Los técnicos de Odeon Records en Río de Janeiro ya estaban un poco hartos.
A cada rato había que parar la grabación, porque el flaquito ese que cantaba y tocaba la guitarra era un obsesivo y hacía repetir las tomas una y otra vez:
-Não está bem… Vamos fazer de novo
Y volvía a entonar las frases susurradas y repetía los acordes:
-…Vai minha tristeza e diz a ela, que sem ela ñao pode ser…
Hasta que el productor Aloysio de Oliveira se puso firme y dio por aprobada la última versión:
-¡Ya esta bem assim!
Era el 10 de julio de 1958. El flaquito se llamaba Joao Gilberto, tenía 27 años y terminaba de grabar “Chega de saudade”, de Vinicius de Moraes y Antonio Carlos Jobim.
Acababa de nacer la bossa nova, que rápidamente se convirtió en un fenómeno arrollador y renovó la música popular de Brasil. Joao Gilberto, por su estilo guitarrístico y por su inédita manera de cantar, fue el símbolo de un movimiento al que se sumaron nombres como Badem Powell, Newton Mendonça, Nara Leão, Carlos Lyra, Roberto Menescal, Agostinho Dos Santos, Ronaldo Bóscoli y Os Cariocas.
En esos meses, un joven apenas mayor que Joao aparecía en una imagen que dio la vuelta al mundo.
Se llamaba Carlos Florit, era el Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina y a los 29 años se había convertido en el canciller más joven de la historia del país.
En la foto estaba al lado de Fidel Castro, a quien había invitado a comer un choripán en los carritos de la Costanera porteña.
El primer ministro cubano estaba en la Argentina porque el entonces flamante presidente Arturo Frondizi -había asumido en mayo de 1958- creía que era necesario evitar que Cuba saliese del sistema continental y cayese en la órbita soviética. Por eso había dicho:
-El proceso de Cuba deja una gran enseñanza. Es la expresión violenta de un país subdesarrollado. Las tensiones económicas, sociales y políticas que allí estallaron y tomaron en sus gobernantes forma comunista, existen en todos los países de América latina. Los pueblos no se conforman con vivir en el estancamiento, la miseria o la ignorancia. Mantengamos a Cuba dentro del sistema interamericano, para que no se convierta en una pieza de canje en la lucha de las dos potencias.
Un personaje de fundamental importancia coincidía con Frondizi en éste y otros temas: era Juscelino Kubitschek, el presidente de Brasil, que había comenzado su mandato en 1956 y con toda decisión lanzó la denominada Operación Panamericana, un programa integral de desarrollo económico. Ambos presidentes creían que la gravedad de los problemas sociales de la región no se arreglaban con declaraciones políticas sino con inversiones destinadas a la industrialización de los países del continente.
La consideración y el respeto intelectual que tenían entre sí, aceleró los contactos entre Argentina y Brasil, en todos los aspectos. Y aunque parezca mentira, tuvieron que enfrentar -cada uno en su propio país- la dura oposición de sectores que mantenían antiguos criterios beligerantes.
En Argentina, la hipótesis de guerra con Brasil estuvo presente en la formación de muchas promociones de militares. Se sostenía que la provincia de Misiones era “una punta de flecha en el territorio brasileño”. Durante muchas décadas no hubo puentes en las provincias mesopotámicas y su crecimiento económico fue mínimo, porque prevalecía la idea de que en caso de invasión las provincias de Misiones, Corrientes y Entre Ríos podrían resignarse, dado que el río Paraná iba a ser la mejor frontera defensiva.
Infortunadamente, existía la contrapartida del lado brasileño. En sus memorias, el ex canciller Oscar Camilión revela:
-Aún en 1958 el canciller Neves de Fontoura daba instrucciones a su embajador en Buenos Aires sobre la base de que la principal amenaza a la seguridad brasileña era la Argentina.
Pero un cambio se estaba gestando en el ambiente. Y en diciembre de 1959 Kubitschek le escribió a Frondizi:
-Nada de lo que atañe a Argentina le es indiferente a Brasil. Cada vez más se afirma en nosotros la certeza de que la unidad americana dejó de ser una simple expresión lírica para transformarse en una convicción arraigada de nuestros objetivos comunes.
