De un safari en Kenia directo al sillón caliente del ministerio de Economía: así eligió la junta militar a Martínez de Hoz antes del golpe del ‘76

A diferencia de Chile, los militares que tomaron el poder en nuestro país no tenían claro cuál sería su rumbo económico ni quien ocuparía esa cartera. Llegaron a descartar a un candidato no por sus ideas sino porque era divorciado. A pocos días de derrocar a Isabel Perón, mandaron a llamar urgente a José Alfredo Martínez de Hoz. Los entretelones de una decisión

José Alfredo Martínez de Hoz y Jorge Rafael Videla

El golpe militar estaba en plena preparación, sin embargo la carpeta más importante no estaba redactada. ¿Qué hacer con la economía? ¿Y el plan? Esa es la diferencia más importante entre el proceso militar chileno y el argentino, al margen de las distintas características personales (importantes por cierto) entre los generales Augusto Pinochet Ugarte y Jorge Rafael Videla. Los marinos chilenos comenzaron a elaborar un plan económico—con la ayuda de economistas y empresarios—en agosto de 1972. Se fijaron un plazo de noventa días, pero recién lograron “El Ladrillo” (el diseño del plan económico) seis meses antes del golpe del martes 11 de septiembre de 1973. Gran parte de la planificación descansó sobre las espaldas del almirante José Toribio Merino, jefe de la base naval Valparaíso, la más importante de Chile y todos coinciden en señalar que el general Augusto Pinochet Ugarte se impuso de la situación en la tarde del domingo 9 de setiembre de 1973. Apenas dos días antes.

En la Argentina no fue así. Los jefes militares eran prisioneros de la misma desorientación que el resto de la dirigencia. ¿Por qué no habrían de serlo? Si al final, eran argentinos y dirigentes. ¿O vamos a pensar que nacieron en Finlandia o en Canadá? Los equipos militares tomaron “examen” a varios economistas. Bernardo Grinspun, el respetado Félix de Elizalde, Álvaro Alsogaray, Horacio García Belsunce, Rogelio Frigerio, Lorenzo Sigaut y José Alfredo Martínez de Hoz, entre varios. Una sola limitación se les puso a los expositores: las respuestas tenían que ser “pragmáticas, gradualistas”.

Álvaro Alsogaray criticó duramente el “gradualismo” y quedó descartado. Él, igual que el brigadier general Héctor Fautario (relevado en diciembre de 1975), era de la teoría de “tocar fondo” o del “fruto maduro”: sólo intervenir tras la descomposición absoluta. Según me dijo Jorge Rafael Videla, Horacio García Belsunce quedó al margen porque era divorciado, SIF (Situación Irregular Familiar). Una excusa absurda para la época, pero que daba una pauta del trogloditismo que se avecinaba. Mi observación fue: “General, yo con Usted no llego ni a portero”.

El Ejército no tenía espacio para aplicar una política ortodoxa, frente a la guerra que libraba contra el terrorismo. ¿Los candidatos formaban parte de la conspiración? Puede afirmarse que no. ¿Por qué? Muy simple: eran consultas, lo que no quería decir que formaron parte de los planes. En Chile, por el contrario, sí. Y, además, muchos de los consultados ocuparían cargos en el Estado. Cuando el equipo que habría de diseñar el plan económico se fue conformando, se estableció una consigna: “Botar a Allende no cuesta nada. Lo importante es qué hacer con el gobierno; cómo solucionar los problemas económicos”.

Revista “Cuestionario” dirigida por Rodolfo Terragno, de enero de 1976

En enero de 1976 el costo de la vida aumentó 14% y en febrero tocó el 20%. El aumento salarial del 18%, que otorgó el ministro Antonio Cafiero el 22 de enero, fue absorbido por la inflación a los pocos días. El dólar subió, entre enero y los primeros diez días de febrero, de 12.500 a 32.000 pesos. Y pronto llegaría a 38.000 en el mercado paralelo. Para peor, desde el Parlamento no le trataban las leyes que impulsaba y sobre su figura se lanzaban todo tipo de improperios desde el propio peronismo. “Esta situación ha llegado al límite de lo tolerable”, afirmó uno de los colaboradores más próximos del titular de Economía. Cafiero renunció y partió de embajador al Vaticano. El miércoles 4 de febrero de 1976, asumió como ministro de Economía Emilio Mondelli. También juró Miguel Unamuno en lugar de Carlos Ruckauf en Trabajo.

