La noche que perdió los estribos en pijama y una tensa charla con un almirante: el intento final del enviado de EEUU para detener la guerra de Malvinas

El 14 de abril de 1982, Alexander Haig -el secretario de Estado norteamericano entonces- viajó por última vez a Buenos Aires para negociar un acercamiento entre la Junta Militar y el gobierno británico. Según escribió en sus memorias encontró un clima “bélico” que ni siquiera una charla entre Leopoldo Galtieri y Ronald Reagan pudo apaciguar

Alexander Haig y Leopoldo Galtieri

Las horas que pasó Alexander Haig en Buenos Aires durante su segundo viaje van a ser primordiales para el desarrollo del conflicto de las Islas Malvinas. La visita se dio en el marco de una segunda conversación de Ronald Reagan con Galtieri; su paso por Londres y Washington; la entrega de sus nuevas propuestas; el encuentro con Galtieri, primero, y la Junta Militar después; sus diálogos con el canciller Costa Méndez, su fracaso y su partida. Luego sobrevendrían la convocatoria argentina al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y el retiro de los EE.UU. de la gestión para acercar a las partes –no mediación -- que había emprendido entre Londres y Buenos Aires.

El 14 de abril, a las 23.40 de Washington, fue emitido el cable secreto nº 1023, hacia Buenos Aires, “para conocimiento exclusivo del canciller”. Faltaban apenas unas horas para que arribara por segunda y última vez el secretario de Estado. El texto del mensaje escrito por el <b>embajador Esteban Takacs</b> informaba que siguiendo instrucciones de <b>Nicanor Costa Méndez</b>, mantuvo un encuentro con <b>el senador de Carolina del Norte, Jesse Helms </b>y sus asesores. “Durante las conversaciones mencionaron las dificultades que plantean para la gestión del secretario Haig las influencias de personas y grupos, a los que me referiré por otra vía<b> (el teléfono en clave, que se encontraba “pinchado”) </b>uno de los cuales manifestó ante distintas personalidades que <mark class="hl_yellow">en caso de conflicto Estados Unidos debe ponerse del lado británico (Takacs se refería al secretario de Defensa, Caspar Weinberger). Asimismo expresaron que el presidente Reagan está siendo influido por una creciente campaña que objeta la gestión amistosa hacia la Argentina.” </mark>Luego, Takacs dice que Helms y sus asesores “sugieren que a más tardar hoy 14 de abril, antes del viaje del secretario Haig o mañana durante su presencia en Buenos Aires, <mark class="hl_yellow">el presidente Galtieri se comunique con el presidente Ronald Reagan.</mark> El aspecto central de la conversación sería comunicar la predisposición argentina a encontrar una solución al diferendo alrededor de los términos de la Resolución 502, ratificando su disposición para buscar una solución pacífica. También [debería] incorporar todo elemento que se considere conveniente, reiterando lo referente a eventuales fórmulas destacando que <mark class="hl_yellow">el fin del colonialismo en América, iniciado por [los] americanos en 1776 se termina en el extremo sur del continente americano el 2 de abril”</mark>. El objetivo de los consejos de Helms y sus asesores se debía a que Reagan debía dar un “nuevo impulso a la gestión del secretario Haig para contrarrestar a los sectores de influencia negativa ya mencionados”. La conversación entre Galtieri y Reagan no se puede entender sin tener en cuenta el texto del cable de Takacs a Costa Méndez con los consejos del senador Jesse Helms. El mismo 14 de abril, pocas horas antes de iniciar su segunda visita a Buenos Aires, <b>el Secretario de Estado le escribió un memorando al presidente Ronald Reagan</b>, en el que dejo traslucir su visión y el escenario del conflicto, tras haberse cumplido 12 días de la ocupación argentina de las Islas Malvinas. Del trabajo se destaca que <mark class="hl_yellow">“el problema que enfrenta Galtieri es que la población argentina está tan entusiasmada que él mismo se ha dejado poco espacio para maniobrar”</mark>. El 15 de abril de 1982, a las 19 horas, Galtieri y el presidente Reagan mantuvieron una segunda conversación telefónica:

--Reagan: Señor Presidente, lo escucho muy bien, estoy enterado que Ud. quiere continuar las conversaciones, tengo mucho gusto en escucharlo, lo escucho muy bien. Estoy a su disposición.

