La cámara hace foco en el celular de Elsa Baumeister, jefa del Servicio de Virosis Respiratoria del Instituto “ANLIS” Malbrán. Está abierto el Whatsapp en el grupo Malbranitos que incluye después del nombre el emoji de un delfín. El dedo de la mujer apunta al link de una noticia que envió la tarde del martes 7 de enero de 2020. El título del artículo del medio internacional CNN dice “Un misterioso virus está poniendo nervioso a China (y al resto de Asia)”. Estefanía responde “La que nos faltaba” y Mara reacciona con una cara que mezcla susto y sorpresa. Dos días después, otro link periodístico compartido en el grupo de Whatsapp: “Científicos chinos ‘encuentran la causa’ de la enfermedad del misterio”. La contestación de Martín fue un presagio: “Sonamos, otro corona nuevo”.
Van cinco minutos del primer capítulo de la serie documental “Héroes silenciosos”. Ya pasaron el plano panorámico de la torre central que se erige en el barrio porteño de Parque Patricios, los cortes editados de noticieros globales presentando la noticia, las imágenes aleatorias de una sociedad sin barbijos, las voces introductorias de las protagonistas de la historia, los testimonios encolumnados donde se sostendrá el relato.
Ahora habla Claudia Perandones, directora científico-técnica del instituto. El presente retrocede al comienzo de 2020, cuando en toda la Argentina -salvo en las oficinas y los laboratorios de esa manzana porteña- el coronavirus era una sopa de vampiro ajena, una cosa de los chinos. “Recibimos una alerta más formal -cuenta ante las cámaras- porque está tomando más cuerpo. Miré en el celular y me sorprendió que ya existiera una app para mapear el número de casos que estaban por fuera de Wuhan y dije ‘ya está, esto tiene otra connotación’”.
Un mes antes, el Instituto estaba atendiendo un brote de sarampión y estudiaba la evolución del dengue y del hantavirus. De reojo, vigilaban la información que crecía del otro lado del globo. “No era la primera vez que desde China o el sudeste asiático surgían alarmas y emergían virus que pueden ser potencialmente pandémicos o tener alguna implicancia a nivel de salud pública. Pensamos que era una alarma más, pero a medida que los casos eran mayores, que las acciones del gobierno chino sobre la población eran más estrictas, empezamos a estar más precavidos y atentos”, dice Ana Campos, técnica de laboratorio.
Ana se había ido del laboratorio hacía dos años. No profundizó las razones, esgrimió cuestiones personales. Tenía 20 años en marzo de 1988 cuando ingresó a trabajar en el Malbrán. Tenía más de 50 cuando se desplazó a otra área del instituto. “Cuando emerge este nuevo virus y empieza a montarse todo el trabajo entendí que debía volver porque tenía muchísimos años de experiencia y era importante lo que podía aportar”, avisa. Elsa le dice que la necesita. Ana lo medita poco. Un día cualquiera entra primero a su oficina y después al laboratorio: “Acá estoy”, le responde a quien asegura haber visto más que a su mamá; y “¿dónde está mi ambo, dónde están mis zapatos de trabajo?”, le pregunta a sus compañeros.
Después se estremecerá, el contorno de sus ojos se verá más rojo y su voz saldrá con cierta imperfección. La emoción obedecerá a una despedida y servirá como preludio de lo que pasará después en todo el país. El primer capítulo del documental narrará la intimidad del BSL3, la primera conferencia de la OMS en Ginebra, el primer positivo de covid-19 en el país y la extraña felicidad que les inspiró saberse capacitados para reconocer el diagnóstico, la colonización del resaltador flúor en el cuaderno donde registraban las muestras, el universo de incertidumbre del día siguiente y la aceptación de que las jornadas de trabajo serán eternas.
La entrega se dividirá en cuatro partes. El sábado primero de mayo a las 21:30 horas se estrenará por Canal Encuentro el primer capítulo: “La primera alarma”, la vigilancia del virus mediante la óptica del Malbrán desde Wuhan hasta la hora cero del aislamiento social, preventivo y obligatorio decretado por el presidente a partir del viernes 20 de marzo de 2020. La idea original es de Mariana Cecchini, la producción pensada para Canal Encuentro pertenece a Cactus Cine y la dirección, a Agustín Vidal.
“Cuando se me ocurrió recién arrancaba el tema de la pandemia. No se sabía bien qué era ni cuánto iba a durar. Estábamos en marzo, abril, con la llegada de los primeros casos. Más que la pandemia, lo que me interesó fue conocer a esas personas, a esos científicos. Tomé conciencia de que existía alguien en el país que ya estaba tomando cartas en el asunto. Veníamos del macrismo, el ministerio había pasado a ser secretaría y había vuelto a ser ministerio. Me pregunté ‘¿qué van a hacer? ¿cómo van a hacer?’”. Mariana empezó a investigar la historia de la Administración Nacional de Laboratorios e Institutos de Salud ANLIS “Dr. Carlos G. Malbrán”. Hizo la presentación y consiguió financiamiento: quería entender bien qué es lo que hacían ahí adentro.
