Gabriel Cartañá, el psicólogo de Bendita TV: “En el amor los famosos tienen las mismas dudas que el hijo del vecino”

Su amigo Beto Casella lo convenció hace una década de “analizar el lado psicológico de la realidad”. Hoy lo acompaña como columnista en sus programas de radio y televisión. Después de recorrer el país con sus unipersonales y descubrir que las preguntas del público siempre eran sobre el mismo tema, se decidió a escribir ¿Qué digo cuando digo Te amo?

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Entrevista a Gabriel Cartaña, Psicólogo y columnista de radio y televisión

En el primer capítulo de su último libro, el psicólogo Gabriel Cartañá repasa la suma de decisiones conscientes e inconscientes que lo llevaron a escribir sobre el amor. Inconscientes: el folleto de la Universidad de Flores que encontró hace 25 años la madre de Lidia, su segunda mujer, y su insistencia para que estudiara ahí; la mudanza que una década atrás lo llevó a trabajar como docente de uno de los hijos de Beto Casella y que fue el inicio de su amistad y su aventura en los medios de comunicación. Conscientes: aceptar hace ocho años la propuesta de su amigo, ir a su programa y analizar el lado psicológico de la realidad; escribir su primer unipersonal, Cuando la terapia no alcanza, y recorrer teatros de todo el país con la obra.

“Nuestro presente es el resultado de todas las decisiones que tomamos sin imaginar sus implicancias. Y no hay decisiones incorrectas: eso es lo fantástico”, dice Cartañá a Infobae, en un alto entre la radio, los pacientes y la televisión. De la mano de Casella, arranca las mañanas con Bien Levantado, por Continental, y las noches como panelista de Bendita TV, por Canal 9. La pandemia lo obligó a suspender las funciones teatrales, pero le dio tiempo para avanzar con su libro, que lleva el nombre de su tercer unipersonal ¿Qué digo cuando digo te amo?, una consecuencia natural de la interacción con el público: “La última media hora de mi show anterior era contestar preguntas, sobre cualquier tema. Y la mayoría de las preguntas siempre venían del lado del amor.”

El dilema es tan inagotable como humano, tanto que el psicólogo ya está concentrado en otro libro en el que se dedica exclusivamente a responder consultas de la gente: “Se va a llamar Las mil preguntas que Usted siempre se hizo sobre el amor. Es que para el capítulo final de ¿Qué digo cuando digo te amo? pedí en mis redes que me hicieran preguntas sobre amor, pensando que iban a ser como mucho 200 personas, y recibí 6700 consultas”, cuenta.

"La gente famosa se pregunta lo mismo que el hijo del vecino", dice Cartañá
"La gente famosa se pregunta lo mismo que el hijo del vecino", dice Cartañá

–En tu libro también hay preguntas de famosos, como Alejandra Maglietti, Leo Montero, Fernando Bravo y el propio Casella.

–Sí, lo hice en parte para que la gente entienda que la persona conocida, la gente popular, la gente famosa, se pregunta exactamente las mismas cosas que el hijo del vecino. En cuanto al amor todos tenemos las mismas dudas, las mismas dificultades y los mismos inconvenientes.

–¿Cómo conviven el psicólogo que habla de amor en el teatro y a sus pacientes, con el que mira la realidad con ironía en Bendita TV?

–No hay mucha diferencia. Yo con Beto, además de estar en la tele, estoy en la radio. Y aunque no estoy preparado, ni nada, me gusta el humor. Entonces a veces amago con decir algo gracioso, y Beto me reta, me dice: “Dejá de hacer humor, vos no te dedicás al humor, ¡dedicate a lo tuyo!”. En Bendita trato de dar una mirada distinta, porque en definitiva es un programa que lo que hace es desnudar conductas de famosos, a veces divertidas, a veces repudiables, a veces polémicas... Entonces, como es sobre conducta humana, es mi caldo de cultivo, de eso puedo hablar. Siempre digo que no hablo de las personas a las cuáles no conozco, lo que analizo es una pauta de conducta.

–Entre algunos famosos ahora está de moda la Ley de Atracción, que dice que si deseamos mucho algo lo vamos a lograr. Vos desarmás en tu libro esa ilusión.

–¡Es que es una pavada monumental! El otro día mi hija Athina, que tiene 17 años, me dice: “Tengo la frase, papá: ‘Si lo creés, lo creás’”. Y claro, cuando le dije que era una estupidez, no le gustó, me preguntó por qué decía eso. ¡Bueno, porque no es verdad! ¡Yo hace 10 años que le pido al Universo casarme con Jennifer Lawrence, y no va a pasar! No va a pasar este año, no va a pasar el año que viene, ¡no va a pasar en esta vida! Entiendo que uno de los factores necesarios para conseguir algo es creerlo, porque si no lo creo ya me programo para que no ocurra, pero con eso no alcanza. Si yo quisiera ser presidente de la República, me tengo que formar, tengo que militar políticamente, tengo que dedicar mi vida a eso, y tal vez lo logre... Con sentarme en mi casa y decir: “Voy a ser Presidente”, no va a ocurrir. Pero venden este paquete: “Pedíselo a los planetas”. ¡Los planetas no andan tan preocupados por satisfacer mis deseos! Ellos están orbitando, no les preocupa mi vida. Si yo no me ocupo de mi vida, nadie se va a ocupar de ella.

