El secuestro en un cumpleaños infantil y la increíble liberación de los hijos de Santucho, el líder del ERP

Carlos Españadero, hombre clave del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, secuestró a Ofelia Díaz, una cuñada de Mario Santucho y a nueve niños, entre ellos los cuatro hijos del máximo jefe del PRT-ERP y sus sobrinos. Fueron llevados al tenebroso “Puente 12” y después de unos días en vilo, fueron alojados en un hotel. El propósito de la captura y el ardid del comandante guerrillero para que lograran escapar

Mario Roberto Santucho era secretario general del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), comandante máximo del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y el hombre más buscado por las fuerzas represivas del país

La escena, reconstruida cuatro décadas después por el periodista Ricardo Ragendorfer, ocurrió en la vivienda de la calle Palacios 3323 de Morón, donde se celebraba un cumpleaños infantil, el lunes 8 de diciembre de 1975 a partir de las 17.05 y se desarrolló en apenas unos minutos:

“Tras esfumarse la última porción de torta, Ofelia llevó la bandeja a la cocina. Los chicos –entre ellos algunos vecinitos de la cuadra – reanudaban sus correrías por el patio. En aquel preciso instante estalló una tormenta de ruidos atronadores. Desde la puerta y las ventanas brotaron ocho siluetas vestidas de civil y con ferretería de variado tipo. Esa fue la imagen que Ofelia llegó a ver, antes de que una mano en la nuca la tumbara al suelo.

Los intrusos pretendían encontrar un tesoro de armas, documentos y dinero. Revolvían todo. Y preguntaban a los gritos por el ‘embute’, tal como en la jerga se le decía a los escondites caseros. Uno de ellos, para dar énfasis a esa búsqueda, agarró al bebé y le apuntó la pistola en la sien. Mario Antonio rompió en llanto. Y el sujeto, con desagrado, se lo pasó a su hermana, Ana Cristina. Otro reparó en ella. Y se acercó para mirarla mejor. Entonces dijo:

-¡Paren de buscar! Estos son los hijos de Santucho.”

Hasta aquí el relato de Ragendorfer en su libro Los doblados, donde investigó las infiltraciones del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército en las organizaciones guerrilleras argentinas.

Nueve niños secuestrados

La mujer que había llevado la bandeja de torta a la cocina era Ofelia Ruiz de Santucho, viuda de Asdrúbal, hermano de Mario Roberto Santucho, el secretario general del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y comandante máximo del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), por entonces el hombre más buscado por las fuerzas represivas del país.

La familia Santucho

La subieron a uno de los vehículos en los que habían llegado los integrantes del grupo de tareas del Ejército. Con ella, distribuidos en otros autos y camionetas, se llevaron a nueve niños. Cuatro de ellos eran los hijos de Mario Roberto Santucho: Ana Cristina, de 14 años; Marcela Eva, de 13, y Gabriela Inés, de 12 – hijas del líder del PRT-ERP con Ana María Villarreal, fusilada en Trelew el 22 de agosto de 1972 -, y el bebé Mario Antonio, de nueve meses, hijo de Santucho y Liliana Delfino, su segunda compañera. Otras cuatro niñas eran las hijas de Ofelia y Asdrúbal Santucho, muerto poco antes en el monte tucumano: María Ofelia, de 15 años; María Susana, de 14; María Silvia, de 12; y María Emilia, de 10. El último niño era Esteban, de cuatro años, hijo de Elías Abdón (“El Turco Martín”), jefe de logística del ERP que también vivía en esa casa y había sido capturado pocas horas antes en otro operativo por el mismo grupo de tareas.

El “Mayor Peirano” y “El Oso” Ranier

El jefe del grupo operativo del Ejército era Carlos Antonio Españadero, un oficial retirado del Ejército que se había reincorporado como personal civil para participar de la represión ilegal desde el Batallón 601 de Inteligencia, donde se lo conocía como “el Mayor Peirano”.

Hoy Españadero tiene 88 años y está siendo juzgado por Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 6 (TOF 6) en la causa por delitos de lesa humanidad cometidos en el Centro Clandestino de Detención y Tortura conocido como “Puente 12”, que funcionaba cerca de la avenida Ricchieri y Camino de Cintura, en el Partido de La Matanza. Entre los delitos que se le imputan está el secuestro de los niños de la familia Santucho.

-El caso de Españadero es una cosa curiosa porque el tipo era un militar retirado que estaba como personal civil de inteligencia pero, por otra parte, tenía un cargo importante ahí como jefe de la Sala de Situación, donde se coordinaba todo. Era el tipo pensante del Batallón 601. Se jactaba de no torturar, pero asistía a los interrogatorios y los guiaba, a la vez que chequeaba la información que se les sacaba a los secuestrados. Era un estratega de la represión. Para esa época, antes del golpe, ya tenía un fichero impresionante y había armado una red de infiltrados. Su objetivo era el ERP – dice Ragendorfer a Infobae.

El jefe del grupo operativo del Ejército era Carlos Antonio Españadero, un oficial retirado del Ejército que se había reincorporado como personal civil para participar de la represión ilegal desde el Batallón 601 de Inteligencia, donde se lo conocía como “el Mayor Peirano”

Una de las piezas claves que el “Mayor Peirano” había logrado infiltrar en la estructura del ERP era Rafael de Jesús Ranier, “El Oso”, un ex integrante de una organización de la izquierda peronista que, una vez incorporado al área de logística del ERP, se había ganado la confianza de sus responsables.

Los datos que conseguía –muchas veces sueltos y que él mismo no lograba entrelazar– se los pasaba a Españadero, que sí sabía usarlos. Gracias a los servicios del “Oso”, el “Mayor Peirano” ya había ubicado una serie de casas operativas de la organización de Santucho y también pudo, poco después, anticipar y prevenir el intento de copamiento del Batallón de Arsenales Domingo Viejobueno en Monte Chingolo, lo que significaría la peor derrota militar del ERP.

Fin de semana largo y fatal

La información que le suministraba “El Oso” le había permitido a Españadero localizar y dejar bajo vigilancia constante una casa operativa que el ERP tenía en la calle Casacuberta, casi en la esquina con la calle San Carlos, en la localidad de Wilde, en la zona sur del Conurbano Bonaerense.

Los hombres del “Mayor Peirano” venían monitoreando los movimientos de la vivienda desde noviembre. Habían decidido no actuar sino seguir los movimientos de quienes entraban y salían de ella, lo que les permitió descubrir otras casas de la organización.

Sin embargo, en la tarde del cálido domingo 7 de diciembre de 1975 observaron una actividad inusual. En pocos minutos, alrededor de las 17.30, empezaron a llegar varios militantes. Ya había nueve personas en el interior de la vivienda, cuando otros dos hombres llegaron a bordo de un Fiat 1600. Uno de ellos era el jefe de logística del ERP, Elías Abdón.

Entonces los hombres de Españadero entraron en acción.

La cúpula del PRT-ERP en junio de 1973 durante un contacto clandestino con la prensa: en primer plano Santucho, Urteaga y Gorriarán Merlo

Abdón y su acompañante apenas lograron bajar del auto cuando fueron desplomados a golpes y culatazos sin que pudieran oponer resistencia. Al mismo tiempo, otros miembros del grupo de tareas derribaban la puerta a patadas luego de destruir la cerradura con un disparo de pistola .45. Quienes estaban adentro, sorprendidos, fueron rápidamente reducidos.

Españadero no podía creer en su suerte: entre los once militantes capturados, identificó a Abdón, a Ángel “Petete” Gertel, que iba a reemplazarlo en la jefatura de logística, y a un tercer hombre de cabello renegrido que todavía intentaba forcejear. Era nada menos que Juan Eliseo Ledesma, el Comandante Pedro, segundo en el mando del ERP.

Capturado Abdón, el paso siguiente fue ir a la casa de la calle Palacios 3323, en Morón, donde vivía “El Turco”. Allí llegó la patota de Españadero el lunes 8 de diciembre, sin imaginar que se encontrarían con un cumpleaños infantil al que asistían los cuatro hijos de Mario Roberto Santucho.

Los llevan a un “chupadero”

Los vehículos donde llevaban a Ofelia Ruiz de Santucho y a los nueve niños secuestrados en la fiesta se dirigieron hacia el Centro Clandestino de Detención de “Puente 12”, ubicado en la Autopista Ricchieri.

Durante mucho tiempo, tanto ella como algunos de los niños creyeron que habían sido trasladados a Campo de Mayo.

-La creencia de que los llevaron Campo de Mayo surgió porque en uno de los vehículos que los trasladaba desde la casa de María Ofelia a Puente 12 hubo una conversación por motorola donde se dijo “nos vamos para Campo de Mayo”. Entonces los pibes pensaron que habían estado ahí. Ese error fue aclarado en 2017, durante la instrucción de la causa, tanto por un policía que dio información como por un detenido sobreviviente de Puente 12 – explica Ragendorfer.

En Puente 12, Españadero interrogó a Ofelia y a las chicas más grandes. Les preguntó por Mario Roberto Santucho, de mil maneras querían pistas para saber dónde estaba. Se encontró con la misma respuesta de todos:

-No sé. Hace mucho que no lo veo.

Ofelia tampoco lo sabía. Y era estrictamente cierto.

La condena a muerte del ERO de Oso Ranier

Pocas horas después la separaron de los nueve niños. Ofelia quedó en Puente 12; a los chicos los llevaron a otro centro clandestino que por entonces comenzaba a funcionar para aplicar tormentos a los detenidos desaparecidos y que sería tristemente famoso, “El Pozo de Quilmes”.

Para entonces, el jefe de inteligencia del ERP, Juan Mangini, conocido como el Capitán Pepe, ya había informado a Santucho de la caída de la casa de Wilde. Mangini poco después le dio a su jefe una noticia aún peor:

-Robi, fueron a la casa de Ofelia. Y se llevaron a todos – le dijo al jefe del PRT-ERP.

Santucho palideció. Sabía que sus hijos estaban en el cumpleaños.

Un cable providencial

La cabeza de Españadero trabajaba a ritmo de vértigo, calculando las opciones que le daba el inesperado “botín de guerra” que había obtenido. Podía proponerle a Santucho entregarse a cambio de sus hijos y sobrinos, podía pactar una entrega “de hombre a hombre” para tenerle una cama, podía…

En eso estaba cuando recibió la orden de presentarse ante su jefe en el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, el coronel Alberto Valín.

Cuando Españadero se presentó, Valín ni siquiera lo saludó.

-Estamos en un lío – le dijo, y le extendió un papel.

Era un cable de la agencia de noticias española EFE que empezaba así: “Nueve niños detenidos en Argentina durante acciones ‘antisubversivas’ de las fuerzas de seguridad”.

-¡Solucióneme esto ya! – le ordenó Valín.

La noticia fue replicada el 12 de diciembre por la norteamericana AP, la francesa AFP, también por Prensa Latina y por el diario mexicano Excelsior en su edición del sábado 13 de diciembre de 1975.

Con el tiempo, Españadero dará otra versión de los hechos.

-Después contaría una versión propia de lo que pasó, diciendo que él le había dicho a Valín que devolvieran a los hijos de Santucho – dice Ragendorfer a Infobae.

Según Españadero, fue él quien quiso devolver los niños:

-Coronel, deme permiso para devolverle los hijos y decirle: “Esto lo hago en nombre de la hija del capitán Viola”.

La referencia era a la niña de tres años que murió junto a su padre en un atentado del ERP en Tucumán.

Sin embargo, esa versión de Españadero no parece haber existido.

-Es todo mentira. Valín ni lo dejó hablar. Le dijo que solucionara el quilombo en que se había metido al secuestrar a los chicos – explica Ragendorfer a Infobae.

Que el secuestro fuera ya una noticia internacional los había dejado sin margen de maniobra.

Todos a un hotel

Cuando salió de su encuentro con Valín, Españadero fue a Puente 12 y recogió a Ofelia Ruiz de Santucho para reunirla con los nueve niños en El Pozo de Quilmes. Allí intentó una vez más, sin suerte, que le revelaran el paradero de Mario Roberto Santucho.

La orden que había recibido de su jefe era terminante, pero se resistía a no sacar algún provecho personal y tampoco quería liberarlos así nomás. Los llevó a Buenos Aires sin saber muy bien qué hacer. Dio varias vueltas con todos los secuestrados en una camioneta.

Intentó liberar a Ofelia, a sus hijas y al hijo del Turco Abdón, pero quería quedarse con los hijos de Santucho.

El comandante del ERP ideó un ardid para liberara los niños secuestrados

Ricardo Ragendorfer pudo reconstruir este diálogo. Mientras manejaba, Españadero le dijo a Ofelia:

-Mire, señora, bájese si quiere con sus hijas. Pero a los otros pibes los tengo que entregar a sus padres.

Ofelia, con el pequeño Mario Antonio (el menor de los hijos de Mario Santucho) en brazos, le respondió:

-Usted me chantajea. Ya le dije que no tengo noticias de mi cuñado.

Luego de dar otras vueltas sin rumbo fijo, “el Mayor Peirano” detuvo la camioneta en la calle Ramón L. Falcón, casi en la esquina con Lafuente, frente a un edificio cuyo cartel rezaba: Hotel Real Splendid.

-Se van a quedar acá – les dijo.

Acto seguido habló con el conserje y le dijo que tenía que darles dos habitaciones. Cuando escuchó los nombres de los huéspedes, el hombre no lo podía creer.

-Sí, son hijos del terrorista. La cuenta a va a pagar el Ejército. Alójelos – le dijo Españadero.

Le dejó dinero a Ofelia para que fuera a comer con los chicos y se fue, prometiendo volver con pasaportes para que viajaran a los Estados Unidos.

Un rato más tarde, Ofelia fue a un restaurante cercano con los nueve niños. Al mismo tiempo, el conserje del hotel levantó el teléfono y llamó a la comisaría más cercana.

Al volver al hotel los estaban esperando dos patrulleros. Los detuvieron y los trasladaron a la Comisaría 38. Allí Ofelia explicó quiénes eran y que estaban alojados en el hotel por cuenta del Ejército. Los policías no lo podían creer, pero igual hicieron una llamada telefónica. Media hora después, Españadero los fue a buscar a la comisaría para llevarlos nuevamente al Real Splendid.

El conserje se puso blanco como un papel cuando “el Mayor Peirano” lo encaró a los gritos:

-¡Te voy a hacer mierda, imbécil, por obstruir una operación militar!

La liberación

Para entonces, un hombre del área de inteligencia del ERP había informado dónde estaban alojados Ofelia y los chicos. El dato llegó rápidamente a Santucho, quien evaluó junto a otros integrantes de la dirigencia del PRT las posibilidades que tenían.

De esa reunión participaron Santucho, Domingo Menna, Juan Manuel Carrizo, Luis Mattini y Benito Urteaga. Descartaron la alternativa de una operación militar de rescate. Podían tenderles una emboscada y, sobre todo, los niños podían ser heridos o muertos.

Decidieron, en cambio, intentar el rescate con la participación de un solo hombre, apoyado por dos vehículos que se mantendrían a distancia. Sabían que Españadero iba de tanto en tanto al hotel y no parecía haber ningún operativo montado. La idea era sacar a todos durante la ausencia del militar y llevarlos de inmediato a la Embajada de Cuba.

El elegido para el rescate fue uno de los fundadores del ERP, Carlos “El Cuervo” All.

Mario Santucho, hijo del líder del ERP

El viernes 12 de diciembre, cinco días después del secuestro, un hombre muy bien vestido que portaba un maletín de cuero, se presentó en la conserjería del hotel y pidió una habitación. Mientras la empleada copiaba sus datos en el registro, “el Cuervo” observó en el libro qué habitaciones ocupaban Ofelia y los chicos.

Dejó que la empleada le mostrara su habitación y minutos después de que ésta se fuera, salió y golpeó la puerta de una de las habitaciones ocupadas por los Santucho. Abrió la puerta María Ofelia, una de las hijas de Ofelia, que lo reconoció y lo abrazó.

-Tenemos que irnos ya. ¿Dónde está tu mamá? – le preguntó All. María Ofelia le respondió que se había ido temprano “con el milico” a buscar ropa a la casa, porque seguían con la misma que los habían secuestrado. Y que con ellos había ido María Emilia, su hermanita menor.

Carlos All demoró un segundo en decidirse.

-Nos vamos ya. No podemos esperar – le dijo a la chica.

-Bueno, llévate a todos los chicos, pero yo me quedo a esperar a Emilia a y a mí mamá – le contestó María Ofelia.

Con el correr de los años, el “Mayor Peirano” fue dando diferentes versiones de los hechos, pero en todas ellas sostuvo lo mismo, qué les había “salvado la vida” a los hijos y sobrinas de Santucho. Mientras tanto, escribió artículos y libros sobre la “guerra antisubversiva”, entre ellos tres tomos (de seis prometidos) con más de 1.500 páginas titulados La tragedia terrorista en Argentina (1965-1983)

Minutos después, siete de los chicos se subían a dos autos conducidos por militantes del ERP. En uno de ellos, las hijas y las sobrinas de Santucho fueron llevadas a la Embajada de Cuba, donde recibieron asilo. Mario Antonio, el hijo menor del líder del PRT-ERP y Esteban Abdón fueron llevados a una casa segura.

-En uno de los autos estaba una compañera que era familiar del Turco Abdón. Es ella la que nos lleva a Esteban y a mí – le cuenta a Infobae Mario Antonio Santucho, que hizo una minuciosa reconstrucción del secuestro que sufrió cuando tenía apenas nueve meses.

All, en cambio, volvió al hotel. Intentaría rescatar también a Ofelia y a las otras dos niñas.

Vuelve Españadero

No había pasado una hora desde la salida de los cinco chicos cuando Españadero volvió al hotel con Ofelia y María Emilia.

La encontró a María Ofelia sola en su habitación.

-¿Dónde están los demás? – preguntó-

-Jugando en la plaza – respondió la chica, con naturalidad.

El militar se quedó unos minutos más con ellas, diciéndole a Ofelia que volvería más tarde con los pasaportes para que viajaran a los Estados Unidos.

-En todo ese tiempo, “El cuervo” All estuvo en el hall del hotel, esperando que se fuera Españadero. Mi tía Ofelia y mis dos primas bajaron un poco después y pararon un taxi que las llevó hasta la embajada cubana – le dice Mario Antonio Santucho a Infobae.

Los nueve niños ya estaban a salvo. Estuvieron refugiados en la Embajada de Cuba durante un año, hasta que finalmente la dictadura les dio salvoconductos para salir del país.

“Tené un poco de dignidad”

Con el correr de los años, el “Mayor Peirano” fue dando diferentes versiones de los hechos, pero en todas ellas sostuvo lo mismo, qué les había “salvado la vida” a los hijos y sobrinas de Santucho. Mientras tanto, escribió artículos y libros sobre la “guerra antisubversiva”, entre ellos tres tomos (de seis prometidos) con más de 1.500 páginas titulados La tragedia terrorista en Argentina (1965-1983).

El zoom por el juicio contra Españadero por delitos de lesa humnidad (Captura de pantalla Youtube La Retaguardia)

En un artículo reciente publicado en la revista Crisis, el hoy escritor, periodista y analista político Mario Antonio Santucho, escribió sobre Españadero: “La mayoría de los genocidas cierran el pico. Se hacen los boludos. Mueren en el ostracismo. Españadero es distinto, porque no puede parar de hablar. Y sin embargo, él también hace silencio. Un silencio muy cobarde”.

En diciembre del año pasado, 46 años después del secuestro, María Ofelia Santucho declaró -por teleconferencia debido a la pandemia- en la causa donde Carlos Españadero está siendo juzgado por los delitos de lesa humanidad cometidos en el Centro Clandestino de Detención de Puente 12.

Después de relatar los hechos y de responder a las preguntas de las querellas y de los defensores, se dirigió directamente a Españadero:

-Tené un poco de dignidad, dejales a tus hijos algo mejor, un nombre más limpio por lo menos – le dijo.

El “Mayor Peirano” no la escuchó. Cuando María Ofelia empezó a hablar, se desconectó de la audiencia.

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