Raúl Cazenave nació en Zárate, tiene 46 años y una gran historia de vida en Europa, que forjó con años de trabajo y sacrificio. Casado con Karina Covello (47), es padre de Tomasso (16) y Abril (9), quienes nacieron en Italia y Londres, respectivamente. Hoy, la familia vive en Waltham Cross y Raúl fundó su empresa de mudanzas en Londres. Pero el camino hasta allí no fue nada fácil.
No terminó el secundario, no era buen alumno y jugaba al rugby en el club Náutico Arsenal de Zárate. A los 25 años, ya había conseguido abrir su propia pizzería (La Luli) en esa localidad bonaerense y se había comprado una moto. Sin embargo, un día quiso probar suerte en Europa y junto a un amigo, Eugenio, salió rumbo a lo desconocido, ya que nunca había viajado.
Con una mochila y apenas 300 dólares en el bolsillo, se subió al avión sin imaginar que nunca más volvería a vivir en la Argentina.
“Me fui a Italia como una aventura porque estaba bien en Zárate, pero tuve ese impulso de querer ir a probar suerte en Europa. Me fui sin saber lo que iba a pasar. Se lo dije a Eugenio y me quiso acompañar. Nos fuimos juntos. El 6 de marzo de 2002, llegamos a Roma con los pocos dólares que llevamos: eran una suma irrisoria y no nos alcanzaba ni para la pizza. Estaba vestido con bermudas y mocasines, pero Italia nos recibió con 18 grados bajo cero y un metro y medio de nieve... Esa fue la bienvenida (risas)”, le contó Raúl Cazenave a Infobae desde Londres.
A los pocos días, Eugenio le pidió que lo acompañara a Treviso -a 20 minutos de Venecia- porque su familia era originaria de allí. “Llegamos en tren pero no teníamos plata para comer, ni lugar donde dormir y no hablábamos otro idioma que no fuera español. De repente, una mujer estaba por cargar nafta y no entendía cómo funcionaba el medidor. Me acerqué a ayudarla y ya no aguantaba más del hambre que tenía. Le pedí si nos podía dar una mano y nos llevó en el auto hasta su casa. Fue nuestro ángel. Nos sirvió comida, pero después, también nos ayudó con la documentación para hacer la ciudadanía y hasta nos consiguió trabajo a cambio de alimentos y techo. No tuvimos problema en dormir en iglesias a cambio de cambiar sus lámparas, cortamos pasto, pintamos casas... Hicimos lo que fuera, a cambio de un sándwich y un techo”, dijo.
Una vez que obtuvieron la ciudadanía, Raúl y su amigo alquilaron dos departamentos, trajeron a sus novias de Argentina y se casaron en Italia.
“En 2003, con papeles en Europa todo era más fácil. Incluso, conseguimos muchas ofertas de trabajo pero hicimos un gran sacrificio, porque comíamos cualquier cosa y dormíamos donde podíamos. A base de mucho esfuerzo y trabajo, pude comprar una casa en Treviso, donde viví 8 años. Luego, decidí que era hora de buscar nuevas oportunidades laborales y me fui a Santander, en España”, indicó.
Raúl explica que pudo sacar un crédito hipotecario ya que las cuotas eran fijas y durante 20 años pagó el mismo importe. “Eso es una gran tranquilidad. Aunque estos países tengan problemas, la estabilidad económica siempre está. Ni hablar de la seguridad: podés salir a cualquier hora y sabés que no te pasa nada. Ni siquiera hace falta que le pongas rejas a tu casa”, destacó.
Apenas llegó a España, se puso a buscar trabajo y empezó limpiando vidrios. Después, consiguió empleo en un gimnasio, algo impensado porque no era profesor aunque jugaba muy bien al rugby.
“Mido 1.87 y en ese momento pesaba 125 kilos porque hacía muchas pesas. Yo no era profesor de gimnasia pero necesitaba trabajar, así que cada noche preparaba las clases del día siguiente en mi casa. Buscaba tutoriales en Google y daba clases de step, de gimnasia localizada, de boxeo... Creo que pasé por todas las variantes (risas). Entraba a mirar videos en YouTube y mi familia me seguía detrás, porque les daba la clase para poder practicar. Me terminaron queriendo muchísimo y la gente hacía fila para tomar mis clases. Pero en 2009 fui a ver a un amigo en Londres. Llegué un lunes y el martes ya estaba trabajando, esta vez de camarero. Como se dará cuenta, mi vida es trabajar y no me preocupa de qué”, afirmó.