De inmediato, en su respuesta, Frondizi expresó:
-Debemos reconocer, señor presidente, que nuestros países no han llegado aún a imprimir a sus tareas de cooperación regional el ritmo que les exige la gravedad de sus problemas. Y es nuestro deber de gobernantes compensar ese retraso.
A todo esto, en ese mismo año 1959, en New York, Astor Piazzolla estaba en uno de los peores momentos de su vida.
Desde el año anterior estaba viviendo allí, junto a su esposa Dedé y sus hijos Diana y Daniel. No le iban bien las cosas. Casi había aceptado trabajar como traductor en un banco, pero se arrepintió una cuadra antes de llegar. Para mantenerse escribía algunos arreglos. Por ejemplo, para el dúo ítaloamericano de las Di Mara Sisters, con las que grabó una serie de pegadizas canciones populares. O algunos boleros con el actor argentino Fernando Lamas. En marzo de 1959 intentó una fallida experiencia que denominó “Jazz Tango” (Take Me Dancing: The Latin Rhythms of Astor Piazzolla and his Quintet) y que aborreció el resto de su vida, pese a que estuvo acompañado por grandes músicos, como Johnny Pacheco, Eddie Costa, Machito o Pete Terrace.
El golpe de gracia fue la muerte de Nonino, su papá, en octubre de 1959. Astor estaba en Puerto Rico, actuando en la compañía del bailarín Juan Carlos Copes, en un espectáculo en el que debía vestirse con prendas criollas. Volvió a New York, se encerró y escribió “Adiós Nonino”. A las pocas horas le dijo a su esposa:
-Dedé, nos volvemos a Buenos Aires…
En enero de 1960 le escribió a su amigo Víctor Oliveros y le dijo:
-Ya arreglé con Vardaro y con Gosis… Tengo una idea nueva…
En junio ya estaba otra vez en Argentina. De esa época es una grabación doméstica, muchos años después editada por el sello Trova, con el título de “Ensayos”, registrada con un aparato familiar Geloso en la casa del pianista y oftalmólogo Eduardo Lagos, frente a la Plaza Libertad.
Allí estaba el germen del primer quinteto, con el que debutó en Radio Splendid y con el que tocó en “Jamaica”, un mítico reducto de la calle San Martín al 900, a pasos de Retiro.
Allí, en “Jamaica”, también actuaban Horacio Salgán, Enrique “Mono” Villegas y el notable Sergio Mihanovich, cuya sobrina Sandra llegó a ser la gran artista que todos conocemos.
Era un lugar de culto y por eso se reunían en ese pequeño reducto los grandes músicos de jazz de Argentina, como Baby López Fürst, Jorge y Oscar López Ruiz, Lalo Schifrin o el Gato Barbieri.
Y no sólo ellos, también los grandes músicos que pasaban por Buenos Aires aparecían allí de madrugada, para escuchar y hasta para improvisar actuaciones memorables: Count Basie, Ella Firzgerald, Harry James o Burt Bacharach.
En ese espacio irrepetible, una noche apareció la famosa cantante brasileña Maysa Matarazzo. Se hizo fanática de Piazzolla y su presencia pasó a ser habitual, al punto de desvanecerse la diferencia entre integrante del elenco o visitante.
El lugar era el preferido por periodistas, pintores, psicoanalistas y actores. Y quizás por la cercanía con el Palacio San Martín, sede de la Cancillería, era muy común ver allí a Albino Gómez y a Alberto Salem, junto a otros integrantes del equipo del ministro Carlos Florit.
Ese grupo de jóvenes funcionarios, hinchas de Piazzolla, ya había descubierto la bossa nova. Y uno de ellos, Carlos Muñiz, era el embajador argentino en Brasil.
