Malena Nelson de Blaquier, la aristócrata argentina y la leyenda de su amor prohibido con el príncipe Felipe de Edimburgo

En la alta sociedad siempre se habló de esta pasión clandestina. Nunca nadie lo confirmó, pero fue un secreto a voces. Cuando el esposo de la reina Isabel II llegó a la Argentina en 1962 conoció a la fascinante, bellísima y poderosa empresaria. El mito dice que fueron amantes, en una relación que comenzó en un partido de polo en la estancia La Concepción. Esta es su historia

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Magdalena Nelson se casó antes
Magdalena Nelson se casó antes de cumplir 21 años con Juan José Silvestre Blaquier

Ella tenía ojos celestes y una personalidad arrolladora. Bellísima, poderosa y encantadora Magdalena Nelson Hunter de Blaquier fue la anfitriona del príncipe Felipe de Edimburgo en aquel caluroso 27 de marzo de 1962 en la Argentina. El encuentro fue en la estancia La Concepción, en Lobos, provincia de Buenos Aires, una de las más espectaculares del país: 6000 hectáreas, una lujosa mansión estilo francés, lago, estatuas, una capilla neogótica y un parque de 200 hectáreas diseñado por el famoso paisajista Carlos Thays.

Allí llegó el marido de la Reina Isabel II en su visita al país, solo dos días antes de un golpe de Estado donde las fuerzas armadas derrocaron al presidente Arturo Frondizi.

Los militares habían nacionalizado varias empresas británicas, y se respiraba un fuerte sentimiento contra la Corona. El temor de la cancillería por la seguridad del príncipe consorte, perseguido por grupos peronistas, hizo que antes de abandonar el país Felipe se refugiara en la fantástica estancia.

Felipe de Edimburgo se había
Felipe de Edimburgo se había casado con Isabel el 20 de noviembre de 1947. Visitó la Argentina en 1962 y allí conoció a Malena Nelson de Blaquier (AFP)

El Duque de Edimburgo, de 41 años, inmediatamente quedó impresionado por la belleza y personalidad de Malena. La mujer de 46 años, viuda de Juan José Silvestre Blaquier, rompía todas las reglas: era moderna, avanzada, inteligentísima y audaz. Además, era experta en caballos. Con otros miembros de la aristocracia local vieron juntos un partido de Polo en Camet, Mar del Plata. El hombre estaba fascinado.

Después de esa visita nació la leyenda: Malena y Felipe habían vivido una apasionada historia de amor prohibido en La Concepción.

Las infidelidades del Duque ayudaron a que el mito creciera. El marido de Isabel estaba perseguido por los rumores que aseguraban que había tenido varias amantes -en su vida le adjudicaron un romance con Daphne du Maurier, cuyo marido trabajaba en su oficina, con su amiga de la infancia Hélène Cordet, madre de uno de sus ahijados, y Pat Kirkwood, una estrella de musical que poseía unas piernas consideradas " la octava maravilla del mundo”-. La empatía entre él y Malena, hicieron el resto.

Estancia La Concepción
Estancia La Concepción

¿Fue la aristócrata argentina amante del príncipe? En la alta sociedad argentina es un secreto a voces, pero la protagonista intentó desmentirlo cuando en el libro The Royal la biógrafa norteamericana Kitty Kelly se hizo eco del rumor. “Ese cotilleo es un disparate”, rebatió en su momento Malena. Y aseguró: “La única pasión que comparto con el príncipe es la cría de caballos de polo”.

Lo cierto es que la pasión, por los caballos o por algo más, comenzó en esa estancia y siguió en algunas visitas que Malena hizo a Windsor. Solo ellos conocen qué ocurrió realmente. Una de las nietas de la aristócrata, la diseñadora Concepción Blaquier, contó: “Tengo millones de anécdotas de La Concepción. La historia que más recuerdo, que escuché durante mi infancia, es la de la visita del príncipe Felipe en los años 60, que tuvo un affaire con mi abuela. ¡Si esas paredes hablaran…! Bueno, en realidad no sé si mi abuela tuvo de verdad un romance con el Duque, tampoco nadie lo va a confirmar… Pero esa historia, sea cierta o no, ya es leyenda”, finaliza.

La historia de la mujer que fascinó a Felipe

Magdalena Nelson Hunter llegó al mundo el 23 de noviembre de 1916 en el seno de una familia acomodada de clase media alta. Su padre, Juan Manuel Nelson, era el dueño de la tradicional farmacia Nelson, en Diagonal Norte y Florida de la ciudad de Buenos Aires, y su madre, Julia Elena Hunter Soler, descendía de una familia rica, cuyos antepasados eran dueños de casi todas las tierras de las Barrancas de Belgrano.

