Romina Yannarello (25) nació en Banfield y Nicolás Peranic (27) en Moreno. A pesar de que estudiaron gastronomía en el mismo instituto y trabajaron en el mismo hotel de Buenos Aires, sólo se tenían de vista hasta que un amigo los reunió en Dinamarca, cuando les ofreció irse a vivir y probar suerte en su país. Pero cada uno llegó por separado.
Así fue como en 2018, Romina y Nicolás decidieron emigrar a Copenhague. Después, siguieron viaje por Hungría hasta que finalmente se instalaron en Noruega. Hoy, se preparan para abrir en septiembre su primer local de empanadas “De mi tierra”, en la zona de Aker Bryggerm, en Oslo. Pero su progreso fue paulatino, y a base de mucho trabajo y esfuerzo.
“Llegamos a Noruega con 500 dólares entre los dos y acá la vida es carísima. No teníamos nada más que eso, pero sobrevivimos. Cuando empezó la pandemia, estábamos en Hungría y estuvimos allí frenados por 6 meses, gastando todo el dinero que habíamos juntado trabajando en Dinamarca”, le cuenta Romina a Infobae.
Nicolás dice que ambos habían trabajado en un hotel cinco estrellas de Buenos Aires, pero en dos secciones distintas, así que solo se conocían de vista. “Pero nos reencontramos en Dinamarca y nos pusimos de novios. En Copenhague, conseguimos trabajo en dos restaurantes con estrellas Michelin, así que trabajamos muy duro. Yo tengo la ciudadanía europea, pero Romi tiene que aplicar para las visas. Después, nos fuimos a Hungría. Estuvimos trabajando en Budapest, donde nos agarró la pandemia, pero es un país muy diferente y tiene los sueldos más bajos de Europa”.
Y agrega: “Veníamos acostumbrados a los que nos pasó en Dinamarca, que de movida ganamos un sueldo de 3 mil euros. Con eso, podés ir a comer todas las semanas a un restaurante sin tener que estar mirando los precios de la carta, porque la plata deja de ser un problema. Estábamos muy cómodos en Copenhague, pero en Hungría con nuestro sueldo sólo podíamos vivir casi como en Argentina. No podíamos ahorrar ni viajar”.
La pareja llegó a Oslo por una propuesta laboral que recibió Romina, en la que le ofrecieron trabajar como jefa de pastelería de un exclusivo restaurante francés, Alaise. Su sueldo era de 4 mil dólares, una suma que le permitía pagar el alquiler, ir a comer afuera dos veces por semana, irse de vacaciones y tener capacidad de ahorro. Al poco tiempo, Nicolás también consiguió empleo como cocinero de un restaurante top.
Pero en octubre de 2019, Romina y Nicolás se pusieron a hacer empanadas en su tiempo libre, pensando que podrían vender algunas pocas docenas a los argentinos que viven en Oslo y con eso juntar algo más de dinero, que se sumaba al que ganaban cocinando en los restaurantes. De repente, su departamento de apenas 30 metros cuadrados, se convirtió en una gran cocina.
“Pensamos que íbamos a vender unas 5 docenas por semana, como máximo, pero empezamos vendiendo 20 docenas. Estábamos cansados pero felices, porque además de hacer las empanadas, yo trabajaba 14 horas por día y Nicolás unas 10. Así que, después de trabajar todo el día, volvíamos al departamento y nos quedábamos hasta las 2 de la mañana haciendo empanadas”, dice Romina.
Un crítico de ”The World’s 50 Best Restaurants” probó las empanadas, se quedó fascinado con su sabor y las recomendó, así que de un día para el otro les empezaron a llover pedidos y a vender 100 docenas por semana.
“Justo se dio con el cierre de los restaurantes en Oslo por la pandemia, así que nos vino bien porque no salíamos de casa. Con el colectivo, el tren, en bicicleta o caminando, empezamos a llevarlas a las casas de los clientes. Nosotros mismos hacíamos el delivery. Después, nos empezaron a llamar de la radio, de la televisión nacional y hasta salimos en cuatro diarios. De repente, empezamos a hacer mil empanadas por semana y todo dentro del departamento. Tuvimos que decirle a la gente que no íbamos a poder hacer más delivery y nos decían que no nos preocupáramos, que las venían a buscar. Hacían fila en el edificio. Ahora conseguimos un espacio en una cocina, así que trabajamos más cómodos”, cuenta Romina.
Las empanadas “De mi tierra” son de carne, pollo y humita, pero hay una variante cada semana. La docena cuesta 30 dólares y fue toda una novedad para los noruegos, quienes siempre están abiertos a probar sabores y comidas diferentes. Haciéndolas en su casa, generan 5 mil dólares por mes, una suma que va a cambiar radicalmente cuando abran su local y, además, empiecen a pagar los altísimos impuestos de Noruega.
Romina y Nicolás empezaron a hacer empanadas en octubre de 2019 y, como los restaurantes aún siguen cerrados por la pandemia, ambos se están desvinculando de sus empleos para dedicarse de lleno a este emprendimiento, que será posible realizar gracias al apoyo de un inversor local.
“Emprender en la Argentina y hacer este proyecto, en el tiempo en que lo pudimos hacer acá, hubiera sido imposible. En Oslo, tuvimos un montón de ofrecimientos y oportunidades para poder emprender. Un día, una persona nos dijo que estaba construyendo un edificio y que nos quería tener en el patio de comidas. Fuimos a una reunión y terminamos firmando el contrato por 5 años”, cuenta la pareja.