<b>--Galtieri:</b> Es realmente un placer volver a conversar con usted señor Presidente después de la primera conversación no muy fructífera que tuvimos el 1° de abril en la noche cuando prácticamente desde el punto de vista del Gobierno argentino ya estaban resueltos aspectos muy importantes y no pude acceder a su requerimiento.<mark class="hl_yellow"> Es deseo, el profundo deseo del pueblo y Gobierno argentino que no siga en un mayor deterioro esta situación y con la insistencia de los EE.UU. buscar para ambas partes una solución aceptable dentro de la Resolución 502 de las Naciones Unidas </mark>y teniendo en cuenta antecedentes existentes sobre este problema, ya sea en forma bilateral, desde hace 150 años, como así también todo lo tratado al respecto a través de las Naciones Unidas durante los últimos 17 años en lo que a la descolonización en el mundo se refiere, haber si me escuchó señor Presidente.

Parte de la desgrabación del diálogo Galtieri y Reagan

--Reagan: Si, le escuché todo señor Presidente. Pregunto señor Presidente si usted quiere que yo formule una respuesta en este momento o deseaba añadir algo más.

<b>--Galtieri:</b> Yo prefiero agregar un párrafo más señor Presidente. Existe la mejor buena voluntad del Gobierno argentino, pero yo deseo que también interprete que el avance de la flota y los medios ingleses hacia el Océano Atlántico Sur no sólo están poniendo cada vez más en peligro la situación del Atlántico Sur (…) Las relaciones establecidas entre ambos gobiernos, acentuadas en estos últimos tiempos entre nuestras dos administraciones tan estrechas; es firme el deseo de continuarla en todos los aspectos de la vida internacional y <mark class="hl_yellow">temo que si las hostilidades inglesas continúan hacia el Atlántico Sur se puede ir de las manos y de nuestro control transformándose en un tema en extremo delicado en todo el mundo, no sé si me ha tomado bien señor Presidente.</mark>

<b>--Reagan:</b> Señor Presidente lo escuché muy bien y por lo tanto deseaba decirle que <mark class="hl_yellow">yo personalmente permanezco comprometido a una resolución pacífica de esta disputa, </mark>esto es de gran importancia porque como he dicho en el pasado, se trata del movimiento de dos naciones amigas nuestras, por lo tanto, nosotros continuaremos con nuestros buenos oficios en relación a ambas naciones, ahora el Secretario Haig está encaminado, estará llegando a Buenos Aires dentro de pocas horas para continuar nuestros esfuerzos; Ud. sabe ya que el Secretario Haig, es mi representante personal, en él coloco toda fe y confianza en este asunto. (…) <mark class="hl_yellow">La única parte que podría beneficiarse en este tipo de conflicto sería la Unión Soviética y sus aliados esclavos</mark>; por lo tanto yo tengo esperanzas de que podamos llegar a una solución en un futuro próximo.

Aparato usado en la Casa de Gobierno para grabar diálogos y encuentros

--Galtieri: Agradezco al señor Presidente, comparto su puntos de vista, pero en la medida que transcurran las horas y continúe el bloqueo por parte de Gran Bretaña en nuestras costas y siga avanzando la flota inglesa hacia el sur, pueden producirse buscado o no, por otros elementos interesados del mundo, un hecho desgraciado que va a ser imposible identificar y va a agravar sensiblemente la situación actual.

--Reagan: Señor Presidente, yo naturalmente tengo esperanzas de que se pueda llegar a un acuerdo que salve esta situación y comparto sus temores de que surja algún hecho que volvería difícil controlar la situación o del cual sería difícil retroceder…”.

