El Parque Nacional Iguazú no sólo es uno de los más visitados y valorados de la Argentina. También es el resguardo de especies que pelean por su supervivencia. Una de ellas, es la tortuga herradura, un animal considerado como vulnerable y con un valor especial para el ecosistema del lugar.
Esta especie de tortuga habita ríos y arroyos rocosos poco profundos con correderas de las provincias de Corrientes y Misiones. Es una especie seriamente amenazada por la construcción de represas hidroeléctricas que limitan su hábitat y las aíslan con una tendencia poblacional en decrecimiento.
Pero se conoce poco de la tortuga herradura. No estaba muy claro cuáles eran los tiempos de su evolución, de sus características reproductivas ni de sus costumbres de anidamiento, o sus predadores, por ejemplo.
La Unión Mundial por la Naturaleza (UICN, por sus siglas en inglés) que la tiene catalogada como vulnerable, explica: “Existe una explotación moderada de Phrynops williamsi, tal su nombre científico, dirigida al comercio nacional e internacional de mascotas, especialmente en Uruguay, pero aparentemente no en Brasil, y una importante mortalidad por captura incidental asociada a de la pesca de subsistencia y la captura en algunos arroyos y ríos en los que se encuentra”.
Atilio Guzmán, biólogo del CIES (Centro de Investigación Ecológica Subtropical), trabaja en un proyecto junto a la Administración de Parque Nacionales y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación para estudiar la población, y le contó a Infobae que surgió cuando empezaron a notar que las tortugas anidaban al costado de las vías del trencito que va a la Garganta del Diablo. Allí, en épocas donde los turistas llegan al parque, la gente alimenta a los coatíes y les tira alimento. Entonces cuando estos mamíferos buscan su comida, arrasaban también con los nidos.
La presencia de esta especie fue registrada sobre el río Iguazú superior y su costa, en áreas zonificadas de uso público intensivo que incluyen pasarelas, senderos pedestres y circuitos náuticos de bajo impacto. Para poder conocer y estudiar las condiciones en las cuales se desarrolla la especie y obtener datos sobre la duración del periodo de incubación y la fecha en la que se produce, se procedido al “cierre” de ese espacio y se colocó un cartel informativo para el conocimiento público, y evitar posibles impactos con la ayuda del personal de la empresa Iguazú Argentina.
“Durante 2019 y principios de 2020, cuando detectamos la alta predación por los coatíes, hicimos muestreos semanales en busca de nidos recorriendo el camino costero que bordea el río Iguazú en donde la presión es mayor. De esa manera identificamos tres áreas principales de nidificación de la especie: área puerto Tres Marías, área de la toma de agua y área Garganta del Diablo. Una vez que detectábamos un nido, inmediatamente se le colocaba la jaula protectora (que va anclada con estacas al suelo) y ahí comienza el monitoreo de la nidada”, explicó el investigador.
La tortuga hace su nido a unos 5 centímetros de profundidad y pone entre 11 y 17 huevos. La especie a menudo toma el sol en rocas expuestas en su hábitat ribereño, pero no en bancos de arena. Tiene un cráneo robusto con superficies de trituración maxilares relativamente anchas que sugieren se alimenta, principalmente, de pequeños caracoles, bivalvos, artrópodos acuáticos y posiblemente carroñeras de pez.
Se estima que la vida media de esta especie es de 15 a 20 años y las hembras alcanzan la madurez entre los 10 y 12 años.
“Hasta el momento se encontraron 16 nidos, de los cuales 9 fueron depredados por los lagartos overos y coatíes. Se protegieron siete para realizar el monitoreo, algunos de los cuales también fueron atacados por lagartos incluso con la malla de protección colocada”, agregó Guzmán, quien explicó que la baja en la cantidad de turismo por efectos de la pandemia también generó ese cambio de predador. “La jaula que habíamos puesto funcionaba bien para los coatíes, pero no para los lagartos que podían meterse. Es todo un aprendizaje y un gran hallazgo ya que estamos descubriendo comportamientos y tiempos de la especie que no estaban registrados”, agregó el investigador.
Guzmán y Fabián Gatti registran las características del nido, ancho y profundidad de la cámara de incubación. La tarea consiste en medir en detalle las características del nido (tamaño, profundidad; se cuentan, pesan y miden los huevos, y se colocan los registradores automáticos de temperatura: datalogger). “La temperatura es fundamental para esta especie ya que los huevos maduran y eclosionan en tiempos distintos y es esta variable la más importante”, dice el biólogo.
La revisión y repesado de los huevos se realiza cada 11 semanas. A su vez, el procedimiento se realiza con guantes para evitar dejar olor y que los animales puedan verse atraídos hacia el nido. Se cuentan y marcan los huevos con el propósito de evitar girarlos y dañar los embriones en desarrollo y luego los retiran respetando el orden y posición dentro de la cámara.
En cuanto a los huevos, son subesféricos con un eje apenas mayor que el otro y tamaños de aproximadamente 30 mm y pesos aproximados de 15 gramos. Eso último abre la interrogante de si el número de huevos, el tamaño y el peso dependen de la condición de la hembra (edad, estado sanitario, tamaño, etc.), datos que aún no se disponen.
“En este momento estamos justamente en el proceso de escritura del paper. Estamos descubriendo que la especie se reproduce sólo una vez al año; saber en cuanto al manejo del área protegida en qué momento salen a poner a sus huevos y cuándo nacen las crías para en esos momentos extremar las precauciones en cuanto al tránsito.”, detalla.
La tortuga herradura puede llegar a vivir unos 20 años. Pero su vulnerabilidad es alta. No sólo la amenazan las predaciones, como descubrieron los investigadores. También podrían afectarlas los cambios de temperatura que produce la crisis climática. El Parque Nacional Iguazú, hoy es su refugio.
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