortais que, como también era costumbre, nunca viajó a Buenos Aires. La obra la dirigió el reconocido ingeniero Carlos Agote, formado en L’Ecole Centrale des Arts de Paris y que también tuvo a su cargo la construcción del edificio del diario La Prensa, entre otras obras en los que dejó su huella. Para el diseño el arquitecto se inspiró en el frente del Louvre y en salones del Palacio de Versalles. Paz, que en su fuero íntimo quería ser presidente, encargó una mansión que imaginó futura residencia presidencial.
Cuando se inauguró en 1914, era la más grande en Buenos Aires habitada por una familia. Los 12.000 metros cuadrados contenían 140 ambientes. Tenía cinco comedores, una planta de honor junto a un salón de baile, un comedor, un salón de música y una biblioteca. El segundo piso estaba destinado a los aposentos privados con corredores ocultos para ser usados por la servidumbre y así no cruzarse con los propietarios. En el tercer piso se alojaba el numeroso personal de servicio. También contaba con ascensores y uno especial para carruajes, entre otros tantos adelantos para la época.
Cuando se inauguró su dueño había fallecido en marzo de 1912 en Montecarlo. Su viuda Zelmira Díaz Gallardo y sus dos hijos, Ezequiel Pedro Paz Díaz y Zelmira Paz Díaz la habitaron junto a sus familias. No eran más de 10 personas. Número infinitamente inferior a las 40 dedicadas a la atención de la limpieza, las calderas, las cocinas, las carboneras, los jardines y las caballerizas, que daban a la calle Esmeralda.
Ingleses en 1807 y en 1982
Su frente da a la avenida Santa Fe 750, justo frente a Plaza San Martín, en el barrio de Retiro. Según contó a Infobae el director de Relaciones Públicas e Institucionales del Círculo Militar, el coronel retirado Gustavo Tamaño “pocos saben que frente al Palacio Paz se hallaba la Plaza de Toros, un imponente y sólido edificio de ladrillos capaz de albergar diez mil personas en sus gradas. Inaugurada el 14 de octubre de 1801 brindó corridas de toros hasta que estas fueron prohibidas en 1819 y luego demolida. El 5 de Julio de 1807, durante la segunda invasión inglesa la plaza de toros fue escenario de violentos combates, donde se destacaron las tropas al mando del Capitán de Navío de la Real Armada Juan Antonio Gutiérrez de la Concha. Alli encontró la muerte el Teniente de Navío de la Real Armada Cándido Francisco José de Lasala -primo de José de San Martín- que conducía el fuego de los cañones. Hubo numerosos caídos y posiblemente los muertos británicos hayan sido sepultados allí mismo. Era una zona de baldíos y huertas. Ese hecho se perdió en la historia y hoy día no se sabe con certeza donde se hicieron exactamente estas sepulturas. Tampoco si en algún momento se exhumaron y trasladaron los restos. Esto lleva a suponer que bajo en lo que hoy son los jardines de la residencia haya habido entierros”. Tamaño especula que aún puede haber restos bajo las calles, aceras y edificios de esa área, y otros pudieron haber sido removidos al excavarse los cimientos de las edificaciones. “Triste suerte del soldado cuyas almas y cuerpos caen en el olvido”, reflexiona.
“Para mí tiene un sabor especial los combates que se libraron en este lugar en 1807”-acotó. “Yo también combatí a los británicos en Malvinas. Fui como subteniente del Destacamento de Exploración de Caballería Blindada 181. El 12 de junio de 1982, cuando con vehículos blindados nos dirigíamos hacia Puerto Argentino, nos atacó la artillería inglesa. Hirieron al cabo primero conductor motorista Raúl Alegre, al soldado Diego Iglesias y yo recibí heridas en los brazos y en la pierna izquierda. Por poco no perdí el brazo derecho”.
