Gastón Abrego tiene 29 años, trabaja como transportista para una distribuidora y vive en Guaymallén, provincia de Mendoza. En su cuenta de Twitter @gaston_abrego_ dio a conocer su caso como “Crónica Covid” y su historia terminó siendo viral en las redes sociales. A través de un hilo, relató cómo fueron los días más duros de su vida, desde que comenzaron los síntomas, hasta que finalmente tuvo que ser internado. En uno de sus posteos, recordó a su padre, quien falleció por COVID-19 y a quien tuvo muy presente cuando le tocó ver morir a dos pacientes que se encontraban internados junto a él. En su última publicación, celebra que su madre haya recibido la vacuna esta semana, ya que se contagió de su padre y tuvo neumonía.
Apenas lo evaluaron en el hospital, el diagnóstico de Gastón fue contundente: neumonía bilateral moderada. A pesar de que el lunes pasado recibió el alta, hoy su pulmón izquierdo sigue afectado, su óxígeno satura por debajo de lo normal y siente una permanente falta de aire. “No puedo inspirar profundamente, ni bostezar. Siento que mi capacidad pulmonar se redujo, camino muy poco por mi casa y, hasta hace unos días, no podía ni hablar. Me dijeron que la recuperación va a ser larga y que me va a costar volver a la normalidad”, le contó a Infobae.
Gastón cree que se contagió de COVID-19 durante Semana Santa, aunque no sabe cómo, ni dónde. El domingo de Pascuas amaneció con un fuerte dolor de garganta y el lunes tenía fiebre. “El martes no podía más. Me sentía muy mal y mi hermano, que es médico, me dijo que fuera a hisoparme. Me dio positivo y me aislé. Mi padre murió en octubre, así que desde entonces vivo con mi madre para acompañarla. Tenía terror de que se contagiara por segunda vez, porque tuvo neumonía por haber estado en contacto con mi papá”, dijo.
Los síntomas -dolor de garganta, fiebre, cansancio y dolor corporal- le duraron toda la semana, hasta que al octavo día se despertó porque le faltaba el aire. Su hermano médico fue a verlo y, al verificar su valor de saturación, lo llevó a la guardia del Hospital Central, donde le suministraron oxígeno y lo internaron de urgencia.
“Apenas me empecé a sentir mal, me aislé para no contagiar a mi mamá. Me enojaba con ella porque no quería que se acercara a la puerta de la habitación. Le pedía que dejara las cosas en el piso y que se fuera. Cuando me tuve que ir al hospital, le pedí que no entrara a la habitación por unos días. Sufrió mucho, porque tuvo que seguir aislada y se quedó sola en la casa. Me llamaba desesperada, porque ya había perdido a mi papá y tenía miedo que a mí también me pasara algo”, explicó.
Hasta el día de hoy, Gastón hace memoria y no entiende cómo pudo haberse contagiado, porque siempre tomó todos los recaudos necesarios y nadie de su entorno se enfermó.
“Es un misterio porque ni mi pareja, ni mis amigos, ni nadie de mi trabajo, ni de mi entorno se enfermaron. Todos se testearon y dieron negativo. Solo yo fui positivo. Creo que fue un contagio comunitario y que tuve una de estas nuevas cepas que son más virulentas. Estaba perfecto de salud y corría más de 20 kilómetros, pero ahora no puedo hacer nada”, destacó.
“Los médicos me decían que no me podían dejar ir porque, con la neumonía avanzás un paso y luego retrocedés dos. Era importante que estuviera internado, porque en mi casa no iba a tener oxígeno. Pensaba que la muerte me podía tocar a mí, que si me pasaba iba a morir solo... Pasé de sentirme relativamente bien a no poder levantarme para ir al baño, porque me quedaba sin aire y me ahogaba. Fue horrible”, recordó.
En su hilo de Twitter, recordó los dos momentos más dramáticos que vivió durante su internación: cuando vio morir a dos pacientes con los que compartió la habitación.
“Una noche, después de dormir una hora, sentí mucho movimiento a mi lado. El señor de la cama de al lado se estaba ahogando y las enfermeras lo estaban salvando. Todo fue en vano, dejó de respirar y nunca pudo llegar a terapia. No había lugar y su neumonía avanzó muy rápido”, publicó. “La imagen de verlo delicado, pero consciente en la tarde, no se me va a borrar. Ya en la noche durmió y no se despertó más. No hubo abandono de nadie. A cada rato las enfermeras lo asistieron y los médicos lo visitaron para seguir evaluando su evolución. Fue muy rápido todo”.