--Galtieri: Le agradezco mucho señor Presidente, el motivo principal de esta llamada y su gentileza es para continuar el diálogo que habíamos iniciado el 1° de abril, en este intercambio directo entre ambos presidentes, ir manteniendo la cordialidad, la amistad y el entendimiento de ambas naciones, en función de buscar para el mundo occidental las soluciones a sus problemas y evitar las fisuras; solamente le quiero agregar que el pueblo de los EE.UU. en 1776, allá en el norte del hemisferio comenzó la lucha contra el colonialismo y logró su independencia. Nosotros acá en el sur también en el siglo pasado, más tarde que Uds., hicimos lo mismo, logramos nuestra independencia parcialmente y el 2 de abril, recién en 1982 tratamos de completarla, un poco más tarde que los EE.UU., deseo que el señor Presidente comprenda ese sentimiento del pueblo argentino”.

<b>Cuando el jueves 15, cerca de las 22.30, Alexander Haig volvió a pisar tierra argentina el ambiente, según lo notó, era otro.</b> “La prensa había adoptado un tono más notoriamente sombrío y belicoso”. “Había un clima menos optimista”. Todo estaba “oscurecido por el fervor patriótico”. Según el Secretario de Estado, <b>traía una propuesta que había sido aprobada en Londres</b> que <mark class="hl_yellow">“pedía el retiro de los argentinos de las islas; la detención de la flota británica a una distancia de 1.000 millas de las Malvinas; una administración interina mixta argentino-británica con los Estados Unidos también presentes en las islas, y el cese total de las sanciones económicas y financieras, y que garantizaba completar la negociación sobre la cuestión de soberanía para el último día del año 1982</mark>. Entregue la propuesta a los argentinos y esperé los resultados”.

informe del encuentro de Haig con Galtieri

Cerca de las 23, <b>Costa Méndez fue a verlo al Hotel Sheraton con un mensaje de rechazo a las nuevas iniciativas</b> y le entregó una respuesta de la Junta Militar: desechaba sus términos y proponía el control administrativo compartido de las islas y “condiciones para un arreglo final que automáticamente produjera el reconocimiento de la soberanía argentina”. <b>La sorpresa y la desazón se reflejaron en la cara de Haig:</b> “Estoy seguro de que los británicos van a saltar cuando reciban este mensaje”. Pero lo más llamativo para el funcionario estadounidense fue escuchar de Costa Méndez su sorpresa <mark class="hl_yellow">“de que los británicos vayan a la guerra por un problema tan pequeño como el de estas pocas islas rocosas.” </mark>Entonces Costa Méndez sugirió hablar directamente con la Junta. A las 09.45 del 16 de abril Alexander Haig entró a la Casa Rosada para conversar con el teniente general Galtieri. También estuvieron presentes el general Vernon Walters y el canciller argentino. Primero, Haig se mostró contemplativo al exponer la posición de los EE.UU. sobre un acuerdo. Luego, exhibió el látigo y habló de la tragedia de una guerra y<b> la mejor posición británica a medida que transcurría el tiempo </b>y solicitó entrevistarse en algún momento con la Junta Militar.

Cable de la embajada en Londres del 14 de abril de 1982

Galtieri aseveró tener “la mejor buena voluntad para buscar una solución pacífica con el objeto de tratar de evitar el empeoramiento del panorama estratégico mundial” y <b>Haig afirmó que “ni su Presidente, ni nadie en Washington” había encontrado “intransigencia en Buenos Aires, sino más bien un esfuerzo serio y buena fe para solucionar este problema”. </b>Años más tarde, Haig diría otra cosa, cuando escribió en sus “Memorias” que<mark class="hl_yellow"> “resultaba perfectamente claro que no estaba tratando con personas que estuvieran en posición de negociar de buena fe…aparentemente, existía una fuerza invisible que ejercía el poder de veto sobre las autoridades legalmente constituidas del gobierno.”</mark> A las 10.40, Haig, Walters y Costa Méndez se dirigieron al Palacio San Martín para reunirse con sus delegaciones. Las conversaciones se extendieron hasta las 12.40, hora en que Haig se retiro a almorzar con el embajador Schalaudeman y otros altos funcionarios al “Palacio Bosch”, residencia de los embajadores de los EE.UU., ideado por el arquitecto René Sergent, lo mismo que el “Palacio Errázuriz” y la villa “Sans Souci”, mudos testigos de una Argentina que ya no existía. De ese Buenos Aires que sorprendió a André Malraux, hasta hacerle decir: “Cuando fui a la Argentina <mark class="hl_yellow">tuve la impresión de que Buenos Aires era la capital de un imperio que nunca llegó a nacer.</mark> Es una capital imperial.”

