Manuel “Lito” Kobryniec es uno de los mejores amigos de Mauro Viale. Tiene apenas un año más que él, 74. Es amigo, dice, incluso desde antes que cambiara su nombre y apellido para trabajar en los medios. Lo hizo -recuerda- a instancias de Juan José Lujambio, de Radio Rivadavia, porque “necesitaba un apellido fácil y corto”. Así, Mauricio Goldfarb pasó a llevar, para siempre, el nombre de Mauro (como le decía la barra de amigos del Círculo de Periodistas Deportivos) y el apellido Viale, por una calle de su barrio de La Paternal que estaba cerca de su casa.
“Vivía con su madre y su hermana en una casa humilde, tipo chorizo, de dos o tres ambientes, un pasillo largo, al fondo, con un patio y una cocina a un costado, en Gavilán entre Juan B. Justo y Remedios de Escalada. Ya no estaba su papá. La mamá era una gran mujer. Él se le parecía mucho. Tengo entendido que tenía un hermano que vivía en Brasil, pero nunca hablaba de él. Después la hermana se fue a Mendoza y quedó solo con su madre”, relata Lito, que vivía a tres cuadras.
Lo conoció en el Círculo de Periodistas Deportivos, “allá por 1967. Empezamos a estudiar juntos. Era lo único que había si querías formarte en esta carrera. Él entró un año después que yo, era de la misma promoción de Marcelo Araujo y Fernando Niembro. Íbamos de 19 a 21 y éramos pocos en las clases, unos 15 por curso. Yo recién salía del Servicio Militar, él no lo hizo porque era sostén de madre viuda”.
Los caminos de Lito y Mauro siguieron unidos los siguientes 50 años. Al mismo tiempo que se iniciaban en el periodismo, ambos se inscribieron en la facultad de Ciencias Económicas. “Pero no tenía vocación de estudiar esa carrera. Iba a las clases, pero cuando aparecían materias como matemáticas no le tiraba el asunto… El amaba al periodismo con mucha pasión desde esa época”.
Desde ese momento, Lito recuerda que Mauro Viale estaba muy pendiente de su estado físico. “Yo era socio de Comunicaciones, que tenía la sede en la Avenida Las Heras. Mauro, estando en la facultad, a veces se rateaba: me pedía prestado el carnet y se iba al club, se quedaba tres o cuatro horas en el gimnasio. Siempre decía que no se podía ser gordo, que había que ser flaco. Y se siguió cuidando toda la vida. Con la comida ni hablar. No fumó nunca, ni en aquella época donde todos los muchachos fumaban. Por eso fue más fuerte el impacto de lo que aconteció. Él siempre le tuvo miedo a las enfermedades, no sólo al COVID, por eso se cuidaba tanto. Si no parecía la edad que tenía. Por eso me sorprendió mucho su muerte. Me enteré que se enfermó el viernes. Y ayer estaba con Silvia, mi señora y nos llamó mi hija para decirnos que había fallecido. Tuve que prender la tele, porque al mediodía escuché que lo habían pasado a una sala común. No lo podía creer”.
Fue por esos años que Mauro Viale conoció a Leonor Schwadron, su esposa. Y Lito, el que se la presentó. “En Económicas teníamos una barrita, pibes y pibas de 20 o 21 años. Había chicas de la facultad y él empezó a salir con una que era muy linda y vivía en Once. Su nombre no lo recuerdo. Aunque no le gustaba bailar, tenía éxito con las chicas, era muy pintón. Al tiempo se pelearon, terminaron y él quedó mal. Porque así como era extrovertido en su trabajo, para estas cosas era introvertido, para adentro. La cuestión es que íbamos mucho a Bet Am de la calle Jonte al 5000, un club donde hacíamos reuniones, o en asaltos que organizábamos en las casas. Salíamos hasta las 12 de la noche, porque sino los viejos nos mataban. Cada uno traía amigos y amigas. Yo la conocía a Leonor, que vivía en la calle Virasoso, también de La Paternal. Un día la llevé y los presenté. Mauro se olvidó de todo. Fue amor a primera vista. Un poco se abrieron del grupo, porque estaban siempre juntos. Me acuerdo que se casaron en el templo de Murillo, en el Matz Nordau, hicieron una fiesta modesta. Y se fueron a vivir a Villa Crespo. Leonor lo quería mucho. Ella apuntalaba la casa, manejaba todo porque él no estaba nunca. La leona ahí siempre fue Leonor. Le mandé un mensaje y vi que lo leyó… Va a ser muy duro, porque se respaldaban mucho en el otro. Para Leonor, todo era Mauro”.