Su relato en Twitter continúa y se convierte en estremecedor. “De un momento a otro, ya lo estaban metiendo en una bolsa negra. Nunca supe cómo se llamaba, nunca sabré quién lo lloró”. Ese fue su primer encuentro, cara a cara con la muerte. Pero, lamentablemente, no sería el último.
A los pocos días, estaba durmiendo y un sonido -que aún hoy no logra sacar de su mente- lo despertó bruscamente. Tampoco ahora puede sacarse la dramática imagen que vio.
“Me despertó el ruido de la bolsa mortuoria. Fue lamentable. Fue estar frente a frente con la muerte. El señor, de unos 60 años, en la tarde había estado mandando unos audios, con esfuerzo, y la enfermera le dijo que no hable y apague su celular. Él le hizo caso y su celular nunca más se prendió”, escribió en su cuenta.
En diálogo con Infobae, rememoró esos dos dramáticos episodios que lo marcaron a fuego durante su internación y que, según sus propias palabras, “le mostraron la peor cara de la pandemia: morir solo”.
“La primera vez, estaba internado en una habitación con otros dos enfermos. Me sentía muy mal, estaba con oxígeno y tenía que permanecer boca abajo por mis pulmones. De repente, me desperté y vi que a mi lado una enfermera estaba subida a una silla, tratando de reanimar al paciente que estaba a mi izquierda. No lo pudo salvar. Todavía no me puedo sacar a esa imagen de mi cabeza”, contó.
A los pocos días, la escena volvió a repetirse. Gastón había sido cambiado de sala y la muerte volvió a desfilar frente a sus ojos. “Me desperté por el sonido del cierre de la bolsa mortuoria. Con dificultad, ese hombre había estado mandando audios por celular durante la tarde, pero de repente todo cambió y falleció. Siempre estuve internado en una sala común, donde todos los pacientes estábamos conectados a la bigotera, así que nadie hablaba porque nos costaba respirar. Nunca voy a saber los nombres de las personas con las que compartí la habitación”.
“Vi morir a dos personas a mi lado y pensaba que el próximo podía ser yo. Nunca había estado al lado de alguien que falleciera. Tenía miedo de no mejorar, de que mi cuadro se agravara, de ser el próximo, de morir solo... Me acordaba de mi papá, que pasó por lo mismo que ellos y, desde que se lo llevaron en la ambulancia, no lo volví a ver”, se lamentó.
Cipriano Abrego tenía 69 años y en octubre se contagió de COVID-19, por haber estado en contacto con el cuñado de Gastón. De hecho, su pequeño sobrino también dio positivo, pero ambos superaron la enfermedad con síntomas leves. Sin embargo, la madre de Gastón se contagió de su marido y, aunque al principio ambos desarrollaron síntomas leves, con el correr de los días todo fue empeorando.
“Mi padre se contagió de mi cuñado. A los pocos días, mi mamá empezó con síntomas y tuvo una neumonía leve, pero lo pasó en su casa. Mi papá también estuvo aislado y pensamos que se iba a reponer fácilmente, pero a los 10 días lo tuvieron que internar. Estuvo una semana, empeoró, lo llevaron a terapia intensiva y falleció el 23 de octubre. Cuando murió, mi mamá todavía estaba tratando de salir de la neumonía. Nunca más lo pude ver. La última imagen que tengo de él, con vida, es de la vez que fui a su casa a dejarle comida. Después, volví a verlo en el cementerio, en un cajón y de lejos, porque no nos dejaban acercarnos”, relata conmovido.
En otros posteos de Twitter, escribió. “Cada hombre que vi morir ahí, fue una parte de él que pude darle forma. La peor de las formas, pero que hoy siento que lo necesitaba para darle el duelo que nunca pude darle. Un día, sin más, desapareció y eso fue todo. Solo pude ver su cajón desde la lejanía. Su tumba lleva su nombre. Hoy su tumba tiene más sentido para mí. Quisiera poder haber estado ahí, pero el universo conspiró para que no fuera de esa manera y sí de esta. Lo extraño y, desde que entré al hospital, ví un poco de él acompañándome”.