A las 16.30 las delegaciones volvieron a encontrarse para llegar a un documento común. Según relato la Junta Militar, “a las 1900 horas, el Sr. Canciller se dirigió a la Casa de Gobierno, mientras la delegación de los EE.UU. seguía reunida en el Palacio San Martín. El Sr. Canciller le informó al Sr. Presidente cual había sido el curso de las negociaciones del día, por lo que se procedió a reunir la Junta Militar a las 20.15 horas en la Casa de Gobierno”. En esta reunión Costa Méndez explicó que el proyecto de Haig proponía “en el caso del punto seis (Gobierno de las Islas), una Autoridad Especial Interina Tripartita, tres banderas, y los comités iguales al 1º de abril con un solo representante argentino. En el caso del punto 10 (Soberanía), el proyecto estadounidense proponía no mencionar el tema y que el 31 de diciembre de 1982 se produjera el fin del interinato y la remoción de las islas de la lista de Territorios No Autónomos, según los principios de las Naciones Unidas. El Sr. Canciller hizo notar que este proyecto de los EE.UU. no conformaba la posición argentina. Los argumentos de Costa Méndez fueron compartidos por la Comisión Militar (COMIL) y se elaboraron tres textos definitivos de los cambios propuestos a los puntos 6, 8 y 10.”

El informe de la Junta Militar (no aceptado posteriormente por la Comisión Rattenbach) dice a continuación que Costa Méndez, a las 22.45, mantuvo otra reunión con Haig en el Hotel Sheraton en la que hizo entrega de las últimas objeciones argentinas. Sin embargo, el relato no es certero sino que sucedió de la siguiente manera: Nicanor Costa Méndez no fue hasta el Hotel Sheraton. “Llevale la respuesta” le dijo el canciller al joven diplomático Roberto García Moritán que fue hasta el Hotel Sheraton. Luego de unos minutos lo recibió Haig en pijama. Abrió el sobre, lo leyó, y de manera extemporánea se lo tiró en la cara al funcionario, al tiempo que decía “fuck”.

El sábado 17 de abril se reunieron, a partir de las 10, los miembros de la Junta Militar y Costa Méndez con Haig y el general Vernon Walters, quedando en una dependencia contigua el subsecretario Thomas Enders, el embajador Schlaudeman y el general Iglesias.<b> Por fin el Secretario de Estado </b><a href="https://www.infobae.com/sociedad/2021/02/28/el-plan-de-la-armada-que-llevo-a-la-guerra-de-malvinas-y-los-esfuerzos-de-un-empresario-por-evitar-el-conflicto/" target=_blank><b>pudo ver la cara oscura y filosa del almirante Jorge Isaac Anaya </b></a><b>y cruzar con él un ríspido diálogo</b>, cuando el jefe naval le dijo que su hijo, piloto naval, estaba <mark class="hl_yellow">“dispuesto a morir por las Malvinas y en nuestra familia sentimos que sería un honor saber que su sangre se mezcló con el sagrado suelo patrio”.</mark> Con la irritación que produce el cansancio o la impotencia, por decir lo menos, <b>Haig le respondió:</b> “<mark class="hl_yellow">Permítame asegurarle, almirante que nadie aprecia realmente el significado de una guerra hasta que ve cómo meten los cadáveres de hombres jóvenes en bolsas para muertos.”</mark> Sabía de lo que hablaba, lo había vivido en Viet Nam. Entonces “subrayó que el texto que había recibido la noche anterior conduciría a la guerra y que se debía elaborar uno más benigno, y <mark class="hl_yellow">si hay guerra la opinión pública de los Estados Unidos los llevará a dar apoyo material a Gran Bretaña</mark>, con las consiguientes repercusiones en el continente americano y en el seno de las Naciones Unidas.”

