Cuando en febrero de 2002 Máxima Zorreguieta se casó con Guillermo de Orange y se convirtió en la primera argentina en ser coronada en un país europeo, no solo escribió la más definitiva de las páginas de su propia historia en la monarquía holandesa, sino que volvió posible para miles de sus compatriotas el improbable sueño de pertenecer a la realeza. De pronto, una chica porteña y plebeya de Barrio Norte había enamorado en una fiesta al príncipe heredero de los Países Bajos: el antiguo cuento de hadas ya no parecía una aspiración tan lejana.
De hecho, la hoy reina consorte no fue la primera argentina en relacionarse con la realeza europea. Tampoco la última. Casi todas tienen en común con Máxima un estilo fresco y desenvuelto: el toque justo de calidez latina equilibrado por su crianza en familias tradicionales y acomodadas –con campos en los que aprendieron desde chicas la pasión por el polo–, y por su formación en exclusivos colegios ingleses y prestigiosas universidades.
Antes de Zorreguieta, la argentino-española Isabel Sartorius llenó las páginas de las revistas del corazón de la Madre Patria con su noviazgo con Felipe de Borbón y Grecia, con quien estuvo a punto de casarse a principios de los noventa; quien fuera la consuegra de la reina Isabel II, Susan Wright de Barrantes, eligió en 1972 al haras El Pucará, en Tres Lomas, como su lugar en el mundo, cuando dejó todo por el polista Héctor Barrantes; la franco-argentina Inès de la Fressange llegó a ser la mejor amiga de Carolina de Mónaco; y la matriarca agro ganadera Malena Nelson Hunter de Blaquier, amiga personal del recientemente fallecido príncipe Felipe de Edimburgo, habría tenido algo más que una simpatía con el marido de la reina de Inglaterra cuando lo recibió en La Concepción, su estancia de Lobos, en 1962.
La relación de las Blaquier con la monarquía trascendió las generaciones: una de las nietas de Malena, la periodista Nieves Zuberbühler, hija de Marina Blaquier, se casó en 2015 con el cuñado del monegasco Andrea Casiraghi, Julio Santo Domingo. Su prima, la diseñadora Concepción Cochrane Blaquier, hija de Dolores Blaquier, es íntima de Tatiana Santo Domingo, hermana de Julio y casada con el nieto de Grace Kelly. Otra de las nietas de Malena, Delfina Blaquier, hija de Eduardo Blaquier Hunter y la ex modelo y corredora Delfina Frers, está junto a su marido, el polista Nacho Figueras, en el círculo de amistades más cercano de los duques de Sussex, Harry y Meghan Markle.
También educada entre tacos y petisos de polo, Paulina Trotz, hija de la “trilliza de oro” María Laura Fernández Rousse y el back del mítico equipo La Espadaña, Ernesto Trotz, en 2004 conoció en la Copa de Oro al príncipe William y llegó a especularse con que sería “la nueva princesa argentina”. La prensa inglesa aseguró entonces que el hijo mayor de Lady Di se había fascinado con Paulina, y aunque años después ella diría que nunca tuvieron nada, su tía María Eugenia la desmintió en el 2011, días antes de que el príncipe se casara con Kate Middleton: “Existió algo entre William y mi sobrina. Si a ella le hubiera gustado, hoy la historia sería otra”.
Pero es que esta es la historia que escribieron ellas, de la que llegó a reina a la que eligió renunciar al heredero porque no le gustó tanto, y de cómo demostraron en el camino que el cuento de hadas era alcanzable y hasta podía modernizarse.
