Federico Piva (39) es economista y se dedica a las finanzas. En 2015, dejó su departamento de Colegiales y decidió emigrar a Malta junto a su mujer, Anna Elo, una finlandesa que vivió en Buenos Aires y que está a dos materias de recibirse de antropóloga. La pareja tiene dos hijos malteses, Alexis (4) y Matías (1) y viven en Qawra, una ciudad ubicada a pocos kilómetros de la capital maltesa, La Valeta.
Si bien en Buenos Aires tenía una buena situación económica, decidió acompañar a su mujer a ese país europeo, luego de que recibiera una interesante oferta laboral para trabajar como generadora de contenido para sitios web enfocados en el mercado finlandés. Una vez instalado en Europa, Federico fundó su propia empresa, Alexon Capital, una compañía de marketing de servicios financieros que rápidamente se posicionó entre las primeras del mercado.
En una entrevista con Infobae, contó que nunca dejó de extrañar a la Argentina, a pesar de la buena vida que disfruta en Malta junto a su familia. Pero en 2020, antes que empezara la pandemia, un trágico episodio terminó de sellar a fuego la angustia y la tristeza que le genera vivir fuera de su país.
En enero, su padre estaba de vacaciones en el norte de Brasil cuando se resbaló por una escalera, se golpeó la cabeza y, un mes después, murió en un hospital. Federico quería viajar con su familia para acompañarlo, pero acababa de nacer su hijo menor, así que tuvo que hacerlo solo. “Me quedé solo viendo como se moría. Eso me marcó mucho: yo estaba solo y él, en coma”, se lamentó.
“Sufrió un accidente y, para poder acompañarlo, tuve que volar 20 horas. Cuando vivís afuera, sentís que tenés una espada de Damocles en la cabeza, porque pensás todo lo que les puede pasar a tus afectos y vos estás tan lejos. Cuando volvía en el avión pensaba que había enterrado a mi papá sin mis hijos, ni mi mujer al lado... Me preguntaba ¿dónde estoy yendo?, ¿dónde está mi casa?... Mi casa física está en Malta, pero mi hogar está en la Argentina”, expresó.
Todos los días, Federico escucha cinco horas diarias de radio argentina y el primer programa que sintoniza es el de Marcelo Longobardi. Lee las noticias en los principales portales de internet de la Argentina y siempre está informado sobre la situación del país.
“(Jorge) Lanata sintetiza perfecto lo que se siente cuando vivís en otro país: afuera sos un extranjero... y es así. No es tu lugar, no son tus costumbres, no hablan tu idioma... Si me fuera a vivir a España -una experiencia que ya tuve por un año pero no me gustó- a mi hijo le van a enseñar la historia vista desde el otro lado: del lado de las colonias que perdimos. Me encantaría poder vivir en la Argentina, pero es muy difícil”, se sinceró.
En unos meses, su hijo mayor, Alexis, (4) comenzará la escuela, un tema que desencadenó una serie de planteos con su pareja acerca de dónde el pequeño maltés debería estudiar. Anna quiere mudarse a Finlandia, mientras que Federico busca convencerla de volver a la Argentina, aunque sabe que tiene la batalla perdida.
“En mi casa hay una dicotomía muy grande: ella es finlandesa, yo soy argentino y los cuatro vivimos en Malta. Entonces, ¿Alexis, mi hijo mayor, de dónde es? ¿De dónde se va a sentir? ¿Adónde pertenece? En unos meses, empieza el colegio y acá las clases son en maltés. Habla inglés, español y finlandés. Tiene solo 4 años para agregarle otro idioma más y conozco varios casos de chicos expatriados que tuvieron problemas en la escuela. Por eso, entiendo que nos tenemos que ir de Malta”, afirmó.
“Me molesta que mi hijo no vaya a aprender la historia de San Martín o Belgrano, que tiene 200 años, pero cuando yo era chico me ponía orgulloso cada vez que me la contaban. Hay muchos argentinos que también se fueron y les pasa lo mismo. Me molesta saber que no voy a poder compartir con Alexis la historia de mi país. Me pone mal que su idioma principal sea el inglés y no el español. Eso es muy duro... Sí, es verdad que para abrir una empresa en el exterior podés tardar apenas una semana y que probablemente te vaya bien si le ponés garra, pero hay un montón de cosas que te perdés. Es durísimo vivir afuera aunque te vaya muy bien”, dijo. “Intento acercarlo a la cultura argentina lo más que puedo, pero es muy difícil porque soy yo solo remando. Le enseño palabras en español y ya conoce la letra ‘ñ'”.
Hace unos días, Alexis estaba en una clase de prescolar vía Zoom y la respuesta que le dio a su maestra llegó directo al corazón de su padre. Su hijo es fanático de Papá Noel -algo que Federico le atribuye al origen finlandés de su madre- así que colecciona muñecos, ilustraciones y publicaciones. De repente, se acercó a la computadora con un libro escrito en finlandés sobre Navidad, y la docente le dijo. “¡Claro! La Navidad es muy importante para vos porque... ¿de dónde sos?” y el pequeño respondió sin vacilar: “De la Argentina”.
“Hay mucha gente que al país lo sufre, pero yo soy muy nacionalista. Intento ser un embajador de la Argentina en cada lugar que viajo y con cada persona que hablo. Les cuento de la carne, del fútbol y de todo lo bueno que tenemos. Extraño la comida, ver un partido de la Libertadores en un horario normal, encontrarme con el vecino y que me hable en español... Llegué a Malta y empecé a comprar carne argentina, vino argentino... y hasta polenta. Veo un limón argentino y lo compro. O un té, y lo priorizo sobre uno de renombre inglés, que sale casi lo mismo. Quisiera ver una obra de teatro en mi idioma, una película de (Ricardo) Darín...”, expresó. “No se coman el verso de que la vida afuera es idílica: a los 20 años es probable que te mueras de risa pero, cuando tenés una familia, te empiezan a pesar mucho otras cosas, aunque tengas resuelta tu situación económica”.