El testimonio de Oscar Camilión nos permite meternos en ese ambiente de finales de los 50 en Río de Janeiro:
-En el gobierno de Kubitschek hubo un factor muy favorable para el acercamiento, que fue la gran simpatía que él tenía por Frondizi… Y viceversa… Y además Kubitschek tenía un particular afecto por Carlos Muñiz, el brillo de cuya embajada no tenía rivales en Río de Janeiro… Nuestra embajada tenía el poderoso impulso hacia la cultura que le daba Carlos Muñiz, frecuentador de pintores, escultores y poetas… Alli pude tratar intensamente a Celso Furtado… Tuve además la impensada suerte de que uno de mis amigos en Brasil fue Nelson Mota, padre de uno de los promotores jóvenes de la bossa nova, que acababa de surgir un año atrás con el célebre film “Orfeo negro”…
Esa relación se prolongaba al terreno doméstico y personal:
-A casa venían esos amigos y el joven Joao Gilberto, o Roberto Menescal… Y sobre todo Vinicius de Moraes, que se sentaba, comenzaba a tocar la guitarra cantando despacito luego de haber pedido una botella de Ye Monks, porrón que liquidaba cumplidamente también despacito…
Más allá de los rasgos anecdóticos, había un objetivo muy claro por parte de aquel joven canciller que convidó con un choripán a Fidel Castro: el acercamiento con Brasil. Las palabras de Camilión lo certifican:
-La designación de Muñiz significó la puesta en marcha del más importante de los operativos de política exterior a largo plazo del gobierno de Frondizi. El embajador llevó una instrucción muy clara y ésta era que había que aproximarse a Brasil.
Cuando en enero de 1961 Juscelino Kubitschek fue sucedido en la presidencia de Brasil por Janio Quadros, ese objetivo se mantuvo. Y así fue que se llegó a la Conferencia de Uruguayana, entre los presidentes de Brasil y Argentina, en abril de 1961. Pero no fue fácil. El economista Eduardo Madrid afirma:
-El encuentro entre Quadros y Frondizi despertó reticencias, tanto en Argentina como en las fuerzas armadas brasileñas. La embajada estadounidense en Buenos Aires también desconfiaba de los objetivos del encuentro y se manifestó contraria a su realización.
Y el propio Frondizi le contaría años después a Félix Luna:
- Días antes de salir para Uruguayana, un hombre importante de nuestras Fuerzas Armadas me dijo que sino suspendía mi viaje seguramente se produciría en el país una alteración del orden público…
Camilión no vacila en identificar a ese oficial:
-El secretario de Marina, el almirante Clement, advirtió por escrito a Frondizi que no se podía hacer responsable de lo que ocurriría si tenía lugar la reunión con el presidente brasileño.
Pese a todos los reparos, Frondizi y Quadros se reunieron entre el 20 y el 22 de abril de 1961 en Uruguayana. Acordaron dejar de lado las antiguas desavenencias y cooperar sin desconfianza. Un punto fundamental fue el compromiso de retirar las respectivas tropas acantonadas tradicionalmente en la frontera, con lo que se terminaba con la hipótesis de guerra que había instruido a los militares de ambos países.
En Brasil se alzaron las voces que acusaban a Quadros “de someter al país al liderazgo argentino”, según anota Hugo Gambini en su libro “Frondizi, el presidente Acorralado”. En Argentina, sucedía algo parecido; la oposición castigó a Frondizi “por subordinar el país a las decisiones brasileñas”. El diario La Prensa publicó durísimos artículos contra el gobierno, firmados por los periodistas Alfonso de Laferrère y Adolfo Lanús, en tanto que Mariano Grondona combatió la conferencia desde su columna en el diario La Nación.
Esto contrasta con el entusiasta juicio laudatorio de Oscar Camilión:
-La Conferencia de Uruguayana fue uno de los más importantes diálogos que hasta entonces habían tenido lugar en la cumbre de los países hispanoamericanos. Dudo que haya habido otra reunión de nivel presidencial con el alcance, el temario y la universalidad que tuvo ese encuentro entre Frondizi y Quadros.
La Declaración de Uruguayana, en su documento final, alienta “una lucha enérgica e implacable contra el hambre, la miseria, la ignorancia y todos los males que resultan de la condición del subdesarrollo que afecta a varios sectores de América Latina”. Y expresa que esos graves problemas “deben resolverse con la participación activa de los países del continente, rechazando la interferencia directa o indirecta de factores extracontinentales”. Estos párrafos, que se ratificaron el 22 de abril de 1961, tienen una conmovedora y lastimosa vigencia: “Debe hacerse todo lo necesario para aumentar los recursos nacionales, defendiendo el valor internacional de los productos básicos, luchando por la eliminación de las restricciones que cercenan las exportaciones latinoamericanas y promoviendo e intensificando el comercio con todas las naciones”.
Según Hugo Gambini, “a partir de de la Conferencia de Uruguayana, Argentina y Brasil juntas constituían una gran potencia; era éste un adelanto de lo que se conocería muchos años después como Mercosur”.