El mismo 4 de febrero, se realizó un encuentro privado entre Jorge Rafael Videla con líder radical Ricardo Balbín en la casa de Alberto Jesús “Piqui” Gabrielli, en la calle Ombú 3054 de Barrio Parque. El dueño de casa era el cuñado del general Carlos Dalla Tea, secretario general del Estado Mayor General del Ejército. Gabrielli contó: “Tanto uno como el otro querían un lugar neutral para reunirse. Balbín no iba a ir al Comando en Jefe. Balbín, aceptó que mi casa lo era”. Primero llegó Balbín, acompañado por otro señor mayor que no recuerdo quién era, y pasó a la biblioteca que tenía enfrente en la casa. El general Carlos Dalla Tea arribó primero y me dice que estaban llegando, que abra las puertas. Tenía un handy o algo así. Abrí y entró manejando el general Roberto Viola y Videla en el mismo auto. Un auto particular cualquiera. Bajaron los dos y entraron a la biblioteca para hablar con Balbín. Allí, lo que uno rescata, es que Balbín dijo: “Si ya lo tienen decidido, que sea cuanto antes”. Y era muy cerca. Ya era marzo. Esa fueron las palabras de Balbín.”

La confesión que me hizo Videla de ese encuentro, en febrero de 2006, es prácticamente la misma. “En un encuentro reservado que podemos ubicar en febrero de 1976, el titular de la Unión Cívica Radical me pidió conversar reservadamente. Un amigo común ofreció su casa, un lugar neutral. Luego de las presentaciones de rigor, el dueño de casa amago retirarse. De ninguna manera, dijimos casi al unísono los dos”. Pasados los años, según Videla, lo sustancial del encuentro, palabras más, palabras menos:

Balbín: -General, yo estoy más allá del bien y del mal. Me siento muy mal, estoy afligido. Esta situación no da más. ¿Van a hacer el golpe? ¿Sí o no? ¿Cuándo?

Videla: -Doctor, si usted quiere que le dé una fecha, un plan de gobierno, siento decepcionarlo porque no sé. No está definido. Ahora, si esto se derrumba pondremos la mano para que la pera no se estrelle contra el piso.

Balbín: Si van a hacer lo que pienso que van a hacer, háganlo cuanto antes. Terminen con esta agonía. Ahora, general, no espere que salga a aplaudirlos. Por mi educación, mi militancia, no puedo aceptar un golpe de Estado.

José Alfredo Martínez de Hoz 162

El viernes 5 de febrero, el Ministro Mondelli se dirigió a la población. Puso negro sobre blanco. Apeló a una frase del Apóstol San Juan: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” y pasó a informar: El producto bruto interno había caído 2,6 % en 1975; la demanda global había crecido 3 % y la inversión había caído 16 % (la inversión en obras públicas cayo 24 %). El déficit del balance de pagos ascendió a 1.095 millones de dólares. El ministro admitió: “Estoy en el aire”, fue la frase del día. “El aumento de precios es exagerado, se le está tomando el pelo a la gente. El plan económico, a mí juicio, no es serio. Los precios ya no suben en ascensor: han tomado un cohete a Venus”, fue el juicio de José Rodríguez, titular de SMATA.

El martes 10 de febrero, el ministro Emilio Mondelli concurrió a un almuerzo organizado por la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados y volvió a blanquear la situación que se vivía. Dijo públicamente: “Estoy tremendamente preocupado por el destino de la República...Ustedes saben positivamente que nosotros tenemos una ley de inversiones extranjeras que nos ha resguardado sin lugar a dudas de todo imperialismo y de toda invasión extraña... ahora sí, inversión no hay ninguna. Háganle un poco de fe a este hombre sencillo, que dice las cosas como son porque las ha estado viviendo hasta ayer y las tiene que vivir más dramáticamente desde hoy. No nos creen más.” A continuación, instó a los legisladores a aprobar las leyes impositivas y el presupuesto. Al día siguiente los jefes sindicales fueron a entrevistar a Mondelli y lo bombardearon con preguntas. Al finalizar, Adalberto Wimer declaró que “la CGT no se opone a las negociaciones con el FMI, a menos que lesionen la dignidad nacional.”