Tanto en Italia como en España, Raúl siguió jugando al rugby, algo que considera muy importante a la hora de poder integrarse en una nueva sociedad.
Después de ese trabajo, hizo tareas de albañil y colocó las piedras de las veredas para la municipalidad de Santander... “Hice de todo y sin problema, porque todo me generaba trabajo y ganancia. Al tiempo, me puse a trabajar para el Mercado Central de Londres, manejando una camioneta. En 2011, me animé y con mi mujer -sin hablar una palabra de inglés- abrí mi propia casa de mudanzas A10 Removals. Desde el primer día, no paramos nunca más y acá estamos”, contó con orgullo.
“Haciendo mudanzas se te abre un mundo porque, arriba de la camioneta, todos te cuentan sus problemas y pasás a ser una especie de psicólogo. Los clientes se convierten en amigos y hasta te invitan a comer a sus casas. Un día me contactó Mariano Galarza, uno de Los Pumas, y a partir de él hice las mudanzas de otros seis jugadores del equipo a Francia y Escocia. Somos siete en la empresa y la pasamos muy bien. Nos divertimos y la gente queda contenta. Es muy fácil vivir en Londres. No es el mejor país para vivir a lo loco, porque es caro y, si vivís despilfarrando, no crecés. Y, para no progresar, preferiría estar en Zárate... Sin progresar pero con mis amigos”, aseguró.
A quienes hoy desean emigrar, Raúl les aconseja ser cautos y responsables aunque les advierte que es una experiencia muy dura, pero que vale la pena transitar.
“No se vayan a creer que acá se tira manteca al techo. Es durísimo, es la soledad total, es arreglarse solo y no tener a nadie. Mi mujer tuvo a nuestros dos hijos y no pudo estar con la madre al lado. Hay que arreglarse solo. Venir a Europa no es una gracia: tenés que venir a ganarte la vida”, afirmó.
“No es fácil que alguien te cuente cuando pierde... solo te cuentan cuando ganan. Estoy seguro que es más la gente que viene a probar y se vuelve a la Argentina, que la que se puede quedar. Hay muchos frenos. No es fácil. No podés llegar y pretender ser un gran empresario de la noche a la mañana. Tenés que amoldarte a la situación. Hay que empezar tranquilo para ir creciendo en las posibilidades. Sos un número, porque no sos de acá y nunca vas a terminar de serlo. No vas a tener a nadie que te de una mano, como te pasa en la Argentina, y te tenés que arreglar solo. Por eso, es muy difícil progresar y salir adelante”, destacó.
Desde hace un par de años, asegura que recibe varios llamados diarios de argentinos que quieren emigrar a Londres. Raúl los ayuda con lo que puede: les da trabajo y les avisa que no lleguen sin papeles, porque no hay chance de que puedan conseguir un empleo.
“Todas las semanas, me llaman argentinos que se quieren ir y me piden que les haga un contrato para trabajar en mi empresa. Quieren vivir acá y yo los ayudo como puedo... pero no puedo ayudarlos a todos. A mí me ayudaron mucho cuando llegué y hago lo mismo ahora. Por lo menos, les pago un día de trabajo y con eso pueden comer una semana, pero no es fácil traer gente. Muchos creen que, porque tengo una empresa, les puedo hacer un contrato y una visa de trabajo pero no se puede, porque el Gobierno te pregunta por qué no contratás a un local”, dijo.
A pesar que los primeros años fueron muy duros, Raúl nunca los olvida y se siente agradecido por toda la ayuda que recibió de manera desinteresada. Su amigo Eugenio lo acompañó los primeros tres años, pero luego volvió a la Argentina porque no soportó hacer tanto sacrificio. Sin embargo, para Raúl esa no era una opción, ni siquiera en los momentos más difíciles, como cuando su estómago crujía de hambre.
“Todos los días pienso en los primeros tiempos... Fue una experiencia muy fuerte. Dormí en iglesias, en un hospital para chicos con discapacidad mental, en una estación de tren apoyado espalda con espalda con mi amigo... Adelgacé kilos y kilos porque no tenía para comer. Lo recuerdo siempre y se lo cuento a mis hijos. Hay mucho apego del italiano con el argentino y nos ayudaron muchísimo. Nos daban trabajo a cambio de dormir y comer, o de una ducha. Fuimos chicos jóvenes pero muy serios. No tomábamos, no fumábamos... Por eso, nos abrían las puertas de sus casa para vivir con ellos”, indicó.