La vivencia que tuvo durante su internación, donde vio morir a aquellos hombres, le hizo pensar en el sufrimiento similar que debió haber atravesado su padre, quien al igual que ellos, murió en soledad.
“Nunca se me va a borrar de la cabeza la imagen de la enfermera, subida a una silla y haciéndole reanimación al paciente de al lado. Tuve a la muerte al lado mío y no podía hacer nada. De alguna manera, vi lo que mi papá debió haber sufrido. Le pasó lo mismo que a ellos... estuvo internado, vio que no evolucionaba favorablemente y falleció. Nunca me imaginé vivir algo así. Vi la peor cara de la pandemia, vi como la enfermedad avanza muy rápido para algunos y se los lleva, vi morir a gente sola...”, le dijo a Infobae.
Hoy su madre está vacunada y Gastón piensa qué hubiera pasado si su padre también la hubiera podido recibir. Dice que no le va a alcanzar la vida para agradecerle a los médicos que lo atendieron y ponderó el sistema de salud pública.
“Ojalá mi papá hubiera llegado a darse la vacuna, pero lamentablemente no pudo ser. Me siento muy agradecido al sistema público, porque se está haciendo lo posible para salvar a la gente. Todos los médicos tienen familia y quieren volver a sus casas. Son héroes... son los verdaderos súper-héroes de la vida. Les voy a estar agradecido por siempre”, manifestó.
El lunes pasado recibió el alta médica después de pasar más de 20 días transitando la enfermedad. Pero la buena noticia de que, finalmente, se iba a casa se hizo esperar más de lo que hubiera querido. “Me quisieron dar el alta, pero otra vez empecé a saturar mal, así que me dejaron 48 horas más internado para asegurarse de que no tuviera que necesitar oxígeno. Pensé que me iba a ir el viernes, pero al final me quedé todo el fin de semana”.
Ahora, Gastón se encuentra en la casa de su madre, donde de a poco se recupera. Sin embargo, sigue de cerca las noticias sobre el exponencial incremento de los casos y teme volver a contagiarse.
“Tengo miedo, pero también, tengo miedo por mi mamá y mis hermanos. Tuve la muy mala suerte de que mi cuadro se complicara y no a todos les pasa. Tuve que pasar por esto para sentir la real crudeza de la pandemia: ví que la gente muere y que ni siquiera puede estar acompañada por su familia. Psicológicamente, estoy devastado, aniquilado... Me mostró la realidad oscura que pasa hoy en los hospitales y vi la peor cara de la pandemia: morir solo”, dijo.
A pesar de todo lo que sufrió, hoy siente que la enfermedad le dejó una gran enseñanza. Dice que lo hizo valorar las cosas más simples y que se dio cuenta que la familia es lo único que realmente importa.
“Para mí, la vida cambió. Si hoy me quedara sin trabajo, pero estoy con mi familia, no me importaría. Desde que perdimos a un integrante, nos unimos mucho más. Me di cuenta que la familia es todo y que uno es responsable del bienestar de cada uno de ellos. Esta enfermedad te hace poner en valor a los afectos y te hacer dar cuenta de la importancia de cuidarlos. Quiero que mi mamá no sufra más, porque ya pasó demasiado: solo quiero cuidarla y que esté bien. Perdí a mi papá y siento que transité su mismo camino: primero, aislado en casa y, después, en el hospital. Solo que yo tuve la suerte de poder recuperarme... y él no”, lamentó.
Gastón dice que con su relato en Twitter buscó poner en palabras una realidad horrible y que nunca pensó que iba a convertirse en viral. Revela que mucha gente lo contactó porque se sintió identificada con su vivencia, ya que habían perdido a familiares o transitado la enfermedad.
“Por mi edad (29) y por mi estado de salud, nunca pensé que se me podía complicar: solo tenía miedo de contagiar a mi mamá, pensando que a ella sí se le podía complicar por la edad y porque ya había tenido neumonía”, expresó. “Creo que nadie se salva solo y que todos somos responsables de nuestros seres queridos. ¡No sabés lo que hoy revalorizo las pequeñas cosas! Si vieras con las ganas y con la alegría que me tomé la sopa que me hizo mi mamá, apenas llegué del hospital...”.
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