Malena Nelson Hunter de Blaquier, la pasión prohibida de Felipe
Tenía 46 años cuando en marzo de 1962 recibió a Felipe de Edimburgo en La Concepción, su estancia de Lobos, en la provincia de Buenos Aires. A días del golpe que derrocaría a Arturo Frondizi, la cancillería temía por la seguridad del príncipe y lo hizo refugiarse en la espectacular propiedad de 6000 hectáreas, donde dice la leyenda que quedó inmediatamente deslumbrado por la personalidad arrolladora y la belleza cristalina de los ojos celestes de su anfitriona. La viuda de Juan José Silvestre Blaquier rompía todas las reglas de la época. Era avanzada, poderosa y audaz, y había criado a sus nueve hijos –en especial a sus hijas– con una sola premisa que ella misma cumplía a rajatabla: “Sean libres”. Además, era experta en caballos. A kilómetros de las islas, el marido de la reina Isabel II podía sentirse como en casa y a la vez lejos del protocolo en la lujosa mansión de estilo francés o sentado junto a Malena en el pasto para ver un partido de polo con miembros de la alta sociedad local en la cancha de Camet, en Mar del Plata.
Aunque siempre se dijo que habían vivido una apasionada historia de amor prohibido en La Concepción, su protagonista intentó desmentirlo ante la biógrafa norteamericana Kitty Kelly, que se hizo eco del rumor en el libro The Royal. “Ese cotilleo es un disparate –dijo Malena, que siguió visitando a Felipe en Windsor–. La única pasión que comparto con el príncipe es la cría de caballos de polo”.
Los verdaderos alcances de esa pasión se los llevaron a la tumba: ella murió a los 100 años, en noviembre de 2016; él, casi a la misma edad, hace diez días. Una de las nietas de la aristócrata, Concepción Blaquier, contó: “Tengo millones de anécdotas de La Concepción. La historia que más recuerdo, que escuché durante mi infancia, es la de la visita del príncipe Felipe en los años 60, que tuvo un affaire con mi abuela. ¡Si esas paredes hablaran…! Bueno, en realidad no sé si mi abuela Mima tuvo de verdad un romance con el Duque, tampoco nadie lo va a confirmar… Pero esa historia, sea cierta o no, ya es leyenda”.
Susan Wright de Barrantes, argentina por opción
En 1972, la nieta del vizconde Powerscourt Susan Wright sacudió a la aristocracia inglesa cuando dejó a su familia para mudarse a la Argentina con el polista Héctor Barrantes. Sus hijas, Jane y Sarah –quien con el tiempo se convertiría en la duquesa de York–, de 15 y 13 años, quedaron bajo custodia de su ex marido, Ronald Ferguson, que por entonces era el entrenador de polo del príncipe de Gales y el manager del Guards Polo Club.
El mayor Ferguson no ocultaba sus infidelidades –y siguió implicado en escándalos sexuales al punto en que terminó por ser despedido por Carlos en 1994–, pero las convenciones sociales de la época suponían que Susan debía tolerarlas. Ella encontró en cambio mucho más que consuelo en ese divertido descendiente de la elite salteña que había llegado a Inglaterra para jugar en el equipo Stowell Park, de Lord Vestey, y al que todos llamaban cariñosamente “el Gordo”. Se casaron en 1975, un año después del divorcio oficial entre Susan y Ferguson; para entonces ya vivían en la estancia “El Pucará”, cerca de la localidad bonaerense de Salliqueló, donde se dedicaron a criar y vender caballos. Entre sus clientes había príncipes, duques y reyes, aunque siempre fueron una pareja simple y llena de humor, que pasaba los veranos en Punta del Este, donde también proyectaron un club de polo.
La prensa argentina la descubrió en 1985 cuando Buckingham anunció el casamiento de su hija Sarah con Andrés, el segundo hijo de la reina Isabel II. El asunto trajo incluso algún problema protocolar en la organización de la ceremonia: si bien no había participado de manera activa, apenas tres años antes Barrantes se había enrolado para ir a la Guerra de Malvinas. Pero pese a que las relaciones diplomáticas estaban cortadas, la Reina y el príncipe Felipe les dieron la bienvenida a su consuegra y a su marido. Los rumores señalan que la madre de Fergie y el duque de Edimburgo también habrían tenido una aventura en los sesenta: otra pasión nacida en una caballeriza.
Aficionada al cine y la fotografía y muy amiga del príncipe Carlos, fue él quien escribió el prólogo del libro de polo que publicó un año antes de morir en un trágico accidente camino al campo en 1998, en el que salvó su vida de milagro su sobrino Rafael Barrantes, hermano del ex marido de Carolina Pampita Ardohain. Fue enterrada junto al Gordo –que había muerto de cáncer ocho años antes–, cerca de la cancha de polo de El Pucará, y de todo lo que había amado.