Nunca pensó en volver a la Argentina, incluso cuando el hambre y el sueño lo acechaban a diario. “No me pasó por la cabeza la idea de volver. Es importante ser serios y no darte todos los gustos apenas llegás porque te va bien. Se lo digo a todos los chicos que trabajan conmigo y les aconsejo que ahorren. Les hago dos cuentas y les muestro que en 10 años se compran su casa, con un sueldo básico. Yo me compré mi casa de Italia y, también, la de Inglaterra”, afirmó.
Raúl repite una y varias veces que la clave para los que deciden emigrar está en la seriedad de la persona.
“Si querés tener el ultimo teléfono, te gusta tomar, fumás o salís todas las noches después de trabajar vas a ahorrar poco. Una persona sola, que trabaja de lavaplatos en un restaurante, vive bien y ahorra algo de plata. Los salarios no se acuerdan entre empleado y empleador, sino que los determina el Gobierno. El que recién empieza, gana 8,75 dólares por hora trabajando como camarero, lavaplatos, en una estación de servicio, como ayudante en las mudanzas o como repositor de un supermercado. Después, vas creciendo pero con un salario semanal te alcanza para alquilar una habitación, comer, vestirte, comprarte un teléfono, pagarte las salidas, ahorrar algo de dinero e irte de vacaciones una vez al año. Acá no te vas a privar nunca de poder comprarte un par de zapatillas”, dijo.
“A los que critican a quienes vienen a lavar copas les digo que vengan y prueben. Cuando se acaba el día de trabajo, te pagan lo que dice el Gobierno y no te dan lo que el dueño quiere, pero cuando te vas a tu casa estás solo. El que viene acá a hacer ese tipo de trabajo lo hace por necesidad porque, si estuviera bien en su país, no se va. La necesidad te mueve a irte y, cuando te vas, estás obligado a hacer esos trabajos porque otra cosa, de entrada, no vas a conseguir. Haciendo ese trabajo podes vivir bien... pero cuando llegás a tu casa vas a estar solo”, advirtió.
Desde que se fue a Europa, hace 21 años, solo volvió tres veces a la Argentina y en 2015 quiso abrir aquí una empresa, pero rápidamente se desanimó.
“Me da mucha pena escuchar las noticias de la Argentina y ver cómo está el país. En 2015, me fui a Córdoba para abrir mi empresa de transporte, pero fue imposible. En Londres, solo tenés que entrar a la pagina del Gobierno, poner un valor y a los dos días te llegan todos los códigos que necesitás, por ejemplo, para pagar los sueldos. Listo. No hay burocracia. Abrís la empresa y te pones a trabajar enseguida. Pagás los impuestos en función de lo que ganás y después del primer año, así que no hay que pagar nada por anticipado. Es muy simple y fácil. En cambio, para abrir algo en la Argentina y estar en regla... ¡Es imposible! Te ahogan con la cantidad de impuestos. Acá, pago dos al año: el IVA (20%) y la contribución por empresa (10%). Eso es todo, al margen de la altísima calidad de vida que tiene este país”, afirmó. “La única adrenalina que tiene Londres es esperar a que lleguen las facturas trimestrales de luz y gas”.
A los 46 años, planea retirarse pronto del día a día de la empresa, a la que piensa seguir de cerca desde su casa. De todos modos, ya tiene claro que su retiro será en otro país que ya conoce muy bien, pero no se trata de la Argentina.
“Trabajo las 24 horas, los 7 días de la semana. No dejo nunca de trabajar, aunque sea el dueño. Siempre estoy pendiente del teléfono. Tengo 6 empleados y yo trabajo como uno más. El encargado cobra 2500 dólares por mes. Con ese sueldo vivís bien en las afueras de Londres, no en el centro, pero te permite alquilar una casita, irte de vacaciones una vez al año y ahorrar algo de dinero todos los meses. Pero claro, si querés vivir en el centro, con ese dinero no vas a poder hacerlo”, explicó.
“Quiero trabajar dos años más y retirarme. Pero después, voy a manejar todo desde mi casa. Hace una semana, me ofrecieron 400 mil dólares para quedarse con la empresa, pero les dije que con ese dinero no llegaban ni al 10% de su valor. Quiero disfrutar de otras cosas y quiero irme a vivir a España. Buen clima, buena comida, mismo idioma y excelentes playas. Ahora, después de tanto esfuerzo, me toca disfrutar de la vida en familia”, finalizó.
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