El fracaso del enviado de Reagan para detener la guerra de Malvinas y la advertencia que desoyó Galtieri: “Los británicos lograrán la victoria”

Tras la recuperación argentina de las islas, el Secretario de Estado Alexander Haig inició su gestión de “buenos oficios” entre el gobierno de facto y el Reino Unido. Los secretos de su fallido paso por Buenos Aires y el lapidario pronóstico de un diplomático norteamericano: “Poseen la Armada Brancaleone”

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Primera reunión de Galtieri con
Primera reunión de Galtieri con Haig en la Casa de Gobierno

El 6 de abril, a las 11 horas de Washington, Nicanor Costa Méndez se encontró con el Secretario de Estado, Alexander Haig. Fue una conversación prolongada, en la que Haig le ofreció en nombre de Ronald Reagan su “asistencia” para ayudar a las partes. No una “mediación”, ni los “buenos oficios”. Más tarde el canciller le informaría al general Galtieri por teléfono:

-CM: Ellos dicen que hay que buscar una fórmula que le permita salvar la cara a Thatcher. Que el asunto, le dije, no es comprendido por nadie porque nadie se ha tomado el trabajo ni en Inglaterra ni en EE.UU. de analizarlo a fondo. Que el problema de Gran Bretaña no es problema, porque si lo que ellos quieren es un verso para promocionarse como ‘potencia’, lo tendrá […] Entonces (Haig) dijo que todo el problema resultaba reducido al tema de la soberanía por una parte y evitar que pierda la cara Gran Bretaña… ahí le dije que nosotros no podemos discutir el problema de la soberanía.” El miércoles 7 de abril, acompañado por funcionarios del gobierno militar y numerosos dirigentes políticos y gremiales, el general de brigada Mario Benjamín Menéndez asumió como gobernador argentino en Puerto Stanley, bautizado “Puerto Argentino”. Al día siguiente la Junta Militar conoció el primer sondeo especial “sobre las actitudes en relación con la decisión del Gobierno de recuperar las Malvinas y la oportunidad en que lo hizo”. La evaluación indicaba:

-“Apoyo unánime a la decisión del Gobierno de recuperar las Malvinas no sólo por considerarla acertada sino también oportuna (negando que haya debido esperarse un momento económico más propicio) y porque la decisión fue tomada como un acto de soberanía inevitable (sin atribuir intenciones políticas en la decisión).”

-“Moderaba creencia de que Gran Bretaña seguirá insistiendo por la vía diplomática en vez de adoptar decisiones bélicas pero que si la alternativa última es devolver las islas, Argentina debe ir a la guerra para conservarlas.”

-“Las islas no deben ser devueltas a ningún precio aún a costa de la guerra.”

“Las Malvinas son argentinas”, declaró en Washington el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, el mismo día que Costa Méndez llegó a Buenos Aires procedente de los Estados Unidos y a las 19 horas se reunió con el Comité Militar en el edificio Libertad. Durante su exposición el canciller contó que Haig le había pedido que no se convocara al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) aún y “expresó que el sentir de los EE.UU. respecto de las islas era que habría que parar la flota británica, desafectar las tropas e ir a una administración transitoria.” Hacia el final de la reunión la Junta designó el Equipo de Trabajo para apoyo de la cancillería y mantener informada a la Junta Militar. El equipo fue integrado por el general Héctor Eduardo Iglesias, el contralmirante Benito Moya y el José brigadier Miret, que seguirían permanentemente a Costa Méndez. Los diplomáticos y algunos periodistas, risueñamente, los denominaría “los tres chiflados”.

Alexander Haig en su visita
Alexander Haig en su visita a Margaret Thatcher en Londres

El mismo jueves 8, el secretario de Estado Alexander Haig llegó a Londres, dando comienzo a su gestión de buenos oficios. Habló con Margaret Thatcher cerca de cinco horas. Luego, entre otros conceptos, dijo que se había quedado “impresionado con la firme determinación del gobierno británico” de recuperar las Malvinas. La primer ministro, además de su firme posición expresada a través de su vocabulario, se manejó también con el lenguaje de los símbolos que llamaron la atención de Haig. Estando en un salón del 10 de Downing Street (su residencia) le mostró los cuadros del almirante Horatio Nelson y del Duque de Wellington. En síntesis, en un memorando para el presidente Ronald Reagan, fechado el 9 de abril, Haig informó que “la primer ministro está convencida de que ella caerá si (nos) concede cualquiera de los tres puntos básicos que envió al parlamento:

• Inmediata retirada de las fuerzas argentinas.

• Restauración de la administración británica en las islas.

• Preservar la posición de que los isleños puedan estar capacitados para ejercer la autodeterminación”.

Con éstas y otras ideas , Alexander Haig llegó el 9 de abril, a las 21.57, a Buenos Aires, a bordo de un Boeing 707 de la Fuerza Aérea estadounidense, acompañado por una numerosa delegación. En Ezeiza los esperaban Costa Méndez, el vicecanciller Enrique Ros y el director de Ceremonial del Palacio San Martín junto con el embajador de los Estados Unidos. Se alojó en el Hotel Sheraton a las 22.45 y al poco rato apareció por allí una llamativa caravana de autos con banderas argentinas cuyos conductores hacían sonar sus bocinas. Todo se estaba preparando para la concentración que se realizaría horas más tarde en la Plaza de Mayo, donde participarían todos los sectores de la sociedad argentina, hasta la organización Montoneros. Alterando la legislación vigente que prohibía nombrarlos, La Nación del 10 de abril, en su página 3, publicó un cable de la agencia francesa de noticias, cuyo director adjunto era el periodista argentino Alfredo “Chango” Muñoz Unsain, amigo del régimen castrista, en el que se decía que los miembros de la organización terrorista “acudirán mañana sábado a la Plaza de Mayo de Buenos Aires para defender las Malvinas de la agresión inglesa”.

El 10 de abril de 1982, cerca del mediodía, Galtieri se encontró con Haig para hablar “de general a general”, según el militar argentino. El diálogo se realizó antes de encontrarse las delegaciones para analizar una vía pacífica al conflicto desatado. El presidente Galtieri estuvo acompañado por Costa Méndez y el contralmirante Moya, y el Secretario de Estado solo por el general Vernon Walters. La reunión fue en el pequeño despacho de trabajo del mandatario argentino. Toda la conversación fue grabada sin que los visitantes fueran informados.

Galtieri habla a la multitud
Galtieri habla a la multitud en Plaza de Mayo

Luego de una introducción de Galtieri en la que sostuvo, entre otros conceptos, que “el 2 de abril se recuperó lo que sabemos legítimo y por más que Gran Bretaña envíe la flota naval y 5.000 Marines, los esperaremos con todos los honores. El Reino Unido intenta repetir su actitud colonial del siglo pasado y como en los años 1806 y 1807, el pueblo argentino responderá con algo más que aceite hirviendo, ya que lo hará con todo su poder militar. No obstante, repito, existe buena voluntad para con el gobierno de la Señora Thatcher y para el orgullo inglés.” El Secretario de Estado escuchaba atentamente mientras el general Vernon Walters traducía. Luego, Alexander Haig comenzó agradeciendo el recibimiento privado y, según consta en la Memoria de la Junta Militar, “se refirió a haber comprendido la lucha argentina contra la subversión que sus predecesores no entendieron; reconoció los sacrificios y concesiones argentinas; indicó que sabía de las decisiones de la URSS a partir de 1978 por la debilidad demostrada por los EE.UU.; agregó que los militares argentinos condujeron con éxito la lucha antisubversiva a pesar de la irracional e ilógica crítica internacional; aseguró no haber provisto a Gran Bretaña de información y se manifestó de acuerdo con la operación argentina desde el punto de vista militar”. Galtieri manifestó que se había ordenado una operación incruenta en la medida de lo posible a efectos de evitar daños a ciudadanos británicos y que por ello las bajas habían sido sólo argentinas. Luego el Secretario de Estado mencionó que la posición que le había adelantado la Señora Thatcher constituía un ultimátum. Que, como primer paso, era necesario emprender la retirada de las fuerzas argentinas, pues sin retirada no habría ningún tipo de negociaciones. Señaló que él creía tener las bases para la solución del caso, agregando que no podría volver a Londres con una proposición de soberanía argentina, pues sería rechazada. Así, consideró que el tema de la soberanía no habría que mencionarlo. Galtieri manifestó que no era materia de negociación la soberanía argentina y que cualquier otra cosa podía ser objeto de ella. En la reunión Galtieri adelantó una advertencia: “Le diré sólo una vez y luego no volveré a repetirlo. En cuanto a la Argentina concierne, no existe ninguna duda con respecto a nuestra soberanía en las islas. Estamos dispuestos a negociar sobre cualquier otro punto.” La respuesta del Secretario de Estado fue que si insistía en la permanencia de un gobernador argentino en las Malvinas, habría guerra. Y que en ese caso los británicos “poseían una fuerza mayor que la de los argentinos y que lograrían una victoria en caso de desatarse las hostilidades”. A renglón seguido, Galtieri pronunció una bravata:

Galtieri: “Sr. General, hablando como militar le digo que es conveniente que no nos cerquen. Como profesional usted sabe que si es cercado deberá romper el cerco.”

Haig: “Pero yo sé que eso significaría hacer algo de lo que usted no participa ideológicamente.”

Galtieri: “Precisamente por eso reitero la necesidad de que no nos cerquen.”

A las 12.52 en un helicóptero militar que despegó del helipuerto de la Casa de Gobierno, Haig y “Dick” Walters se retiraron hacia el Aeropuerto Metropolitano y de allí en automóvil hasta la residencia del embajador Schlaudeman. En el ínterin el piloto sobrevoló la Plaza de Mayo por “sugerencia” de las autoridades argentinas para que pudieran observar el apoyo que suscitaba la causa de Malvinas. En el ánimo de Haig el espectáculo provocó una reacción contraria. Los militares argentinos ignoraban que el piloto era un hombre de la intimidad de Vernon Walters y que, además, estaba casado con la hija de un importante general de cuatro estrellas de los EE.UU.

En las horas previas al acto y la llegada de Haig a la Casa Rosada, Leopoldo Fortunato Galtieri caminó las tres cuadras que separaban la Casa Rosada del Estado Mayor Conjunto sobre Paseo Colón. Se lo veía alegre. No recibía más que muestras de afecto de la gente que rodeaba la sede presidencial y de muchos que ya se preparaban para participar de la enorme concentración en la Plaza de Mayo del día siguiente.

Galtieri aplaudido por la multitud
Galtieri aplaudido por la multitud el 2 de abril de 1982 en Plaza de Mayo

Cuando Leopoldo Fortunato Galtieri salió al balcón, el 10 de abril, después de su primer encuentro con Haig, un mar de gente agitó sus banderas argentinas, y de otros países, y carteles. Estaba rodeado por funcionarios y militares con uniforme. Como advertencia, el brigadier Basilio Lami Dozo le dijo: “No levantes los brazos como Perón”.

A las 13.20 Galtieri salió a uno de los balcones de la Casa de Gobierno, acompañado por sus principales colaboradores y pronunció un discurso. En un momento, parte de la multitud comenzó a corear: “A gritar, a gritar, si quieren las Malvinas que las vengan a buscar”, y frente a las exigencias de la multitud, Galtieri atizó el conflicto: “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla. En esto tenemos la solidaridad de varios pueblos americanos que están decididos a dar batalla con los argentinos” […] Si es necesario, este pueblo, que yo trato de interpretar como Presidente de la Nación, va a estar dispuesto a tender la mano en la paz, con hidalguía y con honor. Pero también va a estar dispuesto a escarmentar a quien se atreva a tocar un metro cuadrado del territorio argentino.” Al día siguiente, Jesús Iglesias Rouco, el periodista que había adelantado en enero de 1982 cuál era el pensamiento de la Junta Militar sobre Malvinas y que daba muestras de tener afinados contactos en el Palacio San Martín, relató en su columna, bajo el título “Pasos en falso” que: “La concentración realizada ayer en Plaza de Mayo a instancias del gobierno ha constituido, entretanto, uno de los más graves errores cometidos aquí desde que se inició el conflicto. De nuevo nuestros gobernantes han puesto al desnudo el aislamiento internacional en que viven, que lamentablemente es también el de una gran parte de la nación.” Carlos Fernández, editor nacional de “Convicción”, expresó el pensamiento íntimo de una “fuente” de la Casa Rosada, al decir: “Tras la concentración que se registro ayer en la Plaza de Mayo en horas de la mañana, un funcionario de alto nivel de los ámbitos políticos de la Casa Rosada, señaló que tres grandes hechos habían legitimado ya el Proceso de Reorganización Nacional ante la historia: 1) la victoria sobre el terrorismo; 2) la recuperación de las Malvinas, y 3) la convergencia cívico militar.” En La Nación del mismo día, la columna política dominical, le adjudica al general Héctor Iglesias, Secretario General de la Presidencia, el haber hecho públicos los tres mismos logros del gobierno militar.

Horas antes de la llegada del mediador norteamericano, el Palacio San Martín elaboró un borrador de tres carillas titulado “Gestión de ‘asistencia’ de los Estados Unidos” en el que se destacaban varias opiniones sobre cómo llevar adelante una negociación con el secretario de Estado:

-“El interés fundamental de los Estados Unidos en preservar sus relaciones privilegiadas con Gran Bretaña, su aliado natural y principal colaborador en el marco defensivo de la OTAN y en especial con el actual gobierno conservador. La importancia asignada al Cono Sur latinoamericano, a pesar de que la crisis centroamericana lo aumenta, no tiene el mismo nivel.”

Antes de iniciar sus encuentros en Buenos Aires, la mirada de Alexander Haig sobre Galtieri, sus colaboradores, su régimen y la Argentina era algo que a la distancia tiene mayor valor y ayuda a comprender lo que habría de suceder. En pocas palabras, el Secretario de Estado entendía que el presidente argentino se encontraba en una posición difícil, que trataba de solucionar una situación que él no había creado. “La aventura de las Malvinas era una operación eminentemente naval, concebida e impuesta a la Junta.” Una operación planificada secretamente, tal es así que “cuatro de los cinco comandantes del Ejército no estaban en antecedentes de la inminente invasión. Cuando Galtieri se encontró ante el hecho consumado, y una situación imposible de mantener, trató de preservar el honor y la seguridad de su país, cuidando al mismo tiempo de salvar su propia situación para no perder el poder y caer en desgracia, carecía de autoridad [...] A pesar de su actitud arrogante no era un hombre libre, ni política ni diplomáticamente”. El 10 de abril por la tarde las negociaciones entre los funcionarios del Palacio San Martín y la delegación estadounidense se desarrollaron a partir de un documento que elaboró el Departamento de Estado al iniciar su gestión de buenos oficios. Lo medular, en resumen, consistía:

1) A partir de firmado el acuerdo, y “hasta que se logre un arreglo definitivo”, la Argentina y Gran Bretaña “no introducirán ni desplegarán fuerzas dentro de las zonas definidas por un círculo de 150 millas náuticas”.

2) “El Reino Unido suspenderá la aplicación de su ‘zona de exclusión’, y la República Argentina suspenderá operaciones en la misma área.”

3) “Dentro de las 24 horas después de la fecha del presente Acuerdo, la República Argentina y el Reino Unido comenzarán a retirar sus fuerzas.

4) Ambos países “nombrarán un representante, y los Estados Unidos han manifestado su anuencia a nombrar otro, para constituir una Autoridad Especial Interina”. “Hasta que se llegue a una solución definitiva, todas las decisiones, leyes y reglamentos adoptados a partir de ahora por la administración local sobre las islas se someterán a la Autoridad.”

5) El punto siguiente trataba sobre “las personas, los viajes, el transporte” y todo lo que “se relacione con ello”, como “la residencia y la propiedad y enajenación de la propiedad, las comunicaciones y el comercio entre la tierra firme y las islas, se promoverán y facilitarán sobre una base no discriminatoria”.

6) “El 31 de diciembre de 1982 concluirá el período provisional durante el cual los dos gobiernos habrán completado las negociaciones sobre la retirada de las islas de la lista de Territorios No Autónomos con arreglo al Capítulo XI de la Carta de las Naciones Unidas y sobre las condiciones mutuamente acordadas para su condición definitiva, incluida la debida consideración a los derechos de los habitantes y al principio de integridad territorial, de conformidad con los objetivos y principios de la Carta de las Naciones Unidas, y a la luz de las resoluciones pertinentes de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Las negociaciones antedichas comenzarán dentro de los quince días siguientes a la firma del presente Acuerdo.”

7) Para llegar a un acuerdo el 31 de diciembre de 1982, “la Autoridad” (Estados Unidos) debía presentar “propuestas y recomendaciones” en torno a las siguientes cuestiones: A) “la manera en que se tomarán en consideración los deseos e intereses de los habitantes de las islas”; B) “Cuestiones relativas a la explotación de los recursos de las islas, incluidas las oportunidades de cooperación conjunta y el papel de la Falkland Island Company.”; C) Otras cuestiones, “incluidos los posibles arreglos para compensar a los habitantes de las islas.” El punto 7° parece una cuestión semántica pero es de fondo. No es lo mismo decir “intereses” de los isleños (como afirmaba la Argentina) que sostener los “deseos” de los isleños (como quería Gran Bretaña). El debate no es menor, llega hasta hoy.