Inès de la Fressange, la amiga incondicional de Carolina de Mónaco
Hija de la modelo cordobesa Cecilia Sánchez Cirez y del Marqués de La Fressange, André de Seignard –corredor de bolsa y heredero de una fortuna bancaria–, Inès se crió en una mansión del siglo XVIII a las afueras de París con sus tres hermanos, pero desde los 70 viajó a Villa Allende a visitar a sus abuelos.
Musa de Karl Lagerfeld, en 1980 se convirtió en la primera modelo exclusiva de Chanel. Fue en su maison donde se hizo íntima de la princesa Carolina de Monaco, la otra fuente de inspiración del modisto. Inès ya era la compañera y confidente de la hija de Rainiero y Grace Kelly durante su breve y turbulento matrimonio con el playboy Philippe Junot, a fines de los setenta. También durante su romance con otro argentino que ocuparía las páginas del corazón por su vínculo con la realeza: Guillermo Vilas. El mejor tenista argentino de todos los tiempos conoció a la princesa de Mónaco después de ganar el torneo de Montecarlo, en abril de 1982. Carolina se había divorciado de Junot en 1980, y saltaron chispas: los encuentros siguieron en París, en los courts a los que la mayor de los Grimaldi llegaba acompañada de su amiga Inès, y en una isla del Pacífico. La tragedia en la que perdió la vida Grace Kelly interrumpió el affaire: Carolina renunció a todo para asumir el rol de primera dama monegasca y contener a su padre. Para apoyarla a ella estaba, como siempre, su incondicional Inès.
También estaban juntas, de compras en París, cuando en 1990 la princesa recibió la peor noticia: su gran amor, Stefano Casiraghi, padre de sus hijos Charlotte, Andrea y Pierre, acababa de morir en un accidente de motonáutica. Apenas unos meses antes la pareja había tenido un lugar destacadísimo en el casamiento de Inès con el abogado Luigi d’Urso: ellos se convirtieron en los principales sostenes de la princesa. Carolina fue la madrina de bautismo de Nine, la mayor de las dos hijas del matrimonio, y sus hijos consideran a la diseñadora como parte de su familia. Cuando d’Urso murió repentinamente, en 2006, fue la princesa quien estuvo ahí para abrazar y cuidar de su mejor amiga.
Aunque en su momento desafió a Lagerfeld, al que le parecía vulgar que posara como modelo del busto de la Marianne, símbolo de Francia, y terminó así su contrato con Chanel, Inès lloró con Carolina en el funeral del modisto en 2019. Alguna vez explicó sobre aquella pelea con la que rompió su relación con la casa de haute couture, pero la convirtió en un ícono por excelencia del estilo parisino: “Hay que guiarse por lo que una siente. Quizá sea mi costado argentino. Los franceses son lógicos, razonables. Los argentinos tienen, como decía Borges, ese ‘tengo ganas’. En las cuestiones de la moda, eso es importante”.
Isabel Sartorius, el primer gran amor de Felipe de España
La argentino-española Isabel Sartorius tenía 24 años cuando conoció a Felipe de Borbón y Grecia en una comida. Era la primavera de 1989, él tenía 21 años, y de ahí se fueron juntos a la discoteca Joy Eslava: fue un flechazo. “Esa misma noche comencé a quererle”, escribe ella en su libro de memorias, Por tí lo haría mil veces.
Las primeras fotos de la pareja inundaron las tapas de las revistas ese verano: el joven príncipe navegaba por Mallorca con una desconocida rubia de porte aristocrático. Pronto se sabría que la mujer que había enamorado al heredero español había nacido en Madrid, pero era hija de la argentina Isabel de Zorraquín y del marqués de Mariño, Vicente Sartorius Cabeza de Vaca. Cuando sus padres se separaron, ella y sus hermanos se habían mudado con su madre a Lima, donde Zorraquín se casó con Manuel Ulloa, que llegó a ser presidente del Consejo de Ministros y presidente del Senado de Perú.