Magdalena junto a sus nueve
Magdalena junto a sus nueve hijos

Hija del medio de cinco hermanos, "desde muy temprano tuvo que soportar la muerte de sus seres más queridos. A sus ocho años, un tumor cerebral se llevó a Tatenita, su hermana mayor de apenas once", según relata Soledad Ferrari en su libro Las Blaquier.

“Con la muerte de Tatenita, el departamento de los Nelson, ubicado en avenida Alvear y Callao, se había convertido en un lugar triste y apagado que se volvió a iluminar cuando Malena conoció al joven más apuesto de Buenos Aires. Se trataba de Juan José Silvestre Blaquier Elizalde y le decían ‘el pibe de oro’ porque tenía todo: rico, buen mozo, seductor, jugaba bien al tenis y mejor al polo”, sigue la autora.

El amor nació en una fiesta en el Jockey Club. Una semana antes de cumplir la mayoría de edad -el 15 de noviembre de 1937- se casaron en la iglesia de Nuestra señora del Socorro, con una boda transmitida en directo por la radio y una aglomeración de curiosos en la puerta que retrasó el ingreso de la novia, vestida de blanco por la modista más cotizada de la época: Henriette. Fue el acontecimiento social del año.

Hubo gran fiesta, luna de miel en Europa y un primer embarazo a los pocos meses de casada. "Los dolores de parto fueron peor de lo que había imaginado, Malena se juró que no volvería a tener otro bebé, pero después de Mercedes llegaron ocho hijos más", afirma Ferrari.

“Mima” le decían en familia
“Mima” le decían en familia

Juan José Silvestre Blaquier se instaló junto a su familia en su afamada estancia La Concepción, en el partido de Lobos, provincia de Buenos Aires: seis mil hectáreas de tierra fértil, con canchas de polo y lago propio.

Silvestre y Malena vivieron sus años de matrimonio como si fueran eternos novios: viajes a Europa, escapadas románticas a lugares exóticos (con Julia Elena, la madre de Malena haciéndose cargo de los chicos), y regalos deslumbrantes.

Hasta que a mediados de 1959 un fatal accidente volvió a teñir de luto la vida de Mima. Silvestre, que había viajado a los Estados Unidos para traer un avión que recién había comprado, desaparece en aguas de América Central.

"Malena pasa sus días desesperada, tratando de no quebrarse frente a sus hijos (…) El primer mes sin el hombre de la casa fue desolador. Mercedes y Marina, las mayores del clan, acompañan a su madre en la tarea de criar a los más chicos. Malena no podía ocuparse de otra cosa que no fuera encontrar alguna pista que la llevara a Silvestre", describe la autora.

La gente empezó a llamarla "viuda de Blaquier". "No lo den por muerto", exclamaba enojada. Había contratado expertos -radioaficionados, pilotos- para la búsqueda y no perdía las esperanzas.

Pero el 14 de agosto de 1959 todo se derrumbó: en una playa en Panamá encontraron un pedazo de la proa del avión. Y muy cerca de allí un tapado que él había comprado para una de sus hijas y el cuerpo del piloto Juan Carlos Mendevil.

Recibió la noticia por teléfono. Solo cuando dejó de llorar sentó a sus nueve hijos en el living de su casa y les dijo: "Papá murió". Tenía 43 años.

Malena en una reunión social
Malena en una reunión social en Buenos Aires, con motivo de la exhibición en privado del film “Le romain d’un tricheur”

Crió a sus hijos -y más a sus hijas- con una premisa clara: "Sean libres". Ella fue la primera en seguirla, como un dogma. Ni la sociedad, ni el qué dirán, ni las ataduras sociales iban a impedirle ser una mujer distinta.

Malena llegaría a ser, según algunos historiadores, también una mujer–bisagra.

Según esos investigadores, en la mujer argentina hay tres épocas: la primera, del Centenario, descripta con fina pluma por Santiago Calzadilla en su libro Las beldades de mi tiempo. Luego, la mujer de la transición hacia la modernidad, que para muchos fue, casi sin discusión, Magdalena Nelson Hunter de Blaquier. Para todos, “Mima”.

Por supuesto, en la tercera ola de mujeres (las súper modernas), figuran a la cabeza la modelo y actriz Ginette Reynal y la diseñadora Concepción Cochrane Blaquier, nietas de Malena, que la recordó así:” Fue una transgresora, una mujer moderna que rompió muchas reglas de su época. Por ejemplo, jamás guardó luto ni le importaron los tabús. Fue una mujer muy malcriada por su marido: jamás le negó nada, y la dejó vestirse como se le diera la gana… Tenía una fascinante colección de tapados, ¡y ni hablar de sus joyas! Me enseñó a ser una mujer libre. Su consejo eterno: ‘Preocupate cuando la gente no hable de vos’”.

La mujer que la leyenda afirma que vivió un apasionado romance con Felipe de Edimburgo, murió el 27 de noviembre de 2016. Tenía cien años, y se llevó a su tumba el secreto de ese amor prohibido.

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