El edificio está en construcción y la apertura del local está planeada para septiembre, aunque con el COVID-19 se puede demorar un poco más. “Abrir un local acá es muy caro, pero es más fácil encontrar inversores que en la Argentina porque hay mucho dinero. Si les gusta tu idea o tu proyecto, seguro vas a encontrar alguien que te apoye. Para abrir un negocio en el centro necesitás, por lo menos, 100 mil dólares para empezar. Si no tenés un inversor detrás, es imposible.”, afirma Nicolás.
“Nuestra publicidad comenzó gracias a que ambos pudimos trabajar en dos restaurantes del altísimo nivel. Yo me desempeñé en el mejor de Noruega y en uno de los mejores de Escandinavia, así que a la gente le sorprendía que dos chefs -que trabajaban en excelentes restaurantes- estuvieran también trabajando en su casa. Creo que la historia comenzó, justamente, cuando los grandes cocineros locales empezaron a hacerlo en sus hogares, para sobrevivir en la pandemia”, agrega Nicolás.
La gastronomía es muy respetada en Escandinavia y haber trabajado en restaurantes con estrellas Michelin les abrió muchas puertas. “La gente nos empezó a tener una fe ciega por los lugares donde cocinamos y pensaban, ‘Si les compro, seguro va a ser bueno’”, dijo Romina.
Alejados ahora de las cocinas de los grandes restaurantes afirman que, si bien los sueldos son buenos, la carga horaria laboral es muy alta, al igual que la exigencia profesional.
“Todo gastronómico que quiere irse afuera porque piensa que va a ganar más y a trabajar menos tiene que saber que eso no es así: va a ganar más, pero también, va a trabajar más. Llegué a trabajar 18 horas por día, mientras que novio trabajaba 9 horas pero tenía un sueldo bajo, unos 2800 dólares. Eso es un sueldo malo acá, porque uno bueno está arriba de los 3500 dólares. Cuanto más especializado seas, mejor va a ser tu sueldo. Eso es lo que gana un cocinero sabiendo inglés, pero un médico gana unos 8 mil dólares y tiene que hablar noruego”, asegura Romina.
Cuando Nicolás llegó a Europa, ni siquiera hablaba inglés, así que tuvo que aprenderlo en Dinamarca y cuenta que el estrés era muy grande, ya que recibía las instrucciones en ese idioma para trabajar en la cocina y siempre tenía temor de arruinar todo el servicio.
“Hace 8 meses que estamos aprendiendo noruego, es muy difícil y la pronunciación es muy complicada. Nico tiene la ciudadanía europea, pero yo me manejo con visas de trabajo y ya conseguí tres. Hay gente que cree que son muy difíciles de obtener pero no es así, si tenés buenas recomendaciones”, asegura Romina. “Eso si, acá terminé trabajando más que nunca en mi vida”.
Y continúa. “En la Argentina te enseñan que, con una profesión como la nuestra, seguramente no vas a llegar a ningún lado y eso te lo repiten desde que arrancás. Me lo decían desde antes de empezar a estudiar gastronomía, pero era mi pasión y no les hice caso. Por eso, creo que irte del país te abre muchas puertas. Ahora, queremos expandirnos porque el negocio de las empanadas es un concepto que funciona y que todavía no hay en Noruega. Es un país en desarrollo y faltan muchas cosas, no solo a nivel gastronómico. Más adelante, quisiera abrir un local de pastelería porque es mi pasión, o tener mi chocolatería”.
La pareja cuenta que a diario reciben muchas consultas de amigos y conocidos que los contactan para saber cómo es la vida allá y si podrán conseguir empleo, pero consideran adecuado advertirles que vivir en otro país no es tan fácil como parece.
“Emigrar es difícil y no todo es color de rosa. Extrañás y vivís experiencias duras, pero también tiene muchas cosas hermosas y hay que tratar de disfrutar de todo. Hay mucha gente que vino, la pasó muy mal y se volvió sin nada. Pero yo les digo que hay que tomar la decisión y venir a probar. La vida es cara y tenés que pensar que, por lo menos, vas a gastar 1500 dólares de alquiler. Los impuestos son muy altos y pagamos el 40%, pero los pagás contento porque todo funciona a la perfección. Tratan de evitar la desigualdad y si sos muy rico te matan con los impuestos. Pero acá no hay pobreza, ni ves gente viviendo en la calle”, indicó Nicolás.
Cuando llega el momento de hablar sobre sus planes a futuro, hay algo que ambos tienen muy claro: no planean volver a vivir en la Argentina.
“Queremos formar una familia en Noruega, porque además es el lugar ideal para eso. Acá se vive tranquilo y seguro, y en la Argentina es un tema que está cada vez peor. Dormimos con las ventanas abiertas y las puertas sin llave. No hay maldad. Vemos que los padres dejan a los bebés en el cochecito y se quedan adentro de un bar tomando café. La primera vez que vi eso, estaba sentada hablando con unos daneses y les dije muy naturalmente: “¿Y si alguien se roba al bebé?” De inmediato, todas las miradas cayeron sobre mí y se mostraron asombrados de que yo pensara eso... Ellos no conciben en su mente ese tipo de ideas”, dijo Romina. “Otra cosa que no entienden es lo de la inflación. No lo pueden entender, no les entra en la cabeza y no pueden dimensionarlo. Viven en una burbuja de perfección”.
Nicolás refuerza la postura de su novia y dice que tampoco volvería a la Argentina. “Una vez que te vas, ya no sos el mismo. Una vez que viste que con tu sueldo de cocinero podés hacer lo que querés, que podés irte de vacaciones a cualquier país del mundo, que podés ahorrar, que tenés 5 semanas de vacaciones... ¿qué vas a volver a hacer allá? En Noruega, podés ser cocinero y tener una muy buena vida, y hasta podés tener tu propio negocio. Definitivamente, nos quedamos acá”, finalizó.
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