Después de estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Georgetown y en la American University de Washington, y de trabajar en la sede de la ONU de Nueva York, en 1987 Isabel volvió a Madrid para cursar un máster en Relaciones Internacionales. Comenzó a trabajar para diferentes firmas y salió tres años con un gran amigo del entonces príncipe de Asturias. Pero debajo de un currículum impecable escondía una vida difícil, en la que le había tocado cuidar a su madre adicta desde que era una adolescente: Zorraquín entraba y salía de clínicas de rehabilitación mientras la prensa se preguntaba si Sartorius estaría a la altura de ocupar un lugar en el Palacio de la Zarzuela.
Su “príncipe azul”, como ella misma lo describe, era un remanso en medio de la presión, pero no alcanzó para convencerla de que realmente era capaz de convertirse en reina. También tenía en contra la opinión de su suegra, Sofía, que veía con malos ojos que fuera hija de padres divorciados. Isabel y Felipe se separaron en 1991 y ella se mudó a Londres, pero el hoy rey de España no se resignó: siguió llamándola todos los días durante meses. Solo la distancia pudo ponerle punto final a un amor que nunca terminó, porque siguieron siendo amigos y confidentes para siempre.
El 1 de noviembre de 2003, Isabel vio 35 llamadas perdidas en su celular y un mensaje de Felipe advirtiéndole que en una hora anunciaría su compromiso. Una semana más tarde, fue invitada a la Zarzuela para conocer a Letizia. El futuro monarca quería que las dos mujeres más importantes de su vida se quisieran: la complicidad entre ellas perdura hasta hoy.
Máxima Zorreguieta, la reina del pueblo
Siempre estuvo en los círculos más exclusivos de Buenos Aires: estudió en el colegio Northlands, pasaba los veranos en Punta del Este, los inviernos esquiando en Bariloche, y vivió en Nueva York, donde hizo una carrera como analista financiera. Pero nunca imaginó que iba llegar a ser la reina de los Países Bajos.
De principio a fin, su historia es la más emblemática de cómo el carácter de las argentinas conquista a la realeza: desde aquel “You’re made of wood” (“Sos de madera”), dicho entre risas a Guillermo de Orange cuando la sacó a bailar en una fiesta en la Feria de Sevilla en 1999, a las lágrimas por la ausencia de su padre cuando sonaron los acordes de Adiós Nonino en la boda real, que presenciaron 80 mil personas.
Al ser investida como reina consorte, en 2013, se transformó en la figura más popular de la Casa Orange-Nassau –e incluso del resto de las coronas europeas– por su simpatía y su espontaneidad. Junto a sus hijas Amalia, Alexia y Ariane, Máxima y Guillermo siempre se mostraron como una familia amable y con los pies en la tierra; por eso sus vacaciones en Grecia en octubre pasado, en plena pandemia, los pusieron, como nunca antes, en el centro de la polémica. Los soberanos cancelaron el viaje y pidieron disculpas. Aunque habían atravesado otros episodios controvertidos, como cuando compraron propiedades en las playas de Mozambique, o en Argentina y Grecia, jamás habían perdido la confianza de los holandeses. El esfuerzo por recuperarla es ahora doble cuando el barbijo cubre la mejor de las armas de Máxima: su sonrisa.
Paulina Trotz, la princesa que no fue
A la hija de la “trilliza de oro” María Laura Fernández Rousse y el polista Ernesto Trotz, en 2004 llegaron a llamarla “la nueva princesa argentina”. Conoció al príncipe William en un partido de la Copa de Oro de Polo, en el Cowdray Park Polo Club de West Sussex, y desde entonces se sucedieron los encuentros. Ella tenía 17 años, y el nieto de Isabel II, 22. Los presentó un conocido en común y pronto siguió una romántica cena a la luz de las velas en uno de los más exclusivos hoteles del centro de Londres.