A escasas semanas del 24 de marzo de 1976, mientras el país debatía de cualquier manera, José Alfredo Martínez de Hoz fue llamado a exponer reservadamente su visión de la situación ante la Junta Militar. Según me relató, hasta ese entonces no tenía ni idea de lo que sucedía, detalladamente, en la Argentina: estaba en un safari de 40 días en Kenya, África, invitado con muchos meses de antelación por Arturo Acevedo, accionista mayor de ACINDAR. Los militares se ocuparon de buscarlo y encontrarlo. Una noche, a través de un “contacto” en Nairobi, le hicieron llegar un mensaje: “Vuelva urgente a Buenos Aires. La urgencia no guarda relación con la salud de su padre.” Según me contó Martínez de Hoz, el mensaje fue recibido el viernes 12 de marzo de 1976. El “contacto” (según el futuro Ministro era el general Hugo Miatello, compañero de promoción de Videla), en pocas horas, informó a sus superiores el día y la hora de su llegada a Ezeiza. Al día siguiente fue invitado a la residencia del comandante general de la Armada, en avenida del Libertador y Ocampo, donde los esperaban los comandantes generales. Como los jefes militares no tenían formación económica preguntaron poco. El entrevistado garabateó unas notas. Las notas revelaban el estado de confusión que reinaba en las propias mentes de los comandantes: “Le pedimos disculpas por el llamado tan urgente. Usted es el último de una larga lista de entrevistados. (Más adelante, el testimonio de Alberto Gabrieli contradice esto). José Alfredo “Joe” Martínez de Hoz expuso su pensamiento cerca de 3 horas (en sus “notas” se observan pocas preguntas). El “apuntador calificado” (Martínez de Hoz) garabateó conceptos: “inflación, su crecimiento es geométrico, llegará a niveles nunca conocidos en la Argentina. Hay una cesación de pagos no declarada. Existen reservas de libre disponibilidad para pagar solo un día de importaciones”. A tenor de la exposición, el estado de la economía argentina era explosivo. Algo que se sentía y sabía con la simple lectura de los diarios. Vencido el tiempo, Videla solicitó que su pensamiento lo entregara cuanto antes por escrito. En persona o a través de su amigo el general Miatello.

Martínez de Hoz y Videla. El ministro de Economía quedó adherido a la imagen de la junta militar (Télam)

Años más tarde, Jorge Rafael Videla contaría en el libro “Joe” que el plan “debía tener en cuenta, fuera de todo rigorismo ortodoxo, la guerra contra la subversión que estaba en desarrollo, toda vez que la misma actuaba como telón de fondo que dominaba todo el escenario nacional. Esto significaba la imposibilidad de aplicar una política de shock como alguien recomendaba (Horacio García Belsunce, descartado por estar divorciado, según me dijo Videla) y poner en práctica, por el contrario, una política de aplicación gradual que no ocasionara desajustes sociales, teniendo en cuenta que en la guerra revolucionaria el objetivo prioritario es la conquista de la población”.

Según cuenta en “Joe”, Letizia S. de Devlin, su histórica secretaria privada quien pasó a máquina el programa que el futuro ministro le dictaba un fin de semana. Si como me conto M de H llegó el viernes 12, el fin de semana comprendió el sábado 13 y domingo 14 de marzo de 1976. El candidato ni siquiera tuvo tiempo de pensar quiénes iban a conformar su equipo de colaboradores. Un ejemplo importante: la designación del presidente del Banco Central –una pieza clave para el diseño de un plan económico y financiero– se conoció varios días después del golpe. El banquero Luis “Pibe” Otero Monsegur no quiso aceptar. Ya había trabajado en el Estado en la gestión del ex presidente José María Guido y no quiso dejar la presidencia de su banco.

-“¿Por qué no lo llamas a Adolfo Diz?”, aconsejó Juan Alemann.

-“Llamálo”, fue la respuesta de Martínez de Hoz.

Adolfo Diz estaba trabajando en el Centro de Estudios Monetarios de América Latina (CEMLA), en México. “Lo llamaron, aceptó y vino al país. “¿Usted cree que Diz sabía algo? ¿Qué conocía a los jefes militares?”, fue la respuesta de Luís García Martínez, cercano colaborador de Martínez de Hoz. Otro dato: “Ricardo Arriazu, que esperaba desempeñarse como secretario de Coordinación Económica del ministro Emilio Mondelli apareció con Martínez de Hoz.”

-¿Y las carpetas?

-“No había carpetas”.

Para la Fuerza Aérea el nombramiento de Martínez de Hoz tenía sus bemoles. Así me lo hizo saber el brigadier Basilio Lami Dozo, Secretario General de la Fuerza y más tarde miembro de la Junta Militar.

Y. -¿Les gustó a ustedes la decisión de Martínez de Hoz?

-No, a nosotros no. No pudimos hacer nada. El Ejército lo miraba con buenos ojos y la Marina lo apoyaba a muerte. Nosotros estábamos con Aldo Ferrer. Era un nacionalista católico. Más católico que nacionalista. Y era un tipo con muy buenas ideas.

Y. -¿Pesaba sobre esa decisión el viejo discurso de Jordán Bruno Genta?

-Sí, no te olvides que nosotros tuvimos gran influencia de Genta. Él nos daba ética militar. Lo mató el ERP después de una ceremonia religiosa, a la salida de la Iglesia.

Ministro de Economía, una “profesión insalubre”.