Cartañá en la entrevista de Infobae
Cartañá en la entrevista de Infobae

–Justo en un momento del libro contás sobre una conversación con Athina donde le decís que el precio de ser consciente en el amor se paga muy alto: puede ser la soledad.

–Claro, porque ser consciente muchas veces es doloroso. Aristóteles decía que el proceso de ser consciente es el de filosofar, de abrir los ojos. Veía a un esclavo y decía: “Ese esclavo está soñando con ser libre. ¿Qué hacemos, lo despertamos a su realidad de esclavo que no puede cambiar, o lo dejamos soñar?” El filósofo siempre pide ser despertado, pero a veces significa despertar a realidades que no son tan agradables como el sueño. En el amor, ser consciente es amar con los ojos abiertos, porque hacerlo con los ojos cerrados es muy fácil. Cierro los ojos y me imagino que mi mujer es perfecta, es ideal, y no puedo ver sus defectos. Dejar de amar con los ojos cerrados también es fácil: lo difícil es amar con el defecto –siempre y cuando el defecto no sea que el otro sea tóxico. Pero si busco amar un ideal, cuando esa persona no de con la talla de lo que construí, me voy a enojar porque no está a la altura de mis expectativas.

–Dejamos atrás las estructuras que decían que el amor tenía que ser monógamo, heterosexual y para siempre, pero nos sigue doliendo la infidelidad, ¿por qué?

–(se ríe) Porque lo que nos duele de la infidelidad es que nosotros no somos los constructores de la felicidad del otro. Porque el amor romántico, del que todavía no nos despojamos pese a todas las estructuras que estamos dejando atrás, es egoísta y posesivo. Entonces cuando te enterás de que el otro te es infiel en el sexo, suponés que en ese momento disfrutó, la pasó bien, y que en ese momento vos no existías: existían él y la otra persona y vos no eras constructora de ese momento de felicidad de la otra persona. Y vos querés ser parte de todos los momentos de felicidad de la persona que amás; eso es lo que molesta y duele. Por eso, muchas veces, lo que la persona engañada trata de indagar después es cómo la pasó romántica y sexualmente el otro.

"No somos tan sublimes en el amor romántico" asegura Cartañá
"No somos tan sublimes en el amor romántico" asegura Cartañá

–Vos también planteás que el rechazo nos duele porque nos hace perder esa versión de nosotros mismos que éramos con el otro. ¿El amor es siempre egoísta entonces?

–Te lo voy a contar con una anécdota: cuando Facundo Cabral tenía 38 años, estaba en Colombia, había terminado una gira y se iba a encontrar con su mujer y su hija de cuatro años. Y en el aeropuerto se entera de que el avión en el que viajaban se había estrellado y las dos habían muerto. Entonces cae de rodillas con un profundo dolor y entra en lo que se llama un mutismo selectivo, que es una afección psiquiátrica, emocional, que hace que no puedas hablar aunque quieras: no le salían las palabras siendo un hombre para el que su vida era hablar. Estuvo seis meses mudo. Él era amigo de la Madre Teresa de Calcuta, que lo manda a llamar, y entonces va a la India a verla y habla por primera vez con la ella, y le dice: “Tengo un dolor tan fuerte, porque yo tenía una esposa y una hija, y todo el amor que ellas me daban ya no lo tengo y ahora me siento desfallecer”. Y la Madre Teresa le dice: “No, tu problema no es ese. Tu problema no es que no recibís más el amor de ellas, sino que tenés amor que te sobra: no tenés dónde poner el amor que les dabas a ellas”. Porque el amor tiene que ver con lo que doy, pero para dar, necesito que haya otro. Si no hay un otro, no tengo a quién darle ese amor, y cuando no lo doy, me quema. Siempre es uno, pero es uno dando. El amor sano es uno dando, nunca uno recibiendo. Uno recibiendo es el amor infantil. ¿Vos tenés hijos?

–Sí.

–Te voy a decir una frase y quiero que la apliques a tu hijo y vas a ver que pega perfecto, y después te voy a pedir que la apliques a un amor romántico: “El amor que vos sentís por él es tu alegría por su felicidad aunque vos no estés en su vida”. ¿Pega?

–Sí, claro.

–Ahora aplicala a tu marido o a tu novio... Ya no pega tanto, ¿no? Es porque no somos tan sublimes en el amor romántico. Tenemos que aprender a serlo.

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