Hubo salidas con amigos y, de nuevo, la pasión por el polo como primer punto en común: Paulina creció en casa de uno de los mejores jugadores de la Argentina, back de un equipo que hizo historia, con 40 goles de handicap y 6 títulos en Palermo entre 1984 y 1990. El príncipe aprendió a amar el deporte y a los caballos gracias a Carlos, que también le enseñó a montar. De hecho, los rumores sobre su relación crecieron cuando empezaron a mostrarse juntos en partidos de polo.
Sin embargo, la argentina siempre lo negó. “Yo no tuve nada que ver con él”, dijo por entonces. Poco después, William oficializó su noviazgo con una compañera de la universidad de St. Andrews que hacía tiempo había apostado todo al segundo en la línea de sucesión al trono británico. Cuando en 2011, después de años de idas y vueltas, el príncipe finalmente se casó con Kate Middleton, la tía de Paulina, María Eugenia, confirmó el romance entre su sobrina y el hijo de Lady Di: “Existió algo entre ellos. Si a ella le hubiera gustado, hoy la historia sería otra”.
Pero Paulina eligió otro camino: se recibió de bioquímica, siguió trabajando como modelo, y se casó en 2012 con el Puma Gonzalo Tiesi, con quien tuvo tres hijos. ¿El príncipe? Simplemente no le gustó tanto.
Delfina Blaquier, la confidente de Meghan y Harry
A los 40 años, la nieta de Malena Nelson Hunter de Blaquier es, con su marido, Nacho Figueras, una de las confidentes del círculo cercano de los duques de Sussex, Harry y Meghan Markle. Estuvieron junto a ellos desde que se conocieron, y también en las horas más difíciles, cuando decidieron renunciar como miembros activos de la familia real británica.
Harry y #LosFigueras, como se hacen llamar Delfina y Nacho en las redes sociales, se conocieron cuando el polista viajó al Reino Unido para jugar un partido. La amistad entre los tres fue instantánea. La hija de la ex modelo Delfina Frers conoció a Figueras antes de que el fotógrafo Bruce Weber lo descubriera en Nueva York y lo convirtiera en la imagen de Ralph Lauren. Tuvieron a su primer hijo, Hilario, cuando ella tenía 19 años, y se casaron en 2005.
Estuvieron entre los íntimos invitados al festejo en Frogmore House después de la ceremonia en la capilla San Jorge y la recepción en el Castillo de Windsor para la boda del hijo menor de Lady Di, en 2018. Por entonces, Nacho dio un reportaje al programa CBS This Morning, en el que ofreció detalles sobre la primera vez en que su amigo les habló de Meghan: “Hacía mucho tiempo que Harry, Delfi y yo conversábamos acerca de cómo podía encontrar una buena chica. Hasta que un día fuimos a comer y nos dijo que acababa de conocer a alguien. Entonces, Delfi, que es mujer, se dio cuenta al toque. Era ella. Lo podía ver en la cara de Harry”.
En un partido de polo, ese mismo año, Delfina confió: “Sé que Harry es más feliz que antes. Encontró su amor. Te das cuenta por cómo la mira. Te derrite el corazón. Estoy muy feliz por él”. Los Figueras fueron también de los primeros en conocer a Archie, el primogénito de la pareja. Y todo indica que también estarán ahí para la llegada del nuevo integrante de la familia, como lo estuvieron durante su tumultuosa salida de la corona.
“Harry sufrió mucho por todas las cosas que sucedieron. Sufre mucho por las personas que lo juzgan –dijo el polista en el especial Royal Divide: Harry, Meghan and The Crown de la cadena ABC News–. Está protegiendo a su familia, a su esposa y a su hijo; él era hijo de alguien que sufrió el ataque de la prensa de primera mano y no quiere que eso le suceda a su familia”. Figueras, que por decisión de Harry es embajador de Sentebale, la ONG que creó el príncipe en honor a su madre para asistir a niños africanos con SIDA, agregó: “Se ha convertido en un hombre increíble, un hombre del que su madre estaría orgullosa”.