Un juicio similar expresó el economista Elvio Baldinelli:
-La acción del Presidente Frondizi se adelantó en treinta años a lo que habría de venir y que hoy vemos plasmarse en el Mercosur.
Mientras tanto, la vida política de Brasil y de Argentina se precipitó al compás de episodios resonantes, que se sumaron al encono que había despertado la Conferencia de Uruguayana.
En agosto de 1961 se llevó a cabo la Conferencia de Punta del Este, con la presencia de Ernesto Guevara, quien fue recibido por Frondizi en Olivos el viernes 18 de agosto de 1961. Al día siguiente, el Ché fue condecorado en Brasil por Janio Quadros.
En medio de una gran crisis institucional, el presidente brasileño se enfrentó con el Congreso y presentó la renuncia, con la idea de que fuera rechazada y negociar una recomposición del poder. Pero se la aceptaron y Joao Goulart ocupó su lugar. A su vez, Goulart fue depuesto por un golpe militar en abril de 1964.
Arturo Frondizi, que gobernó durante 47 meses y enfrentó 34 asonadas militares, fue derrocado por el golpe cívico militar del 29 de marzo 1962.
Y fue en ese año, durante el interinato de José María Guido, que Joao Gilberto vino por primera vez a la Argentina.
Esta trama que vincula la nueva música popular de ambos países con el clima social y político en que nacieron ha sido reflejada en un libro estupendo, que se llama “Bossa nova y nuevo tango - Una historia de Vinicius a Astor”. El autor es abogado y se llama Enrique Strega, aunque quizás sus referencias más precisas sean que es un notable pianista y que todo el mundo lo conoce como Quique. En la década del 60 formó un sexteto de música folklórica y grabó un disco en el sello de la Universidad Nacional del Litoral. Si hacen click aquí debajo podrán comprobar sus méritos artísticos.
Quique fue testigo directo de todos estos episodios, porque él también tocó en 676, el local de la calle Tucumán que dos amigos de Astor -el arquitecto Tenaglia y el ingeniero Matrajt- pusieron disposición de Piazzolla. Allí fue donde en el invierno de 1962 actuaron Joao Gilberto y el notable grupo vocal Os Cariocas, junto al quinteto del dueño de casa.
El nuevo tango y la bossa nova compartieron el escenario. Y la Argentina -tan desventurada y errática en lo institucional- demostró que seguía siendo una plaza consagratoria para los grandes artistas.
Y no crean que esta afirmación es desmesurada: la gran embajada de músicos brasileños, integrada por Joao Gilberto, Vinicius, Jobim, Oscar Castro Neves, Sérgio Mendes, Roberto Menescal, Carlinhos Lyra, Chico Feitosa, Milton Banana, Caetano Zama, Sérgio Ricardo, Normando Santos, Dom Um Romão, Luiz Bonfá y Agostinho dos Santos, actuó en el Carnegie Hall de New York recién el 21 de noviembre de 1962.
Es decir, primero habían actuado en el 676, para el público argentino, que siempre mantuvo un cariño inmenso por Joao Gilberto.
Por cierto, ese afecto era correspondido. Es muy conocido el episodio del recital en Sao Paulo, donde se descompuso el sonido y lo silbaron. Ahí fue que dijo:
-Me voy para Buenos Aires, porque allá me quieren… Es como mi casa.
Sin dudas, aquí se sentía feliz. Aunque eso le planteara algún problema a los responsables del 676. Así lo evoca Miguel Selinger, un gran amigo de Astor:
-Yo trabajaba allí… hacía un poco de todo… Cuando no iba Carlos Rodari, que era el presentador, ocupaba su lugar… Y cuando vino Joao Gilberto me encargaron que lo fuese a buscar al hotel, porque si no él aparecía a cualquier hora… Había un canje con un hotel de la calle Tres Sargentos, entre Reconquista y Leandro N. Alem… Sí, era un hotel alojamiento pero también recibía pasajeros… Yo iba con mi Fiat 600 y Joao no estaba… Hasta que descubrí que le gustaba comer pastas en Pippo… Así que me iba para la calle Montevideo y de allí me lo llevaba a cantar…
Quizás algunos lectores han creído ver cierta subjetividad en esta crónica.
Así es, están en lo cierto. Mantengo mi admiración por algunos de los personajes que he mencionado.
Y -con todo respeto por el presente que me rodea- hasta ahora no encontré reemplazantes.
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