No usaba casi nunca Twitter. Es médica terapista de un hospital público en Palermo y de una importante clínica privada del barrio de Recoleta y las redes no eran lo suyo. Pero esta semana Vanina Edul (47) decidió contar a través de un hilo en la red social cómo sus pacientes transitan el COVID-19 “porque la mayoría terminan muriendo”.
Las estremecedoras historias se viralizaron.
“59, artritis reumatoidea y unos kilos de más. Te voy a buscar a la guardia. ‘No quiero ir a terapia, doctora. Le temo al tubo’. Tus hijos (6) te piden que aceptes. Cedés. Hace 1 semana que vas de prono a supino y la hipoxemia no cede. Ojalá repuntes”, empezó escribiendo la médica, a través de su cuenta @EdulVanina.
Al minuto siguió: “Perdiste el laburo. 7 pibes. Te hacés Uber para llevar COVID+. Te la pegaste. Tenías 45. Sano. Guapísimo. Que alguien me explique que en 3 semanas la enfermedad+ infección intrahospitalarias te dejarían los pulmones así. Una roca que no oxigena. Y nosotros useless (inútiles). Y te fuiste. Y nos desgarra”.
Otra historia que publicó: “32 años, diabetes bien controlada. Te cuidaste. Ahora estás con máscara de O2, solo pensando en la próxima respiración”.
La dramática enumeración continuó: “49 años y nada de enfermedades. ¿Cómo fue que te afectó así? No revierte tu cuadro. Sombrío el panorama. Ella sufre al teléfono. Quisiera consolarla con que mañana estará mejor. Menos del 50% de sobrevida me anudan la lengua y callo”.
En esa catarsis en redes, también recordó a una joven embarazada: “36 años, flaca, hermosa. Plenitud total. Por suerte lo superaste. Esas dos semanas me dormí suplicando ‘que mejore esa chica’”.
Y reveló cómo detrás de la escafandra que la protege del COVID-19 ve la vida de sus pacientes apagarse: “’Doctora, el señor no quiere intubarse’. Me pongo la escafandra. Te cuesta oirme. Resoplás con dificultad. Te miro seria a los ojos. ‘Ok doc, lo que usted diga’. Llamás a tu amigo del alma. Los papeles están ahí. ‘Cuidame a la flaca’. Vos sabías que no la contabas. Mi nudo en la garganta”.
La angustia de Vanina -que a pesar de mantener la distancia profesional con su pacientes, no puede dejar de conmoverse- se transmite en sus mensajes. “Los sentimientos entorpecen el accionar, mantengo la empatía y la compasión. Esta pandemia ha hecho estragos emocionales fuertes en todo el personal”, le reconoce a Infobae.
“Hace 14 meses que siento que estoy en la primera línea de una batalla, como un soldado, de una profesión que elegí y amo”, sostiene. “Nunca había hecho un descargo, y no imaginé que tendría repercusión, pero la verdad es que los médicos no damos más”, admite.
También subió a su cuenta personal una foto collage donde se la ve con todos los insumos necesarios para protegerse, y en la otra las marcas que le dejan luego de ochos largas e intensas horas de trabajo. “Gano 80.000 pesos, y tuvimos que comprar todos los materiales porque los que nos entregaron en el hospital son muy precarios….”, revela con un desgano físico y emocional que se hace sentir del otro lado del teléfono.
“Hoy perdí otro paciente. Esto no es normal. Una mujer de 59 años con una enfermedad preexistente controlada. No tendría que haberse muerto, y no lo peor es que no sé de qué se murió…”, admite.
“Para nosotros las vidas no son números. Es una enfermedad brutal. Con el pasar de los meses notamos que mata más rápido, y que las complicaciones son más severas, ni hablar que bajó la edad de los que pierden la vida”.
Son varios meses que lleva al frente de esta batalla contra el coronavirus, exactamente desde marzo de 2020. “Discutimos si la letalidad es 2.47 o 2.74. La política y la medicina chocan de frente. La medidas sanitarias caen en una contienda que es la grieta. Eso es lo que me indigna, como se frivoliza el tema... hay gente que se sigue quejando por no poder ir a una fiesta”.
El colapso del sistema sanitario
Hoy un paciente, además de preocuparse por la enfermedad, tiene que lidiar con el hecho de no saber si encontrará camas disponibles en las instituciones para recibir una buena atención. A pesar de la incorporación de 50 camas, la ocupación de las terapias intensivas en la Ciudad de Buenos Aires continúa por encima del 80% . Vanina analiza la problemática y sostiene: “Sumar camas o reconvertir espacios en lugares de terapia intensiva no es suficiente porque también faltan profesionales, no cualquier doctor puede ser terapista. Por ejemplo, yo podría ir a operar una retina, son ramas diferentes”, admite.
Y sigue: “No estamos acostumbrados a lidiar con tantas complicaciones en simultáneo con un índice de mortalidad del 60% cuando en tiempos ‘normales’ es del 20 o 30%”.
A todo el desgaste físico, psicológico y la falta de recursos los profesionales de la salud tiene que sobrellevar su vida personal. Vanina contrajo Covid-19 en abril, en los inicios de la pandemia. Tránsito la enfermedad con síntomas leves, algo de fiebre y malestar. “Lo peor es que contagié a mi marido de 58 años que tiene asma, tardó tres semanas en volver a estar bien. Mi hija de cuatro años la pasó bien. Por suerte están todos recuperados, pero cualquier de ellos podría haber sido uno de mis pacientes”.
“Es muy angustiante, no damos más, por eso le pido a la gente que haya más compromiso cívico”.
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