Concepción Cochrane Blaquier, una argentina en Mónaco
Hija de Dolores Blaquier y el brasileño Lair Cochrane, siempre le hizo honor a la libertad que le inculcó su abuela Mima. Cuando terminó el colegio, viajó a Europa a estudiar Diseño de Moda. Llevó con ella la agenda de su madre. “Empecé a llamar a sus amigos más cercanos, una de esas personas era la madre de Tatiana Santo Domingo, que es brasileña como mi padre y lo conocía de toda la vida”, contó hace años. Así fue como en uno de sus viajes a París armó un programa con Tatiana y sus amigos: “Desde entonces se convirtieron en mi círculo”. Para cuando volvió a Buenos Aires, la diseñadora colombiana ya estaba de novia con Andrea Casiraghi, y Concepción era, naturalmente, parte de ese círculo. Carolina de Mónaco anunció el compromiso de su hijo en 2012 y la argentina fue invitada al casamiento en Gstaad, Suiza, en febrero de 2014.
Por medio de la diseñadora, buena parte de la dinastía monegasca se enamoró de las playas de Punta del Este. Pierre Casiraghi, el hermano menor de Andrea, compró tres chacras marítimas junto a su mujer, Beatrice Borromeo, hija de la condesa italiana Paola Marzotto, que alguna vez fue dueña de Valentino y Hugo Boss. Con ellos también viajó Ernst August de Hannover, hijo del marido de Carolina y hermano de la menor de la familia, la princesa Alexandra. Y comenzaron los rumores.
La nieta de Malena Nelson Hunter de Blaquier nunca le dio mayor trascendencia al asunto: “Somos amigos y nos vemos cada vez que podemos, eso es todo”.
Nieves Zuberbühler
Prima de Delfina y de Concepción, su madre, Marina Blaquier, es una de las hijas de Malena Nelson Hunter de Blaquier; su padre, un hombre de campo de otra familia patricia: Ignacio Zuberbühler. Nieves se recibió con honores de la Universidad Austral y, después de pasar por algunas redacciones en Buenos Aires, en 2011 se mudó a Nueva York para hacer un Máster en Ciencias Políticas y Periodismo en la New York University. Ya no volvió.
Por medio de una pasantía, entró al programa periodístico “60 minutes”, de la cadena CBS, en donde trabaja como productora y ganó un premio Emmy por su cobertura de la muerte del fiscal Alberto Nisman.
Pero se hizo conocida cuando el 31 de octubre de 2016 se casó con el cuñado de Andrea Casiraghi, Julio Santo Domingo III, hermano de Tatiana y perteneciente a una de las familias más ricas del mundo. En el puesto 14 de Forbes de los multimillonarios más jóvenes de los Estados Unidos, el arquitecto y DJ colombiano es uno de los dueños del imperio cervecero SAB Miller, con una fortuna valuada en 2300 millones de dólares.
Habían pasado por el civil en secreto un año antes, a solo cinco meses de conocerse y con tanto hermetismo que, dicen, ni siquiera le avisaron a su familia. En la ceremonia religiosa, en cambio, hubo 800 invitados que, en vez de vestirse de gala, llegaron disfrazados para la noche de Halloween. Entre ellos, las primas argentinas de Nieves, pero también la crème de la realeza monegasca, incluida Carolina de Mónaco. Los medios neoyorquinos hablaron de la fiesta del año.
Como Máxima, como Paulina, como su abuela Mima, su frescura y personalidad eran las claves del “no sé qué” por el que el novio había sentido desde el primer momento que no podía dejar ir a esta rubia. Sin embargo, en noviembre de 2017, exactamente un año después del casamiento, Vanity Fair anunció la ruptura de la pareja por “incompatibilidad de caracteres”.
Con la pandemia, Nieves se convirtió en una de las caras que cubren las noticias sobre el coronavirus desde Manhattan. Lejos de la pompa aristocrática y apenas con su teléfono y un par de auriculares, como corresponsal de TN cuenta la realidad de una tragedia que no distingue de títulos nobiliarios.
De novia con el empresario sudafricano James Wyman, en su cuento de hadas, priorizó su vocación. Como si el mandato de su abuela hubiera atravesado a cada una de las argentinas que se codearon con la realeza, ella también eligió ser libre.
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