Presencias inquietantes
Tamaño, que trabaja en el lugar desde 2018 y que posee su oficina en el subsuelo explicó que “cuando la noche cae, recorrer en las penumbras ciertos lugares generan algo que se podría definir como una sensación de incomodidad. Una extraña percepción que lleva a evitar ciertos lugares o transitarlos rápidamente. Quizás no sea otra cosa que sugestión o el temor que genera en el ser humano ciertos lugares. El Palacio Paz podría tener algunos motivos para que lo transiten almas o presencias de quienes ya no están entre los vivos. Su larga existencia puede encerrar el o los espíritus de algunos de los que lo construyeron o habitaron”.
Tamaño fue recolectando hechos e historias que pasaron a formar parte de la tradición oral entre los que realizan labores en la sede del Círculo Militar. “Uno de los hechos más llamativos aconteció años atrás. Ocurrió un atardecer cuando una de las empleadas encontró a un anciano caballero sentado en uno de los corredores al cual el público no tiene acceso. Le llamó la atención su apariencia, no por inapropiada, sino por lucir una cuidada, larga y tupida barba blanca que no condecía con nuestros tiempos. Le preguntó que hacía en ese lugar. Con absoluta naturalidad le respondió que era el General Nicolás Levalle”.
Este militar había nacido en Italia en 1840 y a los dos años su familia se radicó en el país. Peleó en la Guerra de la Triple Alianza, fue uno de los jefes de la campaña al Desierto y se desempeñó como ministro de Guerra y Marina con los presidentes Miguel Juárez Celman, Carlos Pellegrini y José Evaristo Uriburu, le tocó reprimir a los revolucionarios de 1890. Y había sido uno de los fundadores del Círculo Militar.
Cuando comentó el hecho a miembros de la Comisión sonrieron diciendo que Levalle llevaba más de cien años de fallecido. Nadie vio más que ella a dicha persona que lucía como el óleo que se conserva en el Círculo Militar. Un detalle: el General Levalle nunca había estado en el Palacio Paz, ya que falleció en 1902, año en que se inició la obra.
En otra oportunidad, empleados del servicio de catering abandonaron apresuradamente el Salón Roca, destinado a ser el escritorio de José C. Paz, donde se habían velado los restos de su viuda. Aseguraron haber percibido una presencia.
Cada tanto el personal del comedor era sorprendido al encontrar las mesas desordenadas, luego de que el día anterior las habían organizado para una comida. “Estos salones originalmente eran los aposentos privados de doña Zelmira que parecería no estar satisfecha con tanto bullicio generado por los comensales”, explicó irónicamente.
La mujer con el pañuelo
Los que trabajan en el edificio se debaten entre la fantasía y la sugestión. Hasta que aconteció un suceso tan extraño como sorprendente. Ocurrió el viernes 13 setiembre de 2019, cuando un extraño hecho alteró la cata de vinos que se realizaba en los salones. El violinista que amenizaba la recorrida y degustación fue al baño de caballeros que se encuentra en el corredor Renacimiento, en el subsuelo al que se accede por medio de una escalera. Tamaño contó que “tuvo la ocurrencia de tomarse una selfie, con los retretes como fondo”.
Al observar la fotografía, lo que pudo ver lo dejó perplejo. En lugar de la pared revestida de cerámicos blancos aparecía un fondo oscuro y sobre su hombro una figura fantasmagórica de una mujer con un pañuelo en su cabeza. Aun turbado por la imagen se la mostró a los organizadores del evento que no podían creer lo que había captado la cámara. Al ampliarse, fue posible observar otros rostros más pequeños y tenues. Aún no se ha podido asociar esta figura con algún hecho acontecido en el palacio.
Después de la crisis del 29 el país cambió, y las deudas contraídas por el esposo de la hija de Paz decidieron a la familia vender la mansión, que en 1938 fue adquirida por el Círculo Militar.
El Palacio Paz se encuentra abierto al público. Qué mejor que efectuar un recorrido y admirar la belleza arquitectónica que maravilla al visitante europeo. Las fantasías y creencias que encierra las dejamos a gusto del consumidor.
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