Por entonces el Malbrán era el único laboratorio nacional capacitado para evaluar los casos sospechosos. Cuando comenzó la cuarentena, en el país había 158 casos confirmados y tres muertes por covid-19. Empezaba una batalla contrarreloj ante un potencial crecimiento de los contagios. La libraba el Malbrán: era el proceso de descentralización para detectar el virus con la capacitación online de las instituciones de las 24 jurisdicciones del país y la distribución de los 57 mil kits de diagnóstico.
El Malbrán era, en efecto, un actor fundamental en el combate de la enfermedad. La agenda pública estaba atenta a sus tareas, tal vez como nunca antes. “El país entero tenía la incertidumbre de saber cómo iba a avanzar la pandemia y ellos eran los responsables de dar respuesta”, explicó Agustín Vidal. El título que eligieron es elocuente. Así lo contó el director: “‘Héroes Silenciosos’ hace referencia a que el trabajo del Instituto Malbrán estuvo muy expuesto durante esta pandemia, pero hace más de 100 años que está realizando el mismo trabajo de vigilancia epidemiológica. Y a la vez queríamos que fuese un título que se tratara de los trabajadores y trabajadoras, científicos y científicas, técnicos y técnicas que hay dentro del instituto. Ellos tienen una dedicación absoluta por la salud pública muchas veces haciendo el seguimiento de patógenos que no terminan en epidemia y que por lo tanto no llegan a los medios de comunicación, invisibilizando el trabajo que hacen. Y si bien todos tuvieron la humildad de decir que les parecía demasiado, estando ahí realmente los consideramos héroes”.
“Ni siquiera ellos toman dimensión del trabajo que hacen -acreditó Mariana-. Algo maravilloso que surgió de las entrevistas era que no tomaban real dimensión de las cosas que habían generado. Estaban muy concentrados en su trabajo, en poner su expertise para parar la pandemia. Vas descubriendo de a poquito todas las cosas que han estado haciendo a lo largo de la historia y que por ahí no se tiene mucho conocimiento. El Instituto es un laboratorio de referencia de epidemiología a nivel sudamericano. Está siempre en vigilancia. Nadie sabe que ahí hay un grupo de científicos, técnicos y trabajadores de la salud pública atentos a cada cosa nueva que surge, ya sea un patógeno nuevo, hantavirus, dengue, cólera”.
Estuvieron grabando un mes en las entrañas del instituto, yendo prácticamente todos los días. “Ingresamos pensando en contar una crónica del covid-19 pero nos encontramos con una historia muchísimo más grande que son las personas detrás de esta pandemia. Fue muy raro compartir su cotidianidad y sentirnos tan cerca de la primera línea de lucha contra este virus viendo con la seriedad y tranquilidad con la que se manejan. Escuchar de primera mano sus relatos y vivencias, sus sacrificios y alegrías, nos permitió tener una idea más clara de lo que es estar ahí en ese rol. Y el predio es un lugar magnífico con mucho misterio y grandeza por ser una construcción de 1914, pero a la vez accesible por su gente y pionero en la región en cuanto a conocimientos y saberes”, expresó Agustín.
“El Malbrán tiene algo intangible, algo que no se puede contar con palabras, que es lo que ellos llaman el espíritu malbranero, una cosa medio mágica, medio épica. Hay una sensación de bienestar y armonía por decirlo de alguna manera. Me asombró la gente, quedé alucinada con los trabajadores, lo mucho que están ahí sin que nadie lo sepa. Entienden que están al servicio de la salud pública. Científicos que están ahí cuidándonos, atentos a todo lo nuevo que surja”, destacó Mariana.
El director reveló que el segundo capítulo se centrará en el diagnóstico, la curva de casos, la articulación con el Ministerio de Salud y la puesta a punto de la red de laboratorios en una carrera contra el tiempo. Que el tercer episodio aborda el análisis detallado del virus, la búsqueda de soluciones y los esfuerzos por entenderlo en profundidad. Y que el cuarto y último envío pretende relatar la historia del instituto de manera transversal: recuerda que se fundó durante un brote de fiebre amarilla, que estuvo detrás del cólera, que investigó la amenaza del ántrax y la gripe H1N1, y que se dedica a la investigación de todos los patógenos que puedan ser potencialmente epidémicos, día a día y de manera silenciosa. Como ese “corona nuevo” del que se lamentaba Martín en el grupo de Whatsapp Malbranitos.
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