El camino que traza el relato siguiente puede no ser exclusivo ni excluyente, pero es válido porque el protagonista lo vivió. Para conocer cómo llega José Alfredo Martínez de Hoz al Ministerio de Economía debemos empezar por hablar del Secretario General del EMGE, general Carlos Dalla Tea. Según su cuñado, el periodista Alberto “Piqui” Gabrielli, a fines de 1975, “Dalla Tea me llama. Yo era director de la revista “Competencia” en ese momento. Me dice que necesitaba que le prepare una lista de candidatos para Ministro de Economía, haciendo la mejor calificación que yo entendía que le correspondía cada uno. Yo le hice una lista que por ahí debe andar. En esa lista los calificaba, entre otras formas, de acuerdo a las mejores vinculaciones con los grupos financieros internacionales y a la mayor independencia de esos mismos grupos. Es decir, que el tipo tuviera capacidad de diálogo con la banca y las grandes empresas internacionales, pero al mismo tiempo tuviera una gran independencia. Cuando hago las calificaciones sobre conocimiento de economía, había otros que, teóricamente, eran mejores técnicos. Pero aquí había que buscar a un hombre con vinculaciones con el mundo económico que era lo que la Argentina necesitaba, pero que al mismo tiempo tuviera independencia, aunque no fuera el mejor calificado desde el punto de vista de la técnica. El que me salió primero en la lista fue José Alfredo Martínez de Hoz. Básicamente por esto: su conocimiento del mundo de la economía nacional e internacional y su independencia de los poderes económicos del mundo y nacionales.

Martínez de Hoz con David Rockefeller. Para la junta militar era fundamental el roce internacional de su ministro de Economía

Siempre a fines del 75, me llama y me dice: “Mirá, están de acuerdo con que sea él. Por favor, visitálo, conversálo y preguntále si él estaría dispuesto a aceptar”. Lo voy a ver a Martínez de Hoz y me dice que se iba a África de cacería, pero que cuando volvía me contestaba. “No, no me venga con que me va a contestar cuando vuelva”, le dije. “Sí, aceptaría, pero déjeme que vuelva” me contestó. Eso fue lo que les transmití a Dalla Tea. Y cuando él vuelve, lo contacto nuevamente y me dice que estaría dispuesto. Le aviso a Carlos Dalla Tea y me llama unos días después, siempre antes del 24 de marzo, y me dice que lo vea de vuelta y lo lleve para que tuviera una entrevista con el comando del Ejército. Lo voy a buscar a su casa, en el edificio Kavanagh, y de allí salimos para el Ejército. Se queda ahí y yo me vuelvo para la avenida Quintana, donde tenía la oficina.

Y: ¿Y él conversa con Dalla Tea o con Viola y Videla?

G: Entiendo que ahí ya estuvo con Videla.

Y: ¿Qué hay respecto de una fantasía en donde Martínez de Hoz vuelve y es llamado, y va a la casa del jefe de la Armada, por la calle Ocampo... llevado por el general Miatello?

G: No, no, no. Yo te estoy dando mi testimonio. Es decir, lo demás, si estuvo fulano o no, es una interpretación mía. Pero vos lo que necesitás son testimonios, no interpretaciones. Esto que ocurrió, ocurrió textualmente así; me ocurrió a mí.

Y: Esto es a fines del 75. Él se va a ir a África y alguien le va a avisar que venga rápido.

G: No, él ya sabía que era candidato a ser Ministro de Economía. Y cuando volvió, nos contactamos, me dijo que aceptaba y Dalla Tea me pidió que lo llevara a hablar con ellos. Yo lo dejé en la puerta; no estuve en la reunión. Pero fue Carlos Dalla Tea, y no la Marina, quien me pidió que lo lleve. Y habló con Videla.

Y: Hay quienes sostienen que hizo una exposición ante los tres comandantes y después le pidieron si la podía entregar por escrito. Es lo que contó el propio Martínez de Hoz.

G: No, no fue así. A él le debe gustar haberlo dicho de ese modo.

Y: Para mí tu testimonio es importantísimo porque cambia sutilmente todo el relato de Martínez de Hoz.

G: Es más, me quedó la culpa cuando sufrió tanto él después, de persecución política y todas esas cosas. Pobre Martínez de Hoz, un tipo que era una buenísima persona, ultra honesto, no lo pueden haber acusado nunca de nada. Nunca dejó de atenderme o responderme un llamado. Después de que Carlos Dalla Tea presentó el listado, seguramente en una reunión con Videla y Viola, yo le dije si estaría dispuesto a aceptar. A fines del 75 yo llevo la lista y él se va a África. Cuando vuelve, voy a verlo y él confirma que acepta. Una semana después me llama Carlos y me dice: “Piqui, andá a verlo y lo recibimos tal día a tal hora”. Yo fui al Kavanagh, le conté y lo acompañé. No estuve con él en la reunión. Fue a tener la reunión con Carlos, Videla y no sé quién más. Ni siquiera sé si estuvo Carlos, pero supongo que sí.

Y: Deben haber asistido Massera y Agosti.

G: Puede ser. Pero si fuera así, Massera estaba en el comando del Ejército. Y lo citó el Secretario General del Ejército.

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