Para Anna, la vida en la Argentina no sería una novedad, ya que vivió y trabajó durante 11 años en Buenos Aires. Incluso, estudió antropología en la UBA y le quedan dos materias, que planea terminar en Finlandia. Su español es tan perfecto que muchas veces creyeron que era argentina, porque además, tiene marcado el tono bien porteño. Pero la inseguridad de nuestro país es otro punto en contra para Federico, ya que su mujer padeció distintos episodios, y hasta fue asaltada a punta de pistola cuando salía de un restaurante en Palermo.
“¿Voy a volver a la Argentina para exponer a mi familia a la inseguridad? Mi mujer da por descontado que vamos a ir a vivir a Finlandia y yo peleo internamente porque no quiero, pero me doy cuenta de que no nos queda otra alternativa. Es duro cuando querés volver a tu país y, para colmo, tenés otra opción que es mejor... por cómo están las cosas en la Argentina. Casi no tenemos una charla sobre el tema porque es obvio que el destino es Finlandia: es elegir entre vivir en un departamento con seguridad en Palermo o vivir en el lugar que brinda más facilidades en el mundo. No tengo chances”, explicó.
El economista asegura que tiene proyectos para ayudar a la Argentina y que le gustaría crear una fundación para ayudar a la descompresión de las villas en el Conurbano. Sin embargo, otro punto a favor de su esposa es que, a diferencia de lo que sucede en Malta, Finlandia tiene una escuela en español, donde sus hijos podrán aprender el idioma nativo de su padre.
“Cuando uno lo mira desde afuera, la situación del país duele. La inseguridad es terrible, pero también tenemos que dejar de discutir sobre algunas cosas que el mundo ya resolvió hace rato. No se puede discutir que alguien esté viviendo en la calle como tampoco, del otro lado de la grieta, un país no puede gastar durante 70 años más de lo que recauda. Se tienen que terminar esas discusiones de politiquería barata. Argentina tiene todo para que le vaya bien y debería ser una potencia mundial. Aspiro a que un día tengamos un líder que se proponga reubicarnos como potencia, como alguna vez lo fuimos. Quiero que vuelva a ser grande de nuevo”, deseó. “En la Argentina me iba muy bien y en Malta me va mejor, pero extraño con locura y no me queda otra que vivir fuera del país”.
A modo de consejo para quienes planean emigrar, resalta que nunca es fácil dejar el país donde uno nació, incluso aunque la necesidad económica sea el detonante para tomar la decisión por la falta de trabajo y la crisis económica.
“Llegás y empezás a ganar plata, pero con el tiempo te preguntás... y con esa plata ¿qué hago? ¿qué compro? ¿Una televisión más grande que la que tengo? Ahí es cuando empezás a valorar mucho más lo otro. Entiendo que la gente que necesita dinero se sacrifique, porque es una preocupación real, pero las necesidades emocionales también son muy importantes. La persona que se va al exterior aprende mucho, crece... ve a la Argentina de otro modo y la empieza a querer de una manera diferente. Pero no te podés despegar, es imposible aunque te vaya mucho mejor en otro país”, indicó.
A pesar de su resistencia, Federico admite que logró llegar a un acuerdo con su mujer: debido a la escolarización de sus hijos, vivirán ocho meses en Finlandia -donde los niños asistirán a una escuela en español- y los otro cuatro meses se instalarán en la Argentina. “Por suerte, ambos podemos trabajar desde casa y tenemos en claro que tenemos que irnos de Malta por nuestros hijos. Sin embargo, siento que me alejo aún más de la Argentina, porque son más horas de vuelo para llegar desde Finlandia”.
“Llegué a Malta en el verano más cálido de los últimos 30 años, con una temperatura nocturna de 45 grados durante tres meses. Pensé que no lo iba a soportar, pero luego me acostumbré. Acá, hay una gran mezcla de culturas de Francia, Italia e Inglaterra. Se habla inglés como segundo idioma oficial y la vida es de muy alta calidad. Hay mucha gente de Sicilia, hay buenas pizzerías... muchos italianos que vinieron por la crisis de su país. Se vive muy bien y la inseguridad es nula. Un carterista de la playa saldría en la tapa del diario. El mar es espectacular, la comida es muy italiana y la vida es muy tranquila. Podés caminar por cualquier lugar de la isla, en cualquier horario, y sabés que no te va a pasar nada”, dijo.
“Empezás a sentir que estás lejos cuando se festejan todos los cumpleaños de tu familia o amigos y vos no estás. Los días del Padre, de la Madre, los bautismos, las comuniones... Uno no va y empieza a ver los festejos en fotos. Y ese, para la gente que siente a su país, es el primer signo de alerta en el que uno se pregunta ¿qué estoy haciendo acá?”, se interrogó.
Para finalizar la entrevista, volvió sobre las palabras de Jorge Lanata en relación a cómo se sienten quienes emigran y le agregó una analogía: “Vivir en otro país equivale a la diferencia que hay entre el que alquila y el que es dueño. Cuando sos propietario y se rompe algo de tu casa, lo padecés porque la cuidás y querés que siempre esté muy bien. Pero una casa de alquiler nunca te va a importar de ese modo. Te da lo mismo... Me parece una buena analogía porque afuera siempre sos visitante, nunca local. En Malta, me recibieron muy bien y no puedo decir que me hicieron sentir como extranjero. Pero soy visitante... soy extranjero así que, adonde vaya, siempre me va a pasar lo mismo”.
SEGUIR LEYENDO: