Fuerte rechazo de parte de una alumna generaron los dichos de un profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata quien afirmó que las cárceles son como los campos de concentración. Se trata de Juan Ignacio Orsini, profesor de la materia Derecho Social, juez del Tribunal del Trabajo nro. 2 de la capital bonaerense y miembro de la agrupación Justicia Legítima.
“Así, en estos lugares, ociosos, vagabundos, pequeños transgresores de la ley, etcétera, serán obligados al trabajo, un trabajo ciertamente más duro y alienante que aquel que era posible encontrar en el mercado libre, para que el terror de acabar internados obligase a la fuerza de trabajo desocupada a aceptar las condiciones de empleo más intolerables. Con el tiempo, después, esta originaria institución sufrirá un proceso de especialización, y de esta forma de internación surgirá, a finales del siglo XVIII, también la penitenciaria para los transgresores de la ley penal”, dice el jurista Massimo Pavarini en su libro “Control y Dominación”, texto que usó como introducción a su clase el profesor Orsini. A partir de allí desarrolló algunos conceptos en los que comparó los establecimientos fabriles con prisiones, por mencionar algunos. Al referirse a la situación de las personas condenadas por cometer un delito sostuvo que, “cuando nació el capitalismo, a las personas que trabajaban [en prisión] los hacían trabajar con el famoso grillete atado picando piedras años y años para que aprendiesen que nunca más tenían que transgredir la ley penal que obliga a no tocar la propiedad ajena porque al que hiciera eso le van a enseñar a palos adentro de la cárcel que lo que le espera es mucho peor y por lo tanto que acepte lo que está afuera, para eso nace la fábrica en esas dimensiones, a imagen y semejanza de la cárcel.”
Al explicar que ningún preso puede ser obligado a trabajar adentro de la prisión, Orsini la emprendió también contra el periodismo: “Si quiere trabajar, perfecto, tendrá que tener sus derechos reglamentados y cobrar salario como un trabajador cualquiera. No como dicen los Eduardo Feinmann de la vida y todos los que reproducen su discurso de basura y de odio”.
En otro tramo de su clase, el docente preguntó: “¿Quién es el público de la cárcel actualmente?, ¿quiénes pueblan las cárceles ahora?” Y respondió: “Los pobres hombres en edad laboral. No hay mujeres prácticamente en la cárcel. Hay pobres, varones, relativamente jóvenes, sin empleo y casi todos ellos detenidos por delitos contra la propiedad. No hay pobres jóvenes detenidos por delitos de estafa económica o de apropiación indebida de recursos públicos, etc., etc.”. Y agregó: “Por eso es que las cárceles en muchos países periféricos, en muchos países de Latinoamérica -hay que decirlo-, son campos de concentración”.
Orsini se mostró también en contra de la movilidad social basada en los méritos. “Nacés pobre y vas a ser pobre siempre, nacés rico y vas a ser rico siempre. No existe esa falsa meritocracia liberal que nos vende la leyenda rosa del cine norteamericano”, aseveró el profesor. “Nació trabajador y va a ser trabajador toda la vida... no la leyenda rosa de pseudo empresarios como el dueño de Mercado Libre” añadió Orsini. Y para reforzar su postura ejemplificó: “El hijo bobo de un empresario multimillonario va a ser multimillonario aunque no tenga ningún mérito”.
El profesor y juez laboral también ensayó una justificación de los menores que cometen delito al señalar que, “si nosotros como Estado, como sociedad debiéramos garantizarle -lo dice la Constitución- vivienda digna, alimentación sana y suficiente, un sistema de seguridad social desde el nacimiento hasta que finalice la educación obligatoria, que en Argentina incluye la escuela secundaria completa y no lo hicimos; si no lo hicimos, ¿qué autoridad moral tenemos para pedirle que no venga y nos robe la billetera? Ninguna, yo creo que ninguna. Seguramente lo ideal no sea encerrar a un niño de 16 años o 18 años que robó un celular y meterlo 5 años preso en un campo de concentración para que salga peor y después cuando salga, en lugar de robar, mate.”
Al finalizar su clase, una alumna cuestionó que el profesor haya banalizado el Holocausto igualando las cárceles con un campo de concentración.
Infobae dialogó con Candela Dipp, la estudiante de 5° año de la carrera de abogacía que al término de la clase le dijo al docente: “Espero no lo tomes a mal, me encantó la clase y me encanta que des tus puntos de vista pero me parece que decir hoy que la cárcel es igual a un campo de concentración no es lo mejor. Compararlas con un campo de concentración, con el genocidio durante la Segunda Guerra Mundial, me parece un poco extremista.”
Siento que se ha banalizado el Holocausto y es incluso una falta de respeto para personas cuyas familias han pasado por esa violación de los Derechos Humanos durante la Segunda Guerra Mundial (Candela Dipp, 5° año de Abogacía)
— ¿Qué pasó esta semana en la clase de Derecho Social?
— Fue el martes 6 abril. El docente estaba haciendo hincapié en cómo nació el Derecho Social y llegado a un punto afirmó que las cárceles de los países tercermundistas como Argentina son campos de concentración como los de la Alemania nazi. Fue algo muy chocante, por lo menos en lo personal, por eso expresé mi disconformidad al final de la clase, y también por Twitter. Siento que se ha banalizado lo que fue el Holocausto y es incluso una falta de respeto para aquellas personas que tienen familia que ha pasado por esa violación de los Derechos Humanos durante la Segunda Guerra Mundial. En el momento en que el profesor hizo esta declaración no dije nada por miedo a represalias pero después me di cuenta de que esta no es la educación que yo quiero ni la que ningún alumno ni alumna de una universidad pública se merece. Le dije que me parecía casi una burla porque si bien las cárceles no están como lo exige nuestra Constitución Nacional, y eso es una realidad que todos conocemos, jamás podríamos hablar de que son campos de concentración. En primer lugar, porque quienes se encontraban en campos de concentración eran personas privadas de su libertad de manera ilegítima.
— ¿Qué sensación te produjo esta manifestación del profesor?
— Me genera tristeza, dolor. Le expresé también que él no sabe cuál es la audiencia, no sabe las vivencias, de qué familia viene cada alumna o cada alumno que lo escucha. Que no había que afirmar algo queriendo imponerlo. Porque así lo dijo, él dijo que “era así y que había que decirlo”.
El profesor me dijo que él lo decía porque el Comité por la Memoria ya lo había dicho en sus informes anuales, cuando comparó las cárceles con la ESMA
— ¿Qué te respondió el docente?
— Además de no mirar jamás a la cámara, lo cual me pareció feo porque cuando uno se comunica trata de mirar a la otra persona, me dijo que iba a intentar no decirlo en el otro cuatrimestre pero que él lo decía porque el Comité por la Memoria ya lo había dicho en otra oportunidad en sus informes anuales, no recuerdo si en 2006 o 2008, cuando también comparó las cárceles con la ESMA. Me pareció una justificación totalmente fuera de lugar, sobre todo en un docente que además es magistrado. Eso me parece grave.
— ¿Notaste que podría haber algún tipo de represalia después del comentario que le hiciste?
— Me dijo que agradecía el comentario, pero es un docente que ha tenido inconvenientes con más de un alumno. Varios han dejado la cursada por esta imposición de pensamientos. Mi miedo sigue pero si queremos un cambio hay que hablar, hay que alzar la voz. Veremos qué pasa, no lo sé. Voy a seguir cursando la materia porque estoy pronta a recibirme pero remarco: lo dije y lo conté porque no es la educación que yo quiero. Siempre aspiro a no caer en este tipo de cuestiones de las famosas bajadas de línea, de imposiciones de pensamiento. No me parece correcto por eso lo reafirmé y lo voy a seguir reafirmando hasta que termine el cuatrimestre.
Yo creo que las autoridades de la Facultad están en conocimiento de que existen ciertas cátedras o comisiones que más que enseñar adoctrinan
— ¿Esta suerte de adoctrinamiento se repite en otras clases o con otros profesores?
— Sí, es algo muy común, pero cuando pasan estas cuestiones, muy comunes -por lo menos en mi facultad-, pocos somos los que nos animamos a hablar.
— ¿Por qué son pocos los que se animan? ¿Hay represalias?
— No puedo afirmarte que las haya, yo nunca las sufrí hasta ahora pero siempre estuvo el miedo. Fijate que, en este caso, conmigo no se comunicó ninguna autoridad de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales y no creo que lo hagan, entonces se siente esa desprotección. La facultad yo creo que está en conocimiento de que existen ciertas cátedras o comisiones que más que enseñar adoctrinan.
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