“Imaginen que en un restaurante o un tren hay un sensor de CO2 e indica ’1230′. No hay por qué saber si eso es un valor alto o un valor bajo o si es seguro”. Con esa premisa, un grupo de profesionales del Centro de Tecnología Disruptiva (CTD) de la Universidad San Pablo de Tucumán desarrolló un sensor que mide la concentración de dióxido de carbono en ambientes cerrados y alerta en tiempo real y de manera fácil de entender si el lugar necesita ventilación inmediata o ser evacuado y así evitar la propagación del coronavirus.
La sencilla explicación es de Augusto Parra, director del CTD, quien en diálogo con Infobae dio detalles de cómo funciona el dispositivo que podría instalarse en cualquier lugar donde haya un nivel alto de concentración de gente. Es que según señaló el científico, hay distintos estudios internacionales que demostraron que hay una relación directa entre la probabilidad de propagación del COVID-19 y la concentración de dióxido de carbono en un ambiente cerrado, con varias personas. De ahí la idea de desarrollar un sensor que más allá de establecer los niveles de CO2 -como cualquier otro medidor- pueda avisar en tiempo real con una señalización muy sencilla si el aire está viciado.
“Es un proyecto que comenzamos a desarrollar en julio del año pasado por todo el tema de la pandemia. No es otra cosa que un sensor de calidad de aire que mide varias cosas pero nosotros en este caso en particular nos enfocamos en la concentración del dióxido de carbono. Lo que hicimos es que a estos instrumentos, que son de uso de laboratorio e industrial que miden la cantidad de partículas por millón y necesitas cierto conocimiento para poder usarlos, los hemos traducido en un semáforo. Verde, amarillo y rojo que básicamente lo que dicen es cuán seguro o viciado está el aire en un espacio cerrado, ya sea un restaurante, una oficina pública, una oficina privada, un hospital, un aula o un cine. Cualquier lugar donde implique la concentración de personas en ambientes cerrados”, indicó Parra.
El director del Centro explicó que este desarrollo podría cambiar la forma en la que prevenimos el COVID-19, brindando mayor seguridad a las personas que se exponen de forma diaria a lugares cerrados. En ese sentido, explicó si el sensor señala que está en verde es que hay ciertas partículas por millón de CO2 que se consideran un ambiente seguro; un ambiente bien ventilado. En segundo caso, el semáforo se pude poner en amarillo y es cuando indica que se está teniendo una concentración de dióxido de carbono en el ambiente que implica una ventilación inmediata. Finalmente, el rojo: es cuando se superan las 2000 partículas por millón y quiere decir que se considera un ambiente viciado.
“En este caso se considera que hay que evacuar el sitio. Evacuar no en el sentido que tenés que salir corriendo como en un incendio pero sí abrir las puertas, que salga gente y forzar la ventilación del lugar hasta tener valores óptimos de concentración de CO2″, aclaró.
La ventilación en ambientes cerrados, especialmente en el transporte público y en las aulas pasó a ser un tema central en las últimas semanas ante la fuerza con la que golpeó la segunda ola de la pandemia a la Argentina. De hecho, esta semana una de las pocas medidas anunciadas por el gobierno nacional para mitigar los efectos del virus y ante la escasez de vacunas, ordenó que trenes y colectivos mantengan las ventanillas abiertas aún cuando se avecina la llegada del frío.
El propósito de esto es tratar de mitigar de alguna manera lo que va a ser este próximo invierno y después a futuro el hecho de convivir a futuro con otras personas en ambientes cerrados. El semáforo, que está pensado para poner en hospitales, en los micros o en los trenes, donde hay mucha gente en poco espacio. En el invierno la gente va a tratar de cerrar las ventanas, es algo natural. La idea es que viendo este dispositivo la gente de manera instintiva viendo cuando se pone en amarillo o rojo sepa que hay que abrir la ventana hasta que la situación se normalice.
Parra indicó que su invento no es un medidor más, sino un dispositivo que con un lenguaje sencillo “traduce” las mediciones científicas tradicionales para que cualquier persona lo pueda entender y actúe en consecuencia.
“Por lo menos que la gente tenga la tranquilidad de que donde está en ese momento está adecuadamente ventilado y de que la probabilidad de contagio de COVID no va ser alta. Nosotros no inventamos un medidor. Eso ya existe. Lo que hicimos fue traducir esa medición científica en partículas por millón, de acuerdo a la humedad ambiente que hay, esas cuestiones de cálculo, en términos que cualquier persona pueda interpretar. Vos ves un semáforo en rojo y sabes que ya te indica algo”, dijo.
Además del semáforo, los profesionales de las distintas disciplinas que intervinieron en el proyecto, desarrollaron la misma idea en otros formatos. Algunos son autónomos y conectados a la red eléctrica. Incluso están desarrollando uno más pequeño, como del tamaño de un pendrive, que se usa con una aplicación en el teléfono. Entonces el usuario puede estar en cualquier sitio y hacer la medición de seguridad por sí mismo.
Su objetivo ahora es buscar apoyo a nivel privado o estatal. En los próximos días presentarán el proyecto ante el Ministerio de Salud de la provincia de Tucumán pero su idea es que el sensor llegue a todo el país, ya que entienden que áreas como la Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires, con una elevada densidad poblacional, podrían verse beneficiadas con este dispositivo.
“Los prototipos ya están hechos y ahora lo que buscamos es que alguna empresa pueda fabricarlos y comercializarlos para que la gente lo pueda disponer. No somos una fábrica, somos un laboratorio. Estamos, además, por presentar el dispositivo ante el Ministerio de Salud tucumano y lo que pretendemos es llegar hasta la Nación”, concluyó.
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