En ese momento, Viale ya había comenzado a trabajar en Radio Rivadavia. “Mi hermano era técnico ahí. Era la radio número uno en esa época. Estaba José María Muñoz, el Relator de América. Arrancó porque un día fueron con Marcelo Araujo, con quien hacían yunta, para hablarlo a Muñoz. Directamente. Era como pretender hablar con el presidente, o más difícil. Le dijeron que querían trabajar. Les dijo que esperaran. Los dejó sentados toda la tarde. En un momento no tenían gente para hacer una nota determinada y los mandaron a ellos… Así empezó”.
Los recuerdos brotan en el corazón de su amigo. “En un momento hacía boxeo, así que lo íbamos a esperar que termine en el Luna Park y salíamos a cenar después, tipo 12 de la noche. Era más loco que ahora… No le daba importancia a la plata, para él eso era secundario. Y de joven era bastante socialista, de izquierda. Me acuerdo que en un departamento que tenía en la calle Panamá y Corrientes tenía un cuadro del Che Guevara. Era la época del proceso y le decía ‘estás loco, te van a matar´… Y él respondía ‘¿por qué lo voy a sacar si me gusta?´. Defendía a rajatabla sus ideas. Y también defendía su judaísmo y al estado de Israel a ultranza, aunque no era un judío practicante. No comulgaba con la parte religiosa, pero no desoía sus orígenes. Llegó a ser el encargado de prensa de la Embajada de Israel en los 80. Jony estudió en el primario en el Scholem Aleijem y después en el ORT. Me acuerdo que cuando Jony se casó lo hizo con el rabino de Bet El y yo voy a esa comunidad. Fui al servicio esa noche y me lo encontré a Mauro. Pero no se quedaba dentro del templo, se quedaba afuera para que no lo vean. Mi nieto tenía 3 años, lo miró para arriba y le gritó ‘¡Mauro!’ Y él me dijo ‘¿cómo me reconoció?’ Y cómo no, si lo veía por televisión. Era muy reservado y de perfil bajo”.
En un momento, Lito trabajó con él en Rivadavia. “Me hizo entrar a mí, fue durante un tiempo. Aunque era amigo, fue súper exigente. Pero cuando hacía algo bien, me sonreía. Después fue mi hijo Martín el que trabajó con él haciendo vestuarios en las transmisiones que hizo siguiendo la campaña de River por Radio Colonia. Hoy me mandó un pedacito de una entrevista con un jugador en la que Mauro le dio el pase”.
Luego, Lito fue su contador. “Empezó a andar bien y a ganar dinero. Pero como la plata no le importaba, le hice hacer una cuenta para que ahorre. Así se compró su primer auto, un Renault Gordini. El tema es que no sabía manejar. A mi hermano le encantan los coches y le enseñó a poner los cambios y a arrancar. ¡Y salió a la calle directamente! Esa osadía nunca la perdió”.
“Siempre fue alguien generoso Mauro -sostiene Lito-. Nosotros tenemos hijos de la misma edad, y mi mujer también es amiga de Leonor. Como yo no tenía auto y él transmitía los partidos de los domingos me lo prestaba. Así, un día nos fuimos con mi familia, Leonor y sus hijos a la Ciudad de Los Niños, en La Plata. En ese momento ya tenía un Chevrolet 400, y en la rotonda de Alpargatas nos paró la policía. Yo no podía justificar por qué estaba con su auto, y lo único que le pude decir es que era de Mauro Viale y me lo había prestado. Lo habrá dicho con mucha convicción, porque nos dejó seguir”.
El paso del tiempo y la carrera impresionante de Mauro Viale espaciaron los encuentros. Lito recuerda especialmente cuando en los ’90 lo llevó a la Residencia de Olivos para conocer a Carlos Menem. “Era muy generoso. Con Menem se llevaba muy bien. Lo llamó no sé por qué y fuimos”.
También alguna vez pasaron juntos unas vacaciones de 15 días en playa Serena, en Mar del Plata. Y el recuerdo de Lito se traslada a la mudanza que hicieron al edificio Le Parc, donde vivía ahora. “El comedor es enorme, y estaba casi vacío. Así que con Jony, que era chico, nos pusimos a jugar a la pelota ahi… Pero ya era muy difícil juntarse. Sí hablábamos por teléfono. No tenía tiempo. Empezaba a las cinco de la mañana hasta la noche. Era una máquina de laburar. La vocación que tenía por el periodismo era tremenda. Es más, esto es una apreciación mía: él quería morir laburando. Y murió así. Se fue un amigo, un buen tipo”.
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