Galtieri saluda al general Jofré en Malvinas

A partir de allí se abrió un puntilloso intercambio de opiniones sobre los puntos más delicados. “Haig insistió en la necesidad de sostener un marco político ambiguo que sugiriera la solución final y que permitiera a los británicos pensar que estaban negociando. Sin embargo, debía quedar claro, en Buenos Aires e internacionalmente, que la solución final sería la devolución de las islas a la Argentina”. Añadió que si la dejaban sin alternativas, la señora Thatcher “iría al combate para sobrevivir, en el entendimiento de que estaba combatiendo con el principio de la ley internacional de su parte”. Finalizada la cumbre, las delegaciones diplomáticas se volvieron a reunir en la Sala de Situación de la Casa Rosada y también lo hicieron a partir de las 16 en el mismo lugar. Al día siguiente, domingo, Haig volvió a reunirse a las 15 horas en la Sala de Situación de la Casa Rosada y tras diez horas de discusiones, Haig vio crudamente que la Junta Militar también carecía de poder, ya que cada decisión debía ser aprobada por cada comandante de Cuerpo y sus equivalentes en la Armada y la Fuerza Aérea. “Si cedo demasiado no estaré más en este puesto” le dijo Galtieri a Haig en un momento a solas. “Le pregunté cuánto tiempo pensaba que sobreviviría si perdía una guerra con los británicos.”

En la madrugada del lunes 19 se logró cristalizar un último borrador, en el que se establecía un cese inmediato de las hostilidades y el retiro de las fuerzas; una presencia argentina en las islas, bajo garantía de los Estados Unidos, y negociaciones destinadas a solucionar el conflicto para el 31 de diciembre de 1982. Con ese papel en la mano, Haig tomó la decisión de volver a Washington. Cerca de las 16, cuando estaba a punto de abordar, el canciller argentino le dijo que la Junta había vetado uno de los puntos centrales que había negociado en esas horas. Si bien había convenido que se debía llegar a un acuerdo el 31 de diciembre de 1982, el gobierno militar consideraba que en esa cláusula no se hablaba de la fórmula condicionante del traspaso de la soberanía. El nuevo mensaje establecía que si para esa fecha todavía no se había logrado un acuerdo, el gobierno argentino se reservaba el derecho a designar la jefatura y la administración de las Malvinas a partir del 1º de enero de 1983. Textualmente, condicionaba: “A partir del 1º de enero de 1983 y hasta tanto entre en vigencia el acuerdo sobre el status definitivo de las islas, la Jefatura del Gobierno y la administración será ejercida por un funcionario designado por el gobierno argentino”.

<b>La respuesta dejaba al mediador sin espacio para negociar en Londres. </b>Además, también, <b>Costa Méndez le anunció que la Argentina denunciaría el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca en la OEA, un arma al que Washington pensaba echar mano si se descontrolaba la conflictiva situación en América Central. </b>Al finalizar su nueva estadía en Buenos Aires, Haig le envió a Francis Pym un borrador con las cuestiones tratadas con los argentinos, a los que agregó comentarios personales. “Al irme de acá, me negaré a caracterizar el texto, y sólo diré que ha terminado esta etapa de mi esfuerzo, y que regreso a Washington para informar al presidente. <mark class="hl_yellow">Francis, no sé si se les puede sacar más a los argentinos. No está claro quién manda acá. Tanto como 50 personas, incluyendo comandantes de tropas, pueden estar ejerciendo vetos. Ciertamente, no puedo conseguir nada mejor en este momento”</mark>.

El jueves 22, la Argentina dio un paso más en su política de los hechos consumados. Por decreto nº 757 se dio a conocer que la capital de las Malvinas ya no será más Puerto Stanley y pasó a denominarse, por iniciativa de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, “Puerto Argentino”. Y Leopoldo Fortunato Galtieri visitó Malvinas, recorriendo los diferentes destacamentos militares apostados en las islas.

El 23 la Junta Militar recibió un nuevo sondeo de opinión que resaltaba el clima <mark class="hl_yellow">“firme y unánime de la Opinión Pública de que las islas no deben ser devueltas bajo ningún precio, aún a costa de guerra […]</mark> Sigue siendo generalizada la creencia de que la mayoría de los países de América, en caso de guerra, se pondrán a favor de Argentina” y “se ha registrado un moderado predominio de quienes piensan que en las negociaciones ‘no se debe ceder nada’, sobre quienes proponen diversas pautas de negociación o concesiones.”

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