En las dos manzanas delimitadas por la avenida Crámer y las calles Manuela Pedraza, José Tamborini y Moldes, en el barrio porteño de Núñez, a tan solo un par de cuadras de Saavedra, hay una escuela pública, un polideportivo, varias casas bajas y un edificio de cuatro pisos. También una plaza, algunos locales comerciales y una fábrica de artículos electrónicos. La postal hoy parece a la vista un lugar más de la ciudad pero hasta hace 50 años atrás era muy diferente, siendo centro de convocatoria para los vecinos, familias e hinchas de fútbol: allí se ubicaba el viejo estadio del Club Atlético Platense, que hoy tiene su sede en Vicente López pero lucha para recuperar parte de ese pasado que perdió en 1971, cuando fue desalojado.
La Comisión Directiva del Calamar presentó esta semana un proyecto de ley en la Legislatura Porteña para que el club vuelva a tener presencia en esa zona con roles sociales y educativos. Según subrayaron, no se trata de una iniciativa para trasladar su estadio hacia allí ni en procura de expropiar un espacio. Tampoco de una cuestión con fines económicos, sino que solo pretende un cambio de asignación del dominio público de la ciudad para instalar una sede social, desarrollar actividades y regresar así a un lugar histórico donde forjó su identidad y al cual busca seguir perteneciendo.
“Creemos en nuestro derecho constitucional a recuperar el patrimonio cultural, a preservar la memoria y la historia de nuestro barrio”, explican los directivos. En esa línea, Gustavo Lupetti, secretario de Relaciones Institucionales de la institución, dice en diálogo con Infobae: “Ahí estuvo Gardel viendo a Racing, ahí jugó la Máquina de River y ahí también cantó el ‘Polaco’ Goyeneche. A los que son un poco más grandes y nos gusta el fútbol, cuando nos hablás de Manuela Pedraza y Crámer se nos viene inmediatamente a la cabeza Platense. Es un punto de referencia del club. Por eso lo que pretendemos es un tema más cultural que deportivo. Es recuperar la identidad del barrio”.
“Y además los hinchas también tenemos una historia ahí. Mi mamá aprendió a patinar e iba a andar en bicicleta. Mi abuelo iba a jugar a la cancha de bochas”, agrega el socio vitalicio Lupetti, que tiene 54 años, es abogado y trabaja en Aeropuertos Argentina 2000.
Luego de hacer de local en un campo en Retiro y tras una mudanza a Manuela Pedraza y Blandengues, en el Bajo Belgrano, Platense desembarcó allí en 1917. Le alquiló el lugar al abogado y político Carlos Delcasse. Ya instalado, el club realizó mejoras en las tierras, instaló iluminación artificial y construyó la primera tribuna oficial, con tablones de madera. Con el correr de los años, además, inauguró una cancha de básquet, otra de tenis y también un velódromo, que durante mucho tiempo fue el único de la ciudad de Buenos Aires.
Platense permaneció allí hasta 1971. La situación institucional a nivel país -por entonces, gobernado de facto por Alejandro Lanusse- confluyó con algunas dificultades económicas y otras ajenas que lo llevaron a perder la posesión. “La dictadura se lo expropió a la familia Delcasse con la excusa de hacer viviendas pero finalmente se hizo una escuela y un predio polideportivo que se concesiona a un privado y se llama El Poli”, repasa Lupetti.
Y recuerda: “Platense intentó comprar el terreno pero el dueño no quiso. Un tiempo atrás había adquirido las tierras en Vicente López para hacer actividades deportivas. En ese momento no quedó otra alternativa y hubo que mudarse para allá”. Se terminaron así 54 años de alegrías y tristezas en los que se disputaron 847 partidos oficiales. Para el colmo, el doloroso alejamiento vino acompañado de otro golpe: ese año Platense descendió a la segunda división por primera vez en su historia.
Hoy la realidad en el Calamar es distinta. Quedaron atrás los capítulos de decepciones, frustraciones, malas campañas y crisis deportiva que llevaron al primer equipo a tocar fondo y deambular por la tercera categoría. La actualidad encuentra al club, uno de los más antiguos de la Argentina y miembro fundador del profesionalismo, en la Primera División, tratando de asentarse después de tantos años.
Con el sueño de este ansiado regreso a la elite del fútbol argentino cumplido, el próximo objetivo que se propusieron en el club es el de recuperar protagonismo en los históricos terrenos que están grabados en la memoria del pueblo marrón y blanco.
El proyecto de ley que presentó la Comisión Directiva que encabeza Pablo Bianchini comenzó a gestarse hace cinco años. “En 2016 nos enteramos que se vencía la concesión y que la Legislatura iba a tratar una ley para otorgar una por tiempo prolongado. Hicimos entonces un movimiento en el club. En ese momento yo me había postulado para presidente y presentamos en la campana este proyecto para volver a tener identidad. Logramos que no se otorgara la concesión a un privado pero no a Platense”, cuenta Lupetti.
Y continúa: “En 2019 se hace una licitación que queda judicializada. En ese momento volvimos a la carga para volver solo al polideportivo, que entre sus instalaciones tiene un gimnasio, canchas de futbol y una pileta de natación”.
El proyecto se sustenta en el Artículo 32 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires, que garantiza “la preservación, recuperación y difusión del patrimonio cultural, cualquiera sea su régimen jurídico y titularidad, la memoria y la historia de la Ciudad y sus barrios”.
El secretario explica que, si bien tienen similitudes, su pedido se diferencia al de San Lorenzo para regresar a Boedo por dos razones: “No pretendemos que se nos dé la propiedad; pretendemos la concesión. Y tampoco queremos construir un estadio. No vamos a alterar la vida de los vecinos”.
Lupetti remarca que su intención es compartir con las escuelas del Distrito 10 el uso del complejo deportivo El Poli. “La escuela tiene que seguir ahí. Queremos crear una cooperativa y que los alumnos tengan la posibilidad de hacer actividad física en ese lugar. Vamos a cumplir una función social. Y el polideportivo tiene que funcionar de la misma manera. Nos va a servir además para satisfacer una necesidad de espacio. En el predio que tenemos en Vicente López no tenemos, por ejemplo, espacio para que los chicos jueguen al papi fútbol”.
Para que sea tratado en Comisiones y, eventualmente, llegue al recinto, algún legislador deberá hacer propio el proyecto. “Nuestra idea es tratar de tomar contacto con todos los bloques. Nos gustaría que se valore el sentido de pertenencia y que haya una aceptación unánime. Nos vamos a tomar todo el tiempo posible para hablar con cada uno de los legisladores”, dice Lupetti, que acota que en el club hay buenas expectativas pero remarca que para lograr el objetivo es fundamental la unidad puertas adentro. “Si la agrupaciones no están todas juntas se hace muy difícil. Hoy en día tenemos muchos proyectos en danza, que serán posibles con todos tirando para el mismo lado”.
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