Síntesis del fracaso, la imposición
Síntesis del fracaso, la imposición de la Junta Militar que entregó Costa Méndez a Haig

Luego de numerosas horas de reuniones, en el Palacio San Martín y en la Casa de Gobierno, Alexander Haig dejó Buenos Aires el domingo 11 a las 9.30 de la mañana, tras escuchar misa en la iglesia del Santísimo Sacramento. Viajó a Londres para considerar con el gabinete británico los puntos conversados. En Ezeiza, sorpresivamente, el canciller argentino le entregó un papel que contenía los cinco “puntos básicos” argentinos. Según relató Haig en sus Memorias, Costa Méndez “me entregó un papel. Contenía algunos pensamientos propios, me dijo. Esperaba que los leyera en el avión. Una vez en el aire, hojeé los papeles que me entregara. Contenían opiniones contrarias a lo que habíamos logrado en la Casa Rosada la noche anterior.”

Las exigencias del canciller argentino eran:

1- El gobernador de las Islas debe ser designado por el gobierno de Argentina. La bandera deberá continuar flameando en las islas.

2- Deberán otorgarse seguridades al gobierno argentino que al finalizar las negociaciones se reconocerá la soberanía argentina. Cualquier fórmula que implique que la soberanía está siendo negociada debe ser evitada.

3- Los mismos derechos serán reconocidos a los argentinos que provienen del continente y para los habitantes de las islas.

4- El acuerdo de desmilitarización debe ser considerado como dando cumplimiento a la Resolución 502 del Consejo de Seguridad de ONU.

5- El proyecto de acuerdo debe ser compatible con los elementos mencionados anteriormente.

Párrafo del acta del Comité
Párrafo del acta del Comité Militar del 11 de abril

Después de leerlos, Haig le dijo a Costa Méndez telefónicamente que creía que la presente situación podía determinar la caída tanto del gobierno inglés como del argentino y reiteró su “grave preocupación por una posible convocatoria del TIAR porque esto causaría graves problemas a su gobierno.” Al día siguiente, 11 de la mañana, Costa Méndez expuso ante el Comité Militar que se reunió en el edificio del Estado Mayor Conjunto, sosteniendo que “el caso Malvinas constituía la operación política internacional más importante de la Argentina en los últimos cincuenta años; dado que se trataba del control del Atlántico Sur. Por lo mismo (nada) resultaría gratuito ya que afectaba a Gran Bretaña, EE.UU., URSS, Brasil y Chile: ‘Este es un acto independiente de una política exterior de una potencia media’”. Finalizado el tratamiento de las cuestiones políticas fue autorizado a entrar a la reunión el Comandante del Teatro Operaciones del Atlántico Sur, vicealmirante Juan José Lombardo, quien afirmó que en dos o tres días estaría lista la defensa de Malvinas, ya que “había 2.600 hombres a los que se agregarían los de la X Brigada de Infantería”. En síntesis, la primera gestión de Haig en Buenos Aires había fracasado.

Comenzaba a concretarse lo que Zbigniew Brzezinski, ex consejero de Seguridad de Jimmy Carter, le adelantó a un amigo argentino una semana antes. El 3 de abril de 1982, Brzezinski le dijo: “Te felicito, se acabó el gobierno militar” (argentino). Y le explicó que nadie mueve un ejército para invadir o recuperar un lugar que el mundo no le ha reconocido y “esto no será permitido”. “Si se detiene el conflicto –sostuvo—si llegamos a un acuerdo, que espero que sea posible porque sinceramente deseo que haya gente sensata, esto igualmente significa la terminación del gobierno militar. Y creo que va a ser lo único positivo de esta agresión argentina, porque es de tal torpeza lo que ha sucedido que no hay forma de sostenerlo.” Además, agregó, “poseen un Ejército que no ha peleado ninguna guerra en lo que va del siglo; una Fuerza Aérea que tiene elementos tan sofisticados que no puede utilizar y la Armada Brancaleone”.

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